Mis manos, turgentes de acariciar la nada, dibujan siluetas eólicas que, serpenteantes, cambian de forma una y otra vez; mudando de la flor al rostro, del rostro a la montaña, de la montaña al cielo, del cielo al moscardón, del moscardón al cetáceo. Estoy en mi nadir.
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Es causa de estupor cómo, temas y asuntos que otrora eran de mi plena dilección, hoy se han convertido en mera fruslería.
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Yo hay días en que no quiero tener noticias del homo sapiens; días en que me gustaría estar rodeada sólo de árboles, hongos y minerales, es decir, excluida del mundo de los homo sapiens que tanto daño saben hacerse entre sí. Es más, mi progenie es otra; yo provengo de prosapia neanderthal, seguramente.
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A mí me tiran mis excesivos escrúpulos y sensibilidad, me levantan la inteligencia y el orgullo. La última pareja es superior a la primera. Menos mal.
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Necesito de un éxodo. Requiero de días y días en donde mis sueños, que se dibujan como dunas en la arena del olvido, se transmuten -al final- en el manto de la noche y un sol nocturno y flamígero, pintado a lo lejos, irrigue un poco de calor sobre mis pensamientos.
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Traigo en la cabeza un temita al que pienso dedicarle varias horas, el de las verdades analíticas. Verdades que, en un principio, me han parecido muy claras y distintas –y, de facto, lo son. Hay, sin embargo, una pequeña objeción que opongo, pero ésta, de construirla –me parece-, pueda quizá ofrecer un punto de conciliación (es que así lo creo yo) entre las diversas corrientes que teorizan sobre el tema: el logicismo, el intuicionismo, el platonismo, etcétera: todas –tal vez- explican satisfactoriamente una de las parcelas en que queda expresado el quehacer y hacer matemático –su método y su ser mismo-, de tal suerte que la suma de dichas parcelas –y alguna especie de sinergia entre ellas que me atrevo a conjurar- explican su totalidad. Creo tener entonces ya un tema sobre los fundamentos, uno que verdaderamente me está haciendo eyectar ideas. A casi dos meses de vivir prácticamente sola, tenía que venir y contárselo a mi blog.
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Sus ojos, petrificados, colmados de bondad -dos estrellas grabadas sobre la eternidad- al comenzar la música, dejan de estar muertos y comienzan a enfocar y disparan hacia mí: yo, que les di el hálito en este magín fugaz de que me alimento.
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Veo mi reflejo en el agua y miro una ondina; hidra no soy. No es en el Leteo donde me baño, sino en el más profundo de los océanos.
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Casi puedo palpar tu lucha, tocar tu dualidad, la guerra interna que libras. Y lo que hago es observar y ofrecerte una dádiva; pero no esto que soy porque apenas está en consecución aquello que no he sido.
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Yo todavía estoy clavada en debates epistemológicos que se dirimieron hace más de cuatrocientos años. Pero esto tiene sus ventajas –y sus desvantajas. Ventaja: el enorme placer producido cuando alguien te dice: “hablas como un Heidegger” o “hablas como un Hobbes” y, entonces, uno se ríe internamente: no saben que no necesitas leer a todos los filósofos para coincidir con ellos. Ésa es la aventura más grande que me atrevo a vivir: la de producir mi propio conocimiento, mis propias ideas; la de tomar una idea o un debate arcaico y comenzar a tejerlo tú mismo, a recrearlo y ver hasta dónde llegas. Mi mente es simple y opera al margen de sofisticaciones; otrora lo hacía más con imágenes y, hoy, en un sano equilibrio entre palabras e imágenes. Y así voy derivando todos mis pensamientos. Otra ventaja: puede luego uno acudir a los textos y cotejarlos contra las propias ideas y, sí, rectificar. Eso sí, mi pensamiento es lento y pausado. Y cavilo mejor en ausencia de gentes que frente a ellas, pero –entonces- cuando me embarga la timidez y me siento proclive a no decir lo que pienso, escucho otra vez a Kovalevskaya decir: “Di lo que sabes, haz lo que debes, pase lo que pase”.
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Ésta de Emil Mihal Cioran -que la amo y está en uno de mis predilectos, "De lágrimas y de santos"- porque expresa una de mis tantas convicciones sobre Dios (lo escribo con mayúscula en respeto a la gramática y no en señal de deferencia a un ente metafísico que, justo por eso, nomás ni cómo) y las religiones. Además, sobre Bach y sobre mí: "He dicho que Dios le debe todo a Bach. Sin Bach, Dios sería un personaje de tercera clase. La música de Bach es la única razón para pensar que el Universo no es un desastre total. Con Bach todo es profundo, real, nada es fingido. El compositor nos inspira sentimientos que no nos puede dar la literatura, porque Bach no tiene nada que ver con el lenguaje. Sin Bach yo sería un perfecto nihilista."
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“Eleutheria”, paulatinamente, muda de ser el lugar en el que vierto mis disquisiciones al lugar en el que mi gran tema soy yo. Bloguerita -idólatra de mí- me siento cómoda ante este nuevo cariz que toma “la ciudad”. Pero lanzo una advertencia: aquí también se construye pensamiento y puedo prescindir de mí y de mi contribución a “la literatura del yo” a modo de incidir en el otro, en mi entorno que -a mí parecer- ofrece mucho más de lo que puedo ofrecer yo misma (he sido mi más grande apologista, pero también mi más grande detractora).
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No deseo ser un alfeñique.
Tuve una oferta de trabajo que decliné. Se trata -para los amantes de la esclavitud- de un trabajo de esos envidiables: prestaciones de ley, vacaciones, trabajando en una dependencia del gobierno y todo el kit completo. Estuve bastante cercana a aceptarla: decir que vivo en precariedad económica es decir poco y la paga era francamente buena. Por poco, poquísimo, mi yo venal estuvo a poco de caer en la tentación. Pero, al final, ganó mi libertad –ésa que para algunos es apenas visible; mientras que, para otros, es mi nave insignia: cada uno tiene su modo de ser libre o de creer que lo es. Y lo mejor fue el correo-e que envié para hacer el anuncio. No, de verdad, me divertí tanto diciendo lo que pienso; declarando sin ambages que prefiero mil veces mi trabajo de maestra con mala paga –y todo el tiempo libre de que dispongo- que envejecer en una oficina. Sí, eso fue lo que dije. Esa fue la razón que aduje. Eso sí, sigo en la precariedad, casi en la caquexia, pero con una gran sonrisa pintada en mis labios. Como siempre.
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Ahora debo concluir porque iré a escuchar cantar a esta soprano en el CCU. La entrada es libre, ¿cómo no aprovecharlo? Quizá acuda allí un hatajo de gente –incluida moi. A ver cómo reacciono (ya estoy acostumbrada).
Debo decir que despues de un rato de no poder entrar al cibercosmos me he encontrado con esta delicia de , mm, como llamarlo, "catarsis" (si te parece bien) tuya que he disfrutado mienras escucho una y otra vez la canción de amor nahua que un poco antes habías posteado y aunque ne debería meterme en lo que no me importa, pues no importa te dejo algunas impresiones:
ResponderEliminar1.- Libertad?
2.- Precariedad?
3.- Negativa?
4.- Alfeñique?
5.- (La mejor)escucho otra vez a Kovalevskaya decir: “Di lo que sabes, haz lo que debes, pase lo que pase”.
No se porque tengo la impresión (lo digo como cumplido) de que no existes, que no puede haber nadie que piense así, que sea así, tan leal, tan congruente y te lo dice con aprecio un, también "apologísta de si mismo"
Escribiste muchas cosas que pienso y que no sabía como decir, o cosas que no sabía que sentía por eso me gusto tanto tu entrada.
Aprecio haberte encontrado en esta dimensión...
Te abrazo.
Ah!! perdón me falto mencionar lo mucho que me impresionó saber que Dios (con mayusculas como lo marcan las reglas de la gramática escrita, no porque piense que existe ese ser metafísico)le debe lo que es a Bach, ¡Brutal!, ¡yo sabía que había hilos detrás del truco pero no los podía ver!, ahora me quedo más tranquilo porque se que yo no estaba mal, simplemente no sabía porque lo sabía...
ResponderEliminarPrecioso texto, Eleuteria, y no solo apologista de sí mismo, también comprometido. Preferir la libertad al dinero y, sobre todo, al prestigio social y pagar un alto precio por ello, no solo es una cuestión de ética privada: esa acción tiene un efecto social: por ejemplo, se me ocurre que tus alumnos no han perdido a una buena profesora y la oficina tiene un alma en pena menos.
ResponderEliminarPor otro lado, no por ser yo creyente la frase de Cioran pierde un ápice de sentido para mí. .
Saludos.
Semillas
ResponderEliminarLas puertas son para los prudentes y los lógicos: los suicidas saltan por la ventana.
Las puertas cumplen la función de los filtros: las ventanas no discriminan ninguna mirada.
Las puertas comunican con el interior; las ventanas con el exterior.
La magia consiste en no saber cuándo atraviesas una ventana o una puerta, y en no tener certeza de si estás entrando… o saliendo.
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¿Qué importa si mañana este beso no significará nada? Saberlo de antemano borraría su más preciada virtud: su misterio.
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Finalmente salté. Venciendo el vértigo y el miedo abandoné las aguas. Las sirenas aladas sólo habitan en el océano del aire.
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Reclinado sobre el imponente órgano de la iglesia de Santo Tomás, en Leipzig, Johann concluye que si dios no existe debería ser inventado; es, simple y sencillamente, una idea poderosa.
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Suele decirse que nadie es imprescindible. Desde la perspectiva del albatros no se echa en falta la ausencia de un grano de arena en la playa universal. La cosa cambia desde la perspectiva de otro grano de arena.
Con afecto,
Arturo A. Peña
Dizdira Zalakain, gracias por tu comentario, es muy profundo. Y me gusta tu mirada penetrante y clarividente y cómo prescindes de formulismos fantoches y sí dices lo que piensas (ya ves que visito tu blog y te leo).
ResponderEliminarArturo A. Peña, ¿qué te digo? Te digo gracias porque vienes y me regalas estas palabras crípticas y su misterio. Y, ¿sabes? lo mejor es atravesar al misterio -sin rasgarlo- y poder -como puedo- develar, asir perfectamente bien lo que dices: lo entiendo, lo comprendo a plenitud. Creo que soy un grano de arena.
Saludos a todos...
Eu não costumo postar em blogs, mas seu blog me obrigaram a, incrível trabalho .. lindo ...
ResponderEliminarAnónimo:
ResponderEliminarObrigado.