Esther Seligson (In Memoriam)
viernes, 12 de febrero de 2010 by Eleutheria Lekona
Pues bien, compré los dos ejemplares y en menos de una semana llegó la ocasión para obsequiarlos. Y esto ha ocurrido de una manera no menos simbólica.
Precisamente el 8 de Febrero de cada año –desde el año que nació mi hermana Paola- Paola cumple años. Y como mi hermana Paola es alguien a quien quiero tantísimo y como los libros de Seligson son libros a los que quiero tantísimo pues, entonces, la resolución era obvia: un ejemplar de “Tríptico” para Paola por ser día de su cumpleaños.
Y fue así que el 8 de Febrero de 2010 (día en que mi hermana Paola cumplió años y en el que Esther Seligson dejó de existir) mi hermana fue obsequiada con este libro maravilloso llamado “Tríptico”, escrito por la propia Esther Seligson. Vale decir que “Tríptico” aglutina en un solo tomo tres obras distintas de nuestra poeta: “Otros son los sueños”, “Diálogos en el cuerpo” y “Sed de Mar”. Estas tres obras además son radicalmente originales; narran una o varias historias con el lenguaje del poeta, pero todo escrito en prosa. Además, cada pieza está plagada de símbolos y de referencias a otras obras artísticas. De modo que es una especie de crucigrama ir descubriendo cada alusión y –cuando así ocurre- aquellos que languidecemos ante las obras de arte –como la música, la pintura o la matemática- lo hacemos aquí también.
¿Qué pasó con la otra copia de “Tríptico”?
Cuento la Historia. La Madre de una amiga quedó damnificada justo a raíz de las inundaciones que nos asolaron hace alrededor de una semana. Pues bien, hace poquísimos días -estando de visita en casa de una amistad común- me topé con la Madre de dicha amiga que -en cuanto llegué al lugar- me pidió que la acompañase a la farmacia. Mientras nos dirigíamos al lugar, la Madre de mi amiga se puso muy afligida y me comentó que se sentía desesperada por la pérdida de todos sus bienes, bienes que –con tantísimo esfuerzo había logrado comprar a lo largo de varios años. En particular, me dijo: “Mis libros me duelen mucho, se quedaron todos nadando en agua”. Estas palabras me resultaron suficientes para saber que la Madre de mi amiga sería la próxima persona en tener una copia del libro de Esther Seligson.
Casi al día siguiente de esta caminata a la farmacia, pude ver a mi amiga a quien entregué un humilde paquete de objetos que –pensé- les serían útiles dadas las circunstancias. Con la dádiva iban las siguientes palabras: “Dile a tu madre, por favor, que no llore más por sus libros y que con este libro de Esther Seligson –tan hermoso- ella ha de comenzar a formar su nueva biblioteca”. Mi amiga, agradecida, tomó los objetos y el libro.
Todo lo que puedo decir de todo esto es que, si bien de manera casi cíclica, Esther Seligson es una autora a la que recurro constantemente, no deja de parecerme extraño este encuentro fortuito que tuve con sus libros los últimos días, días paralelos a su muerte.
Tal vez resulte baladí traer este relato a mi blog. Tal vez resulte baladí hacerlo porque ante la muerte de quien fuera una de mis escritoras de cabecera –y una de las mejores escritoras mexicanas de los últimos años- lo que más bien debería uno decir son cosas solemnes del tipo de las que se dicen en Wikipedia.
Wikipedia dice:
“Esther Seligson (Ciudad de México, 1941-2010). Fue una química, escritora, traductora, historiadora y poeta mexicana.
Nacida en el seno de una familia judío-mexicana, Seligson, después de estudiar química en la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México, se vio inclinada hacia el estudio de la historia de su pueblo y de las letras. Por tal virtud, cambió su orientación profesional original y estudió las carreras de Letras Españolas y Francesas también en la UNAM y, más tarde, cultura judía en el Centre Universitaire d'Ètudes Juives en París y en el Mahon Pardes de Jerusalén.
Impartió clases de historia del teatro en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM (desde su fundación). Dio cursos de arte escénico y de montaje teatral, otro saber que su amplia cultura le hizo dominar. Preocupada por la difusión de la historia judía, impartió también en diversas sedes y tiempos, cursos de pensamiento judío.
Seligson radicó en Lisboa y más tarde fincó su residencia en Jerusalén (si bien en 2005 volvió a México*).
La escritora Elena Poniatowska que la conoció en Israel la definió así:
“Esther Seligson me atrajo por su capacidad de fakir. La vi en Jerusalén y me dio el gran espectáculo de su belleza quemada por el sol del desierto”.
Falleció prematuramente el día 8 de Febrero de 2010 en la Ciudad de México.
OBRA
A lo largo de su carrera, Esther Seligson colaboró en numerosos diarios de México y revistas y tradujo, entre otros, la obra del filósofo Emile Michel Cioran. Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores y ganadora del Premio Xavier Villaurrutia en 1973 por su novela Otros son los sueños, así como el premio Magda Donato en 1989. De su obra, Seymour Menton ha dicho:
"(en la obra de Seligson) se siente la influencia de Juan García Ponce lo mismo que de Proust, se distingue por su análisis sicológico de sentimientos y sensaciones inspirados en gran parte en el recuerdo de distintos tipos de relaciones amorosas."
Tras la ventana un árbol (1969)
Otros son los sueños (1973)
Tránsito del cuerpo (1977)
De sueños, presagios y otras voces (1978)
La morada del tiempo (1981)
Diálogos con el cuerpo (1981)
Las figuraciones como método de escritura (1981)
Sed de mar (1986)
Luz de dos (1989)
La fugacidad como método de escritura (1989)
El teatro, festín efímero (1990)
Indicios y quimeras, isomorfismos (1991)
A campo traviesa (2005)
Toda la luz (2006)
Hoy me duele la vida como si fuera un tajo
Yo, por mi parte, quisiera recordar –ahora sí con solemnidad- a Esther Seligson con el siguiente relato publicado en “Hebras” (un libro de Esther Seligson que data de 1996 editado bajo el auspicio de “Ediciones sin Nombre”).
¿Por qué con este relato? Porque a veces soy Unicornio y otras Ave Fénix.
-Y NO, LE COMENTABA el Unicornio al Ave Fénix, no irradiará en ti, poderoso e inextinguible, el fuego que aguardo, ni reconocerás en mí el nombre de tu deseo inexpresado.
Quedaremos ambos en el umbral absortos en un limbo sin cruzar las grandes aguas, cautivos en la búsqueda que se hizo camino, en el camino que se hizo búsqueda.
Llegamos al límite de un mar sin límites, un mar sin playas. Y, no obstante, fue bello, hermoso mientras lo soñamos, con la belleza del sueño que se vive en la plenitud de la esperanza…
En realidad, fue el Ave Fénix quien se lo comentó al Unicornio.
-Sólo busco ese hueco de ternura que una vez me ofreciste hospitalario, respondió el Ave Fénix.
-Precisamente, refunfuñó el primero. No quiero ya sentir tus combustiones en mi entraña.
El Unicornio quedó perplejo frente a aquel ovillo de luz que iba a requerir mucho y laborioso cuidado. ¿Cómo resolverlo?
Sin más preámbulos, abrió la boca y se lo tragó tal cual.
Y no es improbable que, bajo idénticas circunstancias, el Ave Fénix no hubiese hecho otro tanto.
Soy la ternura que escamotearás en otros cuerpos, la entrega, el umbral donde nadie más te sabrá recibir ni permitirá que atravieses.
Yo soy tu soledad…”