«Oscilación»

En vano buscas tu modelo entre los restantes seres: de los que fueron más lejos que tú, no has aprovechado más que su aspecto comprometedor y dañoso: del sabio, la pereza; del santo, la incoherencia; del esteta, la acritud; del poeta, la desvergüenza —y de todos, el desacuerdo consigo mismos, el equívoco en las cosas cotidianas y el odio de lo que vive sólo por vivir—. Puro, tienes nostalgia de la basura; sórdido, del pudor; soñador, de la brutalidad. Nunca serás más que lo que no eres, y la tristeza de ser lo que eres. ¿Qué contrastes empaparon tu sustancia y qué genio mestizo presidió tu confinamiento en el mundo? El encarnizamiento en disminuirte te hizo adoptar el apetito de caída de los otros: de tal músico, tal enfermedad; de tal profeta, tal tara; y de las mujeres —poetas, libertinas o santas— su melancolía, su savia alterada, su corrupción de carne y de ensueño. La amargura, principio de tu determinación, tu modo de actuar y de comprender, es el único punto fijo en tu oscilación entre el asco del mundo y la piedad por ti mismo. 

BREVIARIO DE PODREDUMBRE, E. M. Cioran.

Russell on Nietzsche's [1/2]

Hace unos días topé con este vídeo a donde puede leerse una opinión sobre Nietzsche en voz de Bertrand Russell; llamó mi atención porque reproduce lo que intenta ser una crítica pero que, claramente, termina siendo una crítica empobrecida al mutilar partes medulares del texto del que ha sido extraída. Como es una de esas prácticas en donde la falsa neutralidad de la crítica se delata por sí misma, no me fue difícil advertir que forma parte de un texto del que tengo la fortuna de poseer una copia. De manera que ahora quiero transcribir unas partes completas de dicho texto aquí en el blog. Considero que los párrafos así leídos dan prueba por fin de una crítica coherente —y válida en algunos de sus puntos— a la obra de Nietzsche por parte del filósofo inglés. Quizá no esté de más decir que si bien aprecio el parecer de Russell sobre Nietzsche, rehúso a combatir con sus opiniones, puesto que yo misma he venido elaborando mi propia lectura crítica del filósofo alemán —de la que he publicado solamente indicios aquí en el blog (o aquí)—. 

El último brevísimo párrafo de los que aquí transcribo, es el único que tiene alguna coincidencia con parte de mi propia interpretación de la filosofía nietzscheana.

«Nietzsche regarded himself, rightly, as the successor of Schopenhauer, to whom, whoever, he is superior in many ways, particularly in the consistency and coherence of his doctrine. Schopenhauer’s oriental ethic of renunciation seems out of harmony with his metaphysics of the omnipotence of will; in Nietzsche, the will has ethical as well metaphysical primacy. Nietzsche, though a professor, was a literary rather than an academic philosopher. He invented no new technical theories in ontology or epistemology; his importance is primarily in ethics, and secondarily as an acute historical critic».

The History of Western Philosophy, Bertrand Russell, Pág. 760.

«He had a passionate admiration for Wagner, but quarreled with him, nominally over Parsifal, which he thought too Christian and too full of renunciation. After the quarrel he criticized Wagner savagely, and even went so far as to accuse him of being a Jew. His general outlook, however, remained very similar to that of Wagner in the Ring; Nietzsche’s superman is very like Siegfried, except that he knows Greek. This may seem odd, but that is not my fault».

Ibíd, Pág. 760.

«He condemns Christian love because he thinks it is an outcome of fear: I am afraid my neighbor may injure me, and so I asure him that I love him. If I were stronger and bolder, I should openly display the contempt for him which of course I feel. [Desde luego, esta interpretación de Russell es desafortunada; él mismo en su ¿Por qué no soy Cristiano? sostiene la tesis del miedo en el mismo sentido que Nietzsche lo hace y cuya interpretación en Russell (ésta) se deduciría casi como corolario de la tesis más general del miedo sostenida por ambos: que Nietzsche la haya llevado más lejos que Russell, es decir, más allá de la antropología —y con menor importancia quizá—, habla de sus dotes de psicólogo, por ejemplo] It does not occur to Nietzsche as possible that a man should genuinely feel universal love, obviously because he himself feels almost universal hatred and fear, which he would fain disguise as lordly indifference. His “noble” man —who is himself in day-dreams— is being wholly devoid of sympathy, ruthless, cunning, cruel, concerned only with his own power. King Lear, in the verge of madness, says:

I will do such things—
What they are yet I know not—but they shall be
The terror of the earth.

This is Nietzsche’s Philosophy in a nutshell».

Ibíd, Pág. 767.

Y esta última, sí relevante: 

«It never occurred to Nietzsche that the lust for power, with which he endows his superman, is itself an outcome of fear». 

Ibíd, Pág. 767.


Charla

Tuve la fortuna de encontrar hace algunos días en este blog una estupenda charla con el filósofo cubano Rubén Zardoya. Son dos hechos, o dos coincidencias, más bien, los que me hicieron terminar fascinada con su disertación y que él allí expone:

1] Contra cierto pensamiento estandarizado, el marxismo o materialismo dialéctico no es un dogma, no es un canon, ni siquiera es una doctrina. Es simplemente un marco categorial muy preciso para el estudio de un sistema de producción concreto.

2] La nitidez con que establece algo que llevo tiempo creyendo que, por lo demás, habla de la liberalidad de su análisis (bien, en mi opinión) y que me atrevo a resumir con las siguientes palabras: no existe a priori ninguna solución definitiva a los problemas de la sociedad capitalista. Aunque desde luego comparta con él la idea de progresivamente alejarnos del capitalismo.

Ahora sí, el vídeo:

Tristan und Isolde

Debo reconocer que le quedó estupendo este especial sobre Richard Wagner al diario «El País». Lo he estado revisando desde la semana antepasada sin terminar. Lo recomiendo sobre todo para quienes comparten el gusto por la música. 


Diría que mi referente expedito sobre Ricardo Wagner es, por supuesto, Friedrich Nietzsche. E igual que a todo temperamento melancólico, el Tristán e Isolda me conmueve. Por lo demás, no creo ser tan wagneriana.

Ésta de Nietzsche sobre Wagner, incluida en la infografía:

«Aparentemente uno piensa que toda música debe salir de golpe de las paredes y sacudir al oyente en lo más hondo. Sólo entonces se considera la música efectiva. ¿Pero en quién se logran tales efectos? En aquellos a los que un artista noble nunca debe impresionar; en la masa, en los inmaduros, en los hastiados, en los enfermos, en los idiotas, ¡en los wagnerianos!». —F. W. Nietzsche

Que la ópera encarna el espíritu de la cultura socrática, así lo creí con él. (Adorable ese Nietzsche, menos irracionalista, más filósofo, más filólogo y lleno de lirismo). Y cada que escucho esta pieza transmuto a uno de esos idiotas wagnerianos que Nietzsche dice.


Daniel Barenboim a la orquesta.

El discurso de la irrealidad de Javier Sicilia

Por supuesto, como expuse hace unos meses aquí en el blog en un texto al que intitulé Autogobierno, no suscribo el anarquismo. Pero a lo que no doy cabida es a este texto de Javier Sicilia pretendiendo que sea el pueblo quien deba sostener el orden roto por el Estado. Le guste o no a Sicilia, le agrade o no el mentado Bakunin —o a quien quiera él citar—, existen las revoluciones. Y en este país se ha expoliado en suficiencia al pueblo como para estar cerca de una revolución o de una insurrección civil importante. Estos señores, todavía se ponen a invocar la cultura y la civilización como si fueran pruebas irrefutables de nuestra progresía. Ignoran categóricamente la barbarie, ignoran categóricamente la opresión que se vive; quieren que sus monumentos sagrados (como si en unos siglos no fueran a quedar todos derruidos e irreconocibles), se erijan como pruebas incontrovertibles de nuestra evolución por más que todos los hechos denuncien lo contrario. 

Siempre es posible encontrar a algún teórico para sostener una idea. Por eso me parece peligroso citar todo el tiempo a otros para decir lo que se piensa, como si no se tuviera el valor de decirlo sin protectores o como si se negara la realidad misma. Estoy de acuerdo con él, el anarquismo contiene implícitas unas asunciones de carácter ético sin las que, en última instancia, no sería posible su articulación, pero ¿no es acaso eso la más pura irrealidad en México? ¿Cuál ética goza aquí de qué privanza? Ninguna que no sea la ética del saqueo, del pillaje, del nepotismo, del compadrazgo, del dinero. ¿De qué mundo está hablando Javier Sicilia?

Es odioso comprobar que los analistas de prensa de nuestro país renuncien a sus ideas con tal de hacer embonar un discurso famélico —e irreal— con el discurso opresor del Estado.

Nietzsche y las filosofías


« ...la vida se pone enferma a causa de este engranaje y de este mecanismo deshumanizado, de la "impersonalidad" del trabajador, de la falsa economía de la "división del trabajo"». —Friedrich Nietzsche**

Qué difícil es encuadrar en una filosofía a Nietzsche. A veces parece haber en él todas las filosofías. Aunque justamente por esta falta de sistema en su filosofía —por este filosofar tan desbordado—, se encuentran todas las contradicciones en sus textos, todas las negaciones. En su filosofar se halla ya la previsión contra el sistema, contra el idealismo alemán que tanto despreció: se filosofa por y para la vida y como la vida es contradicción pura (dialéctica), la filosofía de un filósofo ha de moverse a este ritmo vital: latir en ella viva todos sus reveses, todos sus echar para adelante y luego retroceder. La filosofía que se abraza a la vida con el pathos del hombre por delante; con el ethos del hombre que se adapta al pathos, en contradicción con aquella visión racionalista supresora de instintos —como él afirmaba—, contra la cual filosofaba.

La filosofía nietzscheana no es irracionalismo propiamente —y en ello reside su debilidad—, sino antirracionalismo. Actuó como reacción, como una reacción contra algunas de las ideas más aberrantes de la Ilustración (la idea de progreso, la tecnificación de la vida), pero, sobre todo, como reacción al idealismo alemán del que tanto abrevó el luteranismo y con el que coexistió en paralelo en un tiempo, y como reacción al racionalismo de la dogmática escolástica cristiana. 

Visto a la distancia, veo en Nietzsche una filosofía necesaria, una filosofía de la emancipación sobre todo para quienes —¡y estamos en pleno siglo XXI y esto no termina!— hayan sido castrado-educados bajo el signo del cristianismo, de esa extraña versión del cristianismo que solo ha servido para confinar las fuerzas instintuales humanas y alterar así nuestra fisonomía. 

Pero visto a la distancia, también me permito desterrar de mi propia fisonomización de la vida, ciertas aseveraciones nietzscheanas, cierto desprecio por la racionalidad (así a secas) y plantearme lo siguiente: Quién sabe si la capacidad axiológica en sí misma no sea tan natural en la especie —tan animal— como tener el sexo o defecar; solamente que la primera, por su novedad*, esté apenas incorporándose a nuestra naturaleza. Negar nuestra racionalidad no es menos aberrante que negar nuestro ser instintual. (No es una valoración positiva a priori: hasta el momento, la razón no se ha mostrado más eficaz que nuestra animalidad para evitar calamidades que padecemos). Y así, contra Nietzsche (y contra mi pasión por este filósofo) asirme a una visión del hombre que no niegue ni su vitalidad, ni su instinto pulsátil, ni su pathos creador, ni su racionalidad, ni su ethos, ni nada de lo que —por necesidad— la criatura sea: mi versión a modo del «amor fati» nietzscheano.

*Aquí asumo que lo mental, como la biología en sus investigaciones más recientes ha sugerido, constituye una de las adaptaciones biológicas más nuevas de nuestra especie; y —añado— que pareciera ha comenzado una lucha (casi evolutiva) entre la capacidad depredadora de la especie y la capacidad de la especie de pensar sus acciones.
**Esta aseveración, me remitió ineludiblemente al materialismo dialéctico, a pesar de provenir de un filósofo muy probablemente adversario de la lucha de clases. De esta contradicción, desencadenó este pequeño escrito.

Nicola Gradinski

Nicola Gradinski 
[Clic para agrandar]

Tomado de: aquí.

La episteme capitalista

Un mecanismo de defensa común y engañoso del hombre masa contra la homogeneización capitalista ha consistido en proclamar la singularidad de lo llamado ego. La respuesta en sí misma encierra una paradoja, pues es denotativa de toda nuestra similitud, incluso si ésta hubiese sido resultado de consumir la misma cultura o de estar normados por los mismos criterios éticos, estéticos y epistémicos. (Hasta nuestra gramática conspira contra dicha pretensión).

¿Por qué, sin embargo, se afana el hombre de estos tiempos en adherirse a prácticas culturales que se discurren a sí mismas como singularísimas? En mi opinión, porque hemos confundido el hecho de una episteme totalitaria concreta —una entre muchas otras—, es decir, de la episteme totalitaria capitalista, con la universal inclinación humana a la posesión de una episteme, de unos criterios normativos y de una cultura (en esta entrada, ya había planteado algo similar).

Nunca hemos estado más lejos de nosotros mismos que bajo el ascendiente de esta episteme colonialista, pues no solamente por sus técnicas productivas lleva ésta a los hombres a la confrontación, alejándolos; sino que estos se alejan cada vez más de sí mismos, ineptos para retomar los caminos que ya poseían. Que no eran, por cierto, más que metanormativos y metaepistémicos.
Eso que tú llamas razón egológica, yo lo llamo la voluntad sobreexaltada del hombre*. En ese sentido, hay una relación dialéctica entre dicha voluntad y el instrumental técnico que el hombre ha ido diseñando con el tiempo. La «ciencia» magnificó la capacidad técnica del hombre; pero es la voluntad —o la razón egológica— la que decide su uso. Por eso, opino que una de las críticas más erradas de la postmodernidad, o transmodernidad —como recién me enteré le llama Dussel—, es esa posición dogmática sobre la ciencia: que es un metarrelato entre muchos otros, que sirve al discurso de dominación sobre las masas**, etcétera; y que, opino, urge ser reconvertida —dicha posición— a una crítica llanamente: apreciar de qué manera la racionalidad científica nos libera contra la dominación capitalista; esto es, usar las propias herramientas del discurso hegemónico pero a nuestro favor.

Como los científicos son hombres, es innegable la pregunta por la meditación ética sobre su quehacer, pero si vamos de fondo al modo de hacer ciencia hoy (hombres con saberes hiperespecializados, confinados en un laboratorio, esclavos intelectuales al servicio de (¡sorpresa!), el gran capital y, en suma, la versión geek de los obreros alienados de las fábricas de Marx) veríamos que apenas es posible provocar en ellos alguna reflexión crítica sobre las derivaciones éticas de su labor si no hay antes una meditación sobre el proceso de acumulación capitalista*** que, incidentalmente, quizá contenga una meditación ética en quienes las experiencias éticas resulten inevitables; aunque no contenga, con toda probabilidad  —y por desgracia—, la conciencia de la razón egológica —y luego, su subversión— y de los servicios que al gran capital ha hecho.

Por cierto, una excepción célebre a la descripción del quehacer científico que señalo —de los científicos como víctimas más que como victimarios—, la encontramos en los miembros del Proyecto Manhattan, responsables de la aniquilación de los pueblos enteros de Hiroshima y Nagasaki, como seguramente sabes.

*No es relevante, lo digo para situar.

*Me parece que es una reacción ubicarla como “un metarrelato entre muchos otros”, sin reconocer su utilidad —o minusvalorándola cuando así se lo hace—, por el mero hecho de haber descubierto que, en efecto, ha servido al discurso hegemónico. Como reacción, me parece una actitud que ha salido de la entraña, que es comprensible por eso, pero que urge superar desde la crítica. Si creyera en algo como una psicología de masas, el encarnizamiento contra la ciencia (que malamente se convierte en desprecio por la racionalidad científica), marca la secuela traumática que han dejado en el imaginario las guerras de aniquilación y el expolio capitalista. Finalmente, no quiero obviar que me refiero única y exclusivamente a esa parte dogmática de la crítica de la postmodernidad contra la ciencia pues es innegable que hay una parte de esa crítica que nos previene del dogmatismo positivista de la Ilustración, etcétera.

**Si bien en la práctica es más factible que de la meditación ética, o de la actitud reflexiva —o de algún quiebre—, se llegue a la meditación ética sobre el capitalismo.

Hay un libro, a lo mejor ya lo conoces, Imposturas Intelectuales de Alan Sokal; una crítica desde la ciencia a la postmodernidad. Actualización: Más bien, una crítica a ciertas prácticas intelectuales de ciertos escritores de la postmodernidad; y no la crítica general a su programa.

El lenguaje

El lenguaje franquea siempre los límites de comprensión del mundo; pero nunca es ni definitorio —ni definitivo— de tales límites. Quizá es infundado, pero si se comprendiera esto, nos estaríamos ahorrando algunas discusiones (inanes ya) en filosofía de la ciencia. Aunque quizá no inanes en otras topografías: cada pequeña subversión personal tiene algo de majestuoso, siempre y cuando no instaure tiranías.

TEMAS

Anda en las redes el rumor de que, con la cooperación del MOSSAD (el servicio de inteligencia israelí) el país imperial mandaría a enfermar a Chávez. Una de las personas que está investigando esta posibilidad es la abogada y periodista Eva Golinger a quien he tenido oportunidad de leer en un libro coescrito con el canadiense Jean-Guy Allard en donde documentan la injerencia yanqui en América Latina en los últimos años (por cierto, ni Enrique Krauze ni Mario Vargas Llosa salen bien parados allí). La verdad es que no tengo la más remota idea de si esto sea posible y no voy a dar crédito a la teoría hasta que salgan a luz pública las pruebas incontrovertibles de ello; la gente se enferma de cáncer, aunque también es verdad que los indios de América, me parece, son menos proclives a esa degeneración de las células. No sé, especulo. Pero así como no le voy a dar crédito a esto, tampoco lo voy a descartar a priori. Me mantengo escéptica.

De acuerdo con Golinger esto mismo se habría intentado ya (aunque sin éxito) con Fidel Castro, por ejemplo. Seguro todo mundo que se informa por Internet ya vio los vídeos y hasta la página de un organismo civil en EUA exigiendo al gobierno la desclasificación de la información CIA sobre Chávez.

Más allá de los probables visos conspiranoides de esta teoría y con independencia de su probable falsedad —o verdad— lo cierto es que Washington debe andar levemente preocupado, pues la muerte de Chávez ha parecido despertar cierta conciencia dormida en algunos. Lo digo por las reacciones que he visto en redes.

Quiero decir a este propósito —me refiero a la pujanza de Chávez— que veo en él la estatura de un Bolívar. Por supuesto, no ha faltado gente (como un amigo) que ha tildado de muy soberbia la negativa de Chávez a abandonar el poder hasta la hora de su muerte. Pero yo me pregunto si no será, más bien, la soberbia del hombre postmoderno (su dios para sí mismo) lo que le impida en un acto de humildad reconocer en este hombre a un titán (o en cualquier otro). (La gente puede adorar a Ladies Gagas y dioses del fútbol, pero cuidado con admirar —o adorar— a un hombre que entregó su vida a asistir a otros y liberarlos; cuidado con eso, eso no se puede).

Hay muchas premisas falaces (y de la pereza) que se suelen esgrimir ante hombres como estos; una es decir que estos hombres suelen subestimar la capacidad de sus pueblos para salir adelante sin ellos. La verdad, es que esta posición yo no la comprendo y me parece una mala lectura de la Historia, porque lo que hace, justamente, es subestimar el deseo de los pueblos —que se supone es un principio democrático— de escoger a sus gobernantes. Los pobres venezolanos, como muchos pobres del mundo, conformaban las filas de desheredados de la tierra, los desarrapados del mundo que el capitalismo expulsa como escoria. Chávez vino a restituir de su dignidad a esta gente y fácticamente les dotó de mejores condiciones de vida; luego, entonces, no es que haya sido una soberbia de Chávez lo que lo mantuvo en el poder durante catorce años, sino la libre voluntad del pueblo que volvía a reelegirlo en elecciones libres a lo largo de todo el tiempo que gobernó (en la última elección de octubre del año pasado, votó por él cerca del 60% de la población electora). A veces no entiendo, cómo personas que creen en la democracia, pueden llegar a tan desafortunadas conclusiones (por contradictorias).

Por otra parte, como le decía a este amigo, la no reelección es un principio antidemocrático. No es la duración de un mandatario en un puesto el mejor indicador —o criterio— para medir la salud de una democracia; ni tampoco, por otra parte, las supuestas democracias occidentales han constituido ser el mejor gobierno. Como caso, le cité al rey filósofo, Federico II de Prusia, que fue la encarnación viviente de los llamados despotismos ilustrados y que, en el caso del despotismo de este rey, se trató de un gobierno más fecundo y más benéfico para sus súbditos que muchas de las actuales supuestas democracias.

En fin, temas.

Publicado originalmente el 7 de mayo de 2013 en mi cuenta Facebook, en este enlace: https://www.facebook.com/checkpoint/828281030927956/?next=https%3A%2F%2Fwww.facebook.com%2Fje.suis.eleutheria%2Fposts%2F276164765849158

Mar 7, 2013, 12:30 PM

 

 

 *Se publicó el 27 de diciembre de 2023 en el blog.

—Sobre Dios (de una charla).


INTERVENCIÓN 1

La gente que cree en Dios, deposita en él la propia confianza de su espíritu. Es una especie de intermediario, o sustituto de la confianza que se proyecta en el ser y en la humanidad, solamente que depositada en una superioridad divina. Es esa ineptitud humana —o quizá, un acto de supuesta severa humildad— para reivindicar la identidad del ser sin rubores.

Una clase de arrogancia que no perdonamos fácilmente, es la del ateo que no necesita de Dios para ser. Aunque a mí me parece que esto equivale a un autoengaño. El crédulo no es menos arrogante que el ateo; la diferencia es que proyecta su arrogancia en una entidad que él crea (Dios) y de la que, además, osa creer sin tener más datos que su fe —un acto no menos arrogante.

De la alocución anterior, se deduce que sería en verdad ridículo pensar que la credulidad —o su opuesto—, constituyan sendos actos de arrogancia. Si alguien creyera que un ateo es arrogante porque se atreve a declarar su ser sin necesidad de Dios, entonces estaría condenado a aceptar esto mismo para el creyente, aunque de otro modo. El hombre siempre necesita creer en algo. Si no cree en Dios, cree en sí mismo. El ateísmo y la fe, vendrían a ser dos formas de un mismo fenómeno; distintas únicamente por sus medios.

Decía Kierkegaard: «Tener fe es el coraje de sostener la duda». Y siempre tendrá algo de heroico aquel loco que se atreve a sostener lo insostenible. Quizá por esto, me he sentido siempre no solamente inferior ante los creyentes frente a la duda, sino bastante más flaca de mi espíritu.

INTERVENCIÓN 2

A veces creo que en el ateísmo, cierta clase de especímenes expresamos cierto tipo de ineptitud biológica. Cierta tendencia a negar la tradición, a negar lo que de más sagrado hay en el hombre: el mito.

INTERVENCIÓN 3

Creo que es un fenómeno antropológico hondo, hondo. De psicología de masas, pero también de psicologías individuales. Incluso he escrito en mi blog, entradas destinadas a explicar por qué, pese a no compartir, respeto a los creyentes. Pero así como sé que hay ateos intolerantes que persiguen al creyente por su creencia, también sé que hay creyentes que persiguen a ateos por su incredulidad. Esa onda muy humana de joder al prójimo.

INTERVENCIÓN 4

¡Claro!, para hablar de Dios, hemos creado un vocablo. Es una de las relaciones más complejas que sostiene el hombre: su relación con Dios. Y no es improbable, como le ocurría a mi abuelo, que el ser humano mude de creer firmemente en Dios, a luego perder su fe y, luego, volver a recuperarla. No sé si sea una cosa de permitirse ser laxo con sus creencias, es una cosa de ser muy creyente de ellas, como Bertrand Russell que era un férreo ateo. La diferencia entre el ateo y el creyente, es que el ateo cuenta con evidencias fácticas que sostienen su creencia —puesto que no cuenta con evidencias fácticas de la existencia de Dios— y, por lo tanto, habría, al menos, coherencia epistemológica en su posición. En el creyente no se puede pedir dicha coherencia; es, como dice Kierkeegard, valentía. Es la posibilidad de quedar definidos por nuestras ignorancias —como decía Sartre—, por la infinita parcela de realidad ignota.
 
«No es posible decir nada de nada. Por ello es ilimitada la cantidad de libros».
—E. M. CIORAN (Del Inconveniente de haber nacido)
 
 

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