viernes, 20 de junio de 2014
by Eleutheria Lekona
(Van en negritas mis intervenciones).
La FIFA no proscribió a México las leperadas de su lenguaje, la FIFA únicamente intenta reglamentar el uso de una expresión normalmente vejatoria, o de una expresión cuya función es de hecho ambigua por sus diversas significaciones. Las leperadas para los mexicanos tienen diversas funciones dependiendo del contexto; sin embargo, comunidades culturales que no sean la mexicana no tienen de principio la obligación de conocer dichos usos. Por tanto, reitero, me parece todavía más moralina la reacción de indignación de algunos mexicanos ante la determinación de la FIFA, que la determinación de la FIFA misma (*). No es un tema de moral, es un tema de aceptar que nuestras relaciones sociales normalizan por el lenguaje, y ahí hay claramente —en la palabra «puto»— una relación social utilizada indistintamente para significar incluso homofobia (y no solamente homofobia, por extensión). Hay quienes incluso afirman que el «puto» se utiliza entre los varones homosexuales para referir el carácter más bien femenino de algunos de ellos. Así, además de una connotación homófoba —como dicen—, habría una probable connotación machista. Sí, culturalmente las leperadas en México tienen connotaciones que exceden al mero insulto; sin embargo, esto no tiene por qué ser sabido por todos y ni siquiera compartido. Y más aún, las groserías también tienen la otra función, la función de insultar. Tienen, al menos, una doble función: una función social de juego y camaradería y una función también social que expresa hostilidad, discriminación y otras actitudes vejatorias y estúpidas. Personalmente, no entiendo a la gente sintiéndose airada con la FIFA por su determinación. Me parece, ésa sí, una actitud moralina. ADENDA. Por lo demás, apelar a la libertad de expresión (ver artículo
de Jesús Silva Herzog Márquez) es, en mi opinión, mal enfocar el
asunto: ni siquiera está en los estatutos de la FIFA prohibir, o más
explícitamente: la FIFA no puede impedir de hecho a su afición ninguna porra. No
se trata de eso, desde mi perspectiva. No hay aquí nada prohibitivo sino punitivo. Lo que la FIFA pretendía
en cambio (y que ya desistió, como se sabe) era imponer una
sanción ante el probable uso discriminatorio del término, sanción por
ocurrir en el marco de una oleada de actitudes discriminatorias
investigadas por la FIFA. Así, la alegata que personalmente sostengo en
este escrito, no está dirigida a la afición mexicana y su porra, mi
texto es una reacción ante la actitud francamente moralizante de quienes
insisten en reivindicar la pureza del término apelando a los más
inverosímiles argumentos en pro de la multiculturalidad. Reitero, el
problema no es ya —no para mí— que el término haya sido utilizado por la
porra mexicana, el problema es pretenderla una palabra libre de
connotaciones denigratorias. Que la FIFA multe o no, resulta irrelevante
a estas alturas, en cambio me importa y me interpela toda esta negativa
de algunos de mis coterráneos a admitir el origen del término y la
insistencia de otros a hilarlo con una prohibición de nuestros usos
lingüísticos. Absurdo en verdad.
Ahora bien, dice Netzaí Sandoval en este estudio: «México ocupa el segundo lugar en crímenes por homofobia, en toda Latinoamérica». En dicho artículo Netzaí especifica que el adjetivo en cuestión ha de considerarse vejatorio en función del destinatario; es decir, de si la persona a quien va dirigido, exhibe en efecto las características de lo que el adjetivo en sí pretende declarar. Sin embargo, y si aun no fuera ese el caso, dice Netzaí: estas palabras «claramente resultan discriminatorias para todo sujeto con una preferencia sexual diversa». Y luego digo yo que: incluso si no lo fueran, se podría estar vejando no ya al destinatario, sino al sujeto genérico homosexual que esa palabra en forma despectiva presuntamente designaría. (Si incluso no hubiese una intención despectiva, habría qué preguntar a la comunidad de homosexuales varones su opinión al respecto). Luego, en un reporte de Aristegui Noticias se lee: «El grito se inventó desde hace varios años en las tribunas mexicanas, cuando veían juegos de equipos con una fuerte rivalidad. Ahora, en el Mundial, el grito ya se escucha también en partidos en los que no juega México, pues otras aficiones han adoptado la expresión». Y dice CONAPRED en ese mismo reporte: «El grito de ‘puto’ es expresión de desprecio, de rechazo. No es descripción ni expresión neutra; es calificación negativa, es estigma, es minusvaloración. Homologa la condición homosexual con cobardía, con equívoco, es una forma de equiparar a los rivales con las mujeres, una forma de ridiculizarlas en un espacio deportivo que siempre se ha concebido como casi exclusivamente masculino”, explicó Conapred. Y apuntó: “las expresiones racistas, clasistas, xenofóbicas, machistas y homofóbicas buscan descalificar, intimidar, negar, reducir y anular».
(Adenda). Nuestras violencias no son solamente verbales pero
esperamos aprender de ellas, se arguye; nuestras violencias son físicas y
esperamos aprender de ellas, se insiste otra vez. Me produce
francamente hastío la puerilidad y la hipocresía de todos los recursos
retóricos invertidos en justificar nuestra idiotez. De acuerdo, no
debe sustraerse a nadie su libertad de expresarse pero tampoco creo que
deba a nadie eximírsele de su responsabilidad, y si nuestro hablar y
nuestro actuar violentan al otro creo que irremediablemente generarán de
algún modo una respuesta. Si no la respuesta muchas veces abusiva y tonta de la autoridad —que nos molesta cuando nos sentimos anarquistas pero que no evitamos cuando podemos efectivamente serlo—, sí quizá la respuesta del violentado. (Continuaré, supongo, superada de monotonía).
Hasta aquí con la intervención.
(*) Se entiende que pueda haber razones futbolísticas para considerar absurda la pretensión de la FIFA de sancionar (que la FIFA misma aclaró se trata de un rumor) y en el ámbito de esas consideraciones se puede estar de acuerdo con esa apreciación. Pero desde una consideración extrafutbolística me parece innegable que dentro del fútbol —como en otros deportes— hay, sí, expresiones de violencia ha tiempo normalizadas, aceptadas e incluso incuestionables. #TrueStory
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