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Valor aurático de la obra de arte y los plagios de Patricia Navidad a mis textos

Patricia Navidad es una cantante mexicana y una actriz de televisa, lleva varios años plagiando mis textos y publica tuits en Twitter. Los tuits que publica los publica utilizando mi propiedad intelectual. Le advertí a la red social y no ha hecho nada. Por otra parte estoy segura que ella no escribe los tuits que publica en su perfil y de hecho creo saber quién los escribe. El punto es que esta mujer es una mujer deshonesta que se presta a vulnerar la propiedad intelectual de un tercero y sus derechos de autor para catapultar su imagen. Es una tipa encajosa, gorda y corrupta que debería ser ignorada olímpicamente en las redes. Es una vergüenza que en el país pasen estas cosas y que la misma sociedad convalide a esta clase de corruptos. Lo veo con impotencia pero lo veo con nostalgia porque ahora estoy fuera de México. Lo más sorprendente es que esa misma sociedad que apoya a estos corruptos es la misma que después se queja del estado actual de las cosas. Por lo cual, concluyo que dicha sociedad y tales corruptos viven una especie de relación sádico-masoquista bastante viciada en la que ninguna de las partes quiere soltar a la otra o, por lo menos, que mutuamente se retroalimentan, por la simple y sencilla razón de que se autocompensan y autoconvalidan.

Aun cuando Twitter no tenga importancia y lo que allí se publique carezca de trascendencia, no está bien que esta individua esté haciendo esto y no debería ser hecho. Pero, más importante, no debería ser tolerado. Porque si eres capaz de tolerar a una persona que acude a este tipo de prácticas para publicar un tuit en su perfil, entonces eres capaz de tolerar cualquier cosa.

En primer lugar, Patricia Navidad está utilizando la inteligencia y creatividad de otra persona para publicar tuits en los que pretende perfilarse como la poseedora de dicho talento. Es decir, se está apropiando de la propiedad intelectual de alguien más y la utiliza como si fuera de ella. Es como si alguien se comprara un coche producto de su esfuerzo y todos los días su vecino lo utilizase sin pedirle permiso. Aunque, en realidad, es algo mucho peor. Porque en el caso del coche, lo único que está involucrado allí es el esfuerzo físico y el tiempo invertido en realizar ese esfuerzo, pero en el caso de la propiedad intelectual de un individuo concreto, además de haber esfuerzo físico y tiempo invertidos, hay un valor extra que ningún esfuerzo físico puede reemplazar: es la creatividad de la persona y el talento innato de esa persona y ambos valores son valores irreemplazables.

El esfuerzo físico lo puede realizar cualquiera y un obrero puede ser reemplazado por otro más o menos sin ningún problema para que realice la misma actividad. En este caso, lo que yo produzco va más allá del valor que implica la elaboración de un coche y constituye un valor agregado. La propiedad intelectual, como creación humana, es irrepetible. El producto del esfuerzo mental de una persona es irreproductible y a eso se refería Walter Benjamin cuando hablaba del valor aurático de la obra de arte. Por supuesto, no estoy postulando que el trabajo intelectual sea superior al trabajo manual que realiza un obrero. En cambio, estoy exponiendo por qué ambos son diferentes en naturaleza y por qué plagiar la obra de arte de una persona que resulta del esfuerzo intelectual y creativo es un delito grave. Lo que condeno no es la mímesis, porque la mímesis es inevitable y útil para el arte, lo que condeno es el intento por apropiarse del valor aurático de una persona intentando ocultar que dicho valor pertenece a esa persona.

Patricia Navidad podría plagiarme lo que quisiera si reconociera abiertamente que le gustan mis escritos y que se inspira en ellos para crear, porque entonces no estaría lesionando mi propiedad intelectual sino que la estaría honrando. Sin embargo, al utilizarla sin mencionar que es mía, está lesionándome de hecho además de comportarse como se comporta un ladrón. Por otra parte, ni siquiera es posible afirmar que Patricia Navidad agrega algo nuevo a mis textos porque a lo único a que se reduce es a pegar mis ideas en una sola pieza o mosacio y a partir de distintos bits de informacion que están dispersos a lo largo de mi obra producir un tuit que es espurio.

Por lo tanto, ni siquiera es posible decir que se inspira, solo es posible decir que plagia. Paralelo a esto, Patricia Navidad no solo copia mis textos y plagia mis ideas, sino que utiliza los mismos moldes argumentales y los criterios discursivos que yo utilizo en mis escritos para debatir una tema en los tuits que ella reproduce. Es decir, Patricia Navidad no está produciendo nada nuevo, solo está copiando, y copiando, y a través de esa copia que realiza, está ganando popularidad en redes además de manipular a muchas personas.

Ahora bien, independientemente de las ganancias o beneficios que ella pudiera obtener en las redes a través de mis escritos y de los fines que persigue, el hecho es que persigue un fin y hay una finalidad instrumental en su acción y al utilizar mis escritos para publicar y alcanzar las metas propuestas, las que sean
sin mencionar que se trata de mi creación personal, está actuando con dolo y de manera alevosa. 

Lo que ella gana plagiándome (fama, reconocimientos, followers) es algo que me tiene sin cuidado, lo que no me tiene sin cuidado y me molesta es que de hecho haya un propósito utilitario y se valga de mis escritos para lograrlo. Sobre todo, porque ni siquiera yo utilizo mis escritos para ganar celebridad en redes entre las personas o manipularlas.

Si ella quiere seguir utilizando mis escritos para publicar tuits, entonces tendrá que reconocer mi nombre, esforzarse y decir que utiliza mis escritos para publicar.

Este ejemplo es trivial, pero muestra de manera fiel cómo el grupo que he denunciado opera plagiando mis textos. Es esto justamente lo que hacen. Y lo atribuyen generalmente a alguna feminista. Obviamente este ejemplo que muestro es un plagio y fue publicado en el diario de ultraderecha El País y se lo atribuyen, como ya he dicho, a una feminista.

Mi tuit fue publicado el 23 de mayo de 2017 y el titular que muestro fue publicado el 20 de junio de 2020.

Mi texto dice: “Ni todos los psicópatas matan ni todas personas que matan son psicópatas.”
El texto en cuestión que plagia a mi texto afirma: “Ni todas las mujeres menstrúan ni todas las personas que menstrúan son mujeres.”

Y podría mostrar decenas de miles de estos ejemplos pero no cuento con el tiempo para hacerlo. Cada una las denuncias que he presentado tienen en común este modus operandi. Pero yo no tengo tiempo para estar desmenuzando cada plagio y mostrarlo. Pero básicamente se hace una combinatoria con mis textos. El País tiene varias publicaciones atribuidas a feministas en las cuales se están plagiando mis escritos. Pero El País es solo uno de los muchos medios en los que se reproducen este tipo de publicaciones. Fue así como me di cuenta que el lobby feminista en las redes es un montaje. Gracias a que me acosan y a que roban cualquier cosa que escriba pude darme cuenta que el feminismo es una agenda globalista que controlan los poderosos. Y si no globalista, globalizada por la derecha latinoamericana para acumular poder de esa manera. No es baladí que hayan hackeado mis equipos informáticos y tengan intervenidas todas mis comunicaciones. El objetivo es mantener a nuestros países mediatizados porque de esta manera es más fácil para ellos colocar su agenda o influir en general en la opinión pública. Lo cual, desde luego, es una condición misma para que puedan instrumentarla. Sin embargo, para lograrlo, necesitan engañar a mucha gente y para engañar a la gente se necesita manipularla. Y para manipular a alguien, básicamente, se necesita mentirle. Algo que mis contemporáneos buscan como desesperados porque en cierto sentido nos hemos acostumbrado a vivir en la anestesia moral y la gente necesita creer en falsedades. Es decir, buscan ser presas y objeto de la manipulación que suelen disparar los medios hegemónicos contra ellos porque buscan ser presa del engaño para no confrontarse con la realidad ni afrontarla en su desnudez y por eso creen que cosas tan disparatadas como el lobby feminista financiado por Soros/Rockefeller y seguramente muchos otros magnates y empresarios puede tener alguna pizca de verdad, aunque no la tenga. Es el opio del pueblo en un envoltorio o empaque más agradable que se presenta a las mayorías en forma de basura informacional sin que sea perceptible a ellas. Pero el chiste es que sigue siendo un medio de alienación aunque se presente en formato secularizado, es opio y es religión pero sin su forma teológica. El capitalismo ya no tiene más que estructura de ideología. El capitalismo es cultura. Eso es básicamente lo que hacen los medios de manipulación de masas en la actualidad y lo hacen, entre otras cosas, valiéndose de mis ideas y plagiando mis escritos. Puntual y literalmente. Parece que son estúpidos o algo así.


¿Qué significa ser un escritor hoy?

Normalmente, cuando pensamos en un escritor, pensamos en una persona que no solamente se va a dedicar con amor y pasión a hacer literatura, sino en alguien que además va a poseer una conciencia política por medio de la cual será capaz de ejercer una crítica sin cortapisas ante los sucesos más abominables, más mezquinos o más mediocres que se susciten a su alrededor.
 

Sin embargo, como la propia experiencia nos lo muestra, no necesariamente siempre es el caso. Los escritores no solamente no están siempre capacitados para ejercer esa crítica por más que sepan recitar los mejores poemas de Góngora, o por mucho que posean un bagaje lingüístico sutil, elevado e inclusive preciso, si se llegara a dar el caso, para exponer sus temas, sino que, incluso, muchas de las veces los escritores suelen ser precisamente los más torpes para ejercer esa conciencia y alzarse como voz de una generación necesitada de estandartes.
 

¿Por qué? Porque creo que muchas de las cualidades de las que tiene que estar dotado un escritor para sobrevivir en el mundo de la venta de libros, lo convierten casi necesariamente en un personaje servil, hiperflexible y dispuesto la mayoría de las veces a ceder posiciones ideológicas de radical importancia para su constitución y autonomía como persona, o en un monigote dispuesto a infinidad de cosas con tal de no perder su categoría, sus prebendas y su status de escritor.
 

Hay, por supuesto, algunos contraejemplos que nos demuestran lo contrario, pero esos contraejemplos suelen ser más bien la excepción que confirma la regla.

Excepciones que nos hacen pensar que los escritores suelen ser personas tan comunes, tan llenas de defectos o tan estúpidas como cualquiera de nosotros.

Excepciones que además nos enseñan que los mejores escritores no necesariamente son los más originales, ni los que mejor escriben ni los que mayor conciencia crítica poseen, sino más bien, los que más publican, los que venden más libros o los que más premios ganan, condiciones que desde mi punto de vista son indispensables para sobrevivir como escritor en un mundo inequívocamente corrupto, como suele ser en la actualidad el mundo de las editoriales.

Un ambiente regido, más bien, la mayoría de las veces, por un criterio economicista o de ventas que por un criterio fundamentalmente no mercantilista, no utilitario y mucho menos no pragmático a la hora de elegir sus materiales pero muy pocas veces, en cambio, como idealmente las personas desearíamos, un recinto positivamente centrado en la creatividad, en el arte o en la autosublimación de la individualidad de cada ser humano. Un criterio que obliga, y que permite, que pelafustanes como Arturo Pérez Reverte, por citar un ejemplo, sea hoy considerado un escritor de renombre.

Y es que, obviamente, al editor de Reverte le importa un pepino que este señor sea el rey del facsímil si va a vender millones de libros como, de hecho, este señor vende y si, además, como en este caso sucede, el escritor en cuestión habrá de tener el plus de tener opiniones ideológicas cercanas a los centros de poder que controlan a las editoriales.

He aquí, creo, entonces, en donde encuentro casi siempre abominable que los escritores contemporáneos utilicen el sufrimiento, el dolor, la ética, el hambre o la enfermedad como temas de sus escritos, porque casi ninguno de dichos escritores no es en el fondo alguien que no contribuya con sus acciones a la perpetuación de estos males.

En este sentido, me parece que casi todos los escritores mexicanos de mi generación son personas sumamente hipócritas. No solo por su incapacidad para esconder que les interesa la fama, sino particularmente porque es muy difícil encontrar hoy día a un escritor mexicano de mi generación que no utilice el dolor o los conflictos políticos presentes como material para sus escritos (como un arma utilitaria más bien) pero no porque realmente les interese el dolor, la desgracia o el sufrimiento de sus coetáneos, puesto que, como se demostrará más adelante, cuando tienen voz en los medios y hablan del dolor, o bien implica que su voz es la de un escritor sumamente pragmático, o bien implica que todos sus movimientos y sus razonamientos como escritor están conectados a los de algún grupo de poder que en su momento sabrá sacar provecho de las cualidades de su escritor para llevar agua a su molino, o bien implica que, como en la actualidad está sucediendo con las decenas de escritoras que está fabricando Letras Libres en base a la cultura del fraude, se trata de simples personas que se dedican al facsímil y de quienes, como en el caso particular de Avelina Lésper, estaré hablando en el blog en los próximos días.

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