No hay cosa más curativa que la sonrisa de un niño.
Esta tarde que regresaba de Ciencias -camino a casa- con un terrible dolor de cabeza, somnolienta, desvelada, cierto desvencijamiento estructural y, para rematar, ligeramente empapada por la lluvia, he aquí que se apareció este pequeñito ante mis ojos: pequeño, humilde, ligero, esbozando una sonrisa cargada de esperanza y pureza.
Y, entonces, la tarde valió la pena y -yo creo- el día completo.
Y he aquí que traigo en la cabeza, hasta el fondo (mi dualismo), la instantánea de la belleza, una de sus tantas advocaciones.
Y el pequeño Heidegger que inventa palabras o las deforma, ése se me metió hoy, pero yo creo que es por la euforia.
En que momento acabamos con eso...
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