Representante de casilla


Vengo llegando a casa.

Acabo de recibir mi acreditación como representante de casilla y alguna papelería importante y necesaria para este domingo. 

Estoy muy emocionada y con una suerte de sentimientos diversos entremezclados. En primer lugar, nerviosa porque será mi primera vez como cuidadora de casilla (una decisión que tomé en forma libre y voluntaria, cabe aclararlo). En segundo lugar, contenta porque se trata de una elección pletórica en representantes de casilla por parte de los partidos, 2 millones de representantes aproximadamente (no me parece una exageración afirmar que gente de la izquierda tenga algo de responsabilidad en el número de esta cifra). Por el otro lado, tengo el temor de que ese día se vayan a suscitar actos de violencia contra los representantes ciudadanos de casilla. Aunque mi temor es más bien por la gente de los estados, pues por la estructura geopolítica de la capital, más o menos confío en que aquí las cosas transcurrirán en forma apacible. Lo que en cambio no podría afirmar –aunque lo deseo– es que este mismo escenario se reproduzca en las otras entidades electorales. Todo mi reconocimiento a quienes saldrán a votar, allí, donde está metido el ejército y el narco (esta eclosión desmesurada de cárteles, delincuencia organizada y ejército en las calles propia del sexenio de Calderón). De hecho, en el curso se nos dijo que en algunas zonas de Naucalpan en el Estado de México, en donde hay narcomenudeo, no se meterá a representantes pues es más importante la seguridad de la persona que otra cosa.

Bien. Nos reunió la representante suplente de nuestra sección electoral --a mí y vecinos-- y, antes de entregar papelería se hizo una pequeña charla (ya saben, la gente de izquierda que no es fan de las discusiones).

Entre otras cosas se indagó sobre esta gran pregunta que sigue atosigando a buena parte de la ciudadanía. Es decir, de acuerdo a la ley electoral, ¿cómo debe votarse? y luego, ¿qué es lo mejor para la coalición?

Aunque, por supuesto, hay muchas personas que ya saben esto, yo quiero dar no solamente mi propia explicación, sino mi opinión al respecto.

1) Viabilidad jurídica

La ley electoral* establece que si una coalición está compuesta por n partidos (digamos, los partidos P1,P2,…,Pn), entonces éstos tendrán que aparecer en la boleta postulando al candidato de la coalición y que, ergo, el ciudadano podrá cruzar alguna de todas las combinaciones posibles en que pueda votarse por la coalición. Llamemos --como ya se ha hecho-- n al número de partidos en la coalición y k al número particular de partidos de dicha coalición por los que yo soy simpatizante. Entonces, puede ocurrir que yo simpatice únicamente con k=1 partidos de la coalición, o con k=2 partidos de la coalición o con k=3 partidos de la coalición o, en fin, con todos los partidos de la coalición, es decir, con k=n partidos de la coalición. Por otra parte, el número k de partidos por los que soy simpatizante, determina una o más posibilidades (las llamaremos combinaciones) de tipos de cruce en la boleta. A cada una de estas posibilidades –que se traducen en una combinación posible para emisión del voto– la representaré con el símbolo C(n,k), en donde n me dice cuántos partidos en total tiene mi coalición y k, con cuántos de dichos partidos de la coalición simpatizo yo (la premisa lógica es que simpatizo con al menos uno de ellos). Entonces, existen C(n,k=1) cantidad de formas distintas de escoger combinaciones de un solo partido tomadas de nuestra coalición de n partidos, C(n,k=2) cantidad de formas distintas de escoger combinaciones de dos partidos tomadas de nuestra coalición de n partidos, C(n,k=3) cantidad de formas distintas de escoger combinaciones de tres partidos tomadas de nuestra coalición de n partidos, y así, hasta llegar a C(n,k=n) formas distintas de escoger combinaciones de n partidos tomadas de nuestra coalición de n partidos (el caso de simpatizar con todos los partidos de la coalición). En donde, la suma de todas estas combinaciones, constituye el número total de las combinaciones posibles.

Esto es muy sencillo de comprender. Veámoslo con un ejemplo.

Hagamos n=3 (el número en nuestra coalición).

Combinaciones de 1 partido tomadas de 3, C(3,1): Votar uno solo de los partidos de la coalición (existen 3 combinaciones distintas de hacer esto).
Combinaciones de 2 partidos tomadas de 3, C(3,2): Votar dos de los tres partidos de la coalición (existen 3 combinaciones distintas de hacer esto, ver FIGURA 1).
Combinaciones de 3 partidos tomadas de 3, C(3,3): O sea, votar los tres partidos de la coalición correspondiente (existe una única combinación de hacer esto).


FIGURA 1. Existen 3 formas o combinaciones posibles de votar por 2 partidos de una coalición compuesta por 3.

Entonces, el número total de combinaciones en que puede votarse, suponiendo n=3 partidos en la coalición son: 3+3+1=7; es decir, el votante puede elegir alguna de estas siete formas.

Compliquemos un poco el número; si n=5, tendríamos lo siguiente:

Combinaciones de 1 partido tomadas de 5, o sea C(5,1): Votar uno solo de los partidos de la coalición (existen 5 combinaciones distintas de hacer esto).
Combinaciones de 2 partidos tomadas de 5, o sea C(5,2): Votar dos de los cinco partidos de la coalición (existen 10 combinaciones distintas de hacer esto).
Combinaciones de 3 partidos tomadas de 5, o sea C(5,3): Votar tres de los cinco partidos de la coalición (existen 10 combinaciones distintas para hacer esto).
Combinaciones de 4 partidos tomadas de 5, o sea C(5,4): Votar cuatro de los cinco partidos de la coalición (existen 5 combinaciones o formas distintas de hacer esto).
Combinaciones de 5 partidos tomadas de 5, o sea C(5,5): O votar los cinco partidos de la coalición correspondiente (existe una única combinación de hacer esto).

Entonces, el número total de combinaciones en que puede votarse, suponiendo n=5 partidos en la coalición son: 5+10+10+5+1=31; es decir, el votante puede elegir alguna de estas treinta y un formas.

Existe de hecho, una expresión algebraica muy sencilla de implementar --el coeficiente binomial de k números tomados de un conjunto de n-- por medio de la cual el cálculo de estos números se hace muy sencillo. Basta conocer el número n (número de partidos por coalición) y, después, ir variando k desde 1 hasta n para el cálculo del coeficiente binomial y, al final, hacer la sumatoria de estas cantidades para obtener el total.

FIGURA 2. Cálculo del coeficiente binomial.

Como no es ésta una clase de matemática y como cualquiera puede comprender esto ingresando a Wikipedia –o con el ejemplo–, nos saltamos la notación y nos quedamos con el hecho práctico de entender estas combinaciones. Lo medular del asunto es saber que en términos de ley electoral se puede elegir la combinación que nos plazca (ojo, sea cual sea la combinación de partidos elegida de la coalición, se suma un voto para cada partido constitutivo de la coalición elegida y uno y solamente un voto para el candidato de la coalición). Sin embargo, soy partidaria de que se oponga cierta estrategia en esto o, si se prefiere, metis política a fin de buscar, sobre todo, beneficio para los ciudadanos sin, empero, obstar a los partidos en la mentada tarea de llegar a acuerdos en el Congreso (sus famosos acuerdos que se han vuelto excusa para la postergación de la cantidad del número de necesidades políticas que se nos antoje: recuérdese que mucha de esta gente tiene por quintaesencia de la vida, la emisión de más y más y engorrosas, ilegibles, mamotréticas y abstrusas leyes como paso previo ineludible para gobernar [sé que esto es discutible]).

2) El óptimo

En los círculos de izquierda, hay un pequeño debate sobre la forma de hacerlo. Por ejemplo, en el curso se nos dijo que salvo sí tener el elector inclinación por alguno de los tres partidos, entonces se vote por los tres (teniéndose en cuenta, según se nos dijo en el curos si bien no lo he corroborado, que el primer 6% de los votos se computa al partido de más antigüedad, el segundo 6% al de segunda mayor antigüedad y, así, hasta acabarnos el total de los votos) y que, por supuesto, si se tiene una decisión distinta, se efectúe. 

Una gente dice que a fin de que la cosa del conteo se haga la cosa más simple del mundo –y contrarrestar la posibilidad de que en las cuentas se nos haga el fraude o, más bien, que por la complicación de éstas el fraude se hiciera más facilón– pues, entonces, elijamos uno solo (he visto a Navegaciones recomendar esto en su Twitter, por ejemplo).

De esto no sé mucho qué decir, creo que hay tal vez una componente de subjetividad en la opinión. Finalmente, en el acta de cómputo existe un renglón para contabilizar los votos de todas y cada una de las formas o combinaciones posibles de votar por la coalición de nuestra preferencia y ya allí, con los palitos anotados en cada renglón (al estilo de junta 4 y haz 5 con la diagonal), pues la complicación de las cuentas disminuye. Sin embargo –un sin embargo importante– sí he notado algo en los cursos a los que he estado yendo, de veras a una cantidad no despreciable de gente se le complica esto de hacer las combinaciones. Se atoran, yo pienso, por una cuestión psicológica; lo he visto con mis propios ojos (aprovecho para decirlo muy explícitamente –un poco por si algún despistado ectevista visita mi blog–, la gente que está en esto es gente apartidista, gente muy porfiada en algunos casos, pero muy digna, muy honesta y dispuesta a dar la batalla el 1 y demostrar que se ha entendido que esto de la política se pudre si no hay participación activa ciudadana, o en otras palabras, participación política).

Paso al meollo.

Hemos visto que hay un empoderamiento de los partidos; particularmente de los llamados partidos grandes: PAN, PRI y PRD, en ese orden. Y yo no quisiera, porque además soy una persona no militante, que este empoderamiento continuara. De modo que urge no solamente dar una lección histórica de nuestros progresos en tanto ciudadanos conscientes de su propia ciudadanía –como la gente de Regeneración Nacional lo ha estado haciendo– sino además, como ciudadanos que saben meter en aprietos a los partidos y deciden no obsequiar demasiadas concesiones.

Allá en el curso, cuando intentaba dar mis razones sobre esto, varios de los compañeros mencionaran que no era importante y que estaba bien votar por los tres, que lo importante es que le llegue el voto a AMLO. Por supuesto, yo les dije que no pensaba como ellos y que esto sí era importante. Mi razonamiento es que no puede ser que, dado el sistema actual partidocrático, persista tal sistema. No sé si sea conveniente mudar a una cosa bipartidista; la verdad no lo sé. Lo que sí creo saber es que, dadas las cosas como están, hay que desconcentrar en general el poder de los partidos y, simultáneamente, abrazar la idea de algún día ver desaparecer esperpentos como el verde y, en general, buscar otras formas de acotarle el poder a éstos; (y creo que lo que me insta a este tipo de razonamientos no es que sea yo una apartidista beligerante –que lo soy un poco–, sino la idea de poderes concentrados y pervertidos, avalando, promoviendo y financiando la barbarie humana).

O sea, mi propuesta es votar por uno solo de los partidos de la coalición. Luego, aunque esto ya es enteramente subjetivo y quizá ligado a un breve pero intenso antiperredismo que a veces me posee, votar por uno de los partidos de la coalición a modo de no empoderarlo inexorablemente. La verdad, para mí los mejores legisladores y políticos de la coalición los aglutina el PT (esto también es gusto personal) y así será mi emisión.

Cierro.

Convoco a que ese día hagamos de lado todas nuestras diferencias. Ese día, bien unidos todos. No tiene ningún sentido enarbolar ideal comunitario alguno –aun si fuera por fines egoístas–, si el hacerlo nos impele a ofender a los demás, llamarnos pejezombies (como estoy condenada a ser llamada desde hace aproximadamente un sexenio por el llano hecho de pronunciarme simpatizante de AMLO, por ejemplo) u otras ofensas a causa de la confesión de nuestras ideologías o prácticas políticas (insistiré, los excesos con el lenguaje suelen ser sintomáticos de alguna imposibilidad). Se cae nuestro ideal de progreso cuando nuestros medios para alcanzarlo se fincan en acciones de criatura retrógrada. Se pasa del ideal al fanatismo vacuo y huérfano de autocrítica.

*Artículos 93, 95, 96, 97, 98, 277 y 295 del COFIPE.

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