jueves, 26 de diciembre de 2013
by Eleutheria Lekona
Más o menos todo el grueso de nuestra sociedad aparece atravesado por el ideal psicoanalítico y tiende a explicar sus infelicidades en términos de variaciones o de reproducciones fidelísimas de un diagnóstico cuyos pilares más importantes aparecen primordialmente en «El malestar en la cultura». Al margen de las manifiestas críticas frente a las cuales el psicoanálisis, como teoría científica, se cae, lo cierto es que existen montón de anécdotas muy divertidas en toda nuestra cultura de masas que satirizan de forma espectacular la neurosis que, de acuerdo con dichos postulados, aquejaría a nuestra reprimida sociedad contemporánea. Leyendo un resumen de tales postulados —nada cansino, por cierto— encontré algunas citas a otro celebérrimo texto donde se nos ofrece un interesante contraste entre las costumbres que se estilaban en la baja edad media europea y las que nuestros manuales de alta etiqueta preconizan hoy día como parte de esta operación de reprimir y sustituir apetencias. Y ha sido tal la carcajada en que esta irrelevante anécdota me sumió (soy yo quien despierta de su sueño dogmático) que decido compartir el texto. A diferencia de esas otras sátiras tan recurrentes, el texto referido parece ser uno de esos escritos de académicos de humor moderado (seguimos a Freud en esta apreciación*) adonde, no obstante, termina uno riendo a bocajarro. ¡Benvenuti!
«Los preceptos sociales que afectan a la flatulencia pueden servir como metáfora de la represión que la sociedad impone al individuo. En el siglo xv, cuando se planteó el asunto por primera vez, lo más preocupante era el ruido: “Lo mejor es purgarse sin hacer ruido. Pero más vale soltarlo con ruido que aguantarse las ganas [...]. Siempre que se pueda, debe hacerse en soledad. Si no, por cortesía se debe velar el ruido con una tos”. En el siglo XVIII ya nadie mantenía que fuese mejor expulsarlo, en vez de reprimirse: “Es una gran zafiedad soltar un viento estando en compañía, tanto si es por arriba como por abajo, aun cuando se haga sin ruido; y es vil e indecente hacerlo de manera tal que pueda oírse”».
*Si se lee el texto, se verá que sí.
NOTA: Tengo mi propia refutación al psicoanálisis; breve como la de Karl Krauss, aunque bastante menos literaria.