Respuesta a la pregunta, ¿eres un personaje influyente en tu país?
jueves, 20 de junio de 2019 by Eleutheria Lekona
Yo hasta antes de 2012 consideraba que no era una persona influyente en mi país — en realidad y en términos prácticos, no lo soy — , de hecho, me consideraba una persona bastante bajo perfil cuya única peculiaridad consistía en amar profundamente la ciencia (concretamente la matemática) y la filosofía, y haber abierto un blog para discutir públicamente la pirámide de falacias que hasta ese entonces se habían difundido en medios electrónicos alrededor del fraude de 2006 que en ese momento se había perpetrado en contra del candidato de las izquierdas.
En esa época yo escribía mucho, mandaba muchos correos electrónicos con reflexiones y ensayos a variadas personas, cartas, objeciones, e inclusive réplicas a programas de radio y de TV, además de escribir ensayos por mi cuenta y por puro placer sobre lo mismo: política.
Esto me obliga, no sin reservas a contextualizar. Contextualizar porque creo que quizá este dato te permitirá entender por qué en las motivaciones de esta psicópata hay matices de odio, envidia y violencia, los cuales justifican lógicamente su conducta. No lo perdamos de vista, estamos hablando de una mujer psicópata y los psicópatas, por mucho que sepan o puedan aparentar lo contrario, jamás poseen móviles racionales para ejecutar sus delitos. Y más especialmente si se trata de psicópatas con perfil delictivo como ocurre en el caso particular de esta psicópata.
La razón es simple: alguien que en su momento experimentó un cierto afecto hacia mí y quien hasta la fecha, o eso creo, albergaba cierto respeto por lo que escribía y pienso, un buen día recomendó mi blog, La ciudad de Eleutheria, en el sitio web en el que esta psicopatozuela escribía. Era un lector más de los muchos que tengo en facebook por ejemplo. Meses después, dicho individuo entabló una relación con dicha individua. Una relación afectiva. La individua, desde el momento en que supo que el sujeto había recomendado mi blog, entró a mi blog a leerlo y comenzó a imitarme y a, en general, apropiarse de los temas, opiniones, que estaban vertidos en mi blog, de mi visión de las cosas, gustos, pasiones, lenguaje como si fueran suyos, literal. Y, por supuesto, también comenzó un largo proceso de acoso.
De hecho, en este punto es importante además decir que no fue el plagio y la imitación lo que de principio me hizo sentirme molesta por la situación, pues inclusive tengo textos, como el arte y la originalidad, en los que planteo y comprendo el papel de la mímesis para ciertas producciones, sino todo lo que vendría después.
De allí se desató una historia que involucra a una mafia cultural de bastante poca monta radicada en mi país y presidida por Enrique Krauze. ¿Por qué o cómo se involucró esta mafia? Por dos razones. La primera, la psicópata en cuestión es una militante a ultranza de la ultraderecha de mi país, ella es literata y sí, con la clara y manifiesta ambición de ser escritora, puesto que se presenta en sus espacios como poeta . Y con algunas relaciones en ese ámbito en los círculos respectivo s. Y dos, la segunda: en ese momento, o pocos meses después de que el acoso de esta sujeta empezara, se me ocurrió escribir un texto intitulado Crítica de una hermenéutica pro liberal en el que vertía una crítica bastante pesada contra el respectivo texto de nombre homónimo del historiador mencionado, Enrique Krauze. Después conectaría que la psicópata también estaba vinculada a este grupo cultural y, probablemente, como conjeturo, trabaja para ellos en calidad de ghostwriter.
A él —es decir, al historiador—, una tuitera le dio a leer el texto en ese momento porque le pareció interesante y él prometió casi de inmediato que lo leería ante la insistencia de la tuitera y que daría después sus comentarios, cosa que por supuesto nunca hizo, si bien corrigió tiempo después su libro e incluso publicó un texto en su página con dichas correcciones en el que por supuesto jamás mencionó que esas correcciones estaban inspiradas en mi escrito ni que eran las mencionadas en mi crítica hacia su escrito. Es decir, retomó las correcciones que yo le hice en mi crítica a su escrito y ni siquiera tuvo el valor de mencionarlo. En fin, no hice mutis del asunto porque yo ni siquiera en su momento, cuando escribí el texto y se publicó meses después en Rebelión, pensé que alcanzaría tanto eco entre las personas ni pensé que se difundiría tanto en las redes. Ahora lo leo y me parece un texto bastante artesanal y provinciano.
Pueden leerse estas notas donde hago comentarios al respecto, nota i, nota ii.
Al mes precisamente de que yo escribiera mi crítica, Letras Libres, la revista que dirige este intelectual, publicó un suplemento especial en el que prometían una crítica al paradigma liberal cuya bandera ellos enarbolan. Por supuesto, su suplemento era una respuesta a mi crítica pero en el mismo nunca me mencionaron. Yo hojeé unas cuentas hojas de ese número que publicaron y me di cuenta de inmediato que había plagios a mis textos y a la manera de articular los argumentos en mis textos, los cuales suelo publicar en mi blog. Luego, observé que estos textos con estos formatos emulando a los míos eran atribuidos a mujeres particularmente. Mujeres contemporáneas a mí, quienes de pronto y como por arte de magia se presentaban como grandes mujeres de la cultura utilizando mi lenguaje y plagiando todos mis textos. En especial recuerdo a Estefanía Vela Barba. Estaban plagiando abiertamente mis textos. También era notable cómo después de la publicación de mi crítica, ellos publicaron la suya. Como si el hecho de que yo publicara mi crítica los hubiera hecho sentirse avergonzados y ello los llevara obligatoriamente a publicar el suplemento. Como ya mencioné, ellos jamás mencionaron que fue mi texto el que desató dicha vergüenza. En la mía vertía una crítica sustancial al paradigma neoliberal para los cánones de ese entonces. Después fingieron demencia y ahora todos aparentan que la manera en la que yo escribía mis textos en ese entonces en mi blog y la forma en me aproximaba críticamente a un tema era la manera natural en la que ellos lo hacían. De la noche a la mañana, todos escribían igual, Avelina Lésper incluida. Es decir, copiaron como macacos de un circo, literalmente, mi modo de escribir.
Esto fue subiendo de tono —me refiero a la respuesta proveniente de los círculos de derecha— y entonces empezaron a difundirse por twitter perfiles de tuiteras con estas mismas características, quienes publicaban columnas en las que había plagio a mis textos y una referencia directa a los temas que siempre habían sido de mi interés y que directamente pueden consultarse en Eleutheria. En algunos, era notorio que quien escribía intentaba o pretendía mejorar los argumentos que yo misma había presentado en mis textos sobre un particular tema, como si estuviera compitiendo conmigo o como si me tomara como el modelo o paradigma a seguir y al que había que superar. En otros, la intención, aunque burda, era refutarlos. Pero en todas estas cuentas había siempre una fijación con mis temas, mis ideas, mi lenguaje, además de haber burlas, mofas, excesiva vulgaridad y demás fruslería. Paralelo a esto, la psicópata me atacaba en su perfil y hacía alusión a cosas y hechos que solo podría saber quien hubiese tenido acceso a mi computadora, a mis correos electrónicos y a mis chats. Y sí, por supuesto, a mi cuenta Facebook, que aunque era un perfil privado, la sujeta se las arregló para infringir las reglas y accesar a él. Probablemente hizo ingeniería social o algún truco del estilo.
Yo era tan asquerosamente ingenua y cándida en ese momento, que no me di cuenta, sino hasta meses después, que habían hackeado mi ordenador. Por eso se me hacía extraño que hablara de todas esas cosas e incluso tuve sueños en los que aparecía el timeline de la tipa cubierto de mierda —literal— debajo de los colores fucsia que usaba para adornarlo. Sabía que el sueño me estaba diciendo algo, pero no lograba entender qué. Escritos poéticos, cuentos, cartas que había escrito a amigos y allegados y que jamás envié, ensayos de la maestría, de todas esas ideas, de todo este cúmulo de conocimientos producto de mi exploración intelectual se apropió esta sujeta y con ello se dedicó a dictar cátedra en su cuenta twitter al modo en que yo lo hacía en mi perfil en facebook. Incluso con mi sentido del humor, que era demostrativo de mi identidad según se puede pensar, simplemente, fusilándoselo todo.
La epistemología, la lógica, las ciencias, la historia, la filosofía, la política, la literatura, la religión, la poesía, la música, la antropología, materias que siempre amé y sobre las cuales he perorado, todo eso fue sustraído por esta lumbrera del Internet y vertido en sus espacios como si se tratara de ideas y concepciones que ella misma hubiese creado. Lecturas, como El Mito trágico del Angelus de Millet de Dalí, de las que se mofaba y a las que aludía como si le fueran en verdad familiares, aunque siempre con un tono de resentimiento, por ejemplo. O lecturas que en general eran representativas de mi recorrido por la literatura y a las cuales mencionaba con mofa para apropiárselas. Pero, sobre todo, para alardear que sabía que yo las había leído porque se había metido a los confines más recónditos de mi computadora a husmear mi alma. Algo en definitiva escalofriante y propio de un demente. Y me río, porque me llevó meses darme cuenta que había hackeado toda mi computadora y había extraído todos mis escritos. Textos que escribí hace siglos, por ejemplo, y que había querido mantener en privado sin publicar y que, de hecho, a pesar de que ya los hurgó todavía no he publicado y reservo para mí.
Concomitante a esto, la psicópata comenzó a publicar en la web en la que escribía (web a la que casualmente borraron del mapa después de que por correo electrónico le contase a Eliana Valzura todo esto, pidiéndole un consejo y revelándole el nombre de la individua) textos en los que había un claro plagio no solo a los textos de mi blog, sino a todos los ensayos que había escrito para la maestría y que hasta la fecha no están publicados en ninguna parte y, por supuesto, a cartas y ensayos que había enviado por correo electrónico y hasta escritos poéticos míos que mantenía en privado. La sujeta incluso modificó a posteriori algunos de sus textos para disimular el plagio. Por ejemplo. O, como ya he comentado, ha publicado blogs fantasmas a los que atribuye fechas de publicación muy anterior a la fecha de la publicación del mío, con la intención de restar originalidad a mi obra, como para decir, a ver no, a ella no fue a la primera que se le ocurrió esto ni la primera que escribió así. Obviamente en esas weblogs hay plagios de mis textos o pasquines que los emulan. Se las ingeniaba, por otra parte, para que yo me enterara que esas webs existían.
El acoso fue intenso, en verdad.
Al año quizá de esto, empezaron a surgir muchas cuentas de tuiteras que se autodefinían como historiadoras, filósofas, politólogas, internacionalistas, antropólogas, que estaban plagiando mis escritos, como el caso de Alejandre Eme Uve, por ejemplo. Todas se presentaban como escritoras de alto calado que tenían un lenguaje espectacular, en todas sus cuentas daban cátedra con mis ideas y haciendo alarde de mis conocimientos como si no les hubiera costado otra cosa adquirirlos que el haberlos leído plasmados en mi blog o en los ensayos y múltiples escritos que hackearon de mi máquina. En todos los textos había plagio a mis escritos y en los tuits, los publicados en mi blog y otros medios electrónicos y los jamás publicados. Había obviamente también ideas. Es decir, todo lo que está en mi mente y se me ha ocurrido alguna vez lo han utilizado para construir estos perfiles falsos.
Otro punto a destacar es que todas esas activistas tenían en común que se dedicaban a impulsar el feminismo. Sin olvidar las cuentas en las que se presentan como si se trataran de perfiles de la izquierda ni las cuentas en las que se presentan como perfiles que adhieren para la derecha y presentan un discurso conservador y profamilia.
Por ejemplo, en la cuenta de una supuesta @DoctoraGlas (regresando a los perfiles sobre feminismo), aparecen en sus tuits paráfrasis textuales a mis escritos. Lo cual refuerza la idea de que figuras específicas como George Soros podrían estar detrás de ciertas corrientes del feminismo, financiándolo. En particular, en México el feminismo se está utilizando para golpetear a Andrés Manuel. También creo que quienes están apoyando dicha forma maniqueísta del feminismo y pervertida son Felipe Calderón y su pandilla, así como gente allegada a Enrique Krauze.
Como al año siguiente —porque esto cada vez sube más de tono— las cuentas con estas características habían crecido exponencialmente y empecé también a notar, aquí ya con un poco de pánico, que había gente que estaba escribiendo en tales perfiles, así, literalmente en algunos casos, las cosas que yo hablaba en mi vida privada con mis allegados, como si alguien me estuviera escuchando.
Aquí tengo que volver a contextualizar. Suelo ser una persona que cuando se siente en confianza, ama mucho hablar; amo mucho charlar, amo mucho hacerlo, como todas las personas supongo yo, y lo hago mucho con la gente que amo, amigos y familiares. Suelo hacerlo de muchas cosas, de lo que me interesa, de lo que está sucediendo en el mundo. Hay horas y horas, de todos estos años a la fecha, de estas charlas mías en las que he opinado hasta desfondarme de toda clase de cosas: nutrición, política, aerobics, sociología, gym, biología, bioética y ciencias médicas, salud, cine, literatura, farándula, matemáticas por supuesto, filosofía, psicología, historia, mi propia vida privada, cómputo, relaciones interpersonales etc., etc.. Pero todo esto en el entendido de que lo hacía con mi círculo de allegados y sintiéndome con la confianza de hacerlo sin tapujos.
Pues bueno, fragmentos, extractos a veces en su totalidad, compendios, resúmenes, paráfrasis de todas estas opiniones y conceptualizaciones han aparecido en twitter atribuidos a los perfiles en tales cuentas y, por supuesto, han aparecido también en la cuenta oficial de esta psicópata. Todo lo que he hablado los últimos seis años de mi vida está en las redes, de una u otra forma.
Por lo cual resulta aterrador que lo que hablo, o parte de lo que hablo, aparece en twitter.
No sé si quien lea esto alcance a dimensionar el significado de lo que esto significa. Personalmente creo que para cualquiera que ame la vida intelectual, esto puede ser una especie de minicatástrofe porque la gente que suele estar volcadas a este tipo de actividades solemos ser especialmente celosas de nuestra intimidad y de nuestra identidad. Las personas que estamos acostumbradas a construir la identidad de forma autónoma, no gustamos, o no solemos gustar, del exhibicionismo ni de la actitud histriónica. No es un sacramento ni es manda, pero postulo que hay otras necesidades espirituales, más fuertes, que pueden entrar en conflicto con la actitud histriónica y por lo que alguien podría preferir evitarla. No te vendes en una red por un momento de gloria ni vendes una idea a cambio de un like. Por mucho que tengas ganas de insultar. Producir una cantidad ingente de apreciaciones en una red es un síntoma de escisión y descomposición psíquica. Es un malestar de la cultura. La psicopatía en muchos sentidos se expresa en estas redes.
Yo por supuesto no puedo demostrarle al mundo que esto es cierto. ¿Yo cómo le demuestro al mundo que lo que están leyendo hoy en un tuit en una cuenta falsa es algo que platiqué ayer con mi hermana? Es más, hasta pensamientos de mi interlocutor más habitual, quien es un humano brillante, además de un gran ser humano, han salido en tales perfiles, se los he mostrado y los ha reconocido, lo mismo que mis familiares se han quedado pasmados las veces que les he dicho, “¿te acuerdas del otro día que hablábamos de no sé qué tema que te dije tal y cual? pues bueno, mira, así textual, está aquí en un tuit en una de dichas cuentas.” Sin estas cuentas no hubiese también plagios a mi blog, no tendría razones yo para sospechar, pero el chiste es que los hay.
¿O cómo te convenzo que la semana pasada me dediqué a ver lo del chisme de Edith González, que en realidad es una desgracia, a leer sobre el tema y sobre marcadores biológicos, puesto que estuve investigando del asunto para hablarlo con mi hermana, y que días después aparece en un perfil que coincide con una de las cuentas como identificada de las que administra la psicópata, quien, se puso hablar ayer, con su característica ignorancia, del mismo tema? ¿Una cuenta a la que además ya había bloqueado porque, en la misma, la sujeta, justo después de haberle contado esto a un contacto por dm y colega en twitter, hizo mofa pública en un par de tuits —cuyas pantallas envié a mi amigo— como si tuviera acceso a mi cuenta? Y que te vuelvo a enviar a ti. ¿Me creerías?
Yo sé que suena demencial, pero te prometo que es verdad. Yo, ¿sabes?, con toda humildad te digo que no creía ser, hasta hace algunos años, una persona influyente en mi país o en mi sociedad o en la sociedad de la información a la que pertenezco, cuyo marco de acción estos días son las redes sociales primordialmente, pero ahora, después de esto, empiezo a sospechar que de algún modo hay algo influyente en mi pensamiento o en mis escritos o en mi manera de conceptualizar las cosas (algo influyente aunque sea en un grado mínimo) que puede mover a la gente a realizar cosas, pero que hay alguien, o un grupo de gente (al que sin duda la psicópata de la historia pertenece) que nomás no quieren que ese potencial o ese influjo que podría potencialmente haber de mí en las personas, sea retribuido o reconocido a mí. Y sin duda la psicópata de esta truculenta historia es una de las personas más interesadas en que no se reconozca.
En mi perspectiva y en concreto, quienes están detrás de todo esto son miembros específicos de la derecha; me atrevo a citar nombres como el de Felipe Calderón o su esposa; Enrique Krauze, por supuesto, Javier Lozano y un puñado más de lo que hace algunos años se solía conocer como “el yunque”.
Entre otras muchas cosas, lo que este grupo pretende es sin duda polarizar al país.
No sé, en lo personal no me considero ni me concibo influyente, el solo hecho de preguntármelo me hace sentir mal. Digamos que, en cualquier caso, el posible influjo que hay de mí en el pequeño circuito social en el que me muevo está siendo minimizado, porque a la gente de mi país que pertenece a la eterna derecha no le gusta que sea yo quien goce del reconocimiento de la gente. Aunque sea el reconocimiento estúpido de un tuitero. Probablemente hay un pequeño influjo de mí en un cierto sector, tal vez exiguo, de mi sociedad, sin embargo, sin duda alguna, ellos ni siquiera lo saben.
Ahora bien, el problema de fondo para mí es el siguiente: entiendo que pueda haber gente que quiera plagiarme, entiendo también que alguna de esa gente carezca de la honestidad intelectual para reconocer que les gusta en algún sentido lo que escribo y, más aún, para reconocer que me plagian, lo que sin embargo, no entiendo ni acepto, ni creo que debiera ser así, y que es la razón por la cual estoy comenzando a publicar estas cosas, es que esta persona, con tal de consumar su agenda deshonesta, su acoso y su deseo de convertirse en mí, esté inclusive teniendo acceso a mis dispositivos informáticos y a lo que yo hablo.
Este texto fue actualizado el 12 de diciembre de 2020.