De otra versión de la historia (con minúscula, por lo pronto)

Creo que para hacer un mapeo medianamente veraz de lo que está ocurriendo alrededor del SME y la huelga de hambre y LyFC, etcétera, es necesario conocer las dos versiones de la historia: la oficial, proveniente del gobierno de facto y difundida desde los medios oficialistas (Universal, Reforma, Milenio, etc.) y la versión de los huelguistas –que no de Martín Esparza- que se ha venido divulgando a través de prensa alternativa.


Teniendo el conocimiento de ambas posturas, conociendo también lo que motivó la extinción de la empresa (lo que dicen el gobierno de facto y sus voceros que la motivó y, también, lo que dicen analistas y periodistas opositores desmintiendo la versión oficial), teniendo conocimiento de dichos elementos, se pueda –quizá- formar una opinión más imparcial, menos sesgada de un asunto que, finalmente, en tanto sociedad, concierne de algún modo a todos los que vivimos en la zona centro del país.


Dejo aquí un vídeo con Cayetano Cabrera fijando su posición sobre todas estas maledicencias -lanzadas por los media de siempre- en torno a la huelga de hambre que él y otros miembros del SME llevaron a cabo.



MI EPÍLOGO ( a un simple y nimio post; sí )


Cuando uso términos como "gobierno de facto", "prensa oficialista", "maledicencias", etc. no tengo por finalidad descalificar a tales actores, sino que intento hacer una descripción. No a priori pienso que la prensa es oficialista o que el gobierno es un gobierno de facto o que lo que se dice sobre la huelga de hambre del SME es, en varios de los casos, mera difamación. No siento afección por la defensa de las causas perdidas, tanto como afección por asir nuestra realidad de la manera más imparcial, objetiva y veraz posible. Si nosotros afectamos a la realidad y la distorsionamos con nuestra percepción (en una segunda lectura, es lo que sugieren los relativismos), tal vez ya sólo tenga caso que aquellos cuya percepción sobre la realidad es igual o parecida, se sienten o se junten a perorar sobre sus puntos de vista y que -autocomplacientes- celebren (mos) su afinidad. Yo digo que, si bien éste no sería en lo absoluto un argumento suficiente para rechazar las posiciones relativistas, sí que evidencia la incompletez de las mismas –no encuentro otra palabra- y la necesidad, ergo, de reconocer que existen verdades -locales en muchos casos- que conviene establecer a modo de que el devenir del mundo transcurra más fluidamente. Así, tales grupos podrían disolverse y ya no sólo sería plausible que los que piensan igual o parecido se sienten a perorar, sino que lo hagamos también aquellos que pensamos diverso. La segregación ideológica, ¿a dónde podría llevarnos? La posibilidad de enriquecer nuestras propias perspectivas a través de miradas opuestas, en algunos casos, puede ser tortuosa, pero –en otros- puede llegar a complementarnos de tal manera que uno termina verdaderamente sorprendido y muy a gusto.


Aforismos de metro



Un señor sin pierna yace en los primeros escalones a la salida de los vagones del metro. Voy demasiado inmersa en mis pensamientos y, sin embargo, me detengo a mirarle y a considerar, vagamente, que se trata de un hombre digno que, a pesar de todo, prefiere no pedir limosna: estaba lista a preparar una moneda para dársela. La compasión por los demás, también a mí me asesina.

***

Camino a casa de mi madre, no puedo evitar perder mi mirada en los desolados paisajes industriales que nos ofrece el tren suburbano. Por esos breves instantes siento que no pertenezco a este mundo, mi cuerpo -por la inercia- se transporta con el tren y casas, postes eléctricos, nubes grisáceas, pájaros al vuelo, todo se aproxima a mí. Una infinita añoranza me arroja a considerar que mi espíritu anacrónico –audaz- organizará una sublevación contra mí misma y que pronto abandonaré.

***

Estoy a punto de llegar a mi estación destino y en una de esas curvas el tren zigzaguea lo suficiente como para poder mirar lo que ocurre en el otro vagón. Una escena atrapa a mi mirada de inmediato: un señor de unas siete décadas de vida degustando con sumo placer un vaso de frutas. Lo miro extasiada y directo a los ojos, me corresponde la mirada y –diríase- posa para mí. Sé como lo logra, suspende el tiempo y lo que ocurre alrededor de ese tiempo y ya son sólo él y su vaso con frutas y esa pequeña felicidad que, por fugaz, diríase que es infinita.

***

Entra al vagón, comienza a repartir sus poemas, nos expone los sufrimientos de su pequeño mundo y apenas si alguien le mira. Saco una moneda y se la entrego, al hacerlo, toco la palma de su mano, quiero sentirla y decirle con ese gesto que sé que está vivo, más vivo que nunca (en realidad, la dádiva fue sólo el pretexto para rozar su mano). Me dice que puedo quedarme con la hoja, me rehúso y le miro directamente a los ojos como si fuera la última vez. Una nueva tristeza se encarama en mí.

***

Articular frases, oraciones, palabras o cualquier indicio de razonamiento expresado en lenguaje, está comenzando a provocarme grandes accesos de risa, risa de mí que todavía -ufana- me atrevo a hablar y, por si no fuera suficiente, a exponer “mis argumentos”.

***

Vengo de regreso y pienso en el último billete que traía en el bolso, aquel que gasté para sofocar mi hambre matinal; una que, por lo regular, vive silenciada; pero esta mañana le permití un lujo y le callé la boca con un delicioso manjar de veinte pesos. Entonces cuando llego a casa –mi imperio de soledad- comprendo con horror que tengo que volver a salir para ir por las croquetas de los gatos. Me doy cuenta de que con suma facilidad me acostumbro al encierro y eso no me asusta. Me explico el asunto y quedo complacida –justificarse cosas es lo fácil- con las siguientes palabras de Georg C. Lichtenberg: “En ocasiones paso ocho días sin salir de casa y vivo muy contento. Un arresto domiciliario de la misma duración me enfermaría. Si hay libertad de pensamiento, uno se mueve con ligereza en su círculo; si hay control de pensamiento, aun las ideas permitidas llegan con gesto asustadizo.”

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Mirar gente en el metro bien podría convertirse en un deporte, pero veo que algunos –los espíritus leves- se sienten inhibidos; otros, muestran incomodidad y, quizá, molestia.

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Si enumerara las intrincadas trayectorias de túneles, mazmorras, transbordos tortuosos, esperas interminables de una estación a otra, estampidas contra ejércitos humanos para no quedar atrapada en una estación, golpes sorteados, una que otra mano en el lugar equivocado, sube y baja corriendo de escaleras y, al final, tuviera que decir un número, optaría por declararme incompetente.

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Hay una estación de metro en la que es agradable parar porque huele a cilantro, cebolla, piña, sandía, flores. Nunca recuerdo su nombre y, en comparación con mis viajes por las líneas verde y azul, diríase que apenas si he estado allí.

***

Cuando vi “Dancer in the Dark” me identifiqué con la protagonista, no por su inagotable capacidad para resistir al sufrimiento (hay quien dice que Selma es una versión moderna y femenina de Jesucristo), sino por su grande capacidad para estar siempre fantaseando, imaginándose cosas, creando diálogos, inventándose mundos, etc. Pues bien, cuando viajo en metro –y en suburbano- me entrego liviana a tal disposición mental; basta con obsequiarme a la contemplación de las ventanas para que den comienzo las fantasías, las teorizaciones, los personajes, las posibilidades –falsables o no- de un mundo que sólo puede existir allí sentada. Lejos de casa, de mi habitual realidad, lejos de todo, los pensamientos sobre lo cotidiano también se neutralizan y queda sólo espacio para la invención. El metrobús, por otra parte, no es útil para tales menesteres por una sencilla razón: esa pantallita plana rodeada de una armazón roja en la que se transmiten vídeos de artistas pop irradia, simplemente, demasiada postmodernidad. No, ante éso, el pensamiento se nulifica, se contrae.

***

Soy una de esas personas transparentes que pueden viajar por metro sin ser vistas. Por cada puerta del metro hacen su entrada triunfal personalidades de diversa figura: los anodinos que -como yo- apenas si son notorios, señoras y señores que vuelven del trabajo o que van a las compras o vienen de alguna parte, los estudiantes que -por la mochila- son siempre inconfundibles, la juventud en vida productiva, la adultez joven en vida productiva, la adultez en vida productiva, la adultez madura en vida productiva, etc., etc. Allí en el metro, carezco de estatuto y yo me siento bien con mi anonimato.

***

En mis sueños apocalípticos –esporádicos, por cierto- las personas tenemos que correr a refugiarnos al metro porque se aproxima un bombardeo. Veo correr a gente -a toda velocidad- por los puentes peatonales en dirección al metro; luego, un tropel de individuos vamos en descenso hacia el subterráneo. Mi sueño termina antes de llegar a la parte más baja. Al despertar, me llega un último remanente del sueño: yace en la atmósfera –lóbrega y derruida- el conocimiento soterrado de toda una vida transcurriendo allá abajo en donde -se sospecha- sediciones de todo tipo están maquinándose para dar fin a la guerra, una guerra sin causa aparente.

"La Pesadilla del Matemático" (B. R.)

LA PESADILLA DEL MATEMÁTICO

(Bertrand Russell)

La visión del profesor Squarepunt


Explicación Preliminar:


Mi recordado amigo el profesor Squarepunt, el eminente matemático, fue durante toda su vida amigo y admirador de sir Arthur Eddington. Sin embargo, existía un punto en las teorías de sir Arthur que siempre turbaba al profesor Squarepunt, y era aquel el poder místico, cósmico, que sir Arthur confería al número 137. Si las propiedades que a dicho número se le suponían hubieran sido meramente aritméticas, no habría surgido dificultad alguna. Pero era, sobre todo en física, donde el 137 mostraba toda su virtualidad, la cual no era desemejante a la atribuida al número 666. Resulta evidente que las conversaciones con sir Arthur influyeron en la pesadilla del profesor Squarepunt.


El matemático, agotado por un día completo de estudio de las teorías de Pitágoras, se durmió finalmente en un sillón, donde un singular drama visitó sus dormidos pensamientos. Los números, en este drama, no eran las inermes categorías que él había considerado previamente, sino seres vivos, con aliento, dotados de todas las pasiones que estaba acostumbrado a comprobar en sus colegas, los matemáticos. En su sueño, se hallaba él en pie en el centro de una infinidad de círculos concéntricos. El primer círculo contenía los números del 1 al 10; el segundo, del 11 al 100; el tercero, del 101 al 1.000, y así sucesivamente, sin límite alguno, sobre la superficie infinita de una llanura sin confines. Los números impares eran varones, los pares hembras. Junto a él, en el centro, se hallaba Pi, el maestro de ceremonias. El rostro de Pi estaba enmascarado, pues era sabido que nadie podía mirarlo y sobrevivir; pero ojos penetrantes miraban a través del antifaz, inexorables, fríos y enigmáticos. Cada número tenía su nombre claramente señalado sobre su uniforme. Las diferentes clases de números tenían diferentes uniformes y diferentes formas: los cuadrados eran tejas, los cubos eran dados, los números redondos eran bolas, los primos indivisibles cilindros, y los números perfectos llevaban corona. Además de la diferencia de formas, los números eran también diferentes en cuanto a color. Los siete primeros círculos concéntricos poseían los siete colores del arco iris, excepto los formados por el 10, 100, 1.000, y así sucesivamente, que eran blancos, mientras el 13 y el 666 eran negros. Cuando un número pertenecía a dos de estas categorías —por ejemplo si, como el 1.000, era a la vez número redondo y cubo— llevaba un uniforme más honroso, y los más honorables eran los más escasos entre el primer millón de números.


Los números bailaban alrededor del profesor Squarepunt y de Pi un vasto y complicado ballet. Los cuadrados, los cubos, los primos, los números piramidales, los números perfectos y los redondos, se agitaban, entretejiendo cadenas, en una danza infinita y abrumadora; y mientras bailaban entonaban una oda a su propia grandeza:


Somos los números finitos.

Somos la materia del mundo.

Cualquier confusión que aflija a la Tierra

por nosotros es resuelta.

Reverenciamos a nuestro maestro Pitágoras

y profundamente despreciamos a las brujas y a los asnos.

Ni la bruja de Endor, ni al monte de Balaam

reconocemos como fuentes de sabiduría.

Mas, circularmente, en inacabable ballet

nos movemos, como cometas vistos por Halley.

Y honrados por el inmortal Platón

no creemos en la grandeza posterior de ningún mortal

Seguimos las leyes

sin una pausa,

pues somos los números finitos.



A una señal de Pi cesó el ballet, y, uno por uno, los números fueron presentados al profesor Squarepunt. Cada uno hizo un breve discurso, explicando sus méritos peculiares.


1: Soy el padre de todos, el padre de infinita progenie. Ninguno existiría sin mí.

2: No te estires tanto. Sabes que se necesitan dos para hacer más.

3: Soy el número de los triunviros, de los sabios orientales, de las estrellas del cinturón de Orión, de los Hados y de las Gracias.

4: Pero sin mí nada tendría cuatro esquinas; en el mundo no habría honestidad. Soy el guardián de la Ley Moral.

5: Soy el número de los dedos de una mano. Hago pentágonos y pentagramas. Sin mí, el dodecaedro no podría existir, y, como sabe todo el mundo, el universo es un dodecaedro. Así, sin mí, no habría universo.

6: Soy el número perfecto. Sé que tengo rivales advenedizos: el veintiocho y el cuatrocientos noventa y seis pretenden a veces ser iguales a mí. Pero están situados demasiado abajo en la escala jerárquica para contar contra mí.

7: Soy el número sagrado: el número de los días de la semana, el número de las Pléyades, el número de los candelabros de siete brazos, el número de las iglesias de Asia y el número de los planetas, pues no reconozco a ese blasfemo de Galileo.

8: Soy el primero de los cubos, exceptuado el pobre viejo Uno, que hoy día ya no se usa.

9: Soy el número de las musas. Todos los encantos y refinamientos de la vida dependen de mí.

10: Bien está, miserables unidades, que alardeéis; pero soy el dios-padre de las infinitas mesnadas que me siguen. Toda unidad me debe su nombre, y sin mí reinaría el desorden en vez de una estricta jerarquía.


En este momento el matemático, aburrido, se volvió hacia Pi y le dijo:


—¿No cree usted que el resto de las presentaciones deberían darse como efectuadas?


Ante esto, se elevó un griterío general:


11: Sí, yo he sido el número de los apóstoles, después de la defección de Judas.

12, que exclamó:


—Fui el dios-padre de los números en tiempo de los babilonios, y fui un dios-padre superior a ese miserable Diez, que debe su posición a un accidente biológico antes que a excelencia aritmética.


13: Soy el señor de la adversidad. Si se muestra grosero conmigo, le pesará.


Se elevó tal alboroto que el matemático se tapó los oídos con las manos y dirigió una implorante mirada en dirección a Pi. Éste agitó su vara de mando y gritó con voz de trueno:


—¡Silencio!, u os trocaréis en números inconmensurables.


Todos se pusieron lívidos y se sometieron.


Mientras duró el ballet, el profesor había estado observando un número, entre los primos, el 137, que parecía indómito y remiso a aceptar su sitio dentro de la serie. Repetidamente, intentó colocarse delante del 1, del 2 y del 3, haciendo gala de una agresividad que amenazaba destruir la armonía del ballet. Lo que pasmó al profesor Squarepunt aún más que esta desordenada conducta fue la aparición del confuso espectro de un caballero de Arturo, el cual insistía murmurando al oído del 137:


—¡Vamos, ve! ¡Ponte a la cabeza!


Si bien los nebulosos rasgos del espectro hacían difícil la identificación, el profesor reconoció al fin la oscura figura de su amigo sir Arthur. Esto le hizo simpatizar con el 137, pese a la hostilidad de Pi, que trataba de reducir al rebelde número primo.


Por fin, el 137 exclamó:


—Es una maldición el exceso de burocracia que hay aquí. Lo que yo deseo es la libertad para el individuo.


La máscara de Pi contrajo el entrecejo, pero el profesor intercedió diciendo:


—No sea demasiado severo con él. ¿No ha observado que está regido por un Familiar? Conocí en vida a este Familiar y, por lo que veo, puedo garantizar que es él quien inspira los sentimientos antigubernamentales del Ciento Treinta y Siete. En cuanto a mí, me gustaría oír lo que el Ciento Treinta y Siete tenga que decir.


Un tanto recelosamente, Pi dio su consentimiento. El profesor Squarepunt dijo:


—Dime, Ciento Treinta y Siete: ¿cuál es el motivo de tu rebelión? ¿Es una protesta contra la desigualdad lo que te inspira o simplemente que tu ego se ha desbordado por las alabanzas de sir Arthur? ¿O se trata, como intuyo a medias, de una profunda repulsa ideológica de la metafísica que tus colegas han absorbido de Platón? No temas decirme la verdad. Haré de intermediario con Pi, acerca de quien sé tanto, por lo menos, como él de sí mismo.


Ante éstas, el 137 prorrumpió en vehemente discurso:


—¡Tiene usted razón! Es su metafísica lo que no puedo soportar. Pretenden aún ser eternos cuando su propia conducta muestra que no creen en tal cosa. Todos nosotros encontrábamos triste el cielo de Platón y decidimos que gobernar el mundo sensible sería mucho más interesante. Desde que bajamos del Empíreo hemos sentido emociones semejantes a las vuestras: Cada número impar ama a su correspondiente número par, y cada uno de éstos se comporta con afecto hacia los impares, pese a encontrarlos muy extraños. (1)


Nuestro imperio, ahora, es de este mundo, cuya suerte será también nuestra suerte.


El profesor se halló de completo acuerdo con el 137, pero todos los demás, incluyendo a Pi, le consideraron un blasfemo, y se abalanzaron sobre ambos, número y profesor. La infinita hueste, que se extendía en todas direcciones más allá de lo que la vista podía alcanzar, se precipitó también sobre el profesor, con un furioso zumbido. Por un momento se sintió aterrorizado, pero después se recobró, y reuniendo súbitamente su reanimada sabiduría, gritó con voces estentóreas:


—¡Atrás! ¡No sois más que convivencias simbólicas!


Con un lamento de premonición y muerte, el conjunto de la vasta hueste se disipó en la niebla. Al despertarse, el profesor se oyó a sí mismo las siguientes palabras:


—¡Y otro tanto digo de Platón!




Tomado de:


Russell, Bertrand, "Pesadillas de personas eminentes y otras historias", Ilustrado por Charles W. Stewart, Ed. EDHASA, 1989.




(1) Juego de palabras intraducible. Odd, impar en inglés, significa también raro, extraño. (N. del t.)



"The Man with the Beautiful Eyes", Bukowski/Hodgson


O con subtítulos, si te gusta más, aquí.


Tras comentar un post –con declaraciones aventuradas desde mi óptica- que ciudadano X subió a su blog en relación a la huelga de hambre que miembros del SME llevan a cabo, me puse a pensar que lo que le escribí es parte de lo que yo quisiera decirles a todos aquellos mexicanos cuyos puntos de vista al respecto son similares. Tales puntos de vista parecieran reflejar dos cosas que yo no alcanzo a desentrañar del todo. Por un lado, parecen salidas de personas deshumanizadas que creen estar convencidas de que lo que les ocurre a Cayetano Cabrera y Miguel Ángel Ibarra es algo como una farsa o un chantaje o un mandato de Martín Esparza. En mi opinión, tales argumentaciones, además, subestiman la inteligencia y dignidad de los huelguistas; por otra parte, se muestran complacientes con la pérdida de los empleos de los trabajadores y les parece que la hipotética conducta poco ética de los líderes del sindicato –como Martín Esparza- es razón suficiente para que la empresa completa y sus trabajadores hayan sido liquidados. Como si el placer que les infligiera pensar que Martín Esparza ya no se enriquecerá más a costas de LyFC, fuese superior a la aflicción de pensar que -con ello- miles de trabajadores honestos y escrupulosos –y sus familias- se han quedado sin trabajo y, en algunos casos, sin esperanza; esta idea en sí misma me parece un claro signo de deshumanización y muestra el carácter envidioso de algunas de las personas con tales opiniones. Seres envidiosos que -pareciera- se alegran de ver el dolor ajeno; seres que no soportan que el SME tenga “prerrogativas” (es que el mexicano se ha conformado tanto con los salarios y prestaciones sociales que aquí se dan que a algunos, se les hace, los sindicalizados son privilegiados. Terrible). Algunos de estos mexicanos, en cambio, se muestran demasiado tolerantes y vasallos –es mi impresión- cuando esas mismas prerrogativas son gozadas por los gobiernos –como el de Calderón-, por sus personeros y por sus compadres -la caterva empresarial en el caso del gobierno de Calderón.

Tales apreciaciones han soliviantado el título de este post: pensamiento homogéneo y deshumanización: carencia de ideas propias y falta de nobleza del espíritu. No entiendo cómo, sin esos dos ingredientes, pueda echarse a andar a grupo social alguno.

En relación al post mencionado, deseo compartir en "Eleutheria" lo que comenté. Pero, antes, el post mencionado AQUÍ.


Mis comentarios al mismo (en algunas ocasiones, suelo hacer comentarios así de maratónicos, no es inusual):


Hablas como tooooodos los mexicanos irreflexivos que, como feligresía, se ciñen al decir de la llamada opinión pública. Y no porque hablar como la opinión pública sea en sí mismo descalificable, sino porque no me parece que ésta, realmente, se vuelque –no siempre- al ejercicio de pensar, pensar. Yo me siento ávida de seres que generen sus propias ideas y de que éstas sean pensadas y, lo confieso, me genera cierto escozor ver con qué rapidez se homogeneíza la opinión pública al punto de que hay días que pienso: “O de plano el conjunto de ideas que las personas podemos generar es de cardinalidad casi nula o, de plano, estas personas son víctimas -ya en estado terminal- de la alienación y mediatización de los media”. Aunque cuando pienso tales cosas me convierto también en víctima y olvido que los media son habilísimos para hacer creer que es ése el tipo de pensamiento del ciudadano promedio cuando ello, evidentemente, no necesariamente es así. Por otra parte, lo que se ha dado en llamar “opinión pública” es sólo, en realidad, el pensamiento promedio de una cierta fracción de mexicanos sobre un cierto asunto que suele coincidir, curioso, con el pensamiento que se estandariza desde los mass media y que es, por lo regular, concordante con la ideología del gobierno en turno. Es decir, no se puede negar que el pensamiento de la llamada “opinión pública” sí refleja o recoge los puntos de vista de una cierta parte de la sociedad y que, por tanto, merece un lugar –que no tendría por qué ser preeminente- en el mundo de las opiniones. Así que, la pregunta es, ¿tú piensas, como piensas, influido por la opinión pública o, más bien, tu pensamiento forma parte de la misma, es decir, es una muestra de? Tendré que admitir, como ya lo hice, que la opinión pública no es un fantasma y que también tiene adeptos y artífices; prefiero a los artífices que a los adeptos; espero que –de pérdida- seas de éstos últimos.


Sobre la situación del SME. Me citaré a mí misma: Siempre lo he dicho, posiblemente Esparza es un corrupto (de lo cual, por cierto, no tengo evidencias ni a favor ni en contra) pero ello no tendría por qué desvirtuar la lucha de todo un Sindicato, ni la lucha de sus miembros no corruptos. Tampoco éstos tenían por qué pagar –como pagaron- con la pérdida de sus empleos debido a la presunta mala actuación de sus líderes. Espero que no se te haya olvidado que, de no ser por la maniobra del 11 de Octubre de 2009, ni Cayetano Cabrera ni Miguel Ángel Ibarra estarían ahora poniendo en jaque sus propias vidas. Apelan a su propia dignidad como último recurso para echar atrás una medida que, de origen, es inconstitucional, torpe, inadecuada para la coyuntura económica que se vive y, en consecuencia, fascista. Dediqué también, durante el mes de Octubre, algunos post en los que explicaba que la posible corrupción al interior del SME sí demandaba de una purga, pero que ésta tuvo que haber sido planeado en otra forma y que, además, era inverosímil que otros sindicatos –como el SNTE- permanecieran intocados.


Por otra parte –parece que no lo sabes- los miembros del SME también tienen cerebro y, por ende, voluntad y gente como Ibarra o Cabrera decidieron de forma libre y personal – tal vez no autónoma porque la decisión se tomó como colectivo- llevar la huelga de hambre; qué lamentable que subestimes la inteligencia de estas personas. Que estemos o no de acuerdo con tal medida, se entiende (entiendo que tú no estás de acuerdo), pero que te atrevas, a partir de un vídeo, a decir cosas como (te cito textual): “a mi no me cuadra muy bien que digamos el audio con el vídeo (como dice mi prima Marianita) toda vez que el desgaste ponderal no corresponde con los días que tienen en huelga de hambre, además que escuchar al médico que los atiende (que por cierto es del gremio) deja muchas dudas sobre la realidad de la medida de presión que dicen estar llevando a cabo.”, me hace verte como -y ésta es una impresión subjetiva y muchos disentirán de la misma:


1) 1) Una persona a la que -de pronto- se le olvida que para hacer aseveraciones de tal magnitud hace falta algo más que hacer veredictos médicos a través de una pantalla, aun siendo médico. No, mira, Ciudadano, no dudo de tus capacidades médicas, pero para sugerir tal cosa, hace falta algo más que saber del tema y mirar un vídeo, ¿por qué no te paras al zócalo, por ejemplo, y lo compruebas? y entonces, ahora sí, en calidad de profesional de la salud, nos traes tus impresiones después de haber comprobado, in situ, lo que sugieres.


2) 2) Un ser deshumanizado. Y, perdón, pero no lo entiendo de alguien que se dedica a la práctica médica. Bueno, sí lo entiendo, por eso no me gusta nunca ir al “Seguro”.


Otra cosita, no sé si sepas que los hombres que se adhirieron a la huelga de hambre se sometieron a exámenes médicos antes de iniciarla y que algunos de ellos no se sumaron a ésta por padecer de hipertensión, obesidad y otras afecciones que los habrían quebrantado rápidamente. Quizá por éso, personas como Cayetano Cabrera o Miguel Ángel Ibarra han -a pesar de los embates- podido soportar con tanta entereza este lance. No sé Ciudadano, de pronto siento que hablas con pocos fundamentos. No sé por qué haces éso, tú eres médico y deberías conocer cómo proceden los hombres de ciencia.


“Preguntas Yahoo” –tu termómetro- twitter, facebook, etc. ¿Sabes? Aquí sí creo que has sido más científico, tales lugares y redes sociales son estupendos termómetros de lo que piensa el cibernauta promedio, tan afecto al maremágnum de indiscreciones que se vierten en tales topos virtuales, tan afecto a querer constantemente reafirmar lo que es –él mismo- a través del reconocimiento social, etc. Claro que es innegable que en esos sitios, también, se llegan a soltar dos que tres cosas valiosas y tampoco puede negarse que han servido como interesante punto de encuentro –casi experimental- para aquellos que están genuinamente interesados en la discusión de las ideas; esto último lo menciono, nada más, para sofocar posibles equívocos en aquellos que todavía tienen broncas con la inclusión lógica (no es juicio de valor, en un momento dado, todos podemos llegar a experimentar tales broncas).


¿Sabes Ciudadano? Siento que, de pronto, caes en reduccionismos, Esparza no es todo el SME ni el SME Esparza; no creo que se necesite de un líder moral para que una lucha sea justa; sí creo que se precise de un líder moral para que la lucha tome buen cauce. La ausencia de líderes morales, más que ponernos pesimistas, nos debería llevar a considerar seriamente a qué se debe tal ausencia y qué comportamientos sociales nocivos se reproducen en sindicatos, partidos políticos, cooperativas, etc. para que así ocurra. La reproducción, por otra parte, de dichos comportamientos es sólo posible porque se trata de una conducta que, per se, existe en nuestra sociedad ¿Qué está mal en nuestros mores?


Preferiría que las cuotas de las que hablas se las quedara Esparza con tal de que los trabajadores honestos conservasen sus trabajos y no que dichas cuotas y todo el negocio de la electricidad quede en manos de unos cuantos como, seguramente, quedará (en realidad, el idóneo es que no haya ni líderes corruptos ni empresarios abusivos, sino sólo trabajadores dignos haciendo su labor como parte de una sociedad honesta en la que las empresas tienen buenas ganancias sin llegar a actitudes rapaces). Por ejemplo, esto de los medidores prepago se me hace improcedente en un país en el que la mitad de su gente vive al día. Y aquí sí tengo que decir que yo no pienso como aquellos que están tan acaramelados con el modelo neoliberal y las privatizaciones y la IED y todo ésto que suena tan “progre”. Creo que hay algunas cosas que podrían tomarse, pero no todas. Yo no voy de acuerdo con aquellos seres incapaces de divisar la posibilidad de idear, pensar, proponer un nuevo modelo económico ad hoc a nuestras necesidades, uno que no sea más -ya no- la última adquisición ideológica importada desde EUA. Es hora de idear -sin vivir en una isla, sin despreciar por completo otras experiencias internacionales- nuestras propias políticas. Estoy convencida de que mucho de nuestros males radica en que no hemos hecho sino adoptar –sin adaptar- corrientes venidas de fuera. Es hora de crear y de proponer nosotros.


Tengo una pregunta, ¿por qué afirmas que sus demandas no se corresponden a una lógica planeada?, ¿tú qué harías?, ¿lo harías mejor que ellos?, ¿por qué no los asesoras? ¿Por qué la desaparición de LyFC tiene que significar que ellos pierdan sus trabajos, por qué no al reconocimiento de CFE como padrón sustituto?, ¿dime por qué? ¿Te parecerá, te pregunto, que se desmantele al IMSS –aduciéndose los mismo argumentos mentirosos que se adujeron para desaparecer a LyFC- y que, ergo, toda su plantilla de trabajadores se quede sin chamba?, ¿por qué, a expensas de quién? Y, sobre todo, ¿por qué de sopetón y en la forma vil en que lo hicieron? Economistas como Mario Di Constanzo afirman que los salarios de los trabajadores apenas representaban el 15% de los gastos de LyFC. Y tengo otra pregunta, ¿te has puesto a leer los oficios y comunicados que emite el SME?, ¿has investigado al respecto? Te paso el link a este pronunciamiento de los huelguistas a ver si quieres o puedes leerlo; allí se explica la viabilidad de CFE como padrón sustituto y comprenderás por qué, entonces, exigir la recontratación de todos sus trabajadores no tendría por qué estar fuera de una “lógica planeada”


LINK


Pero, en fin, aquí está el mexicano cangrejo, ponzoñoso, tirándole al SME en lugar de unirse para frenar las corruptelas del gobierno. Y este mexicano ponzoñoso es, además, ingenuo, el mismo que –como marionetita- repetía que si Andrés López ganaba la elección, lo dejaría sin casa y que, por tanto, era un peligro para México, el mismo mexicano que convalidó el Fraude de 2006 y que ahora no aguanta el desgarriate en el que Calderón y su cáfila de nanócratas tienen al “país”. Pero este mexicano ponzoñoso e ingenuo no aprende de lecciones históricas y vuelve a repetir, una y otra vez, los mismos errores. Náuseas.


Bueno, pues después de mi perorata te digo Ciudadano: ¿por qué no encauzar todas estas energías negativas a apoyar al sindicato, con el propósito de que sus empleos les sean restituidos?, ¿por qué la desunión?, ¿por qué la desconfianza? Yo no deseo que Cabrera o Ibarra mueran a causa de una huelga de hambre y, más allá de que estemos o no de acuerdo con el origen de la misma –la extinción de LyFC y la desaparición del SME por parte del “gobierno” (ése que está matando a miles en las calles)-, creo que tendríamos que exhibir más nobleza, respetando la decisión de estas personas y no pensar, NO POR FAVOR, que son héroes o mártires o títeres de Esparza, sino –simplemente- pensar que son hombres congruentes con su lucha. Me da tristeza Ciudadano que no veas éso, que la gente pierda la capacidad para mirar lo que sí vale la pena y, en cambio, se centre sólo en minucias y sospechas infundadas, oscurantistas.


Por cierto, ¿qué me ha resultado valioso en tu post? No el contenido. Sí, que muestra el mismo interés -qué bueno que no lo pierdes- que sueles experimentar hacia con lo que ocurre dentro de tu sociedad.


Con toda sinceridad, Eleutheria L.


Finalizo diciendo: el gobierno ilegítimo de Felipe Calderón no podría haber perpetrado con tanta eficacia la maniobra si no fuera por todos estos mexicanos ponzoñosos e ingenuos que no se dan cuenta de lo bien que sirven a los fines de estos gobiernos tecnocráticos, convalidando con sus "opiniones" las acciones del mal gobierno. Increíble y cierto.


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