Pocos días antes de enterarme del lance con Lars von Trier en Cannes, me topé con un artículo (aquí) en una diatriba contra Javier Sicilia por su actuación tras el asesinato de su hijo y, más concretamente, por las solicitudes que ha hecho el Movimiento Nacional por la Paz al gobierno calderonista.

Esto me sorprendió por dos cosas. En primer lugar porque el punto de ataque del susodicho libelo se centraba no precisamente sobre las acciones de Javier Sicilia, sino sobre lo que –según el autor- son causa de dichas acciones: su religiosidad. En segundo lugar porque es sorprenderte ver cómo un hombre de la izquierda –como el escritor del libelo- puede atacar tan vehementemente a otro hombre de la izquierda como Javier Sicilia. Lo segundo –según nos dicen las modas filosóficas- no tendría que ser tan digno de conmoción. En los seres humanos hay esas proclividades y esto no tiene precisamente relación con el espectro ideológico en el que uno se halle parado. Lo primero, quizá se explica también por lo que se explica lo segundo, pero quiero tratarlo aquí porque, a diferencia de lo segundo, importa el ataque a una persona por sus ideas (no porque pensar o decir cosas no sea también actuar, sino porque cuando nuestras acciones no están emparentadas con dicho pensar o dicho decir no es válido inferir lo contrario sin pruebas).

Creo yo que este ataque está en la línea de lo ocurrido a Lars von Trier en Cannes y por eso decidí coligarlo a través de un post escrito en dos partes. Espero en esta entrada ser bastante menos prolija que en la anterior.

Personalmente pienso que la forma con que Sicilia encabeza su lucha, sí es inseparable de su religiosidad. Es una forma en la que su discurso derrocha amor, palabras solidarias y una condena sistemática a todo actuar violento. Lo que no creo es que esa religiosidad condicione esta especie de ingenuidad con que también actúa y menos que, por ello, deba reprochársele.

Esta forma de actuar ingenua –como otros y yo misma la hemos calificado- creo que no se desprende tanto de su condición de hombre muy espiritual como de su adscripción a una izquierda muy socialdemócrata. Y no sé por qué, quienes apoyan a MORENA, sean los más sorprendidos por esto. Toda la izquierda mexicana es muy socialdemócrata aunque se digan lo contrario: siguen los canales institucionales, van a elecciones, creen en la democracia. De hecho, mi gran crítica que le hago a Andrés Manuel se sintetiza en lo siguiente: el problema con Andrés Manuel es que es un alma revolucionaria con escrúpulos de socialdemócrata. Yo lo quiero más macizo y menos institucional (especulo que en esto le influye uno de sus héroes, Salvador Allende).

Por otra parte, hay que reconocer que esta izquierda socialdemócrata obradorista sí es muy crítica de las instituciones de gobierno aunque no deje de estar dentro de las instituciones de gobierno, o sea, no por criticar dejan de sujetarse a las reglas del juego.

Voy a paragrafear justo la parte en la que me parece está el nudo porque pienso que la supresión de este tipo de juicios ayudaría a eso que comentaba el otro día: la posibilidad de que se unieran ambos movimientos –y miembros- en lugar de estarse atacando:

Entre los antecedentes de Javier Sicilia figura su notable desempeño en las filas religiosas y en la formación de cuadros eclesiásticos. Y a la fecha no parece haber cambiado la interpretación que le da a la realidad y al mundo.


Y de antemano sabemos que los principios religiosos constituyen un poderoso acotador, unilateral y parcial del análisis social.

El último juicio es una aberración, una generalización sin fundamento; el primero, una descalificación, a priori, de la interpretación que una persona pueda hacer del mundo a causa de su religiosidad (una falacia ad hominem en estado puro).

A mí me gustaría ver a personas un cuanto más profundas en sus aseveraciones a la hora de analizar las flaquezas del Movimiento Nacional por la Paz. No se trata de analizarlas y señalarlas con el propósito de minusvalorar el trabajo de este hombre; se trataría de hacerlo con el objeto de enriquecer su trabajo y al movimiento. A cierta gente obradorista, muy lamentablemente, se le está olvidando que estas protestas nacieron de una herida al pueblo, ocasionada por la voluntad oligarca.

Veo refulgente estupidez en esta posición. Esta gente obradorista, que enarbola la causa obradorista, no daña la causa sicilista, daña la causa obradorista. Suman, con sus sandeces, a la lista de razones por las que el movimiento obradorista es, de por sí, causa de ataques.  

Quiero finalmente anotar que, con todo, me siento afín con cierta parte del contenido que expone el articulista sobre el proceder de Sicilia. Por ejemplo, cuando afirma que bien podría ser Andrés Manuel el hipotético candidato ciudadano propuesto por Sicilia que corriera hacia 2012 pues -como dice- varias de las peticiones de Javier Sicilia en sus diez o seis puntos están, en efecto, contenidas ya en MORENA.

Pues sí, ¡claro!, yo sí estaría de acuerdo con esto, pero –otra vez- no esperemos con tanto entusiasmo que este movimiento popular se erija a nivel de lucha política. Esperemos, en cambio, que ninguno de ambos movimientos se convierta en obstáculo del otro. Si no hallan identificación entre sí, por lo menos que no se ataquen.

En su última columna publicada en Proceso, Javier Sicilia afirma:

El dolor, me decía mi padre –a diferencia de la alegría que reúne–, une, y esa unión se llama consuelo.


La palabra es hermosa. Consolar es estar con la soledad del otro. Ir a su encuentro para abrazarla y acogerla. Para decirle –como coreaban muchísimos cuando llegamos a la Ciudad de México–: “No estás solo”. “No estamos solos”. “Tu dolor es el nuestro”.

Creo poder derivar más significado sobre las acciones del poeta a través de estas palabras que a partir de su militancia cristiana.
Hay una intención que en este escrito no hay: obviar el dolor de quiénes aún padecen a causa de este recuerdo.

I

El estudio del Holocausto como mistificación –y no nada más de lo que en sus exactas dimensiones es- no sólo ayudará a comprender su uso como justificación de la ocupación israelí en Gaza y de la masacre. El estudio del Holocausto como mistificación importa comprender que muchas de las llamadas naciones democráticas utilizan un esquema similar –cimentado en mistificaciones- en la ejecución de sus gobiernos. Pero ésta no es la conclusión. Si se estudia el caso del Holocausto como mistificación y otros casos semejantes –y más recientes- y la población se entera de esto, entonces la misma población se emancipará de esto. Ya no es posible que los seres humanos se sujeten a los dictados de los gobiernos por esclavitud. Pienso que cuantas más parcelas de la realidad conozcamos o -dicho de otro modo- cuanto más conocimiento atesoremos, entonces, más próximos estaremos de ser individuos libres. Ser libre quizá no es garantía de nada porque lo que cada hombre haga en uso de su libertad, es algo que puede mediarse, pero no imponerse. Pero quizá el ensayo valga la pena. En primer lugar, encaminémonos a la libertad; en segundo, veamos qué podemos hacer con ella.

Y no quiero pensar que venimos –ya- desde la libertad haciendo todo esto.

II

El asunto del Holocausto no nada más afecta a los deudos de quiénes allí murieron o a sus sobrevivientes; afecta a quiénes padecen de ultraje a causa de ser, él, la justificación de ese ultraje (Israel sobre Gaza); el tema del Holocausto parece no perder vigencia con el tiempo, sino cobrarla. La misma moral que usamos para sentirnos naturalmente inclinados a sentir hondamente el dolor de los judíos que sí cuentan con una impronta histórica de dolor al respecto, es la misma con la que tenemos que exigir el cese del genocidio palestino a manos de sionistas. Revisemos la prensa; una y otra vez aparece el tema del Holocausto cada que hay alguna matazón en Gaza. A no ser por este detalle, personalmente no me sentiría tan indignada con el constante manoseo de este tema. Si nada más fuera una cosa de sobreexplotación para beneficio de las arcas hollywoodenses y la industria editorial, podría sobrellevarlo, pero no es así. No soy judía ni palestina, pero puedo igualmente sentir conmoción hacia el sufrimiento de cualquier grupo humano. Las distinciones por raza, nación, religión ni las he hecho yo, ni se las compro.

Materialmente hablando, Israel no requiere del Holocausto para hacer lo que hace en Gaza; lo requirió –eso sí- cuando tuvo que convencer a judíos para que aceptaran meterse allí; lo requiere hoy para azuzar entre la población hebrea el odio requerido para que ésta apruebe el genocidio en Gaza. Me pregunto, ¿qué sentido tiene un Estado sin súbditos, sin gente dispuesta a obedecer, a pagar impuestos, a dar sentido a las instituciones del Estado?

Me veo frente a un dilema, ¿por qué usar el tema del Holocausto y no cualquier otro para mantener a la población israelí simpatizante hacia la ocupación en Gaza? o ¿y si no es un pretexto, sino sólo el odio operando en toda su capacidad, un odio tan intestino que se halle, incluso, enquistado en las estructuras de gobierno israelíes? Preferiría que se tratara de lo último, pero no lo creo. La primera suposición deja no sólo mal parados a los judíos, deja mal parada a la humanidad en su totalidad, ¿es que somos estos esclavos que a pretexto de cualquier fantasía nos puedan convencer de cualquier locura? Y, si no, ¿por qué hay gente dispuesta a enrolarse en los ejércitos para asistir a una guerra? No existe contradicción, y reviro. Quizá son ambas cosas: es el conocimiento de que con ciertos pretextos se solivianta el odio en las masas y, luego, se las dirige a muy determinados cursos de acción. Si esto es conspiranoico, entonces ¿por qué se gastan cerros de dinero del erario no en servicios sociales sino en disuadir a votar a ciudadanos por tal o cuál candidato a través de campañas del odio, por ejemplo? No, no por esto dicho voy a concluir que el Estado israelí usa el tema del Holocausto para mover a sus ciudadanos a aprobar el genocidio en Gaza. Sólo voy a hilvanar algunos hechos que parecerían apoyar tal conjetura.

Por cierto, en esto, Israel no es paradigmático, se trata de un modus operandi generalizado –aquí en México también se usa-, que parece producir respuestas predefinidas.

Contrario a la percepción generalizada, no nada más los revisionistas históricos o ciertos grupos pro nazis que brotan repentinamente mantienen la memoria del asunto –una memoria del odio en muchos casos. Quiénes la mantienen con más ahínco y de un modo absolutamente utilitarista, es el sionismo, ni más ni menos –una memoria del odio masificada.

Decir sionismo no es hablar de fantasmagorías. Su origen se remonta a finales del XIX en los escritos de Theodor Herzl – Der Judenstaat- y en ideologías ayudadas a diseminar por hombres como David Ben Gurion. El programa sionista incluía la instauración del Estado de Israel con la requisición de una tierra para tal, apelaba a una tradición religiosa y a la unción que, de acuerdo a esta religión, Yahveh había hecho del pueblo judío; la preservación de los valores, cultura y lengua judía y, en suma, el derecho del pueblo judío a la autodeterminación.

Han pasado varios años desde esos días y la verdad es que tampoco son privativos del pueblo judío esta clase de delirios de unicidad. El tema religioso no es importante, es sólo subterfugio. Como quiera, el sionismo ha mutado a lo largo del tiempo y sigue allí; tan sigue, que para el estado israelí –un estado sionista- la ocupación que han hecho de Gaza y de Cisjordania más allá de lo establecido durante la fundación de Israel –y contraria dicha ocupación a derecho internacional- es cosa incontrovertible para tal estado (y alguna o mucha de su población) porque forma parte de lo que su tradición –exaltada por el sionismo- les autoriza.

El problema no es ser sionista –uno puede ser lo que sea- el problema es que a causa de esas adhesiones, uno se sienta justificado a matar a animales o a personas o maltratar a las plantas o cosas así. Y ya no sé si sean estas tendencias segregacionistas las que producen ofensas o si, más bien, tengan por finalidad, contrarrestarlas.     

Pero no nada más es sobre el tema religioso sobre el que se edifica dicha ilegalidad –como si no fuera suficiente-, se edifica también sobre el asunto del Holocausto. Si para el sionismo era ya evidente que volverían a Palestina, las laceraciones que sufrieran a instancias del Holocausto constituyó la justificación para ver nacer tal proyecto.

En este documental, uno puede ver cómo el estado israelí implementa un programa para llevar a sus jóvenes a tener la vivencia del Holocausto en tierras polacas, luego, uno también puede ver cómo estos jóvenes se llenan de odio. Uno puede comprender el odio, pero también se deduce la doble moral que hay al adjudicarse la prerrogativa de la memoria de un evento que, además, afectó no sólo a comunidad judía, sino a eslavos, homosexuales y otras poblaciones europeas del período. Una chica adolescente dice durante el documental que los palestinos no tendrían que quejarse por lo que sufren porque lo que ellos sufrieron durante el Holocausto es todavía más fuerte; los jóvenes, además, van acompañados por un agente del servicio secreto israelí que les desaconseja a acercarse a la población local porque podrían ser objeto de agresiones. Yo creo que estos muchachos, de no recibir esta especie de entrenamiento, se mostrarían al menos más sensibles al sufrimiento de los palestinos. El documental, por cierto, es realizado por un judío ortodoxo –el judaísmo ortodoxo, a propósito, tiende a oponerse al sionismo.

Según cuenta Norman Filkenstein en su libro “La industria del Holocausto”, hasta antes de los sesentas era un asunto poco socorrido; poco después inició una sobreabundante cobertura del asunto a manos de Israel y del lobby judío sionista en EUA, con fines políticos, ideológicos e, inclusive, económicos.

Vale la pena mencionar que Filkenstein es hijo de sobrevivientes del Holocausto de los campos de Varsovia, Majdanek y Auschwitz, que el resto de sus parientes murieron todos en el Holocausto y que a raíz de esta severa crítica ha sido objeto de persecución por grupos sionistas llegando, incluso, a ser destituido de alguna de las cátedras que imparte.

Hajo Meyer, un sobreviviente del Holocausto, sostiene que el Estado sionista israelí ha hecho un uso político de este evento. Aquí puede leerse una muy interesante entrevista en que vierte declaraciones sobre esa línea.

En algún post anterior hablé del libro en el Shlomo Sand –del que espero su publicación en el idioma- expone no sólo el pretexto del origen semítico del pueblo judío para usos sionistas, sino el pretexto del Holocausto.

Y ejemplos como estos, hay muchos.

Ahora bien, pienso que la masacre de judíos durante la segunda guerra, antes de servir de pretexto para la masacre palestina, tendría que hacerla de contención.   

La Segunda Guerra Mundial no fue más que una guerra por poderío. Tan un orate era Hitler en la creación de sus guetos, deportaciones, campos de concentración y genocidios, como Harry S. Truman cuando aprobó que desde el Enola Gay se vertiera la nube atómica sobre Hiroshima con la detonación de “little boy”. Sin embargo, el gran error del nacionalsocialismo fue elevar a categoría de política de Estado el del tema racial. No, en realidad, fue el gran error de Adolf Hitler quien, arrobado por la propaganda antisemita de la época (uso el término que él mismo usa en “Mein Kampf”), pretendió que la socialdemocracia que según él- buscaba la destrucción del Estado alemán y la destrucción del pangermanismo y que en su dirección y bases estaba conformada por judíos, era uno de los frentes sionistas para el fortalecimiento de “lo judío” –arguye. Y, el fortalecimiento de “lo judío” -concluyó él que era un colonialista-, implicaba el debilitamiento de lo germano.

Bien, resulta que el estado sionista israelí aduce argumentos similares para perpetrar la masacre en Gaza y, además, se sirve del Holocausto para granjearse las simpatías de la población frente al exterminio del pueblo palestino. Y tampoco vamos a ser ingenuos, es de suponer que a Israel también llegó gente convencida de esto y otra que parece no tener conciencia del asunto. Me atrevería a decir que, o esta gente no alcanzó aprendizaje, o que está gente ha vivido muy engañada o que suceden ambas cosas.

No sé a cuánto ascienda la proporción de engañados ni de fanáticos.

Como quiera, pienso que el tema del Holocausto es un tema discutible y su discusión –en contraposición a su mistifiación- reportaría de gran utilidad: convencer a la población judía de Israel que el sufrimiento que ellos o sus progenitores hayan padecido durante la Segunda Guerra Mundial, no tiene relación alguna con el sufrimiento que padecen los palestinos en Gaza. Yo sé que puedo sonar muy ingenua por esto, pero mi esperanza radica en que varios de los más controvertidos detractores del mito del Holocausto son judíos y no solamente de ese mito, sino de, en general, varias de las insanias de la tripleta anglosajona-israelí, como he mencionado párrafos arriba. Un ejemplo articulado, lo constituye la Red judía antisionista internacional.

Cuando los pueblos de la tierra nos unamos, sin distinción de género, color, religión o nacionalidad contra esta tendencia del hombre a su propia depredación, ésta, simplemente, se verá minada. O es esto o es desaparecer de aquí. Hoy, esa autofagia social, aparece encarnada en las llamadas oligarquías; pero unirse contra dichas oligarquías no equivale a coger azadones para defendernos de sus ejércitos supra pertrechados; ni siquiera, pegarle a sus satélites o a sus sistemas de seguridad por medio de wiquiliques.

Unirse es educarnos, estar informados, resistir con acciones coordinadas a sus órdenes y leyes que, si no están destinadas a socavarnos, tampoco tienen como finalidad última protegernos. Unirse es socializar nuestros conocimientos y nuestras valoraciones. Unirse es asistirnos mutuamente. Unirse es, por ejemplo, desconocer al unísono cualquier ley que se dirija contra nosotros.  

Si no es ésta una alternativa y -en vez de ello- pensamos que lo es reaccionar y nos montamos sobre el “si me pegas, te pego y que gane el más fuerte”, entonces –me temo- estaremos alimentando eso mismo que nos asesina ahora. Porque pienso que, además, no es inteligente que el más débil –suponiendo que haya algo tal y suponiendo el pueblo sea siempre la advocación del más débil- en lugar de oponer estrategias, oponga fuerza bruta, sin brújula, sin targets dirigidos. Habrá quien piense que oponer estrategias no es cosa de débiles o, al menos, no de débiles en masa. Yo pienso que elaborar estrategias es cosa de gente inteligente y creo que, salvo que uno haya nacido con el IQ reducido o una de esas cosas, la inteligencia no es un rasgo del humano-caníbal, es un rasgo del humano que piensa su humanidad en términos de su preservación. No pienso que no debamos defendernos, sólo pienso que debemos hacerlo con mucha inteligencia. 

Si fuera posmoderna...

Suponiendo que yo aceptara que la revisión de un tema histórico de consecuencias que atañen a cualquiera que posea humanidad ha de supeditarse a un gusto moral, a un despliegue de cortesía o sentido común, o a lo que el canon vigente tilde como de “políticamente correcto”, no veo en qué manera la discusión de un tema contravenga a uno cualquiera de esos criterios porque, además, ¿no se supone que en estas épocas posmodernistas la moral y las buenas costumbres son cosa de apreciación subjetiva? Uno siempre podrá oponer una antítesis a cualquier tesis, pero no por cuestiones de dialéctica, no -qué va a ser-, sino por meras razones de gusto. A mí se me antoja que el Holocausto es discutible; a Juanito Pérez, no. Alegrémonos, ambos tenemos la razón -¿y qué es ésa cosa aparatosa de “la razón”?.

Es por este sólo detalle que he decidido hacerme al posmodernismo. Es más, ya no tendría qué ceñirme a los criterios gramaticales de la RAE. O, bueno, sí, pero elijo –digamos- indiscriminadamente, no a criterio, sino a gusto (por eso a los demostrativos neutros desde hace algún tiempo no les pongo acento y a los otro sí; no hay un logos a seguir, es mera onda del regocijo –o disgusto- para el corazón).

Bueno, después de esta batería de incoherencias, regreso al punto. Como soy posmoderna y creo en la razón –por eso digo que el posmodernismo es completo y autocontenido- y, entonces, soy también una neopositivista, ergo, siempre me tocará dar la serie de razones por las que creo que ni por honrar la verdad histórica me atrevería a ir en contra de la moral, del sentido común y, menos, de lo “políticamente correcto” pero que, como en realidad, uno no va contra esas usanzas cuando se pone a hablar de temas históricos, entonces, los temas se hacen elegibles.

…Pero no todo está perdido y ésta es la parte que más me gusta de ser posmoderna [¿y cómo no podría serlo si mi logos es mi credo?, ser posmodernista no es una cosa de elección ni de gusto: así sucede: el logos es el credo, no hay vuelta de hoja (esperamos que éste sea su único absoluto porque, si no, corremos peligrosamente el riesgo de autoinvalidarnos. Ah no, ya recordé. El posmodernismo se autocontiene, es decir, caben tanto los absolutos como los relativos: ¡todos somos posibles!, ¡todo!, ¡es cuántica la cosa!)]…

Vuelvo.

No todo está perdido porque, siendo posmodernistas hay algo que podemos hacer: conciliar nuestros puntos de vista y aceptarlos a todos por igual. De modo que, existen mínimamente dos posibles ventajas que devienen con las discusiones: una, es cambiar de opinión; la otra, reafirmarse en la que ya se tenía. Más un plus que, como la certeza de las emociones, parece ser siempre constante: es constante que cuando una de estas dos cosas ocurre, uno sale enriquecido o, más precisamente, aumentado. La carga de entropía ya no es la misma –seguro, desde las leyes de la termodinámica, esto se deduce.

Antaño, los hombres no necesitaban ser posmodernos para llegar a acuerdos; quizá sí lo habrían requerido para suponer que todos eran igualmente válidos. Los hombres creían en la razón como una cosa objetiva que no yace en la cabeza de cada uno, ni depende de las distintas percepciones humanas ni se modifica por éstas. La razón era un trascendente. Y la gente discutía a través del diálogo –que es una forma del logos según aprendí alguna vez en alguna aula cerca de unas islas- y oponía razones ardorosamente al momento de sus discusiones. Había quiénes incluso escribían largas cartas –me acuerdo de Sor Juana en su “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”- para presentar sus ideas. El ejercicio de pensar, en ciertos círculos, era la nota distintiva. Por supuesto el vulgo, como sucede ahora, estaba menos preocupado por este ejercicio que la élite de pensantes.

Seas un posmoderno o no lo seas, las discusiones requieren del planteamiento de razones, por eso el lenguaje es ése vehículo en que las transportamos (aunque también podríamos decir que como el lenguaje las transporta, entonces, por eso son razones: mírese la trampa, no dije “transporta razones”, sino “las transporta”). Y seguramente, con lenguaje también transportamos otras cosas (allí están los “chinga a tu madre” a modo de ejemplo).

La vida no se resuelve con el logos, ni tampoco creo que se resuelva sin el logos.

Digamos que hay cosas que se reducen a sentido común y una de ellas es admitir que en una época en que nos reconocemos muy posmodernos, ni las discusiones sobre sucesos históricos, ni las ideas que se expresen sobre dichos sucesos tendrían por qué ser objeto de censura. Si el límite es moral, entonces, es un límite variable –como la moral- y de gustos. ¿Quién podrá decir que es más importante callar sobre el Holocausto porque lastimamos a sus sobrevivientes, pero no callar sobre el Holocausto porque su sobredimensión es parte de lo que justifica los eventos en Gaza? Somos posmodernos y todo está permitido. La verdad es que no lo creo. Personalmente soy de las que piensan que la preservación de la vida le pone cotas a nuestras acciones. No es una razón moral, es una razón natural y quizá very old fashion porque en mis días de oscurantista pienso que la vida humana –si fuéramos honrados- tendría que extinguirse.
No escribo esto desde la resignación o el conformismo ni admito que así tenga que ser –yo no podría. Intento hacer coordinar dentro de mí a la mujer crítica con la mujer que todavía cree (a veces me engaño con pensar que “creer” en ciertas cosas es un modo de inteligencia anticipada).

Marchas y protestas han estado sucediéndose en México a razón de la imprudencia calderonista; me enteraba también que en España, el país de la cara de perfil si le añadiéramos Portugal, ha estado sucediendo algo similar.

La verdad es que yo me siento levemente entusiasta. Y ahora diré por qué.

Ya sabemos que no es con marchas y protestas con lo que se habrá de debilitar al establishment, pero, ¿quién quita y en medio de todas estas revueltas la gente pueda ganar en clarividencia y comenzar a hacer la inteligencia de los modos, medios y mecanismos que sí pongan a temblar al sistema y desbaratarlo? Por otra parte, tenemos que saber qué mueve a estas protestas y hacia qué punto concreto se dirigirían y si no podrían ser objeto de manipulación como ya algunos han propuesto. Pero digo que no nos quedemos allí -en averiguar eso-, que vayamos del conocimiento de esas realidades a la articulación de otras que las socaven.

A veces pregunto cuántos vectores deberán apuntar en una misma dirección y sentido para inducir un cambio; quizá hasta sea ingenuo pensar que es posible lograr tal sincronicidad y que la sincronicidad no se da acaso en un solo instante, sino a lo largo de varios intervalos de tiempo sucediéndose uno tras otro incluso con discontinuidades. Y si esperamos cambio cualitativo, no esperemos también final o punto discreto del tiempo donde se haga perceptible dicho cambio (una evidente contradicción). A veces nos desesperamos y nuestras ponderaciones se quedan cortas frente a todos los escenarios posibles, más variados -mucho más- que la propia imaginación.

Llevo tiempo creyendo que a nuestra generación quizá no le toque ver mejoras tangibles y soñando que generaciones venideras hagan la cosecha de las buenas semillas que nosotros sembremos para ellos.

Con el tema de la política me pasa que no puedo evitar arribar siempre al tema del ser y la existencia y todos esos enseres filosóficos: Que si somos esto por alguna tara del ser. Que si no hay tara, que –simplemente- somos esto y hay que aceptarlo y a partir de allí construir. Que si nuestros sistemas morales están edificados sobre una incomprensión esencial -la de nuestra naturaleza bipolar-, pero que es una estupidez pretender que haya algo “malo” en dicha naturaleza (Nietzsche y la interpretación moral de fenómenos) y que cómo le hago para pensar el mundo desfardándome de la carga de valoraciones que ya estaban hechas cuando yo llegué aquí, etcétera y etcétera.

Frente a estos eventos uno va de oponer escepticismo a oponer esperanza y, luego –otra vez- de esperanza a descreimiento, de descreimiento a esperanza resurgida.

Entonces, bueno, en mis días de mujer pesimista concluyo que nada cambiará, que esto nada más es el carrusel de la Historia, que me monte a él y me deje de tanto análisis y tremolina mental o, mejor –mucho mejor- que me siga entreteniendo con mis interpretaciones sobre el asunto. Entonces, me río de mí misma, de las marchas, de la Política y de todo. Paso del pesimismo al cinismo y, luego, de vuelta. Parece que, afortunadamente, en ese espacio de tiempo muto a entidades menos definidas, difusas que me permiten soportar mejor la carga.

Por supuesto, sea cual sea el devenir que nos depare, muy lejos de las canalladas de oligarcas y gobernantes, seguiremos moviéndonos, cuestionando, negando, proponiendo y dando cauce a toda esta rebeldía que sale con el lenguaje (todavía no sé qué significa estar vivo, pero sé que hay cosas que se pueden hacer estándolo).

Cuesta ser feliz sabiendo que hay gente que sufre mucho y ésa es una de las grandes conciliaciones que tendrán que celebrarse en mi ser si pretendo contar con las fuerzas para -de algún modo- preservar en mis relatos, en algo de mi historia, el dolor de aquellos que, al tiempo, son nosotros.

* Esto lo escribí el martes, hoy que lo subo, vengo a enterarme de la represión contra manifestantes en Catalunya. 
Leía hace una par de días en “La Jornada” que el cineasta Lars von Trier fue considerado en Cannes persona non grata a causa de haber expresado una idea -algo que él piensa- en torno a la persona de Adolf Hitler. La penalización es leve comparada a los castigos que han tenido que purgar diversos historiadores revisionistas del Holocausto y otros personajes.

Por supuesto, el tema del revisionismo histórico y los llamados negacionistas del Holocausto es un tema complejo. Mientras que en Wikipedia uno puede leer que cierta ala revisionista apela a métodos pseudocientíficos para respaldar sus aseveraciones, los revisionistas, por su parte, escriben libros aduciendo eso mismo de los narradores de la versión oficial. Dichos libros, por cierto, se consiguen con relativa facilidad en América Latina publicados por editoriales argentinas: ya se sabe que Argentina fue uno de los centros geográficos al que arribarían no solamente oleadas de judíos antes y durante la SGM –se me ocurren, nada más por pura asociación, los pianistas Daniel Baremboin y Martha Argerich, por ejemplo-, sino oleadas de simpatizantes del Nacionalsocialismo que dieran después lugar a películas tan inclasificables como “Los niños del Brasil”.

Las palabras del realizador danés fueron:

Entiendo a Hitler, aunque hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre. No es lo que llamaríamos un buen tipo, pero simpatizo un poco con él.


Lo único que puedo decir es que durante mucho tiempo pensé que era judío y me sentía contento. Luego comprendí que no lo era. Quería ser judío, pero en realidad me di cuenta de que era un nazi, porque mi familia era alemana, lo cual también me agradó.
 No estoy a favor de la Segunda Guerra Mundial ni estoy en contra de los judíos.

Luego, hubo de echarse para atrás y añadió:

Si he herido a alguien esta mañana por las palabras que dije en la conferencia de prensa, sinceramente le pido disculpas.

Incurriré en acto de fe y supondré que esto es todo cuanto dijo el cineasta y que no apareció aquí ese afecto de la prensa a descontextualizar a menudo -y a conveniencia- las declaraciones del personaje público bajo inspección.

Ahora bien, si admitimos con la historia oficial que fue en la reunión de Wannsee de 1942 -presidida por Reinhard Heydrich bajo el Tercer Reich- donde se decidió la Solución Final al Problema Judío, entonces, queda claro por qué cualquier alabo a Hitler podría herir la susceptibilidad judía respecto a la Shóa o, incluso, molestar a cualquier no judío naturalmente inclinado a solidarizarse con el dolor humano. Hasta aquí, se entiende que pueda molestar a algunos el comentario del realizador danés. Tildarlo, además, de persona non grata a mí se me antoja mezcla de contradicción con moralina. Ambas cosas a la vez. [Por cierto, existe una película malísima (Conspiracy) con Kenneth Branagh como Reinhard Heydrich y Stanley Tucci como Adolf Eichmann que trata el tema de la conferencia de Wannsee; la recomiendo a modo de ilustrar la clase de maniqueísmos por los cuales uno termina hastiado de ver cómo se hace del Holocausto tema de encono, en lugar de tema para reflexión honesta y concienzuda].

De las contradicción y moralina

En relación al tema del Holocausto, parece que las implicaciones éticas de tal episodio se viven desde dos ámbitos cuya intersección es no vacía. El ámbito de la vida pública y el ámbito de lo doméstico, subsumido el último por el primero. 

Además, creo que se puede situar el suceso aludido, en el marco de tales implicaciones.

El ámbito de la vida pública

Se entiende que como resultado de una guerra cruentísima cuya razón, dicho muy simplistamente, atendió a cuestiones de poderío con arrojando un vencedor, se hayan celebrado los Juicios de Nüremberg o el propio juicio a Adolf Eichmann. También podemos maliciar cosas muy obvias. Por ejemplo, preguntarnos hasta qué punto las resoluciones tomadas en estos juicios fueron tomadas a legitimidad y si sería drástico colegir que –como dice la máxima- no solamente la historia es escrita por el vencedor, sino también los procedimientos, conformación de jurados, crímenes imputados en juicios de guerra, etcétera.

También es lícito sentir aversión ante estos juicios por la sencilla razón de que crímenes de lesa humanidad de magnitud del Holocausto o magnitud mayor cometidos durante la SGM, no fueron meritorios de sanciones tan draconianas y gozan, hogaño, de apenas mención.

Las indemnizaciones que Alemania a la fecha debe pagar al Estado israelí por motivo del Holocausto es algo que también puede dejarse de lado.

Hay algo más. La industria hollywoodense con sus visiones sensibleras y sesgadas del asunto, podemos tolerarlas porque, además, nos prodigan horas de evasivo entretenimiento y un “conocimiento histórico” exprés de los eventos.

Todo esto anterior es paja porque ya pasó y, acaso, sirva de mina argumental para quiénes rechazamos al Sionismo.

Pero hay dos cosas que sí no pueden ser echadas al olvido por su vigencia, es decir, por los efectos que hoy todavía surten en la vida de muchos. En lo que a mí respecta y desde mi condición de ciudadana del mundo, desearía que se abrieran espacios para el debate de estos dos hechos, hechos que –desde mi punto de vista- tendrían que obligarnos a un replanteamiento de las consecuencias del llamado Holocausto.

1) En Europa, está prohibido en algunos países negar el Holocausto. En algunos, incluso, se pena con cárcel tal osadía (Suiza, Francia, Alemania, Austria, por ejemplo) y parece que la tentativa de la UE sería unificar el criterio y homogeneizarlo. Creo que solamente España es excepcional en este punto, pues privilegió en medio de controversias la libertad de expresión contra el posible daño que supone negar el Holocausto.

Personalmente, rechazo que la condena al Holocausto por parte del bando aliado tras la SGM y, en específico, por parte de la comunidad judía se elevara a estatuto de norma. Es decir, ¿en qué momento y bajo qué criterios, una elección moral como puede ser repudiar el Holocausto, se convierte en norma jurídica? No me parece admisible que una cosa tan personal como elegir racionalmente si uno acepta o no el Holocausto haya de generalizarse e imponerse a grupos diversos de personas. Si es norma, su infracción merece un castigo. Castiguemos, entonces, a la horda de texanos que repudian por motivos raciales a los inmigrantes mexicanos y centroamericanos que cruzan la frontera, por ejemplo. Si se castiga por el mero y abstracto concepto de justicia, ¿en qué forma son ejemplares los  castigos impuestos a causa del Holocausto?, es más, ¿así deben ser vistos? Parece que en algunos casos el castigo que se imputa a aquél que se atreve a decir cosas contra el Holocausto no tiene tanto por finalidad educar a otros en no decir las mismas injurias, como joderse a quien ya las dijo. Se necesita aquí, la inteligencia de varios.

Supuesto que esta prohibición se reduzca a impedir expresar lo que se piensa sobre el asunto y no imponga, en realidad, o prohíba un pensamiento, digo que A) No sería ésta una prohibición menor y B) De hace tiempo, tengo problemas con aceptar el término “libertad de expresión”. Lo explico líneas abajo.

2) Con tantos males en el mundo y tantos problemas en todas partes, pueda parecer baladí exigir se discuta esto ampliamente. Pero no lo es. A pretexto del Holocausto, además de a pretexto de otros desvaríos del frenesí sionista, palestinos en Gaza protagonizan un sufrimiento tan atroz como el que vivieran los judíos del Holocausto. [No es mi intención ser molona, PERO recuérdese que a los judíos sobrevivientes se les indemnizó, además de con otras cosas, con la fundación el Estado de Israel tras reunión de la Asamblea General de la ONU reunida en San Francisco en 1947. Una historia larga de contar que inicia en el XIX y por cuya razón me atrevo a sugerir que a muchos judíos muy decentes nada más se les usa como carne de cañón en medio de este drama].

El ámbito de la vida doméstica

Las repercusiones morales del Holocausto en el ámbito público impactan en el ámbito doméstico por lo ya dicho. Hechos aislados aunque con denominador común sucedidos tras la SGM lo ejemplifican. 1) Un literato de nombre Robert Faurisson blanco de persecución desde el momento en que llamó a una revisión exhaustiva del Holocausto; entre otras cosas, fue cesado de la cátedra de Literatura que impartía en la Universidad de Lyon. 2) Hace dos años, un presbítero argentino de nombre Richard Williamson es expulsado de dicho país por negar el Holocausto.

Parece que el mensaje es: si profieres cosas contra el Holocausto, o bien serás candidato a hostilizaciones –allí está Trier que ni siquiera las dijo-, o bien se te destituirá de tu cátedra en la Universidad –Robert Faurisson-, o te deportará uno de los Kirschner de la pampa –Richard Williamson. Si contra toda esta persecución, de todas maneras, tiro por viaje nos enteramos de personas negándolo o haciendo cuestionamientos al respecto, no nos queda más que inferir –como hubiese sido lógico desde un primer momento- que las prohibiciones y castigos fueron elaborados ex profeso para detener el regadero de esta pólvora -xenofobia- ya que el pueblo judío es, en efecto, un pueblo que vive a la intemperie, descobijado y golpeado por el resto de pueblos del mundo -por vete tú a saber qué alineación de coincidencias que de ningún modo justificarían ninguna clase de xenofobia-, de tal manera que no queda más que protegerle a través de inflexibles leyes jurídicas y que esto es singularísimo pues ni siquiera el pueblo palestino –que bajo ningún concepto es menos querido que el israelí- es digno de tal protección. Un antisemitismo de élite (los judíos sí; los palestinos, no; o, al revés, depende de si plantearon el enunciado en forma afirmativa o en la negativa). Inferir que los negacionistas quizá tengan algo importante que decir a este respecto es algo que parece no tener posibilidad. 

Hay personas, pues, en el mundo, que a causa del problema del Holocausto se arrogan el cargo de objetores de conciencia. Si el sufrimiento del pueblo judío es digno de toda nuestra solidaridad y no debe admitir ni mofas ni agresiones, ¿por qué su condena sí tendría que admitir o mofas o agresiones o cualquiera otra actitud persecutoria de lo que humanos piensan? O, vamos a ser parejos, y protejamos también a otros pueblos que históricamente hayan sufrido vejaciones semejantes a la de los judíos por el Holocausto o por los llamados pogromos, etc.

Razones no me faltarían para hacer de este post una pequeña apología a un cineasta que con sus delirios estéticos ha satisfecho varios de los míos, pero no es el caso.

El caso es que esta inaudita actitud del jurado en Cannes –no menos que aquellas que les hace negar la palma a películas portentosas-, en consonancia con las actitudes ya citadas y la prohibición expresa que impide negar el Holocausto en diversas partes de Europa, parece restringir la libertad de los sujetos a la expresión de determinadas ideas y, muy en el fondo, a su posesión también.

Concretamente, habría que determinar por qué humanos que todavía no nacían cuando el Tercer Reich, tendrían que pagar ahora con su amordazamiento por crímenes cometidos por el Estado Nacionalsocialista, es decir, determinar si procede la colectivización de dicho crimen en aras de su erradicación y en personas que no lo cometieron y que, en todo caso, su único pecado consistiría en mantener una opinión sobre el asunto contraria al dictamen histórico oficial.

Particularmente, el concepto “libertad de expresión” es un concepto que no me gusta no sólo por cuanto me parece manido (so pretexto de la menor paparruchada se le invoca), sino porque considero que es un infortunado paralogismo –y pleonasmo- y porque la hace de eufemismo de una prohibición más violenta, la de pensar. Además de ello, en el caso de este conflicto, sí veo que reducir la prohibición a un problema de libertad de expresión, disminuye falazmente las posibilidades de reconocer que es algo más que una prohibición a expresarse y una posible discusión de esto mismo.

Me resulta terrible pensar que Europa está compuesta de hordas xenófobas y etnocentristas obsesionadas con arruinar al pueblo judío; igual de terrible es pensar que los llamados revisionistas históricos –muchos de ellos académicos- constituyan solamente un conciliábulo que obra contra lo judío. Nada más porque hoy no me imbuye un ánimo sarcástico, no me atrevo a decir que admitir todo esto sería casi conspiranoico.

El asunto precisa pruebas y evidencias ponderadas con imparcialidad. No es cosa del gusto o de la moral de una bloguera diletante de la pirueta mental y la escritura, o de cualesquiera otros sujetos que opinan. Quizá sólo me atrevería a dar una pista: sí creo recomendable leer literatura revisionista –en la Web pulula- para, al menos, conocer las dos versiones del asunto.  

En cuanto a la libertad de expresión concebida como pleonasmo, diré por qué. Porque si se es libre, se es libre en su totalidad. Ser libre ya tendría que implicar pensar con libertad y expresarse con libertad. O, más sinceramente, cuando se habla de la libertad de expresión como un derecho, siento que se nos está intentando lavar el coco.

Pero voy a sustituir este recelo con dos concesiones. La primera es que como la historia de la supresión de esta forma de libertad ha sido -en efecto- tan brutal, entonces, se puede admitir se le haya otorgado esta distinción nominal digamos que a modo de llamada de atención, como para que no se nos olvide y como para restituirle de su importancia. La segunda es conceder que estas comitivas a que comanda la ONU a escribir reportes, directrices, discusiones sobre temas de envergadura como el de la libertad de expresión, están conformadas por gente que actúa de buena voluntad como –de hecho- creo que actúan (se les llama paneles de expertos, ya recordé).

La primera concesión es rarísima porque equivaldría a una suerte de atomización de la noción de libertad que es, precisamente, por lo que califico al concepto “libertad de expresión” como de paralogismo. Como quiera, se hace la concesión. Aunque sí pienso que los casos referidos más el del cineasta, prueban que la buena voluntad no es suficiente para el caso particular del Holocausto.

A lo mejor los mecanismos de las comisiones encargadas de velar la memoria del Holocausto para determinar cuándo alguien sí está negando el Holocausto -por ambigüedad que haya-, son en suficiencia nítidos como para, unánimemente, llamar a reconvención jurídica. Pero el salto que hay entre esto que podría admitirse como norma y la actitud que se adjudicaron los realizadores del festival para tachar a Trier de non grato me parece tan abismal que no puede más que parecerme insólita la actitud de los realizadores del festival. No sé cómo le hizo la gente de Cannes para determinar que Lars von Trier es persona non grata a partir de las cosas que farfulló y, tampoco, quién podrá decir, luego, que Cannes es un festival non grato por esto mismo. Además: a) Lo específicamente dicho por el cineasta ni alude, ni niega al Holocausto, ni –ni siquiera- lo aprueba tácitamente. Él solamente expresó una idea propia sobre Adolf Hitler y sobre el nazismo –ésta última parece incoherente, b) Podría haberle bastado al festival con expresar, en atención a la comunidad judía, no estar de acuerdo con lo dicho por el cineasta en lugar de calificarle de persona non grata.

A pesar de todo, como decir que un B es un k no necesariamente hace de ese B un k, el caso narrado no mueve a escándalo, pero sí lleva a la comprobación –al menos para mí- de las muchas contradicciones que se suscitan en nuestras sociedades y cómo sigue imperando una norma de falsa moral -moralina- por la que si B es un k por una cierta razón puede que, por esa misma razón, C sin embargo no lo sea. Una obviedad.

Me quedo pensando que estas cosas son tan comunes que por eso se les someta a legislación y que esto pueda ser solamente una forma represiva de actuar, que no esté resolviendo de raíz el problema y que, entonces, habría que replantearse cuáles son las ganancias de “nuestros” sistemas jurídicos frente a las pérdidas que infligen. Las pérdidas son enormes e insoslayables, ¿vale la pena seguir manteniendo estos sistemas? No sé si me mueva un radicalismo ultra, pero mi respuesta es no. Creo posible vislumbrar otras formas de actuar y de vivir que podrían ser mucho más efectivas que la norma jurídica punitiva y la costumbre autómata.  

Hasta aquí con el post.

Y ya ansío ir a ver el filme de Lars von Trier presentado en Cannes:  M e l a n c h o l i a. . .

Feliz como estival

CANCIÓN: A voz da poesia
INTÉRPRETE: Katia Guerreiro
ÁLBUM: Fado
AÑO: 2008

Apostillas a mi último post

1. Las marchas no acaban con las problemáticas que nos afligen y hasta me atrevería a decir que las agravan; en ocasiones generan demasiado divisionismo entre la sociedad. Si a pesar de ello, es la única forma en que grupos sociales pueden más o menos articuladamente dar cauce a su inconformidad pues, que venga, vamos a la marcha, lo hacemos. Posiblemente –mientras- gobernantes y oligarcas estarán cómodamente desde sus oficinas –unos decretando leyes privatizadoras y otros cotizando en la bolsa- apostándole al desgaste de la movilización en turno y ordenando a protección civil queden limpias las calles después del mitote.

2. En el caso particular del Movimiento Nacional por la Paz, mi adhesión a estas protestas tiene que ver con un motivo meramente humano. Los 6 ó 10 puntos propuestos por Sicilia son aceptables para los que todavía simpatizan con las vías institucionales. Hace mucho dejó de ser mi caso, pero –repito- estoy haciendo de lado mi más real convicción nada más en el deseo de sumar y en el deseo de no ver más a gente morir en el marco de la llamada lucha anti narco. Es eso nada más. Lo otro, dudo que suceda.

3. Pedir la cabeza de García Luna es estar dispuesto a negociar. Sentarse a negociar con la clase gobernante es prácticamente igual a sentarse a negociar con los criminales de este país –los reales. Eso es ingenuo, sumiso y contradictorio a algunos de los propios puntos que plantea el mismo Sicilia.

4. Pedir la renuncia de Calderón pueda que, a año y medio del fin de su sexenio, no tenga ya grandes alcances pero, al menos, mostraría congruencia política en Sicilia, una congruencia que decididamente no tiene -por ahora.

5. De acuerdo, TODOS los partidos están llenos de bazofia. La intención de dicha entrada –y espero que así se haya entendido- no es salir a la defensa de la clase política, hay solamente un cándido afán conciliatorio. No por estar o a favor de los sicilistas o de los obradoristas en este particular episodio (no estoy con ninguno en este particular episodio). Quería intentar expresar que es un contrasentido estén peleando cuando todos ellos, al parecer, anhelan lo mismo: la recuperación del país.

6. Simpatizar con la causa obradorista significa para mí al menos dos cosas a) Me parece un movimiento plenamente justificado en razón de lo que lo origina b) Los planteamientos de Obrador en su proyecto alternativo se aproximan más a mis propios ideales políticos en comparación con otras muchas propuestas reales provenientes de la clase política.

7. ¿Qué no significa para mí simpatizar con la causa obradorista? a) NO SIGNIFICA que yo piense sea ésta la única vía para salir adelante o la mejor (se acerca a mis reales convicciones desde un distinto frente y de esto ya escribiré un post) b) NO SIGNIFICA que yo simpatice con toda esta cosa folclórica y estúpida que es MORENA*. En mi opinión, un error político grave que está cometiendo Obrador es entregarse con tantísimo ahínco a MORENA cuando otras situaciones verdaderamente urgentes reclamarían su atención (de esto, ya he hablado en otras entradas).

8. A Obrador lo rodean algunos intelectuales muy lúcidos de este país y alguna gente muy honesta, pero está también rodeado por auténticas lacras y, aunque humanamente no es posible que él responda por las acciones de todos sus correligionarios pues -hasta donde se sabe- no posee el don de la ubicuidad, tampoco vamos a caer en el ridículo de exonerarle absolutamente de dichas omisiones. Ha cometido errores políticos graves que comprometen su propia honestidad.

9. Un cambio real y profundo exige la implementación de políticas divergentes a los dictados neoliberales, exige cambio de paradigma económico. Mientras la dictadura económica vigente siga intacta, todo lo demás, apenas se moverá un poco y quizá más a modo de mantener a las masas tranquilitas, domesticadas y dóciles.

10. Ahora, con los trabajos de mantenimiento que hubo en blogspot, se perdió un comentario que había hecho llegar a tal post el bloguero Alex S. D. y, también, la respuesta que yo le había dado. Recupero aquí parte de dicha respuesta:

Yo creo que podríamos pensar en desacatos civiles más importantes, más dolorosos para la clase oligárquica y el gobierno (forman una especie de binomio). Se me ocurren algunos:

A) Convocar a no hacer transacciones bancarias por, por ejemplo, veinticuatro horas. Si no ceden, nos vamos a las cuarenta y ocho y así.

B) No pagar la tarifa telefónica.

C) Boicot a ciertos productos por días y semanas.

D) Etcétera o discutámoslo.

Creo que mientras tengan el poder económico en la forma en que lo tienen (con los medios electrónicos y el aparato represivo de su lado), acciones civiles del tipo marchar apenas rendirán algunos frutos. Ello no les resta de su valor ni las hace ilegítimas, aunque sí, simplemente, menos efectivas y, a la larga, menos efectistas también.


* Aprecio el contenido de MORENA, la forma en que se está implementando no. 

Separarse y convergir (a propósito de Javier Sicilia y la hecatombe)

Dice un amigo mío que quiénes escribimos en blogs o en Twitter o en Facebook nos arrogamos el derecho de la opinión y nos soltamos desde nuestras palestras a despotricar como si el lujo de la verdad fuera nuestro. Temo decir a mi amigo que supongo no ser excepcional en esto, si bien un tiempo me conté la fantasía de que sí.

Así que escribo este post para dar mi opinión sobre esta nueva pugna que ha surgido entre la ciudadanía frente al caso Sicilia y las fracturas con la “izquierda” obradorista que es la más cuantiosa de las izquierdas en México, aunque no por eso la más importante (allí están los zapatistas, los anarquistas, los marxistas, los antiglobalistas, etcétera).

Yo quiero intentar en este ejercicio de escribir mi opinión, quiero intentar contribuir a aclarar la confusión con la esperanza no de abonar en este clima de encono -que no comprendo, ni quiero, ni acepto- porque si este país está atascadísimo en un bache como lo está no veo cómo podamos sacarlo de allí si, en principio, se tiene que librar una pugna para decidir –primero- quién o quiénes lo sacarán del bache. Y porque allí –yo veo- nos podríamos pasar la vida, en esa pugna demente.

Partamos de un acuerdo mínimo. Concedamos que quiénes están comenzando a encabezar esta nueva gresca están todos interesados en que el país mejore, ¿va?, es un hecho obvio, pero sí creo conveniente resaltarlo, de modo que lo escribiré ahora muy claramente: los protagonistas de esta nueva pugna, están todos interesados en sacar adelante al país.

Además, estas gresquillas se han estado sucediendo aquí en la blogósfera y en Twitter, significando ello que sí son reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Son dos los bandos en reyerta: algunos miembros del movimiento obradorista contra personas apartidistas solidarias a Javier Sicilia y a, en general, manifestarse contra la guerra calderonista; a estas últimas personas las identificaré a lo largo de este escrito como sicilistas (por cierto, entre el obradorismo hay también mucho apartidista).

Ahora, vamos a hacer unos cuantos distingos.

El origen de las marchas a que ha convocado Javier Sicilia tiene –como dice otro amigo- un origen irracional; lo que él quiere decir con esto es que el motivo que ha llevado a Javier Sicilia a la convocatoria de estas protestas está ligado al dolor humano que la muerte de su hijo le ha infligido y quizá por eso, inclusive, la claridad de Javier Sicilia en sus proclamas esté de entrada empañada por una visión dolorida. Tomar en cuenta esta parte humana del asunto es algo que también puede ayudar.

Por otro lado, el movimiento que encabeza López Obrador (MORENA ahora) es un movimiento que surge como resultado de una decisión racional, una respuesta más o menos pensada, articulada al agravio electoral de 2006 que ha sido avalada por un cierto sector de la sociedad que, a mí parecer –por el desgaste del tiempo, por el desprestigio mediático de que ha sido objeto, por malas decisiones de su dirección o lo que tú quieras- representa actualmente a una fracción modesta del grueso de la sociedad.

Ahora, ¿en dónde está el origen del conflicto o qué es lo que se están espetando unas partes a otras?

Los argumentos que esgrimen las diversas partes parece que se resumen más o menos así y trato de ponerlo en términos representativos de lo que, en general, asumen varios grupos –que no todos- de personas pertenecientes a un conjunto u otro: 1) Los sicilistas arguyen que éste es un movimiento ciudadano, al margen de la política y de los partidos políticos y que, por favor, éstos se mantengan fuera de las protestas 2) Los de MORENA y el obradorismo están molestos porque Sicilia condena a la clase política en su totalidad –ellos exigen distinción-, y porque no va directamente a la yugular de Calderón y quieren, además, que él diga expresamente que ellos ya han hecho esta clase de señalamientos con anterioridad.

Recomendaría, para conocer a fondo lo que dicen las partes encontradas, dos fuentes en particular. Una son los tuits de Fernández Noroña de los que me enteré gracias a un amigo (debo confesar nunca había leído lo que Noroña tuitea; me he limitado siempre a ver sus intervenciones en “El Canal del Congreso” o verle por Youtube). A propósito, Fernández Noroña no se distingue precisamente por ser un correcto. Yo no sabía que fuese tan proclive a echar cuánta leperada en Twitter. Personalmente, a mí esto me es peccata minuta; pero ése es mi gusto, quién sabe los demás. En última instancia, con leperadas o no, lo que me importa es que legislen a favor del pueblo. Si van encorbatados o no lo van o si los distingue su elocuencia o no los distingue, creo que eso podría ser algún indicador, pero nunca determinante o definitorio de su proceder como legisladores. 

La segunda fuente es una entrada que la bloguera de “Buscando Identidad” ha colocado en su espacio a este respecto. AQUÍ*. 

Tomé como rasero estas dos fuentes por dos cosas. En Noroña quedan expresados con todo su lirismo los encarnizados reclamos de la parte obradorista contra los sicilistas. Por otro lado, la bloguera de “Buscando Identidad” expone radicalmente su inconformidad contra la parte obradorista, pero además, hay un plus, ella conoce con lupa los vicios del perredismo por haber en algún tiempo de su vida militado allí y, otro más, se trata de una mujer que a lo largo de su vida ha participado con entrega desinteresada en diversos movimientos sociales en México.

Antes de continuar quiero decir que de los diez puntos enunciados por Sicilia el domingo, con todos, estoy absolutamente de acuerdo. La verdad, están de lujo esos diez puntos. Aunque yo –y aquí viene el pero- yo le añadiría uno más, uno muy simple de redactar: que renuncie Felipe Calderón y, quizá, un pequeño escolio: de entre el miasma de la partidocracia, hay, por allí, en todos los partidos, algunos políticos honorables que se han opuesto con vehemencia a las locuras de Calderón.

Este escolio me parecería fundamental por una cosa. Si queremos hacer una purga de la vida política en el país, tendríamos que comenzar con justicia y reconocer que incluso al interior de la clase política hay quiénes han actuado en consecuencia. No voy con la idea de cortar cabezas a raja tabla, allí, doquiera se encuentre el malestar (tendríamos, entonces, que empezar por cortárnosla cada uno de nosotros).

En cuanto a exigir la renuncia de Calderón a la presidencia, me parece una exigencia infaltable no sólo por cuanto se aupó al poder en medio de una elección altamente cuestionada, sino porque él –de entre la clase política- es el principal responsable de lo que está sucediendo en este país, entre otras cosas, porque parece gobernar por decreto. Así, por ejemplo, se dio fin a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, por decreto (léase el DOF); por decreto se “reformó” PEMEX y se permitió con ello la entrada en vigor de contratos incentivados (aquí y aquí); por decreto se pretendería discutir en el Congreso la llamada “Ley de Seguridad Nacional” (aquí) y también por  mero voluntarismo del hombre (bueno, aquí me excedí en retoricismos, en realidad, es por servilismo a EUA) se implementó la llamada lucha anti narco cuyo nombre -ya repetir- me da dolor de cabeza. Y cuando digo que es el principal responsable “de entre la clase política” también quiero decir que existen otros responsables; algunos de ellos pertenecientes a la clase política, pero otros no. Los otros responsables somos nosotros mismos.

Ahora bien, entiendo que hay una petición de Sicilia en donde pide la discusión abierta de la revocación de mandato; podríamos ponernos laxos y admitir que esa propuesta es equivalente a la de exigir la renuncia. Pero de ello, me surge una suspicacia. Tal vez los diez puntos de Sicilia no los redactó él solo; tengo la sospecha de que recogió opiniones de algunos de sus colegas intelectuales; así lo pienso porque la revocación de mandato es algo que diversas personas más o menos pensantes del país ha tiempo lo vienen pidiendo; incluso -se recordará- hace un año se hizo un ejercicio de revocación del mandato impulsado por la ciudadanía. Un ejercicio en el que personalmente participé poniendo una mesita aquí en mi delegación y del que no reporté nada aquí en el blog nada más por pura depresión que me dio que apenas unas veinte o treinta almas –de entre varios millones- salieran o de sus indolentes hogares a votarla o de una cómoda ignorancia a exigirla. Regreso. Total que, si mi hipótesis es cierta, no logro entender cómo estos intelectuales no optaran también por la renuncia. ¿Es una formalidad? Tal vez lo sea, pero, la de García Luna no lo sería menos. Espero que mi hipótesis sea falsa y que esta omisión quede simplemente explicada por el estado actual de contrición del poeta.

Regresando a los argumentos de las partes en conflicto, quiero ahora opinar con la intención de que esto sirva para limpiar al horizonte de brumas.

Primero diré en qué me parece sofistican ambas partes y, luego, cómo esto crea conflicto y por qué, sin embargo, es posible prescindir del mismo.

La parte en que los sicilistas le tiran a la clase política me parece muy razonable y digna de apoyo; lo que ya no me parece razonable y sí bastante candoroso es suponer que estas protestas queden al margen de lo político y, ergo, exigir a la clase política se mantenga fuera. A) Esto no queda al margen de lo político porque, para empezar, el asesinato del hijo de Sicilia y los otros asesinatos son resultado de la imposición, por medios políticos, del modelo de desarrollo económico propio de la globalización (o la globalización hija de éste), me refiero al neoliberalismo, ultraliberalismo o como les antoje llamarle. B) Hacer política tanto en su acepción clásica como moderna es llevar a cabo actividades al interior de una polis con mecanismos e instituciones claramente establecidos de modo que nuestras actividades dan sentido y origen a tales mecanismos e instituciones (como, por ejemplo, la institución presidencial que es, dicho sea de paso, nítidamente aceptada por Sicilia en su discurso –la institución si bien quizá no Calderón) C) No acepto, bajo ninguna consideración, pretender hacer mordaza a la clase política y les pidamos que, por favor, no asistan a estas marchas nuestras. Me parece una actitud dictatorial y, peor, promotora de divisionismos. Se trata de sumar, no de restar; de incluir, no de excluir. Que si los políticos se aprovechan de esto para llevar agua a su molino, bueno, eso ya es asunto de sus conciencias, o qué, ¿vamos a andar hurgando en las conciencias de todos los que acuden a estas protestas con el propósito de saber qué les mueve a estar allí, como si fuéramos censores? Queremos hacer una purga de la llamada clase política, pero –chistoso- comenzamos nosotros mismos por dejarla fuera, aunque, eso sí, sin abandonar las instituciones y los procedimientos que apuntalan a esta polis. D) Las protestas lideradas por Javier Sicilia, al ser hechas dentro de la polis, les confiere ello el carácter de actividades políticas y, en consecuencia, tienen resonancias políticas. Se trata de un acto político con implicaciones políticas. Y es una necedad pensar que por tratarse de actos políticos, luego, no son también actos humanos. En honor a nuestra inclusión lógica expliquémoslo. Hay dos formas. Forma 1. La política es una rama de las ciencias del espíritu (Dilthey) o de las llamadas ciencias sociales (no es que esté confundiendo magnesia con gimnasia, pero de algo sirve ¿no?). Forma 2. El animal político o zoon politikon necesita, primero, ser un hombre (bueno, igual y si relajamos criterio también se lo podríamos permitir a perros y gatos).

Vamos ahora con el obradorismo aunque, antes, una cosa. En diversas entradas en este blog he reconocido simpatizar con la causa obradorista. Bien, lo sigo sosteniendo aun cuando ello me convierta a ojos de algunos, ipso facto, en persona fanática y, posiblemente, invalide el total de mi argumentación. Mi intención al decir esto no es tanto mostrarme corrosiva o desafiante -quizá en un primer momento sí-, como ilustrar lo sencillo que resulta descalificarnos mutuamente por la simple manifestación de nuestras ideas; como si tener una simpatía te imposibilitara a su propia crítica o, peor, a su propia mutabilidad. Igual y esta forma de ser es un acto reflejo con explicaciones, muy atrás, en el tiempo. No sé.

Ahora sí. El inconveniente que le pongo a los reclamos obradoristas son más en forma que en contenido; me parece que lo que arguyen es cierto; es verdad que el obradorismo lleva años haciendo los señalamientos que hace ahora Sicilia; es verdad que el obradorismo y, concretamente, la llamada resistencia civil ha marchado por las calles de esta ciudad y de otras exigiendo el fin de esta guerra, pidiendo enérgicamente justicia para los niños del ABC y muchas otras cosas por las que con justicia uno tranquilamente puede decir que esta gente ejerce frecuentemente sus deberes políticos, así lo haga mal. En lo que se equivoca el obradorismo, sin embargo, es en dos cosas: A) Que constituya ese hecho una razón suficiente para separarse ellos de la causa sicilista, para desbandarse. B) Mostrarse incapaces de incondicionalmente unirse a la causa, ya no sicilista, sino aquella que lucha contra la inmunda guerra de Calderón y, entonces, supeditar lo humano a lo político y no al revés.


¿En qué consiste entonces el conflicto?

El conflicto radica en suponer que el carácter político de una actividad hecha en la polis ha de perder por ello su cualidad más humana y, suponer también que el carácter político de las actividades hechas dentro de la polis, determina el carácter más general de dichas actividades. Es decir, sí, sí son actividades políticas, pero no nada más políticas. En el caso concreto de lo que reúne a Sicilia con sus marchistas es, en primer lugar, una razón humana. Sería estupendo que esta razón humana de carácter político transgrediera sus propios ámbitos e incidiera en la forma de nuestro gobierno, en específico, haciendo caer al actual. Pero yo no sé si, frente a tanto separatismo, esto llegue a ocurrir. Tendríamos que estar bien unidos y, así –seguro- ocurriría.     

Pues bien, dicho todo esto, se comprende fácilmente que el problema es sólo aparente y que éste se dirime si solamente oponemos un poco de objetividad al asunto y dejamos de pretender que i) Estas protestas no son de carácter político ii) No pueda también sumarse a ellas la clase política y iii) Incluso con su carácter político, el movimiento sicilista vaya a resolver –solo- los problemas que aquejan a este país.

Éste es un momento de unidad. Si el obradorismo y la afrenta electoral de 2006 no constituyeron causa suficiente para unir a este pueblo en contra de las fechorías de la clase política y oligarcas, se puede medianamente comprender. La causa ahora es más urgente pues, además, convoca a lo humano trastocándolo y entonces esto sí motiva a rebelión orquestada. Aprovechemos entonces este momento ya que hemos desperdiciado varios otros y converjamos. Y que nos sirva también de lección para entender que como pueblo no podemos vivir nada más en la reacción, esperando el momento en que toque defendernos. Que articulemos juntos -y con mucho cariño- soluciones tan inmediatas como las que nos demanda el sufrimiento de muchos seres humanos en este país o fuera de éste.  

Cierro, nada más, diciendo una cosita que no me pienso callar. Sí me acomete que el contador de nuestros muertos haya tenido que ascender a la suma de 40 mil más el hijo de un connotado padre-poeta para que algunas personas se sientan -por fin- tan hondamente injuriadas y conmovidas, pero, sobre todo, dispuestas a abandonar el sillón frente al televisor o cualquiera otra de estas actividades promedio y ahora sí salir a abarrotar las calles, algo que tendría que haber acontecido hace varios años ya.


* Ya vi que no jala la liga, el post se intitula, "MORENA-Sicilia: Momentos diferentes"; a ver si funciona la liga directa al blog.

Blogger Templates by Blog Forum