Naturaleza apolínea. Consumo y producción editorial


Como somos una sociedad muy grande, somos también una sociedad muy opípara y muy vasta. Sin embargo, como además nuestro modelo productivo se asienta sobre el consumo y el hiperconsumo –y esto es parte de lo que lo hace ser inédito y agresivo– entonces siempre hay un excedente de objetos injustamente desechados y nunca consumidos. Digo injustamente porque, por ejemplo, mientras en un supermercado se concentran grandes toneladas de un fruto al punto de desecharlos si sobran, en el otro lado del mundo puede que haya grupos de personas que no tengan qué cenar para esa noche. Una injusticia de la que los tenedores de ese particular mercado no son probablemente culpables y una injusticia que no requeriría tanto de culpables como de ser aniquilada. Ahora bien, en el cruce de estos excedentes y de las distintas clases de objetos que los conforman se entremezclan materias y calidades de todas clases y por esta causa hay posiblemente cómo satisfacer todos los gustos en esta época en una forma en como tal vez no había ocurrido en el pasado. Solo necesitamos al gran consumidor frente a nuestras vitrinas y aparadores para que se consume la transacción. Esta idea, que es obvia y evidente para algunos, aunque probablemente inadvertida para otros, me hace pensar últimamente con mucha fuerza en la producción y confección de libros y en la oferta editorial. Me hace también, por supuesto, pensar en los lectores. No es un pensamiento reciente, por cierto, data cuando menos de cuando comencé a escribir en Eleutheria, porque desde que comencé a escribir en Eleutheria me reconocí, si no escritora, al menos sí escribana, y miembro activo de los que producen y crean material textual e hipertextual. Siempre he tenido ese compromiso conmigo; siempre he sido responsable de mi labor, siempre he tenido muy en cuenta las consecuencias de escribir blogger, acaso quizás, por mi escasa relación con la maldad y la porquería, pocas veces se me habría ocurrido pensar en cosas tan inéditas como el plagio premeditado de mi obra, por decir una idea. El punto es -volvamos al tema- que nunca he sido una persona no consciente de la sobreproducción de material literario y de los conflictos que esto acarrea, de manera que siempre he temido pertenecer al grupo de personas problemáticas que crean escritos superfluos o inicuas superfetaciones. Superfetaciones que pueden ir desde la vana copia, pasar por la afectación, camuflarse y parecer poesía, malos análisis antisistema, narrativas melosas y conflictivas, etcétera. Entonces, siempre he pensado en evitar incidir en esos vicios, pensando en la ridiculez del asunto. No necesitamos excesos ni excrecencias. Nos hacen falta más bien los objetos contrarios, como lo puede ser la depresión al lado de una montaña o los taludes continentales del mar de los océanos: abismos. Cuadros abisales, fondos, mazmorras, búnkers, refugios antibomba, túneles, hoyos y tumbas. Muchas tumbas. Piras y nubes nocturnas. Necesitamos, por paradójico que parezca, explotar la negatividad. Necesitamos pasarnos unos años del lado de lo oscuro, de la sobriedad, de la neotenia del estudiante nerd que insiste con los pares de pares de coordenados de la geometría proyectiva para obsequiarnos un Dürer realista, no un Dürer falso hecho solo de lenguaje.

Inclusive, recordando este viejo texto, me atrevo a sugerir una especie de antagonismo entre el lenguaje y el Logos. Para quienes vamos acompañados del espíritu apolíneo -y no solo de accesos dionisíacos- esta fórmula es inobviable. Queremos los trazos, la explicación, las líneas y la geometría. Queremos la ecuación. A nuestra oscuridad no la sometemos a más oscuridad. La iluminamos y renacemos. Por eso, ahora que escribo esta entrada para el blog me cuido de no hacer de este texto uno de esos suculentos jitomates de mercado que quedan aplastados en el piso de algún local sin haber sido nunca digeridos. Me da horror pensar en el jitomate así asesinado y en el estómago que se privó de comerlo. Es una metáfora dietética muy burda -yo sé- pero creo que logra transmitir el fondo de la idea así expuesta. Lo que quiero decir tal vez, y a eso invito, es que es importante ser tanto consumidores conscientes como productores cuidadosos.

Tres notas sobre Octavio Paz

23 de mayo de 2013

Pienso que Octavio Paz simplemente ignoró —quizá le haya faltado clarividencia o interés, o tiempo— las condiciones de opresión del sistema antagónico al que él criticaba acerbamente durante sus últimos años. Y achaco más a una circunstancia histórica ese supuesto servilismo al gobierno mexicano, que a una forma de ser acomodaticia de este poeta. Además, a diferencia de Krauze, era un crítico del liberalismo; si bien sus críticas fueron un tanto superficiales. Como ensayista está en mi panteón personal. Y, por cierto, me recuerda a Borges y sus diferencias con Sabato. El último, un intelectual bastante comprometido con su entorno social y crítico de la política; el primero, ajeno a las causas populares (fue un antiperonista confeso), aunque arrepentido al final de sus días de este descompromiso, según cuenta Juan Gelman en una entrevista que leía hace escasos días. [1]

31 de marzo de 2014

La ironía es que alguna de la gente que hoy critica a Paz emite cero críticas al régimen cultural de hoy. Incluso en sus redes sociales reproducen relaciones jerárquicas, de autoridad, de compadres, muy a la usanza de este intelectual. [2]

Todos sabemos que Octavio Paz fue un intelectual funcional al sistema y está bien conservar esa memoria. Pero es importante que ese mismo ímpetu con que condenamos la sujeción de Paz lo utilicemos para desenmascarar, hoy, al en general putrefacto y enrarecido sistema cultural mexicano. Es inadmisible que quienes critican a este intelectual (él sí un literato) lean y difundan ese think tank cultural llamado Letras Libres. Es pura incongruencia. Y además, me desazona pensar que la nuestra sea una pura crítica de la historia a posteriori.

(Lo inadmisible no es que se lea Letras Libres, sino la crítica a posteriori sin la otra crítica.)

Son mucho más congruentes quienes expresan su afinidad plena a Octavio Paz y su afecto por la cultura que se difunde en Letras Libres a la vez, que quienes no. Congruentes al menos con su propia lógica y su sistema axiológico. (Y por supuesto también lo son quienes repudian a ambos).

Y a título muy personal, creo que Octavio Paz fue más bien utilizado por el sistema que lo cobijaba y que de veras fue él un entusiasta de las ideas que defendía —en contraste con Enrique Krauze, un auténtico artífice de la ideología neoliberal en América Latina—, amén de que en sus últimos ensayos articuló críticas muy explícitas (y breves) al liberalismo. No sé, me puedo estar equivocando aquí con Paz.

En mi caso, necesito separar la vida del escritor de su obra para valorar su obra. Y esa certeza me deja al menos esta satisfacción: lo mismo que admiro la obra de Paz porque puedo, siento absoluta indiferencia por la obra de otros intelectuales orgánicos también porque puedo; es decir, porque puedo prescindir de mi ideología de izquierdas a ratos para disfrutar y valorar obras que unas personas escribieron o crearon. [3]

En Je Suis Eleutheria en los enlaces visibles.

*Quizá estas notas podrían completarse con este otro escrito.

AMLO y Ayotzinapa

27 de octubre de 2014
 
La tirada no es AMLO sino el país. Exculparlo de Ayotzinapa como inculparlo es darle un peso y un poder de los que nunca ha gozado. Lo homologaría a los otros políticos si fuese deshonesto, pero no lo es. Sin embargo, la honestidad ya no es suficiente para dirigir a un país convulso. Por otro lado, en la fotografía circulando en redes, no sale con Abarca sino con el acompañante de Abarca. Ni siquiera por transitividad (los amigos de mis amigos son mis amigos) me atrevería a deducir de allí que AMLO sostenía también amistad con él. Serían necesarias, en mi opinión, un mayor número de evidencias para arribar a semejante conclusión. Finalmente, en general, mantengo reservas con las fotografías de las redes sociales, pues difícilmente podrían ser pruebas conclusivas de nada. Y reitero, la honestidad de AMLO ya no es suficiente para hacer política en un país convulso.

Y de acuerdo contigo, puede ser que haya complicidades de los tres niveles de gobierno y de los tres partidos, pero sin duda éste es un crimen del que es pleno y absoluto responsable el estado mexicano bajo el gobierno federal de Enrique Peña Nieto.

Más bien, es al que no hay ni cómo exonerar. Los otros, son responsables en la medida en que, con tal de seguir conservando su esperanza en el cambio y, en no pocos casos, privilegios, siguen apostando por la vía liberaldemócrata o socialdemócrata sin reflexión. Al hacerlo, legitiman un sistema absolutamente inoperante.

En eleutheria.lekona [1]

La Violencia Política y la Moral

Les dejo este espléndido documento a cargo de Adolfo Sánchez Vázquez: «La Violencia Política y la Moral».

Gran charla.



10 de septiembre, 2013 [1]

Marxists Internet Archive. Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973.


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