Pacificándome

A veces, para pacificarte y volver a observar todo con una nueva mirada, es necesario sustraerte del trajín cotidiano de las cosas. Hasta del pensamiento, incluso. Es pues, menester, pacificarse. Yo así le voy a poner a esta nueva tendencia a salir de este espacio para tomar un aire distinto que te permita volver y, luego, continuar. Le llamaré pacificarme. Y hete aquí que estos días he estado haciendo justamente eso, pacificándome. Y pacificarme no es evadirme de la realidad, salvo que a causa de alguna enfermedad del cerebro perdiera yo lucidez y habilidad para observar lo que ocurre en la esfera que me contiene.

Me he pacificado, pues, estos días. Muy felizmente he estado pacificándome. Leyendo un poco de aquello, observando un poco de esto, aspirando un tanto más de esto otro, escuchando aquella musiquilla tenue y confortante.

Pero a mí eso de la pacificada me ha de durar, como más, una semana. Cuando te internas en la actividad de mirar lo que sucede en tu esfera ya es bien difícil que después abandones. No es que te vuelvas adicto. No. Es que tú quieres mirar y comprender y prospectar e, incluso, idear directrices de acción que permitan dar un viro. Yo no entiendo por qué eso de los planes y proyectos para la mejora de la comunidad ha de quedar consignado en unas pocas manos, en unas pocas personas a cargo de los destinos de todos. Bárbara incongruencia. De allí deviene, en buena parte, la imposibilidad –después- de ejecución de los planes. Y ya ni qué decir del actuar moral de aquellos en quienes recae la consecución de dichos planes. Tal vez por eso convendría más que de cada país salieran varios otros; es una forma sencilla de decir que no siempre conviene hacer adaptar las necesidades de pequeñas comunidades a lo trazado para una comunidad de comunidades. Claro que por las ansias de poder de los hombres, resulta más conveniente pensar en naciones fortificadas a partir de vastos territorios que las constituyan (estados, provincias, municipalidades o como se quiera) que en naciones pequeñitas –aunque bien organizadas- que, por su pequeñez, posean pocos recursos y, en consecuencia, poca fuerza. Claro que se supone que los estados y municipios poseen sus propias legislaciones, pero –al final- debido al centralismo federalista –a menos aquí en México así se estila- lo que termina por importar no es lo que suceda a nivel local a las comunidades, sino la suma de lo ocurrido a todas éstas (lo malo que sin las correspondientes sinergias).

Pero véase cómo, a pesar de mi querer pacificarme, yo no encuentro manera de reconcentrarme del todo en mí misma y olvidarme de lo demás. Sonará a chistosada, pero hasta he pensado en irme de retiro espiritual a ver si así logro la completa pacificación. Un día, por ejemplo, me metí a hacer yoga. Bueno, mala decisión, yo salía de esas clases, teluriquísima, hirviendo de angustias y mucho peor de lo que iniciaba. Deserté. No sé si era la voz de la maestra o qué. La única maestra de yoga eficaz conmigo ha sido mi amiga Azuc y párale de contar. No hay  más.

La cuestión es que necesito de veras pacificarme y tan lo necesito que los últimos meses he estado bastante desconectada de mi realidad política. Es decir, sí me entero, leo las cabeceras de algunos periódicos, vía mis amigos blogueros me mantengo más o menos informada, etc. Pero, en realidad, no me he estado informando como a mí me gusta hacerlo, a cabalidad, bien. Yo creo que estoy pasando por un período de intoxique/desintoxique y yo creo que es normal y no me voy a espantar porque así ocurra. Además, este domingo, por ejemplo, terminando de la pedaleada, seguro me voy al mitin que habrá afuera de la embajada de EUA; no en sí porque piense de veras que se vaya a dar la intervención yanqui (como si no lo estuviéramos ya. Además de que, hasta ahora, no ha pasado de ser algo no confirmado), como por ver a la prole resistente y salir renutrida (de sus ideas, de sus bríos); a mí con ver a y hablar con, por ejemplo, la activista Julia Klug -como me ocurrió la vez pasada-, me basta para recargar pila. Podré engañar al mundo, pero no a mí. Ni qué pacificada, ni qué nada. Mis tambores están repique que repique.

5 comentarios:

    Yo creo que el deseo de pacificarte del que hablas es muy válido pues en estos días ha habido muchísimo ruido mental, a mí me ha pasado lo mismo de diez días a la fecha. Supongo que habremos de considerar el vertiginoso devenir cotidiano junto con la idea de pacificarnos como algo complementario y no antagónico. Deberemos hallar la manera de embonar y conciliar ambas partes en la medida de lo posible porque simplemente no podemos desenchufarnos.
    Pues así es ésto. En estos días hay que ser todólogos, versátiles, flexibles, creativos, capaces de observar la gama de grises y medios tonos...en fin, implica un gran esfuerzo físico y mental andarse por las ramas y divisar el camino entre medias tintas pero es solamente una etapa, un periodo de reacomodo para redifinir confirmar e incluso generar nuevos principios que tienen un sólo y único camino para andar y entonces podremos volver a enfocar correctamente y sentirnos tranquilos y en paz sin necesidad de disociar elementos de nuestra realidad
    para comprenderla. Supongo que eso es evolución y crecimiento.

     

    Yo creo, Jen, que si no nos pacificamos, que si no recurrimos al acto introspectivo, a la contemplación separada de las cosas, está bien difícil continuar la caminata. Hay algunas personas que se dedican al activismo político o a la defensa de los derechos humanos y siempre están inmersos en esa actividad y uno cree que no se cansan. Después, te das cuenta de que son personas con una profunda vida interior y que esa forma de ser, pareciera, ya viene como integrada en ellos (aunque dudo mucho que no sea resultado de un largo y concienzudo trabajo).

    El día que olvidemos la belleza que hay en el mundo, habrá perdido sentido luchar por él, por su conservación, por dejarle algo mejor a las generaciones que nos siguen. Yo no quiero nunca olvidar todo lo bello que hay allá afuera.

    Y, sí, no hay un antagonismo entre actuar y responsabilizarte y, poder -al mismo tiempo- tomar un respiro. Uno más o menos es todas las cosas que uno es, siempre. También por eso es peligroso entregarse a la depresión o a la tristeza. Porque cuando te abandonas, se te va casi todo lo que eres, te quedas como hueco y, por eso, luego, las personas –exánimes de vacuidad- recurren desesperadas al suicidio. Yo tengo mi opinión sobre el suicidio y no lo condeno y jamás condenaré a un suicida, porque cuando una persona llega a esa situación límite, transgrediendo este punto de no retorno, ya está bien difícil darle la vuelta y porque, además, sólo el suicida sabe y conoce la carga de tormentos que lo apesadumbran. Y creo, entonces, que por eso es importante siempre hacer un esfuerzo extra, adicional, que nos permita vislumbrar otros caminos, otros modos. No regodearse en el dolor, ni hundirse en la tristeza más que –quizá- como para acrisolarse.

    Yo luego, acá, publico mis aforismos del rencor –y tengo titipuchales- es otra forma de liberar, un modo contestatario de reaccionar. Me da mucha risa, por ejemplo, cuando me acuerdo de mi abuelito diciendo: “Yo hay días que quiero agarrar una escopeta y salir a dispararle a humanos. Uno sale muy tranquilo a la vida y el mundo está jode que te jode”. Supongo que decir esa tontería, libera a mi abuelo de afanes genocidas. Es decir, la palabra, el acto creador, las imágenes para los artistas, los números para los matemáticos, los acordes para un músico, todas las cosas que nos liberan de nosotros mismos, terminan, en efecto, liberándonos. Lo increíble es que somos nosotros mismos quienes nos damos la libertad o nos la negamos.

    Jen, alma policroma, te abrazo.

     

    Basta fuerte, estamos que nos leemos. Siempre querré saber qué está pasando en el sur, allá en la Argentina -me acuerdo del cuaderno de viajes de Vasconcelos y todo el amor que le prodigaba a aquel lugar. Bueno, eso qué, ya estamos en tiempos actuales.

    ¡Saludos!

     

    AUTOCONOCIMIENTO PARA CRECER. ESTÁ RENOVANDOTE... BIEN!!!!

     

    Danitza, se oye muy bien eso -me la creo- y espero que así sea.

    Te súper abrazo.

     

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