lunes, 14 de octubre de 2019
Rostros apostasiados: lectura eferente
Un cianotipo de lo que habíamos acordado había quedado en una de las cajoneras del escritorio, al recogerlo para continuar al día siguiente con los trabajos de construcción de las maquetas, noté que había debajo de la impresora de al lado del escritorio una fotografía en la que yacíamos los tres luciendo blanquecinas, relucientes y casi metafóricas sonrisas, como si cada una de ellas significara nuestros anhelos de perfección, de ser algo grande en el cosmos de naturaleza inalcanzable que nadie más había sido. Había también en las mismas algo de hipocresía, a decir verdad; no, corrijo, no era hipocresía, era impostación, como si hubiéramos estado forzados a desplegarlas. ¿Quién o qué hizo que años después cambiaran nuestros rostros tan radicalmente? El tiempo, solo el tiempo tuvo la respuesta.
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