Acerca del Glifosato

Eleutheria Lekona 
Rebelión
 
Hay un debate en Internet en torno a la toxicidad y los peligros que puede ocasionar a la salud humana el uso del glifosato, componente activo de productos agroquímicos como el 'roundup' de Monsanto y otros herbicidas utilizados en la agroindustria, desde hace varias décadas, con el fin eliminar malas hierbas y crear resistencia en las plantas. El debate básicamente divide a defensores y detractores del glifosato en defensores y detractores del modelo de agronegocios implementado hacia fines de los setentas por las llamadas corporaciones multinacionales; es decir, es probable que quienes se oponen a la utilización de este activo en la agricultura sean además individuos de izquierda anticapitalista, comúnmente adversarios al uso de transgénicos, y que quienes no lo hacen, sean más bien individuos o indiferentes al capitalismo, o simpatizantes del capitalismo o menos anticapitalistas que las personas en el primer grupo. O a quienes preocupa más basar sus aseveraciones sobre el glifosato en informes emitidos por instituciones científicas autorizadas para tal propósito que oponerse al glifosato por el solo hecho de ser comercializado por las corporaciones multinacionales.

Aunque yo creo, de entrada, que una apreciación así sería incorrecta y sesgada. Las personas anticapitalistas están menos interesadas en combatir el capitalismo porque enriquezca a un grupo reducido de personas (cosa que desde luego es cierta) que porque sea un sistema que requiera para su subsistencia causar dolor a millones de seres humanos alrededor del mundo (cosa que también es cierta).

Así que pensar que el debate por el glifosato es un debate de naturaleza ideológica sería desde mi perspectiva un enfoque erróneo del problema, el debate en torno al glifosato es más bien un debate de naturaleza ética y solo quizá, colateralmente, un debate en donde la ideología sesga nuestra postura, introduciendo una apreciación particular frente al problema.

Así pues, me permitiré decir a lo largo de esta discusión que lo que está en el fondo de la cuestión es en realidad la vida y la salud de millones de seres humanos bastante más que el enriquecimiento ilícito de determinadas empresas multinacionales, toda vez que no es irracional admitir que no siempre el enriquecimiento ilícito de las multinacionales pone en jaque la vida de las personas.

Ahora bien, hecha esta aclaración, quisiera a continuación ofrecer en el blog la que quiero sea mi contribución en torno a esta discusión. Dado que no soy experta en bioquímica ni farmacóloga, mi argumentación se limitará a ofrecer un conjunto de comentarios orientadores alrededor de esta problemática desde una perspectiva axiológica, pero procurando siempre apegarme al cúmulo de evidencia científica más fidedigna disponible encargada de valorar el impacto del glifosato en la salud humana y el ambiente.

Sobre el glifosato hay informes científicos a favor y en contra. Los informes a favor han sido generalmente emitidos por organismos y organizaciones que suelen gozar del consenso científico y de la venia de los expertos, y sin cuyo reconocimiento, además, las empresas abocadas a comercializar el glifosato no podrían obtener los permisos necesarios para hacerlo. ¿Quiénes en contraste se oponen a la utilización de este agroquímico? Individuos aislados, comunidades agrícolas, grupos ecologistas, organizaciones campesinas, científicos que un buen día, por razones no del todo claras —o quizás guiados por experiencias empíricas, en el mejor de los casos—, tuvieron sospechas sobre la inicuidad del producto, se decidieron entonces a llevar a cabo experimentos bajo control y descubrieron irregularidades lo suficientemente significativas como para hacerlas públicas. ¿Qué denuncia este sector y que descubrieron estos científicos? Que el glifosato es perjudicial a la salud, que puede ocasionar daños al sistema endocrinológico, predisponer al cáncer, minar el sistema inmunológico y otros inconvenientes. ¿Qué objeciones hay a estos grupos? Que algunos de sus reportes han sido después criticados o cuestionados a razón de la metodología utilizada en los estudios presentados (si bien algunos de esos estudios, así refutados, se habrían publicado después en revistas arbitradas), que son incompatibles con el dictamen de organismos oficiales como la EFSA (según la cual el glifosato es una sustancia inocua para el organismo humano) y que, en suma, no cuentan con evidencia científica concluyente para respaldar sus aseveraciones.

¿Pero qué pasa con el segundo grupo? ¿Por qué podríamos dudar de ellos?

De ellos se duda porque hay voces diciendo a diestra y siniestra —voces todas de izquierda— que las grandes empresas multinacionales tipo Monsanto pagan y hacen lobby para que la comunidad científica hable a favor de productos como el glifosato. ¿Por qué pagarían? Porque, por ejemplo, el glifosato es un producto utilizado en la producción de alimentos transgénicos y, como todos sabemos, la venta de transgénicos reporta altas ganancias a las empresas alimentarias a nivel mundial a pesar de perjudicar la biodiversidad de los distintos alimentos tratados genéticamente, como suelen argumentar quienes están en contra de la alimentación transgénica.

Vamos a hacer la siguiente conjetura. Si la producción de alimentos genéticamente modificados acaba con las distintas variedades de un cierto producto —variabilidad a partir de la cual los pequeños agricultores ofrecen productos únicos y por cuya venta subsisten—, ¿no es esta discusión, además, un problema de economía? ¿No tendrían estos campesinos razones de peso para oponerse a Monsanto por el mero hecho de ser blanco de sus prácticas agricidas, más allá o más acá de que el glifosato perjudique a la salud? ¿Y más allá o más acá de que estos campesinos no incurran en prácticas antiecológicas o no tengan ellos intereses propios?

Para alguien de izquierda anticapitalista esta afectación sería suficiente para oponerse a empresas como Monsanto y apoyar en consecuencia al campesinado, si bien ya hemos dicho que ese no es el meollo de la cuestión. El solo hecho de que Monsanto base su oligopolio en modificaciones genéticas haría de Monsanto una empresa indeseable. Pero si, además, se verificara el rumor sobre la malignidad de su producto, si el glifosato pusiera en jaque la vida de millones de seres humanos, entonces Monsanto no solamente sería despreciable, sino que sería imperativo generar un frente común a nivel mundial en resistencia contra la utilización del glifosato y en lucha por su erradicación.

¿Qué es posible decir a este respecto? La información en este sentido es confusa. Es confusa porque, por un lado, la OMS oficialmente niega la inicuidad del producto; es confusa porque hay por el otro lado estudios anti-OMS y anti-Monsanto que revelan la perniciosidad del glifosato (en algún nivel); y es finalmente confusa porque la OMS misma, a través de subsidiarias como la International Agency for Research Center, informa a la sociedad que el glifosato se halla de hecho en la lista de aquellos productos creados artificialmente por el hombre, potencialmente carcinógenos (clasificación 2A en el listado que ofrece la IARC) y/o perjudiciales a la salud humana.

Ahora bien, veamos el listado y tratemos de entender.

El listado divide a las sustancias carcinógenas clasificándolas en cinco grupos: Grupo 1 (carcinógeno a humanos), Grupo 2A (probablemente carcinógeno a humanos), 2B (posiblemente carcinógeno a humanos), 3A (no clasificable por su carcinogeneidad a humanos) y Grupo 4 (probablemente no carcinógeno a humanos). Luego, en la misma página en la que se encuentra el listado hay un enlace en el que si damos clic podemos ver, sustancia a sustancia, a cuál grupo pertenece cada una de ellas, y es allí a donde nos damos cuenta que el glifosato está clasificado por dicha agencia como una sustancia tipo 2A y figura, por tanto, en la lista de sustancias carcinógenas, así se trate de una sustancia solo probablemente carcinógena.

Allí también podemos ver un montón de sustancias más cuyo potencial carcinógeno es más alto que el del glifosato. Las carnes rojas, que hace poco tiempo entraron a este listado, comparten, por ejemplo, la misma clasificación con el glyphosate. En tanto que en relación al café (en otro listado en pdf si avanzamos la página anterior) existe evidencia limitada según la cual hay una posible relación entre su consumo y el cáncer de vejiga, por ejemplo. Desde luego, aparecen el asbesto, los rayos X, las bebidas alcohólicas, y otras sustancias más tóxicas que el propio glifosato.

Es posible además decir que al glifosato se le ha relacionado (de manera tampoco concluyente), con la llamada enfermedad renal de Centroamérica —observada, además, en lugares como Sri Lanka—, enfermedad que ha ocasionado, según los reportes, que hasta el 15% de la población en una misma región agricultora se halle diagnosticada y en tratamiento contra esta enfermedad. Sobre esta enfermedad, entre otras cosas, distintos especialistas en salud han aducido que puede deberse a diversos factores, a saber: “deshidratación, trabajo pesado en el calor tropical, y la exposición a agrotóxicos”. Lo cual generó que en Sri Lanka, por ejemplo, “se prohibiera la importación de glifosato”. Además, se suele citar a propósito de esta enfermedad un estudio a partir del cual se erigió la sospecha que ve en el glifosato uno de los factores causantes de esta enfermedad.

Glyphosate, Hard Water and Nephrotoxic Metals: Are They the Culprits Behind the Epidemic of Chronic Kidney Disease of Unknown Etiology in Sri Lanka? [1], es el nombre de este estudio, y es en mi opinión un estudio que aporta evidencia significativa a favor de una relación entre el uso del glifosato en los lugares en los que se ha registrado esta enfermedad y los brotes de la enfermedad misma. La pregunta es: si las personas que han contraído la enfermedad no estuvieran expuestas al glifosato, ¿contraerían de todas maneras la enfermedad por el solo hecho de estar expuestas al intenso calor del trópico en sus horas de trabajo y por la deshidratación que tal actividad supone?

Tampoco es improbable —lanzo esto como hipótesis— que el glifosato varíe su toxicidad de una región a otra, dependiendo de la calidad y de los componentes minerales presentes en la composición de la tierra en la que se está utilizando y de otras variables ambientales. Lo cual no es incompatible con la hipótesis médica según la cual el calor en los trópicos sería elemento desencadenante de la enfermedad, por ejemplo.

¿Qué conclusión podemos extraer de todo esto para terminar? Si a mí se me preguntara, preferiría prescindir del glifosato en mi dieta y diría estar de acuerdo con que se prohibiera su comercialización y cesara de utilizarse en la producción de herbicidas, por bajas que fuesen las probabilidades, según algunos estudios, de provocar algún tipo de cáncer. Recordemos que el glifosato se utiliza en vastos territorios de tierra a lo largo del planeta y que muchos seres humanos y animales estarían por tanto en posibilidad de entrar en contacto con esta sustancia. Por otra parte, si bien reconozco que quizás otras personas menos alarmistas que yo, optarían por vivir despreocupadas ante la existencia del glifosato en el ambiente, yo objetaría a esas personas que esa no podría ser una posición válida ante el problema, puesto que este es un asunto que involucra a muchos seres humanos y que si bien uno, personalmente, puede decidir estar expuesta al uso del glifosato y jugársela, sería poco justo tomar esa decisión a título personal (por los demás) sin considerar a quienes no comparten nuestra opinión y quienes al igual que nosotros son víctimas potenciales del glifosato, aun si esto fuese remoto como se insiste en decir.

En resumidas cuentas, es imposible afirmar que el glifosato no sea una sustancia nociva para la salud humana, o, recíprocamente, sería irrealista afirmar que el glifosato es una sustancia inocua para la vida humana. El glifosato es una sustancia potencialmente perjudicial para la vida humana y es por supuesto un hecho inquietante pensar en nuestros (en apariencia) limitados recursos para determinar por ahora cuáles son las probabilidades asociadas a la malignidad de este agrotóxico; o eso es lo que insisten en afirmar los laboratorios a pesar de que hay evidencia empírica significativa en distintas regiones del planeta que asocian el cáncer y otras enfermedades con el uso del glifosato.

En definitiva, considerado esto como un asunto de salud pública, se hace necesaria una discusión amplia, basada en evidencia científica y empírica concluyente, sobre los peligros que el uso del glifosato entraña.

Sucede a veces que la salud humana y la vida están sujetadas a la estadística.

Publicado en Rebelión el 21 de diciembre de 2015. https://rebelion.org/acerca-del-glifosato/

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