Una de las preguntas fundamentales de la Epistemología(*), versa sobre la posibilidad del conocimiento y las formas en que conocemos. Dicha posibilidad tiene por centro de gravedad al hombre que, desde esa perspectiva, encarna al sujeto cognoscente. Las dos principales corrientes epistemológicas del mundo moderno –ambas con datación en los siglos XVII y XVIII– son el racionalismo y el empirismo. La primera postura nace a partir de un trabajo del filósofo y matemático francés René Descartes, es decir, de sus “Meditaciones Metafísicas”; la segunda corriente tiene en John Locke y David Hume a sus máximos representantes. La síntesis de ambas –su reconciliación- puede hallarse en la Crítica de la Razón Pura de Inmanuel Kant, el filósofo alemán. {NOTA: Pongo al final del post, definiciones escuetas de distintas vertientes epistemológicas [una vertiente epistemológica es aquella que fija una determinada postura frente a la posibilidad del conocimiento (que responde a la pregunta ¿es posible conocer?), frente a los modos o mecanismos que el hombre usa para conocer (que responde a la pregunta ¿cómo conocemos?) y frente al origen del conocimiento (que responde al interrogante ¿de dónde se origina el conocimiento?)]}.
Por supuesto, anteriores a estas filosofías epistemológicas del mundo moderno hay otras propuestas; por ejemplo, el idealismo de Platón y el realismo de Aristóteles y, posteriores, hay –también- otras corrientes que –sin querer caer en juicios históricos- han rebasado a ambas propuestas, predominando -a lo largo del tiempo- el empirismo sobre el racionalismo (me refiero al pragmatismo, por ejemplo); en particular, el racionalismo ha sido objeto de varios ataques al postular un dualismo que separa “mente” y “cuerpo”. En fin, el tema es larguísimo y da para varios cursos de Teoría del Conocimiento a nivel licenciatura o posgrado.
Todo esto lo he mencionado sólo a modo de breviario cultural. En realidad, con este post, pretendo llegar a algo menos especulativo y, sí, más de carácter práctico.
Parto de la siguiente idea –que nace, como ya se dijo, de una genuina inquietud filosófica: el hombre conoce, es un ser inquisitivo que observa su alrededor y, a través de sus distintos sensores, se allega de información en relación al mundo que le rodea. A través de los años, es de esperarse, el hombre ha perfeccionado los métodos e instrumentos para acceder al conocimiento de las cosas. Sin embargo, pareciera que dicha situación queda restringida a un grupo de privilegiados. Dichos privilegiados son, por lo general y sin negar las excepciones, personas con estudios universitarios o posgraduados. Así, por ejemplo, el método científico –como herramienta cotidiana para el conocimiento- queda confinado a los laboratorios y aulas de carreras científicas; el criticismo, la lógica, el racionalismo, el empirismo, etc. parecen ser actitud epistemológica exclusiva de estudiosos de la Filosofía; el pensamiento hipotético deductivo es privilegio de los matemáticos. En fin, que todos estos cachivaches (método científico, criticismo, escepticismo, pensamiento hipotético deductivo, etc.) que son métodos, herramientas y/o actitudes frente al conocimiento, o sea, menesteres epistemológicos parecen estar no siempre al alcance de todos. Menesteres que, no es banal mencionarlo, son los andamios sobre los que se ha construido la ciencia. La ciencia que no es la única actitud, pero sí una de las más legítimas, que restituyen al hombre de una función que le es absolutamente inherente: el pensamiento (aquí, no hago juicio moral; no estoy valorando al pensamiento).
Una conclusión insoslayable que puede extraerse de todo esto es que, cuando el pensamiento está reglamentado, cuando se lo confiere de cierto método, puede uno llegar a construir monumentos científicos que han de resultar de gran utilidad al hombre (el uso de la ciencia con fines utilitarios, belicistas o mercantilistas requiere de un análisis axiológico sobre el comportamiento del hombre; es cierto que, por ejemplo, Robert Opennheimer un gran físico del siglo XX lidereó un proyecto –el Proyecto Manhattan- que habría de culminar en el asesinato sistematizado de humanos japoneses, civiles e inocentes, al calor de la radiación y uno se pregunta ¿cómo un hombre de ciencia pudo consentir esto?, ¿no era también un nacionalista fanático –chauvinista, le llamaría yo- al nivel de cualquier nazi? Sin embargo, el que el conocimiento científico haya sido usado y se siga usando para dañar a humanos, no implica que es un conocimiento que deba desecharse; implica que todos los seres humanos debemos: 1) Tratar de acercarnos a dicho conocimiento para atisbar sus alcances y limitaciones y 2) Vigilar su uso al margen de cualquier acción que perjudique al hombre). Sin embargo, como ya he dicho, dicha posibilidad es prerrogativa de unos cuantos. La desgracia del hombre común de mi tiempo, no radica tanto en su ignorancia como en los método y actitud que utiliza para conocer. Así, por ejemplo, uno puede conocer personas con exiguos estudios y, sin embargo, grandes inteligencia y sentido común; personas que –tal vez como resultado de la crianza- son capaces de adoptar actitudes escépticas y criticistas frente a lo que se diga por aquí o por allá. Puede uno también, además, encontrarse frente a personas con un alto grado de estudios, cultas y, sin embargo, poseedoras de una actitud epistemológica paupérrima. Pero también puedo uno encontrar –y este es el peor escenario- personas incultas, con un grado de estudios bajísimo y con una deficiente actitud epistemológica.
El punto central de todo esto es el siguiente (y esta quiero que sea la nota distintiva de mi post): URGE que nos fijemos, que pongamos atención -más que en el conocimiento en sí mismo (aunque sí en su calidad y esto abre espacio a otro debate)- en los métodos y la actitud epistemológica de que nos valemos para acceder a éste.
Un pueblo culto e instruido es ya un avance, pero un pueblo culto e instruido que es capaz de ser escéptico ante lo que se difunda en un noticiario, por ejemplo; que es también capaz de emitir juicios de forma crítica, que cuestiona lo que sucede a su alrededor, que piensa lo que cree y lo que afirma, que exige pruebas empíricas antes de aceptar afirmaciones asombrosas, que conoce el método científico, que dialoga y que, en síntesis, se atreve a poner en tela de juicio el conocimiento que tiene en frente (llámese noticia, acontecimiento, dato, anécdota, libro, enciclopedia) y que, al hacerlo, está dotado de variedad de métodos y actitudes epistemológicas es un pueblo más libre. Conocimiento es libertad.
Acabo este apresurado post recomendando tres lecturitas que nos pueden ayudar asaz a educar nuestro pensamiento:
“El Mundo y sus Demonios”, Carl Sagan
“Religión y Ciencia”, Bertrand Russell
“Aprender a Razonar”, Fina Pizarro
Vertientes epistemológicas
DE ACUERDO A SU POSIBILIDAD
Dogmatismo (ing. Dogmatism; franc. Dogmatismo; alem. Dogmatismus; ital. Dogmatismo). El significado del término ha sido fijado por la oposición que los escépticos establecieran entre los filósofos dogmáticos, que definen su opinión sobre cada punto, y los filósofos escépticos que no la definen (Dióg. L., IX 74). Desde este punto de vista, son dogmáticos todos los filósofos no escépticos. Un nuevo significado de Dogmatismo fue el atribuido a la palabra por Kant, que identificó el Dogmatismo con la metafísica tradicional y lo entendió como “el prejuicio de poder progresar en la metafísica sin una crítica de la razón”.
Escepticismo. Extrema se tangunt. Los extremos se tocan. Esta afirmación es también válida en el terreno epistemológico. El dogmatismo se convierte muchas veces en su contrario, en el escepticismo (de σχεπτεσυαι = cavilar, examinar). Mientras aquél (el dogmatismo) considera la posibilidad de un contacto entre el sujeto y el objeto, como algo comprensible de suyo, éste la niega. Según el escepticismo, el sujeto no puede aprehender el objeto, es imposible según él. Por eso no debemos pronunciar ningún juicio, sino abstraernos totalmente de juzgar.
Subjetivismo. Limita la validez de la verdad al sujeto que conoce y juzga no hay, por tanto, una verdad absoluta, sino dependiente del sujeto.
Relativismo. Sgún él, no hay tampoco ninguna verdad absoluta, ninguna verdad absolutamente válida; toda verdad es relativa, tiene sólo una validez limitada. Pero mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento humano de factores que residen en el sujeto cognoscente, el relativismo subraya la dependencia de todo conocimiento humano respecto a factores externos. Como tales considera, ante todo, la influencia del medio y del espíritu del tiempo, la pertenencia a un determinado círculo cultural y los factores contenidos en él.
Pragmatismo. El escepticismo es una posición esencialmente negativa. Significa la negación de la posibilidad del conocimiento. El escepticismo toma un sesgo positivo en el moderno pragmatismo (de πραγμα = acción). Como el escepticismo, también el pragmatismo abandona el concepto de la verdad en el sentido de la concordancia entre el pensamiento y el ser. Pero el pragmatismo no se detiene en esta negación, sino que reemplaza el concepto abandonado por un nuevo concepto de la verdad. Según él, verdadero significa útil, valioso, fomentador de la vida.
Criticismo. El subjetivismo, el relativismo y el pragmatismo son, en el fondo, escepticismo. La antítesis de éste es, como hemos visto, el dogmatismo. Pero hay una tercera posición que resolvería la antítesis en una síntesis. Esta posición intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo se llama criticismo (de χρϊνειν = examinar). El criticismo comparte con el dogmatismo la fundamental confianza en la razón humana. El criticismo está convencido de que es posible el conocimiento, de que hay una verdad. Pero mientras esta confianza induce al dogmatismo a aceptar despreocupadamente, por decirlo así, todas las afirmaciones de la razón humana y a no reconocer límites al poder del conocimiento humano, el criticismo, próximo en esto al escepticismo, une a la confianza en el conocimiento humano en general la desconfianza hacia todo conocimiento determinado. El criticismo examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada despreocupadamente. Dondequiera pregunta por los motivos y pide cuentas a la razón humana. Su conducta no es dogmática ni escéptica sino reflexiva y crítica. Es un término medio entre la temeridad dogmática y la desesperación escéptica.
DE ACUERDO A SU ORIGEN
Racionalismo. El racionalismo establece que las ideas son innatas. Ve en el pensamiento, en la razón, la fuente principal del conocimiento humano.
Empirismo. Doctrina que mantiene que las ideas provienen de la experiencia sensible y que, en general, niega la validez de la metafísica. Opone a la tesis del racionalismo (según la cual, el pensamiento, la razón, es la verdadera fuente del conocimiento) la antítesis que dice: la única fuente del conocimiento humano es la experiencia. En opinión del empirismo, no hay ningún patrimonio a priori de la razón.
Intelectualismo. Mientras el racionalismo considera el pensamiento como la fuente y la base del conocimiento y el empirismo la experiencia, el intelectualismo es de opinión que ambos factores tienen parte en la producción del conocimiento.
Estas definiciones las tomé de tres textos que recomiendo muchísmo:
“Teoría del Conocimiento”, Johannes Hessen
“Introducción a la Historia de la Filosofía”, Ramón Xirau y
“Diccionario de Filosofía” Nicola Abbagnano
Finalmente, querido lector, te pregunto ¿eres dogmático, escéptico, racionalista, pragmático o una ecléctica mezcla de todo? Cuándo escuchas o ves noticias, ¿cuál es tu actitud epistemológica más común? y ¿en tu vida cotidiana?.
(*) A la epistemología también se le conoce con los nombres de Teoría del Conocimiento y Gnoseología.