Hola “Piensa” he leído con suma atención tu escrito. De entrada, hay algo que es innegable: hay una desesperación tuya –rayana en la frustración– ante el status quo por el que atraviesa hoy nuestro país. En ese sentido, estoy segura de que tu preocupación es genuina y de que eres una de esas personas a las que (¡por fin!) se les ha caído la venda de los ojos y han reparado en toda la descomposición que campea en nuestro núcleo social y, más importante, ha caído en la cuenta de que –nosotros– como suma de partes tenemos un rol esencial en dicha descomposición. Hasta este punto voy de acuerdo contigo, por lo demás, disiento plena y profundamente.
A diferencia tuya –lo sabes– creo en la organización de las sociedades como forma efectiva para acabar con los males que se padecen, pero –ciertamente– dichas formas han sido inútiles, mas –a diferencia tuya– creo que es así no porque éstas sean en sí mismas sólo paliativos, sino porque en una sociedad escindida y polarizada como la nuestra ninguna forma de organización será fructífera. Pero aquí los culpables sí que somos nosotros: con nuestra apatía, con nuestra inconmensurable abulia, con nuestra inhabilidad para no morder el anzuelo del “DIVIDE ET IMPERA” que es una de las máximas con las que se controla a las masas. Estoy plenamente convencida de que las sociedades unidas y bien cohesionadas pueden lograr grandes cambios a través de las marchas, los paros y otras formas de actuación y me parece reduccionista tildar a estos métodos de “old fashioned” o cosa por el estilo. La moda, en mi opinión, no puede ser criterio de actuación de una sociedad. Aunque -como tú bien señalas- en este país de indiferentes, su efectividad se reduce a muy poco. A pesar de ello, hace unos pocos meses vivimos una coyuntura en donde la movilización social fue fundamental para impedir que se perpetrara la privatización de PEMEX por la puerta grande. Ciertamente la “reforma” resultó ser un inapelable triunfo de la derecha, pero éste no pudo ser más nocivo de lo que fue, gracias a toda esa gente hermosa (me refiero a las adelitas, la resistencia civil, etc.) que se entregó sin ambages a la defensa de una de nuestras conquistas históricas insignia. De modo que cuando dices “no podemos continuar marchando por nimiedades” me duele profundamente que así lo afirmes porque omites y subestimas a miles de mexicanos (yo en ese grupo) que con toda buena fe acudimos a las marchas en la defensa de nuestros más legítimos privilegios, heredad de nuestros abuelos y que hoy quieren ser escamoteados con “argumentos” carentes de sustancia y rebosantes de verborrea y demagogia neoliberal.
LA SOLUCIÓN QUE PROPONE “PIENSA”
Decir “Mexicano, la cura contra el mal de México eres TÚ” es decir una gran verdad, pero las consecuencias de dicha verdad serán estériles si no se repara en que el cambio no vendrá por añadidura, como si se tratase de maná cayendo del cielo. El mexicano no va a cambiar de un día para otro, de la noche a la mañana; tienen que suceder auténticas catástrofes o hechos inauditos para que la conducta del hombre cambie, pero ello no es –ni remotamente- una solución. En general, no es nada más el mexicano el que hoy día está extraviado, lo estamos la humanidad entera amantes del consumismo, del ipod, del iphone, de la cooltura sajona con todo y sus bazofias. El hombre vive una indolencia, una exacerbación o disminución de sus sentidos que le impide percibir la realidad lo más objetivamente posible. Pero, ¿cómo podemos cambiar esto?, ¿con peroratas moralizantes como la del vídeo éste que posteaste y que, particularmente, me huele a retoricismo puro?, ¿asumiendo una actitud petulante y como mirando desde encima a los demás, adjudicándonos estultamente una cierta supremacía intelectual y, con ello, alejando de nosotros a los que necesitan ayuda de los avatares?, ¿sintiendo que nosotros estamos bien y que, ¡míralos a aquéllos!, ¡pobres ignaros de la verdad!? NO, amigo “Piensa”, no es así como las cosas mejorarán. Nuestras crisis económicas, sociales, culturales, políticas, etc. no son sino crisis de valores y esto sólo será curado de fondo desde:
1) La Moral (no me refiero a la moralina pseudo que impone falsos
valores desde una ética autoritaria).
2) La Filosofía (entiéndase: el amor por la verdad, la sabiduría y el
conocimiento).
3) El amor (el sentimiento que es, quizá, nuestro más auténtico rasgo
evolutivo).
4) El conocimiento (el conjunto de saberes que, como acervo, hemos construido
los hombres a lo largo de nuestro pasar por los siglos; el conocimiento en
tanto producto cultural).
5) El pensamiento, el rasgo más definitorio de nuestra especie, lo que nos hace
humanos.
Es decir, sólo desde una ética humanista (que define lo que es bueno como aquello que es bueno para el hombre) podremos salir adelante. Y esto no es algo que se me haya ocurrido a mí, desde hace siglos se les ha venido ocurriendo a nuestros más dignos filósofos; encarnados en la postmodernidad, en hombres como Bertrand Russell, Ernesto Sabato, Carl Sagan, Erich Fromm, Martin Heidegger, Friedrich Nietzsche, etc.
Lo que el hombre necesita –incluido el mexicano, creo yo– es replantearse sus objetivos en tanto especie: ¿qué queremos?, ¿hacia a dónde vamos?, ¿qué caminos o atajos hemos tomado para alcanzar nuestros objetivos?, ¿no hemos, acaso, confundido los fines con los medios?, ¿podemos, a pesar de los señalamientos, caer en un impasse?, ¿no, acaso, hoy más que nunca, debemos tener valor y actuar con inexorable valentía en aras de salvar lo que somos?
Así que, a aquellos que creemos que –de alguna forma– estamos menos alienados, menos contaminados, nos queda sólo una alternativa: educar a los otros, ayudar a los demás –fuera de toda afectación o de actitudes arrogantes– a despojarse de toda la insania que hoy se respira en el ambiente.
En este punto, vuelvo a recordar las palabras de aquel luchador civil muerto por sus ideales, Martin Luther King. Jr.:
“Nosotros nos tendremos que arrepentir en esta generación, no sólo de las palabras odiosas y las acciones de la gente malvada, sino también del aterrador silencio de la gente buena”
Tengo tantas cosas que decir ante tu post, hay tantos pensamientos que me fluyen en el cerebro, pero el tiempo no es mi aliado en estos días y no me queda más que pararle aquí (en particular, evité meterme en la reyerta sobre el SME porque para mí, no son santos, ni demonios; son sólo humanos a los que, de un día al otro y con toda ilegalidad, se les despojó de su trabajo y, lo más paradójico del asunto es que los ejecutores de dicho despojo son las auténticas sanguijuelas de mi vulnerable nación…).
A falta de tiempo, te quiero invitar a que des lectura a una reflexión que ya hace algunos meses posteé en “la ciudad” y que, expone con mayor detalle mi pensamiento (por incompleto que éste pueda ser).
http://la-ciudad-de-eleutheria.blogspot.com/2009/06/del-letargo-y-otras-opciones.html
GRACIAS “Piensa”.
Pletóricos saludos te dejo,
Eleutheria.
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