A mí me gusta usar mis propias palabras, construir mis enunciados, para decir lo que pienso (soy pretenciosa, en realidad, todo es de reuso). Pero hay veces también que ya alguien –antes, después o simultáneamente a mí, es lo de menos- expresó mejor –o a mí me gustó más- lo que a veces yo misma cavilo. Cuando eso pasa es porque de veras me gustó la forma de ese alguien de decir lo que yo también quería decir (otra cosa es, aunque a veces pasan ambas, cuando alguien dice cosas que a uno no se le habrían ocurrido antes, cuando nos aluzan con pensamiento preclaro). El punto es –ya para no darle más vuelta al asunto- que hace ya tiempo me encontré en el blog de “El Éxodo” con un texto de Silvia Delgado Fuentes -poeta- que, desde que lo leí, planeé -como habitualmente uso hacer con algunos textos- postearlo aquí.
Cuando leí el texto, un gran sentimiento de admiración emanó de mí hacia esa mujer valiente, consecuente con su pensamiento, no ordinaria ni borreguil ni servil en sus ideas, un ser humano libre en toda la acepción del término (y qué decir de su poesía). ¡Cómo no recordé su lectura ahora que fue el Nóbel a Vargas! Digo, como para hacer contraste. Leerle me hizo reafirmar propias convicciones, pero leerle me enseñó también cosas.
A veces te sientes navegar solo en medio de tan disímbolas y absurdas corrientes de pensamiento; otras, te vas dando cuenta de que llevas varios acompañantes –y tú con ellos- difuminados a lo largo de este gran océano de ideologías, de creencias. Yo sigo firme en una visión humanista –ni ortodoxa, ni mercantilista, ni postmoderna- de la vida. Sigo sosteniendo la necesidad de reconocer ciertos valores del espíritu que nos permitan ir en avanzada. Hay días que siento brotar una gran esperanza de dentro de mí, pero sobre todo, de algunas hermosas personas que viven, que navegan en mi derredor –más de ellas, incluso. Otros días, profundas corrientes de pesimismo embargan a mi espíritu, sintiéndose éste terriblemente huérfano. Un cierto ostracismo mío, se explica a veces por eso. Mi sempiterno restituir mi confianza en lo humano, sin duda, no.
El texto AQUÍ.
Sonrío.
Eleutheria.
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