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by ESTEBAN MEJIAS


Los científicos Daniel y Ginette Mathurin indican que bajo el suelo de Haití hay una enorme cantidad de petróleo y combustible fosiles, y que los datos y estudios ya fueron recogidos por especialistas extranjeros. “Hemos identificado 20 enormes reservas de petróleo, y 5 de ellos son considerados muy importantes por los profesionales y políticos”. La meseta central, incluida la región de Thomond, la llanura de la Cul-de-sac y la bahía de Port-au-Prince están llenos de petróleo, dijo, agregando que las reservas de petróleo de Haití son más grandes que los de Venezuela . “Una piscina olímpica en comparación con un vaso de agua que es la comparación para demostrar la importancia del aceite de Haití en comparación con los de Venezuela”, explica.


Daniel Mathurin revela que las investigaciones de varios gobiernos anteriores han permitido comprobar la existencia de estos grandes depósitos de petróleo. Se refiere a un documento del Partido Lavalas en el poder en 2004, que habría especificado el número de sitios contenientes de hidrocarburos en Haití. De acuerdo con los Mathurin, la región del lago, con ciudades como Thomazeau y Cornillon, contiene grandes depósitos de petróleo. Preguntada sobre la no explotación de estos sitios, Ginette Mathurin dijo que estos depósitos están declarados como reservas estratégicas de los Estados Unidos de América. Si bien manifesta su incomprensión de tal situación, recuerda que el Caribe es considerado el patio trasero de los Estados Unidos.


Sin embargo, Daniel y Ginette Mathurin indican que el gobierno de los EE.UU. autorizó en el año 2005 el uso de reservas estratégicas de los Estados Unidos. Los expertos sostienen que el gobierno de Jean Claude Duvalier había verificado la existencia de un gran yacimiento en la bahía de Port-au-Prince, poco antes de su caída. Además, Daniel y Ginette Mathurin muestran que el uranio 238 y 235 y el depósito zyconium existen en diversas regiones, incluidos en Jacmel. El uranio se utiliza en reactores nucleares para producir energía eléctrica.


Tomado de "Guerra Digital para la Resistencia Mental"


OTRO TANTO SE COMENTA EN aporrea.org:


Haití abarrotada de petróleo


"Brother, I'm dying", Sandra Lorenzano

"Brother I'm dying"
Sandra Lorenzano

Escucho las noticias que llegan de Haití, leo los reportes, los artículos, las entrevistas, los mensajes que mandan por Twitter. Miro los videos y las fotos de la tragedia. Digo qué horror, qué horror, qué horror… Tres veces a modo de conjuro. Hablamos a la Embajada. Juntamos agua, medicinas. Sigo diciendo qué horror. Hace dos días fuimos a ver qué sucedía en los albergues del GDF. La gente se está muriendo en las calles por el frío. No hay comida suficiente. No hay abrigos. Eso es acá, no en Haití. En esta ciudad nuestra, también nos topamos con el horror. Pero hoy es Haití. Una desgarradora foto de un hombre llorando con un bebé muerto en brazos. Hay cien mil muertos, dicen. Se abren las antiguas fosas y se echan los nuevos cadáveres. No hay cómo juntar tantos.

Camillas improvisadas y palas mecánicas funcionan por igual. Se cayó un hospital. Se cayó una guardería. Las madres esperan tensas sentadas en sillitas frente a un edificio en ruinas. Pienso en Hermosillo. En los niños de la guardería ABC. Pero hoy es Haití. Las imágenes que llegan nos dejan sin aliento, sin habla. El silencio quiere ser solidario. No me alejo de la pantalla, como si en saber qué está pasando también a mí se me fuera la vida. Me encuentro con una mujer de rostro redondo y ojos de una vivacidad impresionante. Pareciera tener menos de treinta años. La escucho hablar en un video de youtube. Nació en Puerto Príncipe. Es una conferencia que dio en alguna universidad de Estados Unidos, donde vive desde los doce años. Su voz tiene el aplomo de quien ha pasado por todo; de quien ya está de vuelta. La voz de los que no tienen voz, la llaman algunos. La voz del país más pobre del hemisferio occidental. La voz de ese pequeño territorio que fuera el primero en abolir la esclavitud. El país bañado de sangre por Papa Doc y por su hijo. El país de Aristide y de las galletas hechas con lodo y manteca cuando no hay más que comer. Pero también el país de René Depestre, de Jacques Roumain, de Mimi Barthélémy y de tantos otros maravillosos escritores. Y allí nació Edwidge Danticat, una mujer que escribe de desarraigos, de discriminación, de cuerpos marcados. Una mujer que denuncia a través de una lengua hecha de poesía y dolor. Brother, I’m dying es el título de uno de sus últimos libros. En él relata la muerte de su tío, el Reverendo Joseph Dantica (la “t” final en el apellido de Edwidge se debe a un error de escritura en el acta de nacimiento de su padre), a los 81 años cuando se encontraba en custodia en el Krome Detention Center de Miami por tratar de ingresar a Estados Unidos, de manera legal. Anualmente 300 mil personas son detenidas por el Departamento de Seguridad Interna. El Reverendo Dantica decidió dejar su país después de un tiroteo entre la policía haitiana y los cascos azules de Naciones Unidas en su propia iglesia, la que él mismo había construido. Al llegar a la Florida, fue acusado de “fingir” la enfermedad cardiaca que lo aquejaba y se le retiraron todos los medicamentos. Murió a los pocos días. La joven escritora haitiana escribe, a partir de esta historia, un conmovedor testimonio sobre las injusticias que padecen los inmigrantes. Premiada en numerosas ocasiones, Edwidge, quien llegara a Nueva York a reunirse con sus padres a los 12 años, sin hablar una palabra de inglés, se ha convertido en un referente insoslayable cuando de nueva literatura americana se trata. Desde su primera novela, la melancólica Breath, Eyes, Memory, publicada en 1994, hasta sus declaraciones sobre las consecuencias del terremoto que asoló Haití (“esto es el Apocalipsis para este pequeño y abusado país”), el compromiso de Danticat con su gente y con todos aquellos que pasan por situaciones de injusticia, de carencias, de maltratos, es fundamental en su vida y en su escritura.

Hoy, que tantos y tantos haitianos murmuran “Brother, I’m dying”, el horror vuelto palabras por la literatura se vuelve imprescindible plegaria.


Publicado en "El Universal"

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