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¿Por qué no soy una feminista? Una explicación de manera somera

Incluso a las feministas no misándricas les encuentro objeciones. No sé cuáles sean las posturas que las otras sostienen, pero yo tengo un análisis fuerte, sobre puntos muy delimitados de postulados que han escrito mujeres con mucha teoría que las respalda y con mucha metodología, que he deconstruido de manera individual y que encuentro endebles. Me parece que en muchos casos se incluye como premisa lo que intenta probarse, por ejemplo. Es importante saber desligar nuestro conocimiento apriorístico de lo que queremos demostrar. Pero si como feminista, partes de las premisas que quieres probar porque forman parte de las certidumbres que ya tienes, porque te es imposible salirte de tu cubo para pensar, entonces vas a llegar a conocimiento falso y a enunciados ad hoc que solo favorecen a tu hipótesis. Y esto aplica no solo para una feminista sino para cualquier estudioso de algo. Mi intención no es demeritar el trabajo de nadie, porque mucha de estas mujeres tienen una importante investigación y han aportado datos e interpretaciones interesantes. Incluso, otras, como Rita Laura Segato, tienen conclusiones con las que coincido por completo, pero en su caso es porque ella se permitió salirse de la caja, abandonar sus categorías, hacer tabula rasa y permitirse pensar todo otra vez. Ella ha podido llegar a conclusiones verdaderas, coherentes y consistentes relativas a su investigación y consonantes con la realidad. Ella, por ejemplo, se ha podido dar cuenta que no es el patriarcado en sí, sino el paradigma productivo y las relaciones de poder que allí se establecen lo que arruina la vida en sociedad, y eso ya es un avance, quizá un día se logre dar cuenta que hasta la categoría patriarcado es innecesaria. Sin embargo, otras teóricas del feminismo también tienen interpretaciones erróneas y con mucha pobreza antropológica, desde mi perspectiva. Y hablo de feministas no misándricas. Es por esta razón que de la manera más crítica y más ecuánime posible sostengo que hay que revisar muchas de las categorías que se han formulado. Macho es una de ellas. En lo personal, yo no creo que haya machismo o hembrismo. En lo personal, yo creo que hay psicópatas y hay psicopatía. No es una actitud del género, sino del ambiente, la cultura y en una menor medida de nuestra constitución genética. Es debido a esto y a muchas otras razones, que yo no puedo ser feminista. En cuanto a otros colectivos, prefiero desvincularme porque estoy convencida de que pensar en grupo no siempre es lo más recomendable.

La vida en todo su esplendor

La dificultad de ser un ente no libre, que no acude al juicio, radica en que estamos moldeados por nuestra propia conciencia, y ésta, por nuestros lazos sociales; quien no entienda esto, no solo es alguien que vive en la más profunda inedia espiritual, sino alguien lindante en la psicosis. Si se habla de comunidades interpretativas, si se habla de psicologías individuales resultado de psicologías sociales, si se habla de vida en comunidad, si se habla de ética, si se habla de moral es porque estamos vitalmente entrelazados unos con otros, y esa vitalidad y ese enlace es una fuerza que trasciende cualquier filosofía pitera barata que aspira a estructurar las ínfulas más exasperadamente patéticas del sujeto postmoderno. Ergo, sí, hay consecuencias, hay acción y reacción, si hoy alguien golpea a un tercero y recibe una pedrada al día siguiente no es solo porque se trate del tema de la venganza en la obra de Juan Rulfo, es porque quien obró con malicia y alevosía en el primer caso está inexorablemente enfrentado a las consecuencias de sus propias acciones el día de mañana. Si no me creen, pregúntenle a quien enfrenta hoy un juicio político por haber alterado el año pasado las cifras de su inventario contable para comprarse un coche. Si la justicia no alcanza a ser repartida en forma eficiente entre todos los hombres, no es porque ésta sea ineficiente, es porque somos demasiados. Es porque estructuralmente estamos incapacitados para comprobar que en todas y cada una de las casas que hay en este mundo es impartida con imparcialidad la justicia. Puede ser que haya más psicópatas de los que materialmente estamos capacitados para mantener en la cárcel, puede ser incluso que nuestros sistemas penales y legislativos estén llenos de baches y lagunas legales que hay que reparar, pero lo que no falta, y eso creo que le quedará muy claro a cualquiera que me lea, es ecuanimidad para determinar cuándo algo es éticamente correcto y cuándo no lo es, cuándo alguna acción o algún acto violento daña la reputación, la moral, o la seguridad emocional de alguien y cuándo no lo hace, salvo que, claro, se padezca de algún trastorno o déficit social y se pretenda vivir en algún coto en el más allá de lo moralmente aceptable en el que no impere la justicia. Pero eso, me lamento, solo pasa en los cuentos de hadas. La verdad, que es la justicia, tarde o temprano cae por su propio peso. Es innecesario que se llame karma o ley del talión, basta y sobra con que se llame la vida en su acontecer histórico.

La construcción patológica del feminismo pop

Lamento tener que decirles que una vasta mayoría de lo que se produzca sobre feminismo en los próximos años, más lo que se ha producido en los años más recientes, está extraído de mis escritos, de mis correos, de mis disertacioines, de mis charlas mantenidas en mi cotidiano con mis allegados, de mis chats, de mis tesis de maestría y licenciatura, de mis tuits dejados tanto en @theriako como en @Scarbo, de lo que hable con mi hermana por teléfono en mi cotidiano, de todos los correos electrónicos que me había dedicado a enviar a mis amigos en la era prefraude y postfraude, de los ensayos, textos, esquelas, minucias, borradores que haya escrito y enviado por todos mis canales de comunicación, de los Whats y audios que envío en forma cotidiana a mis familiares y amigos, quienes se hallan en México, de mis sesiones que mantengo en Skype con mi terapeuta y de todo lo que en suma pueda ser extraído de mi cerebro a través de medios informáticos.

Y, ojo, no porque yo lo haya elegido, no porque yo haya sido quien otorgó importancia a mis letras o a mis ideas, ni porque yo dijera “ah, Eleutheria, tus cosas son importantes y deben de ser plagiadas”, sino porque esta gente encontró en las mismas y en lo que escribo algo que les resulta atractivo en la tarea de idiotizar e hipnotizar a las personas.

Sí claro, por supuesto que hay mujeres con un discurso autónomo, como en el caso específico de Laura Rita Segato, que no solo no necesitan plagiar a los demás, sino que instruyen a esos demás con sus escritos, pero no es de dichas mujeres de quienes estoy hablando ahorita. Ni tampoco del corpus teórico de muchas feministas de la vieja escuela, como Simone de Beauvoir, Betty Friedman, Christine Delphy, Hélene Cioux, y un largo etcétera, que prueba o tentativamente probaría que no todo está perdido en cuanto al tema de la apropiación ilegal que se hace de la producción intelectual de otra persona. Puesto que quiero pensar que estas mujeres fueron lo suficientemente competentes como para escribir sus propios textos sin tener que acudir a los servicios de un ghostwritter para hacerlo ni sin tener que invisibilizar la existencia de otra mujer.

Hablo de todo esto, por cierto, porque así como es menester hablar del contorno perfectamente definido de las cosas y sus bordes, como diría la poeta argentina, también creo que es necesario hablar con esa misma vehemencia de su rugosidad y exponer las irregularidades y las propiedades amorfas  que hay en ellas con la misma pasión, solo que en este caso específico no requiere hacerlo más que de la capacidad de recurrir al verbo plano, sin mayores adornos, y al entendimiento para exponerlas.

Y qué extraño, porque yo jamás he tenido problemas con reconocer la belleza en los demás. Más bien, al contrario, son los demás quienes han tenido problemas para reconocer la probable belleza que haya en mí y quienes prefieren acudir a las argucias más sucias que hay en la red para apropiarse de mi lenguaje, nociones y esquemas conceptuales, antes que reconocer que pueda haber belleza en todo lo que he escrito.

De hecho, que ocurra esto que en este momento específico cuento, evidenciaría que esta incapacidad para reconocer la belleza que otros tienen es lo que ha justo puesto en jaque mis escritos y la imitación que se hace de ellos. Lo cual, creo, es una actitud patética e imprime al feminismo pop de redes un comienzo patológico. ¿Por qué les hiere tan profundamente todo lo que haya escrito una persona en sus momentos de más profunda jovialidad?

Tal vez molesta que una simple mujer de escuela pública sea quien pusiera en jaque la corrupción que había en la sociedad y no ellos, que ni con todas las destrezas que otorga el dinero pudieron haber creado este mismo discurso sin plagiar, hackear mi computadora y haberse metido a husmear en los más profundo de mi vida para después intentar neutralizarme.

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