Nomporta cuánto tiempo pase, la a que fui, que soy, sigue allí, latente. Así es como ves transformar un rumor de mar en acantilado. Es más, hablemos con profusión de este rumor de mar.
Nace el rumor de mar de entre las olas, con y sin tu aquiescencia a tu vida se aproxima, merodea, anda allí por doquier mientras tú, en tu sala de estar, meditabundo, te pierdes en toda suerte de consideraciones. Hace combustión el viento en rededor tuyo en cuanto te toca, agua a raudales que de tu cetro emerge. Y el rumor de mar, autónomo, ya está allí. Se aposentó. Sólo eso. Como si fuera poco. Y puedes, taciturno, sorber de tu taza de café lo mismo que ver ascender el humo de tu cigarrillo. Y el rumor de mar que ya existe y que un día vio nacer de sí un acantilado, ¿qué más podía obsequiarte tu rumor de mar, sino esta cima, este Olimpo en que te encaramas a contemplar el paso de los que son sólo mortales?
Y tú crees que tu rumor de mar está vivo, como una hormiga especial.
Quien sabe de la belleza de hormigas y otros bichos, esperemos que no termine siendo un ilota, tan palurdo el elemental, maniatado por las cadenas que su libertad le impone. Y frente al espejo o debajo de la regadera o en posición fetal cuando resuellas o petrificado cuando las lágrimas te salinizan, allí, allí va tu rumor de mar que, ¿sabes?, no tiene nada de tuyo. Y en esa ausencia de parentesco, postiza (eres un a), consista tu condición de a. Postiza para ti que ves el parentesco –no lo edificas- y tranquilamente intuir a tu rumor de mar. Y tu rumor de mar que no intuido te circunvala.
Todo viene hacia a mí, el viento. Todo huye de mí, el día. Y mi yo en relación a los objetos, se pierde. Las cosas –danzarines- a las que me adhiero.
Rumor de mar, te invoco y te veo en medio de la tempestad, de procelosos paisajes, de nubarrones, de piedras que nacen de la arena, de océanos que son grises, de una poca de espuma, de un ebúrneo imaginario que viene detrás de un rayo de luz que no existe y que he creado -paisaje de naturalista- como herramienta de mi reconstrucción, como en la guerra cuando de entre los cascotes le eriges algún palacio al viento. El viento que hoy hace remolinos sobre la mar. El viento que enreda hoy tu acrecentado pelo sobre tu rostro. El viento que un día se separó del agua.
Viento que recibe es una advocación de viento que entrega dádivas.
Lejos, muy lejos de ti el rumor de mar ruge. Y aunque te mires las manos y contemples un rostro que era tuyo en el tuyo y musites en solitario y un pequeño sismo te posea y una memoria enclenque refute viejos dogmas y pase que no pasa, entonces el rumor de mar, a lo lejos, ábrego, a ti se dirige y persiste más allá de tu propia habilidad para admitirlo. Rumor de mar que es, que llama, que alitera cuando tú estás ausente, que por ti habla.
Una columnata natural te dio a ti este rumor de mar. Vas. Contemplas. Oyes aún. Captas toda la luz. Faldón a rastras. Incorporado estás. Ningún lamento triste. Proverbial imperturbable. Te ciñe. Siempre has afirmado con una leve sonrisa. Sueltas. Ya hay este reconocimiento. ¡La imagen es mucho más vasta! Metáforas varias de la inmensidad. Aparece y todo, que está allí.
Simplemente inspirador!
ResponderEliminarabrazos.
Hola Eleutheria un gusto escribirte. quizá tu me puedas ayudar. Me parece que tu hermana y yo fuimos compañeros de clase durante la Universidad. a ella la recuerdo con mucho cariño y durante cierto tiempo he intentado localizarla pero sin éxito hoy, por casualidad de la vida encuentro un blog a su nombre y en él veo que tú le has hecho comentarios es por eso que me atrevo a escribirte,. Por favor espero puedas hacerle llegar mi recado... que me escriba, o bien me llame; me dará una inmensa alegria poder saber de ella.
ResponderEliminarJuan Pablo
esjuanpablo@hotmail.com
ERES INMENSA COMO EL MAR!!!
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