Reflexión sobre la pandemia de coronavirus

No cabe comparar al coronavirus con otras enfermedades más letales y luego les explico por qué. Pero básicamente, grosso modo, es debido a que esta es una enfermedad pandémica cuyo crecimiento es exponencial y cuya propagación es favorecida por la movilidad que hay en nuestras actuales ciudades. Por desgracia, el que la epidemia haya salido de una ciudad bastante cosmopolita ha definido el foco de propagación: más ciudades cosmopolitas. Los lugares que más se han visto afectados son precisamente ciudades de este tipo, como Madrid, Washington, Los Ángeles y todas las ciudades que hemos visto hasta el momento han empezado a mostrar diferentes brotes. Por tal razón es un pandemia y por tal razón la contención requiere en este caso de un tratamiento diferente. ¿Es más importante la epidemia de coronavirus que la pandemia de ébola que se vivió hace algunos años? En mi opinión no lo es, por supuesto que no lo es y de hecho es una crueldad que no se haya atendido dicha pandemia con la misma prontitud con la que se está atendiendo la epidemia actual. Sin embargo, las razones de esta desatención son políticas y creo que es conveniente dejar separados ambos aspectos en estos momentos, el aspecto propagación y el aspecto político, para no descuidar lo que me parece en este momento es más vital. Es decir, controlar la infección. El ébola es más letal, sí, pero en su momento al no haber emergido de ciudades muy grandes, sino de pequeñas provincias o poblaciones con un moderado número de habitantes, hizo posible que a pesar de la tardanza en atenderlo no se comportara como una pandemia. La ironía es que ahorita, la arrogancia humana, con su clásica tendencia a desestimar los peligros en los que podemos vernos volcados, es lo que en los hechos apresuró la propagación de esta enfermedad. 

¿Qúe es lo que creo que en concreto propagó la enfermedad? La falta de prevención y, concretamente, que no se implementaran medidas más agresivas como, por ejemplo, el cierre de las fronteras o la cancelación de aeropuertos. Se pudieron, por supuesto, haber implementado otro tipo de medidas como las que en específico implementó Corea del Sur para contener el brote. A pesar de que Corea del Sur empezó a tener casos mucho antes que Italia o mucho antes que España, en estos momentos su tasa de morbilidad es mucho más baja que la tasa que están mostrando los países de Europa señalados y, concretamente, Italia, y esto se debe a las medidas que implementaron. No es solo una cuestión de sanidad y de recursos públicos para atender la pandemia, es una cuestión de educación y de nuestras creencias. Culturalmente los orientales están mucho más ubicados con respecto a su status ontológico que nosotros, los occidentales. Por eso, para ellos emitir una alerta y extremar medidas sanitarias, que pueden ser muy restrictivas, no es una cuestión de pánico, es llana y sana prevención. Pero para el occidental esto fue motivo para hacer alarde de su infinita arrogancia. Sin generalizar. Vean lo que está pasando en Madrid, por ejemplo. Vean a las autoridades y a los políticos desestimando días antes los perjuicios que podría causar la epidemia. Todavía tuvieron el grandísimo cinismo de celebrar reuniones como la del 8M en pleno brote de la pandemia. Estábamos frente a una eclosión incontenible de la enfermedad y la gente no solo no hizo mutis, conminaron a asistir a la reunión y por eso hoy tenemos a gente como Irene Montero y a otros celebrities portando la enfermedad y, peor aún, propagándola. No se necesitan más que básicos conocimientos de aritmética para comprender que esto tiene la capacidad de propagarse exponencialmente y ni aun así la gente no hizo nada, se mantuvo en el impasse. De hecho, hasta el momento, en España no se ha instruido todavía ningún toque de queda, concretamente en Madrid que es en donde debería de instrumentarse. Allí también deberían reducir la realización de laborales y las horas de trabajo. La suspensión de labores, en general, salvo la de los sectores estratégicos y de servicios. En mi localidad se instauró el día de ayer el #ShelterInplace hasta principios de abril, en contraste. Y puede que se extienda mucho más días. 

Ahora bien, en cuanto a otras enfermedades, como la diabetes, creo que la comparación todavía cabe menos, pues aunque la diabetes es una enfermedad muy perniciosa con una alta tasa de enfermos, los enfermos no están concentrados en un mismo lugar demandando urgentemente que los auxilien. No tienes en estos momentos a mil diabéticos, al mismo tiempo, asistiendo a un mismo hospital para que los atiendan. Los hospitales no han colapsado para atenderlos. Los hospitales y las autoridades sanitarias llevan décadas atendiéndolos y han tenido décadas para hacerlo. Por otra parte, ya existen tratamientos muy efectivos para tratar a un diabético y para hacer de sus vidas, vidas muy plenas. Los diabéticos si se tratan a tiempo y se alimentan bien pueden llevar una vida con una excelente calidad de vida. En cambio, alguien que ha contraído el coronavirus y ha tenido la mala suerte de desarrollar la forma más perniciosa de la enfermedad, puede morir en unos días e, incluso, horas. La comparación no es, por lo tanto, plausible. Es disparatada hasta cierto punto. 

Es válido comparar la enfermedad con otras enfermedades para estudiarla, no es válido compararla con otras enfermedades para intentar desestimarla. La enfermedad es una pandemia y aunque no sea tan letal como otras enfermedades, por su comportamiento tiene que ser abordada con incluso más energía que con la que hemos abordado otras enfermedades. La enfermedad es pandémica y eso es lo que define la naturaleza del camino de acción a seguir. Más allá de que en general los sistemas sanitarios de Occidente sean un fiasco y requieran de una entera modificación. Pero este es un tema muy debatible y que se debe discutir aparte. 

En conclusión, lo que quiero decir es transmitir la idea de la urgencia de acatar todas las medidas para controlar la enfermedad, que hasta el momento se han mandatado. Es una cuestión de responsabilidad no solo con nosotros mismos y con los seres queridos, sino con los más vulnerables. Es una cuestión de responsabilidad social como me parece que lo indiqué en mi vídeo o en alguna otra de mis reflexiones.

Para finalizar, para los que estén interesados en continuar ahondando sobre las inequidades que hay en nuestros sistemas sanitarios, les recomiendo un libro escrito por Teresa Forcades, por si no lo han leído todavía, el cual trata todos estos temas más a fondo, el libro se llama Los grandes crímenes de las grandes compañías farmacéuticas. Es una gran lectura y se las recomiendo mucho. Es todo por el momento.

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