Teselación in crescendo



 Carlos Sierra, Mina Sovay, 1960.
 

A veces encontramos demasiado información en la web que intenta explicarnos las cosas, ante la vorágine de incertidumbre y de corrientes ideológicas, la gente intenta agarrarse a alguna ideología en específico frente a la cual poder volcar sus propias aspiraciones. Sin embargo, me pregunto –en el tono más objetivo posible– ¿es necesario que sea así? ¿Es necesario que vivamos volcados en antagonismos insalvables y categorías irreconciliables? Más allá de que elijamos un weltanshauung en específico para explicarnos el mundo –ante lo cual no puedo sino sentir un profundo respeto siempre que esto ocurra de manera autónoma por mucho que pueda disentir–, ¿es imprescindible vivir confrontados? Ante esto, pienso, ni siquiera resignificar un vocablo cualquiera pudiera tener ya sentido. Atacar machaconamente y sin argumentos una ideología frente a la cual se sienta una especial tirria lleva un costo. Mi propuesta es, partamos de cero, excluyamos de nosotros todo ese ruido ideológico cargado de fanatismo, de escasa responsabilidad y de envidia, que no ha hecho sino alejarnos, y aspiremos entonces a ser individuos libres. La libertad es menos un objeto que se alcanza en un momento en específico que una aspiración continua del ser. La libertad, por otra parte, es una palabra tan prostituida en estos días, que alejo de mi núcleo más cercano cualquier atisbo que intente enmascarar pretensiones ideológicas concretas con dicho término.

Permitamos, no que se masifique nuestra concepción de la libertad, permitamos que dicha noción sea producto de un constructo psicológico interno que no radicalice[1] al otro.

[1] En el sentido más ramplón en el que dicho término suele utilizarse.

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