Una de las cualidades que más sorprenden en las personas, es la capacidad para resistir los embates. A esta capacidad en la actualidad se le llama resiliencia, pero no sería despreciable en algún modo acudir a los griegos y a los pensadores latinos –a Séneca, por ejemplo– para saber cómo se concebía en aquella época a este tipo de capacidad en el hombre.
Séneca en particular se refería a esta habilidad como una habilidad para la existencia, es decir, una habilidad a través de la cual el hombre enfrenta la adversidad. Por ejemplo, en uno de sus libros Séneca afirma: “Las cosas prósperas suceden a la plebe y los ingenios viles: y al contrario, las calamidades y terrores, y la esclavitud de los mortales, son propios del varón grande. El vivir siempre en felicidad, y el pasar la vida sin alguna turbación del ánimo, es ignorar una parte de la naturaleza. ¿Eres un gran hombre? ¿Cómo saberlo si no te ha dado la fortuna oportunidad con que ostentar tu virtud? Viniste a los juegos de Olimpia y en ellos no tuviste competidor: llevarás la corona olímpica, pero no la victoria”, en donde es claro que Séneca otorga un sentido de grandeza a quienes no sucumben a sus propios derroteros y se ciernen sobre el vulgo que los aprisiona. Pero en donde es también ostensible que Séneca valora en gran manera la capacidad del hombre para apartarse de la muchedumbre y el pensamiento común y en este sentido hacer gala de su propia capacidad para trascenderse y trascender la esfera de lo ordinario como una forma de acrisolarse.
Asimismo, es posible establecer una relación entre la resiliencia, concebida como la capacidad para resistir la adversidad, y la suerte, suerte sobre la cual Séneca sentencia con las siguientes palabras: “La fortuna no quita sino lo que ella dio, y como no dio la virtud, no puede quitarla: ésta es libre, inviolable, firme, incontrastable, y de tal manera fortalecida contra los sucesos, que no sólo no puede ser vencida, sino siquiera inclinada.” Es decir, para Séneca, como se observa, no hay modo de hacer que la suerte empeore, porque nuestro destino no está sujeto a veleidad, nuestro destino está en nuestras manos y nos pertenece inexorablemente. Es de los idiotas pensar lo contrario y de los sabios tener fe en nuestra propia templanza y en nuestro propio juicio, juicios y templanza a los que cabe llamar virtud.
Séneca finalmente entendió la injusticia inherente al mundo y en este sentido sentenció que a las personas más afortunadas no les estaría permitido la procrastinación, el ocio y, en algún sentido, el no ser partidarios de la resiliencia. Séneca afirma con estas hermosas palabras: “Muchas cosas no son lícitas para ti que sí lo son para los hombres humildes que están despreciados en los rincones: la grande fortuna es servidumbre muy grande.”
Y tú, querido lector, ¿qué opinas de las posiciones de Séneca? ¿Piensas que es posible conciliar y contrarrestar la adversidad de la vida con una buena dosis de resiliencia?
*La imagen ha sido tomada de Internet.