Paso un análisis que hace Carlos Fazio sobre el “factor Sicilia” del que deseo comentar unas cosas.
Ya en alguna ocasión he dicho por aquí que Carlos Fazio es un analista político cuyas opiniones valoro por atinadas; más o menos casi siempre me importa o interesa saber lo que opina sobre temas. Me alegra, entonces, verme coincidir con él en este artículo. Y me agrada mucho la forma en que reivindica a Sicilia. En particular, cuando afirma con sobriedad y lo que me parece mucha solidez:
Frente a la actitud guerrerista de Felipe Calderón, alias El Churchill o El terapista, Sicilia opone la fuerza de su conciencia ética y moral; la fuerza de la verdad. Para Sicilia, la conciencia es un campo de batalla y hacia allí intenta arrastrar a Calderón, a fin de someterlo, de cara a la nación, a un diálogo de iguales con las víctimas de una guerra estúpida. Busca desarmar moralmente al Otro haciendo evidente la verdad. Además, a partir del método de la resistencia civil activa ha dejado esbozado el proyecto constructivo de una nueva sociedad y un nuevo Estado nacional. Se trata, pues, de un movimiento transformador, que con base en la verdad, la firmeza y la resistencia a la opresión, busca romper el miedo impuesto por la violencia criminal en todas sus formas, incluida la que los amos de México imponen a través de los órganos coercitivos del Estado.
Y quizá solamente tendría un diferendo o un agregado para estas líneas:
Asimismo, Sicilia persigue la humanización del adversario (que no enemigo), singularizado en la coyuntura por Calderón, como administrador del poder real. Sicilia no es ingenuo; es táctico. En el marco de una militarización, paramilitarización y mercenarización exacerbada del país, le exige a Calderón una relación de iguales, con base en una moral pública no violenta, y a partir de un franco cuestionamiento a la autoridad legal y legítima del régimen, de quien rechaza activamente el ejercicio perverso del poder. El objetivo implícito de la confrontación es romper la relación viciosa de colaboración establecida entre gobernantes y gobernados en los marcos del sistema; una relación que con base en el acatamiento a la legalidad vigente, reproduce la dialéctica del amo y el esclavo.
Agrego.
Voy a conceder que ha sido de un exceso calificar de ingenuo a Sicilia quiénes así lo hemos hecho. Y no porque deje de ser ingenuo pensar que charlar con Calderón -quien, por lo demás, ejecuta órdenes provenientes de EUA-, traerá como resultado la disolución a la bronca de la militarización del país, sino porque es muy posible que Sicilia sepa esto y, entonces, más apropiado sería decir no que es un hombre ingenuo: decir que es un soñador o un hombre idealista. Si así ocurre y si Sicilia es, además, un hombre táctico o un hombre que intenta ser táctico, entonces Sicilia en algún momento de su diálogo con el régimen calderonista señalará muy puntualmente la supeditación del gobierno actual a los intereses de Washington y exigirá suspensión de esta sumisión lo mismo siniestra que innecesaria –segunda concesión.
El origen de fondo de la política calderonista ante el combate al narco, es la sujeción a dictados estadounidenses. Si Sicilia es táctico, entonces Sicilia también sabe esto, pero también Sicilia sabe que a lo largo de este régimen de horror, legisladores diversos se han parado en el congreso a exigir el fin de esta subordinación y también sabe de sociedad civil –mucha de cepa obradorista- oponiéndose a ella (por ejemplo, las legendarias protestas que los domingos sobre Paseo de la Reforma y frente a la embajada estadounidense realizan grupúsculos civiles –obradoristas- contra la ocupación yanqui en México).
En cuanto a las protestas de distintos legisladores en la cámara, podemos pasarlas por alto porque Sicilia parece apelar a la lógica de la fuerza y la presión proveniente de las masas como transformadoras mucho más que a las fuerzas que buscan ese mismo fin pero que emanan de los poderes políticos instituidos. Entonces Sicilia es también un hombre realista porque sabe que las masas presionan para provocar cambios, pero que –salvo el uso a la violencia- los cambios, finalmente, se producen por las vías institucionales –tercera concesión-, propias de sociedades pseudo democráticas como la nuestra. Parece una contradicción, pero quiero pensar que no lo es. Quiero pensar que el plan general de Javier Sicilia para lograr oponer un fin a esta guerra consiste en apelar a los poderes instituidos con –detrás- la fuerza y el respaldo que la sociedad civil organizada otorga. Por supuesto que esto no puede dejar de producirme un enorme rechazo. Es, más bien, un sentimiento ambivalente. Por una parte, no tolero se apele a los poderes fácticos instituidos cuando estos, de origen, están podridos y son gran parte de la causa del malestar. Por otra, no puedo evitar querer sumarme a la tentativa.
Como sea, no deja de ser muy íntegra la forma de actuar de este hombre y no quiero perder eso de vista. Así como en mis cavilaciones he llegado a proyectar que 2006 será recordado como el año del fraude y que Andrés Manuel López Obrador ha de ser recordado como el político que vino a despabilar millones de conciencias por años aletargadas; así llego a proyectar que este movimiento civil todavía débil, blanco de infundios, idealista en sus bases, algún día tendrá también un lugar muy definido en relación a su época, tan umbría.
Y Sicilia, que es un hombre táctico y no ya -nada más- un idealista, entiende que si el problema de los cárteles de las drogas en México nace de una subordinación histórica al vecino del norte, entiende también que originado este problema por dicha subordinación, el problema es más extenso, va tejiendo redes de problemas en rededor suyo que se interconectan en tal forma realimentándose que, ahora, se trata de un problema que exige el combate desde varios frentes.
Qué lamentable si, como narra Eduardo Correa en este vídeo que posteé hace un par de meses, el origen del consumo de drogas en el mundo y su propagación es resultado de una política estadounidense orquestada por la CIA. Qué lamentable que, pasados los años, la cosecha de estas políticas se traduzca en muerte, enfermedad, alienación, miedo. Lamentable porque todo lo que se pide frente al problema como solución es sabido de antemano por los gobiernos porque el problema es una fabricación.
Personalmente, por ejemplo, estoy absolutamente de acuerdo con la despenalización al consumo de estupefacientes; oponerse a políticas prohibitivas me parece, de entrada, la reacción más racional posible. Pero siento que, a pesar de ser ésa la solución a este problema no va nada más por allí la solución porque ¿por qué pretender que los gobiernos no son los primeros en saber que, muerta la prohibición, muere también el problema? o ¿cuál sería el plan a seguir? Es decir, sí es ésa la solución, pero esto los gobiernos ya lo saben; concretamente, el gobierno mexicano ya lo sabe. Entonces, sí, hay que hacer presión por allí, pero no nada más por allí.
Me acuerdo, por cierto, que cuando al intelectual Vargas le vi con esa inteligencia suya muy esmeradamente exponer la conveniencia de la despenalización me molestó en parte ver a ese señor hacer eso; es molesto ver a quien lleva una cadena argumental impecable no atreverse –dudo que sea por ineptitud- a hacer la última inferencia: 1) Que todo esto los gobiernos ya lo saben 2) Que se les tiene que exigir enérgicamente y no sólo con genialidades lingüísticas y entimemas que despenalicen y 3) Que si no lo hacen es porque el combate al narco y la venta ilegal de drogas antes de ser pernicioso a los gobiernos, resulta en ganancias para ellos en sus diferentes niveles –como bien documenta algún Fazio-, valiendo un cacahuate cuántos tengan que morir en el negocio de su tráfico y, luego, en el negocio de su combate.
Entonces, sí. Por un lado hay que exigir la despenalización y sumar en esto a todas estas personalidades de la vida pública que gozan de alguna suerte de prestigio –en esto los legisladores y los intelectuales son imprescindibles. Pero también -y no por ser confrontistas- ha de tenerse el valor de encarar al gobierno y hacerle saber que estamos enterados de que son ellos los criminales. Como ciudadana, yo sí pido eso de un intelectual o de un legislador porque si no encuentro esa declaración en sus textos, no nada más me sentiré inclinada a formidar de ellos (eso no es importante), sino que, en la práctica, me parecerá que ellos se prestan a un juego y, sobre todo, se estarán prestando a un juego o bien por sumisión, o bien por corrección o porque –farisaicos- sólo asumen un rol y ejecutar el script de intelectual o político, etcétera.
Me preocupa pensar que se pondrá fin a esta lucha hasta que plutocracia y gobiernos alcancen sus objetivos. Por ejemplo, no mientras no encuentren un negocio más rentable que el negocio del narco, o no mientras no se garantice -en el marco de la ASPAN- el control total de la EUA-vecindad de seguridad, etcétera (a propósito de esto, se reunió ayer la élite del mundo a descubrir el hilo negro -o escribieron un reporte; recomiendo esta lectura y esta otra).
Afortunadamente, Sicilia lejos está de ser un intelectual orgánico y algunos otros intelectuales mexicanos tampoco lo son; creo que ellos actúan con timoratez por algo que yo llamo exceso de racionalidad, pero no por sumisión (a esa gente le llega a estorbar el cerebro). Si el efecto, al final, es uno y dañino, hay sin embargo –creo- una diferencia importante: veo más factible la liberación de cerebros honrados que hacer honrado un cerebro ya liberado que o no lo era o dejó de serlo.
AQUÍ, el artículo completo de Fazio.
AQUÍ, el itinerario completo de la Caravana Rumbo al Pacto Nacional que inicia mañana.
Y AQUÍ, sobre un acto programado para el lunes por la gente de “No más sangre”.
Excelente texto, Eleutheria. Tienes razón en la última parte: sería ingenuo pensar que los gobiernos son tan ingenuos como para no darse cuenta de cómo solucionar el problema. La realidad: no quieren solucionarlo. Entonces, no basta con la presión esgrimida con base en la razón (el poder suele ignorar la razón, o disfrazar de "razones" sus caprichos). Más aún, de lograrse acabar con esta guerra, habría que llevar al tribunal a las autoridades que la orquestaron.
Saludos!
Hola Ego, gracias.
Sí, yo creo que hacerles un tribunal apenas si sería adecuado para verles confesar sus crímenes de estado y saber qué los ciega a trivializar la vida; qué más los ciega, además de un modelo económico y las ganancias que este modelo pueda tributarles; aunque días yo me pregunto si sistemas penitenciarios no serán nada más paliativo. Si hoy el hombre es conductual y requiere del castigo para aprender, el aprendizaje se ve interrumpido por un ideal de justicia inacabado. Si mañana el hombre deja de ser conductual y aprende por convicción, razón o amor, entonces, podríamos alcanzar más fácilmente dicho ideal y tal vez incluso prescindir de dichos sistemas…
¡Saludos!
Excelente analisis. Coincido.
Saludos!
Por convicción, por razón y por co-razón/corazón.
Como dice Galeano, sería detestable no ser más que una cabeza andante.
Es imprescindible para el verdadero progreso unir inteligencia general con la emocional. Lo tengo bien claro.
Un cordial saludo desde este lado del charco, Eleutheria.