miércoles, 16 de octubre de 2019

La vida en todo su esplendor

La dificultad de ser un ente no libre, que no acude al juicio, radica en que estamos moldeados por nuestra propia conciencia, y ésta, por nuestros lazos sociales; quien no entienda esto, no solo es alguien que vive en la más profunda inedia espiritual, sino alguien lindante en la psicosis. Si se habla de comunidades interpretativas, si se habla de psicologías individuales resultado de psicologías sociales, si se habla de vida en comunidad, si se habla de ética, si se habla de moral es porque estamos vitalmente entrelazados unos con otros, y esa vitalidad y ese enlace es una fuerza que trasciende cualquier filosofía pitera barata que aspira a estructurar las ínfulas más exasperadamente patéticas del sujeto postmoderno. Ergo, sí, hay consecuencias, hay acción y reacción, si hoy alguien golpea a un tercero y recibe una pedrada al día siguiente no es solo porque se trate del tema de la venganza en la obra de Juan Rulfo, es porque quien obró con malicia y alevosía en el primer caso está inexorablemente enfrentado a las consecuencias de sus propias acciones el día de mañana. Si no me creen, pregúntenle a quien enfrenta hoy un juicio político por haber alterado el año pasado las cifras de su inventario contable para comprarse un coche. Si la justicia no alcanza a ser repartida en forma eficiente entre todos los hombres, no es porque ésta sea ineficiente, es porque somos demasiados. Es porque estructuralmente estamos incapacitados para comprobar que en todas y cada una de las casas que hay en este mundo es impartida con imparcialidad la justicia. Puede ser que haya más psicópatas de los que materialmente estamos capacitados para mantener en la cárcel, puede ser incluso que nuestros sistemas penales y legislativos estén llenos de baches y lagunas legales que hay que reparar, pero lo que no falta, y eso creo que le quedará muy claro a cualquiera que me lea, es ecuanimidad para determinar cuándo algo es éticamente correcto y cuándo no lo es, cuándo alguna acción o algún acto violento daña la reputación, la moral, o la seguridad emocional de alguien y cuándo no lo hace, salvo que, claro, se padezca de algún trastorno o déficit social y se pretenda vivir en algún coto en el más allá de lo moralmente aceptable en el que no impere la justicia. Pero eso, me lamento, solo pasa en los cuentos de hadas. La verdad, que es la justicia, tarde o temprano cae por su propio peso. Es innecesario que se llame karma o ley del talión, basta y sobra con que se llame la vida en su acontecer histórico.

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