miércoles, 3 de junio de 2020
by Eleutheria Lekona
A partir del viernes 5 de junio, en mi estado, pasaremos del Shelter in place a una reestructuración de nuestro modo de andar en la calle, con medidas menos coercitivas. Básicamente las discotecas permanecerán cerradas, los cines, los estadios, las iglesias y, en general, los lugares en donde se congrega mucha gente. Será obligatorio seguir utilizando la mascarilla y aplicar el distanciamiento social de al menos seis pies de distancia, lo cual en nuestro sistema métrico equivale a aproximadamente dos metros. La buena noticia es que podremos salir a la calle con cierta seguridad al caminar, pues al menos ya tienes la certeza de que el afluente de infectados y la propagación ya no son tan altos. Esto me ofrece mucha esperanza porque considero que si la gente es lo suficientemente prudente –y he aquí el elemento aleatorio que no podemos controlar–, podremos estar bastante seguros en las calles sin que se vuelva a incrementar el contagio, sin embargo, debo ser sincera, yo tengo mis dudas y las baso sobre todo en el pésimo comportamiento que la gente de este país, Estados Unidos, ha tenido frente a la pandemia, no solo a nivel de las medidas gubernamentales y los servicios sanitarios tardíos y selectivos sino, sobre todo, a nivel de los vastos cúmulos de la población, que, bastante ignorantes, no solo han descreído del virus, sino de las medidas sanitarias básicas que deben implementarse para contrarrestarlo. Por eso en plena pandemia vimos a multitud de gente en los estados del Midwest saliendo a protestar a exigir la vuelta a la normalidad y la devolución de sus trabajos. En parte se entiende que estas personas exigieran la devolución de sus trabajos, pues es evidente que la permanente crisis económica en la que vivimos no permite a demasiada gente prescindir de sus trabajos para entregarse el narcótico confort que podría significar el disfrutar de una pandemia en casa, sin embargo, no contentos con ello –es decir, con albergar su muy personal creencia sobre el tema– salieron a las calles a animar a los demás a lo mismo y lo hicieron sin importarles que durante las protestas se pudiera contagiar a otras personas, además de que algunos incluso lo hicieron sin usar mascarillas. Por otra parte, algo que es cierto es que entre el conjunto de gente que descreyó de la pandemia y del virus en Estados Unidos se aglutina la gente más ignorante de este país pero, también, mucha de la gente que es bastante amante de la idea de tener negocios y de la visión de self-made man que lleva a los estadounidense a vivir en general de una economía basada en la libre empresa. Es decir, no es precisamente gente que esté sufriendo de veras por falta de insumos económicos, la mayoría de estas personas son los mismos que al inicio de la epidemia armaban fiestas en playas y albercas para celebrar la llegada del verano y son, por ende, los que más propagaron el virus. Y si no los que más, al menos constituyeron un foco importante de infección. Por ejemplo, entre este grupo de gente puede contarse a los springbrakers que llevaron la infección a Los Cabos y que en buena medida son responsables de que se desatara la infección en Baja California. Aunque, por supuesto, tuvo también que ver la llegada a sus costas de embarcaciones como el Grand Princess, que al parecer, fungieron también como un significativo vector de transmisión. Pero no solamente lo digo por este grupo que salió en las noticias y al que todos pudimos observar, lo digo porque personalmente lo he vivido en casa desde que inició la pandemia y lo he experimentado en carne propia: si Estados Unidos es el peor país en el manejo de la pandemia, no es solamente porque el gobierno estadounidense, preocupado más por las ganancias de las empresas y por las actividades económicas, tardó mucho en frenar las actividades a nivel nacional y empezar el Shelter in place, es porque en general la gente aquí, con excepciones, es irresponsable, es arrogante, no cree en la pandemia y mucho menos cree que un virus –creado por el hombre dentro de un laboratorio o nacido incidentalmente en algún otro lugar dentro de China, whatever– pueda y merezca frenar sus actividades de país productor e hiperconsumidor. Yo hasta el momento lo sigo pensando: vivo en el peor país con la peor cultura que se pueda imaginar en el mundo, vivo en el país en donde todos los vicios más acendrados que afectan a la criatura humana aparecen en su máxima expresión –egoísmo, insolidaridad, indiferencia, rivalidad, competencia, deshumanización, degeneración, hipocresía–, vivo en el país que representa lo peor de nuestra especie en estos momentos y no es por ende ilógico que en esta país así de fragmentado, así de dañado, así de perdido en su nube de turbación, con su felicidad postiza que solo es creíble en el cine hollywoodense, pueda perecer frente a una amenaza tan importante. Personalmente, no tengo esperanzas a este respecto, no espero lo mejor en los próximos años ni espero que seamos los primeros en salir de la pandemia. Probablemente seremos los últimos y con un saldo de muertes y desolación inconmensurable. Pero díganme, y sin ánimo de ideologizar, ¿qué se podría esperar de un país capitalista como este? Es Trump, dirán algunos. Son los supremacistas blancos, dirán otros. Fueron los demócratas, dirán los más. Pero no, no fue ninguno de ellos y fueron todos ellos: es la nación entera, su misma configuración cultural de tipo intercultural da para este tipo de respuestas tardías, evasivas, indecisas, insensatas, insanas, insensibles, espeluznantes, frívolas, sin problemas. Si se trata de una agenda globalista, como muchos creen, todo estaba dado para que esta agenda globalista triunfara. Y si no, que alguien explique por qué a los dos o tres días que reabrieron los estados del este –Georgia, Atlanta, Carolina del Norte, etcétera– se comenzaron nuevamente a incrementar los contagios. Y eso que me limito a hablar aquí de cuestiones económicas y no me adentro para nada a hablar de aquello que ocurrió en el mundo hospitalario, cuyo desarrollo debería de dar para tesis y tesis y más tesis sobre la deshumanización en el mundo occidental. Es que es simple: a este país no le importa la salud de las personas y sí le importa mucho mantener en pie su economía, por ello no es raro que las teorías contra la pandemia tuvieran tanta aceptación entre un importante grupo de sus habitantes. A las teorías contra la pandemia, por cierto, las podría llamar teorías conspirativas, pero es generalmente un término despectivo que no me gusta usar por la carga semántica que lleva y por lo desfigurado que está. El término teoría conspirativa es en sí mismo una enorme falacia hombre de paja que nadie debería utilizar y por eso me abstengo de implementarlo en mi escrito. Las teorías conspirativas, por otra parte, a los únicos a los que ha beneficiado es a los propios dueños de los corporativos, a quienes ya les urgía retornar a la normalidad y por lo cual las teorías contra la pandemia les caían tan de perlas. Es por este hecho que de manera muy temprana, después de haber sacado mi primer videopost sobre el virus, decidí abandonar mi análisis de ese aspecto de la cuestión. No es, como ya he dicho en mis últimos vídeos, que abjure de mi teoría, de hecho, mi teoría la sigo creyendo como el primer día y me interesa, en cuento acabe la pandemia, volver a volcarme a ella para analizarla e investigar más al respecto, es, más bien, que de inmediato me di cuenta que este tipo de teorías y análisis serían utilizados contra la población, porque si algo creo que puede en sí mismo dañarnos, es el virus por sí solo, y más allá o más acá de que haya sido creado en un laboratorio, es menester combatirlo lo antes posible para salir avante de la situación e impedir dicho indeseable escenario. Pero el combate significa unión y significa comprensión, además de datos. Y si la gente no cree en la pandemia ni el virus, dicho combate se vuelve imposible. Ese es de hecho el factor que más complica: la incapacidad de le gente para entender que si su teoría contra la pandemia fuera cierta en los términos en que lo plantea Judy Mikovits en Plandemia, entonces, la sola creencia de la teoría es lo que vuelve realizable a la teoría. Porque si hay algo para mí que es muy evidente –evidente hasta el punto que llega a ser de una lógica a la que llamo apabullante–, es que si hay allá afuera un virus para de algún modo lastimarnos, entonces se vuelve apremiante combatir ese virus. Lo extraño es que quienes abrazan la teoría contra la pandemia sugieran justamente lo contrario: salir a la calle, descuidarse, no usar mascarilla, desalentar el uso de apps, tests, etcétera, y, en suma, enfermarse. ¿Por qué hasta el momento muy poca gente ha sido capaz de vislumbrar esto? ¿Por qué no se ha combatido de manera frontal tales teorías ante el posible uso instrumental de las mismas?
Para finalizar, quiero decir que, por supuesto, encuentro más que sospechoso el manejo que la OMS tuvo ante la pandemia y las directrices e instrucciones tan confusas que mandataba de manera poco clara de un día al siguiente para contradecirse días después –es increíble que el uso de las mascarillas, no lo haya mandatado la OMS ni los CDC en USA, por ejemplo, sino la población civil que por cuenta propia se organizó alrededor del mundo y estuvo compartiendo sus distintos conocimientos y sus diferentes hallazgos sobre la pandemia por la vía de las redes–, sin embargo, subrayo, ello no anula el mal manejo que Estados Unidos tuvo, ha tenido y sigue teniendo sobre esta amenaza. Lo que ha ocurrido aquí, en su momento, generará gran estupor.
Lo único que puedo tener es una perspectiva global sobre lo que nos está pasando porque es una amenaza a nivel global la que nos afecta. Esta es justo la razón principal por la que no me vierto enteramente a hablar de una sola arista del problema, porque el problema implica muchas aristas y muchas temáticas a analizar. También creo que todo lo que han dicho y escrito muchas personas alrededor del mundo, cuyas ideas pueden ser contradictorias entre sí, puede en su conjunto darnos una idea más precisa de todo lo que ha estado pasando, sin embargo, también pienso que pasarán por lo menos un par de años antes de que podamos tener el big picture de todo lo que esta pandemia ha significado para nosotros.
¿El virus comenzará a perder infecciosidad por sí mismo en los próximos meses como parte natural de su desarrollo como algunos ya han previsto? Eso es lo que de corazón espero, sin embargo, a juzgar por le que dicen las cifras, todavía no hay elementos de fondo que nos permitan establecer tal esperanza con mayores bases científicas. Empíricamente, todavía no es posible observar que estemos llegando a ese punto.
Este es un primer escritillo sobre el estado actual de las cosas que necesita publicar sobre la pandemia, la idea es que sobre los días pueda ir publicando algunas ideas más sobre el tema que vayan surgiendo. Por supuesto, es importante subrayar que en el texto hablo totalizando algunos vicios de la sociedad estadounidense, si bien mi interés no es generalizar. Sin embargo, como sociedad, grosso modo, así funcionan. Este texto también se asimila al resto de textos que, sobre la pandemia, he publicado en mi actual cuenta de facebook y que espero publicar pronto aquí. (Éste, éste, éste.)
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