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Las venas como una expresión patética del cuerpo

 Entrada original para Medium.

Las venas como una expresión patética del cuerpo


Tal vez tus venas tienen sangre en su estómago. No, no tal vez: tus venas tienen sangre en el estómago. Están salpicadas de ella y poco importa que esto escape a tu percepción.

Tus venas tienen sangre en el abdomen y en las piernitas, y en la espalda y en cada una de sus extremidades.

En sus cuerpos diminutos sus patitas cansadas se unen a ese abdomen y a sus pies.

Al abdomen lo siguen, manos, brazos, cuello y cabeza. Cada vena tiene una sensibilidad única y cada una de ellas representa distintos aspectos de un mismo pathos y distintas afecciones.

Vienen numeradas.

No, no necesariamente se arremolinan en un orden en específico. Los números son para que cuando suceda que a las mismas las circunden diversas células a través del flujo sanguíneo, estas últimas sepan reconocerlas.

Es importante también decir que el grueso de nuestro sistema venéreo interactúa de manera bien definida con otras partes del cuerpo y que nuestras venas son un tipo especial de nuestros estados de ánimo —o un receptáculo de los mismos — y de algunas de sus expresiones menos ortodoxas.

Entre tales expresiones podemos citar a toda la gama de los trastornos nerviosos más comunes —y también los más raros—, como si se aglutinaran en un todo poligonal de ene dimensiones en el que se alojan cada una de estas tensiones y otras más de manera ramificada.

Así dicho, cada vena es una expresión de nuestros estados emocionales y en dicho hecho radica la importancia de la vena o arteria en cuestión y, en alguna medida, su anatomía, anatomía que desde el punto de vista de la vena, es una manifestación fisiológica de tales estados. La belleza de una vena o la exoticidad de la misma está asociada a estos estados del ánimo y depende enteramente de su duración.

Se cuenta que los vértices del polígono en el que se alojan todas estas venasarterias crecen de manera exponencial, aproximándose sin límite a algunas de su asíntotas.

Los vértices están siempre conectados por familias de venas no disímiles en las que las aristas que las conectan forman parte de la vecindad de la vena y la reclasifican: a veces puede cambiar de manera inesperada el funcionamiento concreto de algún conjunto de venas en particular y, con ello, la manera en cómo se disipan nuestras emociones, si bien nunca de manera fundamental.

Aunque pudiéramos pensar que a cada uno de dichos estados les corresponde una y solo una de nuestras venas, es al revés: a cada vena le corresponde uno solo y solo uno de dichos estados, aunque a cada estado le pueda corresponder más de alguna de nuestras venas. Por ejemplo, nunca una vena representa un estado de ánimo distinto; es decir, no es posible experimentar un estado de ánimo en específico, en un momento dado, sin que exista su vena para hacerlo. Esto significa que, como ya todos nos imaginamos, nacen y nacen venas y arterias a lo largo de nuestras vidas, se reproducen sin cesar, sin que nadie, siquiera, sea capaz de notarlo, o sin que siquiera alguien sea consciente de ello. Ahora bien, y por esta misma razón, ocurre también, en cambio, que a un mismo estado de ánimo, lo suficientemente ambiguo, le pueden corresponder dos o más venas distintas para él. No, no nacen venas ambiguas, distintas, para representarlo, sino que la combinación, ambigua, de distintas venas son las que se entrelazan para representar dicha ambigüedad. Por lo tanto, es posible que a la erupción de un solo estado de ánimo suceda la explosión de distintas venas a la vez, sin que forzosamente su recíproca ocurra: que una sola vena nazca para más de un estado de ánimo distinto.

Dicho esto, es posible imaginar ahora por qué unas personas son más patéticas que otras y por qué algunas lucen menos preocupadas que las demás.

Al igual que en otros ámbitos del funcionamiento humano, aquí la genética juega un papel modulador importante y no sólo el ambiente. Arterias y personas forman un sólido interminable en el que la variedad de nuestro estados sentimentales resultan un festín genético-cultural para cualquiera.

De alguna manera dicho sólido o teselación vendría a ser una nueva forma de la diversidad biogenética y ambiental de que la antropología física nos ha hablado en abundancia, tanto para referirse al homo sapiens sapiens, o sea, a nuestra especie, como para referirse a nuestro derrotero evolutivo.

Hay un proceso interesante, aunque complejo, por medio del cual es sumamente notorio que nuestro sistema arterial, como expresión patética del cuerpo, también se degenera, o que puede hacerlo en ciertos casos. Este proceso siempre viene precedido por estallidos y explosiones abruptas en las que nuestras pasiones entran en coalición.

Si bien no todas las personas expresan esta degeneración en vida y si bien no ocurre sin que, quienes lo sufren, no padezcan un poco, lo cierto es que las personas que llegan a experimentarlo, se afirma, son una especie de elegidos, pues haberlo vivido no significa más que haber encontrado el éxtasis. Haber alcanzado el nirvana. Haber experimentado la vida con tal intensidad que es imposible partir de ella sin llegar al estremecimiento, aunque ello implique pasar después por un período de languidez-embriaguez en el que se convalece de manera indefinida y en el que la persona estremecida aparece exangüe.

Algunas investigaciones apuntan a que esta degeneración se torna en enfermedad en las personas con pocas o nulas experiencias sensoriales.

Las venas y las arterias dejan de usarse, dejan de crecer, y ello provoca una contracción del cuerpo. Un colapso. De ahí que pasemos de una expresión patética del cuerpo a una expresión patológica.

Cuando tus venas ya no se hinchan, cuando se adelgazan, cuando cada una de tus arterias inflige dolor a tus extremidades, cuando tu cuerpo ha reprimido su voluntad más básica, el cuerpo explota y lo hace a través de las venas.

Esta represión, por cierto, no necesita ser voluntaria ni autoinfligida, la mayoría de las veces es fisiológica —si no es que todas las veces — y los genes juegan un papel importantísimo en la misma.

25 de Mayo de 2018. ©

Denuncia Matemática falsa

Muy buenas tardes, Twitter, escribo para denunciar los siguientes hechos.

Quiero decir, en primer lugar, que la persona que administra esta cuenta está trastornada. No hay tal centro del Cinvestav al que dicha persona acuda, porque simplemente y sencillamente ni la persona que allí escribe es matemática, ni estudia un doctorado, ni está preparándose para un Encuentro de mujeres matemáticas ni ninguna jalada del estilo. Lo que en cambio sí ha hecho esta sujeta desfachatada es tener acceso a mi página personal, La ciudad de Eleutheria, y dedicarse desde entonces a emular mi personalidad, a inventar que es o matemática o filósofa, o cualquier otra charlatanería —dado que tengo estudios de filosofía en la UNAM, además de ser matemática— y, en suma, a saquear el contenido de mi blog y páginas personales para dedicarse a tuitear aquí. Es como si tuviera una fascinación mórbida con mi personalidad y con lo que soy, pero que, en lugar de confesarlo abiertamente después de haber leído mi blog, escribiendo un comentario amigable en algún post, por ejemplo, no soportara la idea de mi existencia, y entonces tuviera que recurrir a todos estos recursos infantiles, en donde inventa que soy yo, para sentirse menos miserable, deduzco, por no poderse asemejar a mí o no poder invisibilizarme en redes o algo muy raro y retorcido.

Si acceden a mi blog, podrán ver que en el mismo he publicado diversos textos sobre temas de filosofía, de matemáticas, de ciencia, de política, etcétera, y que todo este material y los rasgos de personalidad que se logran asir de mí a través de mis textos los adopta la tipa para crear sus perfiles bizarros. Supongo que tendré que asumir que siente una profunda e insana admiración por mí, y que por dicha razón se dedica a hacer todas estas idioteces.

Hay más de seiscientos posts alojados en mi blog y otra cantidad igual en otro miniblog en una de mis páginas en Facebook y esta tipa desfachatada, sin ningún tipo de escrúpulos ni vergüenza, toma dicho material, como si fuera Juan por su casa, para tener alguna sandez retardataria que decir en twitter y ganarse el aplauso del público. Incluso los textos que he escrito para Microfilosofía, Más Dimensiones, Rebelión, Filosofema, Detour, Dúnamis, etcétera, son utilizados por esta mujer. Digamos que es mi lectora, pero sin tener el valor para reconocerlo abiertamente. Tiene decenas de cuentas en Twitter en donde hace esto mismo, pero variando en cada una de ellas los diversos rasgos de mi personalidad y los diversos intereses que tengo. Lamentablemente y, como es obvio, me resulta materialmente imposible documentar las graciosadas que esta sujeta ociosa comete con mi blog, pues tendría que tomar cientos de pantallas para hacerlo. Por el momento, me limitaré a pedir formalmente a Twitter que cancele esta cuenta.

Adjunto un archivo PDF a este reclamo, en donde aparecen un par de pantallas que demuestran que su bio está tomada de mis escritos, dejo también un enlace a mi blog para que ustedes mismos comprueben parte de lo que estoy denunciando en este texto.

Pediría a Twitter que cancele esta cuenta, pero que, al hacerlo, ponga al tanto a esta persona de las razones por las que su cuenta apócrifa ha sido cancelada.

Quedo de ustedes.

Atentamente, Eleutheria Lekona.

Una denuncia que puse hace como diez mil años en Twitter y que nunca publiqué. La pongo aquí a modo de hecho documental, nada más. Probablemente el texto lo escribí en algún momento entre 2014 y 2017. Y ahora ni siquiera recuerdo si tan siquiera lo envié.

Y ojo, que esta denuncia debe leerse en el contexto de todas las denuncias que he hecho, cuyo resumen puede encontrarse aquí de forma parcial. En realidad, allí solo se denuncia una mínima fracción de lo que ha estado pasando, pero al menos da una idea general de la modalidad de este acoso y de la forma en que están plagiando mis escritos.

 

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