Una reflexión alrededor de un tweet




La hostilidad hacia quienes tienen opinión sobre los eventos políticos no solo aumenta, sino que está blindada sobre toda clase de prejuicios.

Justo hace un rato, leía un tweet de un chico en Twitter cuya escritura me resulta con frecuencia agradable, y cuyo tweet recitaba más o menos lo siguiente:

"Para poder arreglar el mundo de afuera, primero hay que arreglar el mundo de dentro, el mundo interno de las emociones".

Ahora, voy a decir por qué me parece ésta una opinión que expresa no solamente un prejuicio, sino que es, además, una opinión equivocada:

1) Expresa un prejuicio porque inquiere si quienes se abocan a mirar el mundo de "afuera", tienen lo de "adentro" arreglado con vastedad como para volcarse a arreglar eso que está "afuera" (extraña clasificación esa que distingue "afuera" y "adentro", aunque creo entender qué se quiere significar con tales categorías). Es decir, cuestiona la posibilidad misma de la salud emocional del diletante político como si ella misma determinara o afectara su capacidad para opinar sobre lo de "afuera". Pregunta: Allende, Chávez, el Ché, Gandhi, todos esos espíritus revolucionarios, ¿será que ya tenían su mundo interno arreglado? ¿O será que, el que no lo tuvieran, invalida su lucha? Extraño idealismo. Los humanos somos, en mi opinión, seres esencialmente rotos, llámese el Ché o como se llame. Nuestra humanidad no puede ser que fuera un obstáculo para nuestra humanidad misma. ¡Equivaldría a negarla!

2) Es excluyente. Por ejemplo: alguien que toma terapia psicoanalítica, ¿podría opinar sobre estas cosas? A juzgar por la idea expresada, parecería que con reservas. Pero, ¿cómo? Para mí que todos cargamos con alguna que otra psicopatología.

Ahora bien, por qué creo que es equivocada. Aquí va:

1) No es que exista el ser humano, separado del mundo, con su conciencia replegada en sí mismo, habilitada naturalmente a la reclusión, a no ser que se practicasen métodos nihilistas como los del hinduismo. No, eso no sucede. La mente humana no es ese topos autónomo separado del mundo; de hecho, nacemos heterónomos. Nuestra existencia está no solamente determinada por los hechos exteriores, sino que ocurre en paralelo a dichos hechos, a un lado de ellos, en la misma topografía. De modo que los hechos del exterior, no solo nos afectan, sino que constituyen una prueba cotidiana —diaria— de nuestra capacidad para lidiar con dichos hechos, para tomar decisiones a partir de ellos y, me temo, nuestra existencia misma quedaría en buena medida subordinada a los eventos de allá afuera, a los eventos políticos.

Soy por lo tanto de la idea de que el ser se va construyendo en la existencia, como en esta entrada comparto (sartreana, camuseana). Pero, a diferencia de Descartes, la existencia no es la conciencia a secas; la existencia es dicha conciencia y sus circunstancias, por horrorosas que fueran.

2) Del punto anterior, me atrevería a deducir que no solamente no nos está dado apartarnos del mundo a alimentar a ese yo interno tan nuestro y tan valioso, sino que a no ser por las experiencias de fuera —que son las que verdaderamente nos enriquecen— nuestro yo apenas si ofrecería algún atractivo y solo habría para alimentarlo los más simples y rústicos implementos. ¿Qué sería mi mente sin la poesía que han escrito otros?, ¿cuál sería el material psíquico de sus elaboraciones? ¿Con qué se solazaría si, quienes me precedieron, no hubiesen ya aventajando en todas esas sofisticadas teorías que tanto me estimulan y me complacen? ¿Qué sería de mí sin la música, sin la poesía de otros, sin sus invenciones, sin su pathos? Aunque nuestra mente posea la facultad de la imaginación, esta mente siempre ha requerido del mundo sensible para construir desde allí sus maquinaciones. Nuestra soledad y nuestras horas de meditación —que son posiblemente nuestras horas más felices, más fecundas y más completas—, precisan inexorablemente de material empírico y, a veces, de material empírico socialmente elaborado, culturalmente elaborado. Estamos confundidos en el universo. Somos parte constitutiva de él y, quizá sin saberlo, puede ser que todos nosotros formemos parte de un todo orgánico que indefectiblemente está condenado a ser afectado por sus partes. El todo por las partes y ellas entre sí. Ningunos valores de los que construyamos —éticos o estéticos— nos alejan de nuestra condición biológica, de la necesidad. No nos hace mejores tener un credo religioso que no tenerlo; no nos hace mejores escuchar Bach que no escucharlo. No tiene que ver con cualidades metafísicas, tiene que ver con la utilidad; con la necesidad de relacionarnos humanamente.

5 comentarios:

    Si estoy en un movimiento de lucha social (porque he estado en uno que otro) no me gustaría tener junto a mi a una persona desequilibrada, esquizofrénica o maniacodepresiva o nacisistas u obsesivo-compulsiva, o nada más que estuviera pasando por una crisis personal que le impidiera concentrarse en lo que estamos haciendo, o que la lleve a cometer acciones que dañen al movimiento, no por ser excluyente ni mala onda, sino simplemente porque no podría confiar en ella, en sus acciones y reacciones, en su criterio, o incluso en su lealtad. De más ayuda sería una persona que haya alcanzado cierto estado de madurez, lucidez y equilibrio, ¿no crees?

    Una persona no puede o no debería tener la inmensa soberbia de pretender saber lo que es mejor para la sociedad y el mundo si tiene una vida persona o interior destrozada. Claro que todos los seres humanos tenemos nuestros problemas, y que muchas grandes figuras históricas los han tenido, pero hay niveles y tampoco se trata de hacer apología de la visceralidad y las actitudes irracionales, o de plano la enfermedad mental, de personas que estén en el "lado correcto" de la lucha.

    "Si quieres cambiar al mundo, primero cámbiate a ti mismo", decía Gandhi.


     

    Tu acotación, que me parece muy razonable, me antoja que serviría de material para ahondar en el estudio de ciertas patologías y cómo inhabilitan a quienes las padecen a la actuación social y política. Sobre todo, sería interesante saber si las condiciones sociohistóricas concretas repercuten en la salud mental de los individuos y en qué forma. Particularmente, si el capitalismo goza de sus enfermos mentales, amén de lo arbitrario que resulte —y hasta político— definir locura.

    Por supuesto, el texto que aquí comparto no se refiere a dicho grupo de personas (con esas patologías).

    En el texto, hay la distinción —no explícita— entre la actuación política, propiamente, y la acción revolucionaria. En efecto, la mayoría de los revolucionarios que cambiaron al mundo con sus revoluciones, eran hombres de espíritu cultivado en el sentido Gandhi que mencionas, como Gandhi mismo. Querría obviar que no creo de ninguna manera que ese hecho los exima de compartir defectos: eso es imposible. Entonces, opto por no obviarlo.

    Un saludo.

    Te agradezco mucho que hayas comentado.

     

    Por cierto, la mayoría de los seres humanos —con patologías o sin ellas— tenemos la soberbia de pretender saber qué es lo mejor para la sociedad. No es en la soberbia en donde radica la dificultad de ese hecho. La dificultad radica, en mi opinión, en no saber ponernos prácticamente de acuerdo sobre la dirección del mundo. La soberbia no tiene que disminuir ni un ápice para ceder nada; quizá habría que aumentar simultáneamente otros talentos. Con todo, si nos esforzamos un poco, queda la esperanza de que pueda lograrse. Esa maravillosa secularización de la fe, a que nos asimos, ora sí, ora no.

    We are seemingly broken, but this is not fatality, this is what we are.

     

    Ah, bueno. Disculpa, es que esa distinción no me parecía obvia y qué bueno que la dejas en claro.

    Durkheim, con su clásico estudio del suicidio, demostró que el entorno social puede influir, incluso ser determinante para desarrollar patologías en los individuos.

    Y sí, creo que el capitalismo es culpable, por lo menos en parte, de muchas patologías de nuestra sociedad contemporánea: no es gratuito que la depresión y el estrés sean las enfermedades de nuestro siglo en los países más desarrollados.

     

    Es, como dices, un texto clásico; en donde además hay una tesis fuerte sobre la componente religiosa en la decisión del suicida (en la etiología de Durkheim, el protestantismo). Pero incluso si no pudiéramos leer un estudio sociológico o psicológico, nos quedan por fortuna las tesis de Marx para comprender qué cosa es este azote de la humanidad llamado capitalismo. En fin, hay mucha gente escribiendo sobre esto que con sus luminosas ideas nos ayudan a comprender el marasmo social en que andamos metidos.

    Gracias otra vez por tu comentario.
    :=].

     

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