Esperanza de Manual

La esperanza es un rayo que efluye de nosotros y, un día, la enfermedad general de la sociedad o el desconsuelo, se lo lleva. Por eso, mantener la esperanza en estos días, se torna en un mecanismo de defensa autoaprendida –en una estrategia de espantosa alienación– que, si bien nos protege de los embates del colectivo, al mismo tiempo nos aleja de la posibilidad real de cambiar desde sus más reales estructuras todo aquello que nos aqueja. Por eso, aunque moleste al más fiel de mis lectores, para mí la esperanza se ha convertido en un lastre, en una forma de la fe que nos lleva al autoengaño y, más en el fondo, en una forma de egoísmo. En una plegaria que rezamos cuando nos sentimos impotentes y resulta más cómodo “enconcharse” –esa palabra extraña pero necesaria en estos momentos, por insustituible–, que salir a la realidad, encararla y hacer algo de fondo, para que cambie, en vez de rezar. Muy horroroso todo el mecanismo de la esperanza. Una forma de la fe y el autoengaño que estos días no tolero. Hipocresía burguesa, o pequeñoburguesa, que no nos lleva a ninguna parte más que al (provisorio) bienestar individual. ¿Esperanza? Inacción. ¿Esperanza? Autoconsolación. ¿Esperanza? Zen egoísta de carácter yoico lleno de individualismo. ¿Esperanza? Falsa sanación, falsa camino. Esperanza que invoca una sociedad agrietada que lo único que sabe hacer es rezar padresnuestros de treinta y tantos centavos para que el cielo no se le venga encima. Me da asco la sociedad y su esperanza cristiana. Nada ha cambiado. No puedes pasar de la indolencia, como por arte de magia, a la esperanza, sin haber hecho nada real por tu sociedad. Eso se llama ser acomodaticio, buscar la autoaceptación y la aceptación mostrando una plegaria vacía de acciones para congratularte con la sociedad. Se llama buscar el perdón entre el pópulo mostrándote poseedor de una falsa humildad que te homogeneiza a los otros, sin haber hecho nada real (como los otros) por los demás. Se llama llano egoísmo y llana enfermedad social. La esperanza en 2021, ante el contexto de la pandemia, se llama oportunismo. La esperanza es el canto automansturbatorio que se canta la sociedad a sí misma para celebrar que no ha muerto —en parte gracias a su egoísmo—, como ya murieron los otros. Y en verdad sé que existen faros que no inciden en esta caracterización y tal vez por ese grupo valdría la pena conservar nuestra fe en la esperanza, pero, ¿entonces?, ¿cuándo recibirían sanción los que sí han hecho el daño solo porque tenemos que precavernos de este tipo de señalizaciones en aras de los que no lo han hecho? Se me hace un acto de una hipocresía colosal y de un pequeñoburguismo a cuál más, intolerable. ¿Cómo puede haber esperanza, si se ha revelado que la sociedad, como tal, es un monstruo? Discúlpenme, queridos lectores circunstanciales, detentadores de la esperanza —enajenados o no—, pero yo de su sociedad de la esperanza, me deslindo; su sociedad de manual que no encara los hechos más puramente existenciales que son necesarios para nuestra pervivencia aquí en la tierra, no sirve.

2 comentarios:

    Publicado el 30 de mayo en el blog, pero escrito en la fecha adjudicada de publicación para este mismo —es decir, el 9 de mayo—.

     

    Este texto se escribió el 9 de mayo de 2021.

     

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