jueves, 27 de mayo de 2010

Búsqueda musical

Yo digo que he empezado a desarrollar una cierta esquizofrenia, una cierta disociación con la realidad; ahora resulta que escucho en mi cabeza una música que no existe, una música que aún no ha sido creada… y es tal mi nostalgia por ella (aunque la palabra nostalgia tal vez no sea la adecuada si -como parece- esta música existe en una realidad ucrónica) que estoy determinada a aprender a ejecutar algún instrumento –he comenzado con mi pianito electrónico- con la esperanza de, algún día, crearla.


Cierro mis ojos y percibo una oscuridad luminosa, como si destellos de una estrella que se cuela por un agujero de gusano aluzaran esta escena. Entonces yacen erectos, egregios, pulimentados y perfectamente acicalados: un cello, un piano, un violín y un instrumento raro que produce sonidos tintineantes de color del cristal. Hay algo de rosa en ésto, de púrpura y de un verde prado que huele a frescor de otoño cuando llueve y todos nos ponemos un abrigo para –felices- salir a la calle a colectar hojas del piso o cuando nos metemos a la cama –en esas mismas fechas- a gozar de la lectura de un libro que –él sí fiel- nos esperó por meses.


En esa oscuridad bañada de luz, en esa quietud nauseabunda, en donde los ángeles y los desahuciados lloran de alegría… en ese lugar imperecedero, pináculo de mis fantasías, logra escucharse esta música extraña, suerte de danza etérea y lunar en la que todos los océanos del mundo se vacían para danzar…


La noción de tiempo allí desaparece, cualquier cavilación heideggeriana se vuelve absolutamente vulgar. Yo mantengo mis ojos cerrados, me aferro a la escena y mis oídos –algo parabólicos, ¿cómo no?- ya no pueden escuchar otra cosa.


Se me atrofia todo el cuerpo, las lágrimas comienzan a rodar y se funden con el agua marina… y es tan extraña esa música y está tan atiborrada de sonidos novedosos que me produce una cierta ansiedad no poder escucharla tan consuetudinariamente como yo quisiera: no está en mi iTunes, no la tengo en alguno de esos discos que quemo para mí…


¿Dónde está entonces? En una realidad alternativa que mi mente ha creado para mí o que mi mente ha creado para ella.


Pero no me desanimo y, de cuando en cuando, cierro mis ojos para escucharla.


Y ésto es real.


¿Hay algún sonido que se aproxime a ella? Oh sí, sí que los hay y no son pocos; el otro día, en un acto de búsqueda por tal música, hice lo siguiente:


1) Abrí mi reproductor del iTunes y me puse, con una paciencia papal, a escuchar –una a una- las melodías que allí tengo descargadas. Logré encontrar algo: El Concierto para clave No. 1 (Allegro) de Johann Sebastián Bach y –me dije- ¡Oh! pero si esto se parece bastante a esta música que ronda por mi cabeza y -la verdad- me sentí denodadamente feliz, exultante, extasiada, contenta. También la Suite Orquestal (Badinerie) tiene ciertas reminiscencias de esta música aún no audible; aunque –yo digo- en una escala mucho más baja. La ofrenda musical (también de Bach), un cierto Ataraxia, el Preludio de Hans Fryba, algunos pocos matices del sonido microtonal y no pocas melodías de Dead Can Dance tienden a parecérsele tenuemente. Luego pienso –ya he dicho que estudié ciencia- que muy seguramente mi cerebro –acostumbrado demasiado a Bach a Dead Can Dance a un cierto Ataraxia y a ciertas melodías- ha comenzado a fusionar todos estos sonidos y a crear una especie de amalgama de los mismos, rezumo musical de mis andanzas por este arte…


2) Puse en el google –como muchos cibernautas seguro hacen- diversas frases (probé con diversas y aún no recuerdo cuál fue la que pegó), pero fueron frases del tipo “música rara”, “música extraña”, “música nueva”, “música selecta” o algún cliché del estilo… y, entonces, ocurrió (casi). Llegué a un sitio, un blog en donde hay disponibles cantidad y cantidad de discos de música no convencional. Cuando le vi novedades de Teresa Salgueiro, la casi completa discografía de Elena Karaindrou, un disco muy bello de Yann Tiersen y tá tá tá, entonces, pensé que había llegado a lugar seguro. Esa noche no dormí descargando varios discos, pero el desenlace no fue el esperado pues, aunque me hice de muy buenas colecciones, lo cierto es que no pude encontrar esta música que escucho en mi cerebro y que ando buscando, errante, de un tiempo para acá.


3) También trato de comprar, lo más seguido posible, música nueva.



Estoy en espera de esta melodía, sueño con encontrarla, imagino el día y el momento en que esto ocurra: arrobada por ella, envuelta en éxtasis, resucitada…


Mas luego me digo (una mala defensora del intuicionismo):


Sí existe. Mi mente la ha creado.



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