Agua sobre la mar...
sábado, 16 de mayo de 2009 by Eleutheria Lekona
La hipótesis (posible error de laboratorio) es, en sí, revaladora. Pero seguramente, van a salir al final con que no, con que se trata de una mutación -algo muy común en los virus. Y esto me lleva a lo que ahora mismo está en el ojo del huracán: las declaraciones de De la Madrid, quien habló de la corrupción del salinismo (cosa que, por cierto, ya es conocida de todos los que, por la razón que quieran, somos mexicanos) para que, al final, resulte que no, que el señor está enfermo de la mente. Lo curioso de ésto es que hace unos días -un par de días antes de que De la Madrid hiciera las susodichas declaraciones en el programa de radio de Aristegui- escuché en el programa de radio de Jacobo Zabludovsky, que sintonizo cotidianamente, que a éste le llegó un comunicado de parte de Miguel de la Madrid en el que se aseguraba que goza de perfecta salud. Es como cuando se dio el fraude electoral de 2006: conforme iba avanzando el conteo de votos (el tiempo) Calderón iba "ganando" los votos que "perdía" López Obrador; ya se han de acordar, se los he machacado en reiterativos mensajes: el comportamiento espejo de las series de tiempo del conteo de votos. Todavía me acuerdo cuando México se fue a dormir creyendo, inocentemente, que había ganado su presidente.
Y si el dopaje del fútbol, la telenovela, la cooltura anglo sajona (y no la cultura, porque sí que la hay) y todo aquello que nos aliena siga perfectamente encaramado en nuestros cerebrillos, el mundo seguirá girando -en espiral, se me antoja- hacia su inevitable destrucción (no, no me refiero a la profecía maya, me refiero al decadentismo que nos afecta cotidianamente: individualismo, egoísmo, yoísmo, supremacismo, orgullo ególatra, "yo hombre: especie superior", "yo hago bien lo mío y con eso basta, lo que ocurre allá afuera no es cosa mía", esquizofrenia, autismo, soledad, desolación, vacuidad, careta, falsedad, podredumbre, abulia, marchas forzadas, seguir siendo co partícipes del actual estado de cosas ¿Por qué no -como ha prefigurado Cioran- dejamos un día cada humano -todos- de hacer nuestras grandiosas cosas? Un buen día despertamos y decimos: no voy a la escuela, no al trabajo, no a la maestría; no -en suma- a seguir que las cosas continúen, haciendo como que nada pasa y todo está muy bien y no importa que cotidianamente mueran personas absurdamente de soledad, de hambre, de enfermedad, de guerra, voluntariamente, por omisión, sin presentirlo ¿Cómo es posible que ahora mismo sepamos de gente que sufre (un amigo, un desconocido, un enemigo) y no hagamos nada? Me da miedo mi humanidad, no me gusta. Supongo que mi cuerpo se ha enfermado hastiado de lo que pasa: está protestando porque yo he tenido menos valor que él. Pero sé que por escribir esto terminaré de ganarme el desprestigio entre ustedes -que por cierto, me comunican, a veces, un silencio indecodificable-: loca, narcisista, descerebrada, irreal, utopista, iconoclasta, heresiarca, moralista, fútil, acomplejada, nimia, mediocre, ufana, desarticulada, inconforme, inferior, atrasada, perimida, neurótica, aburrida, solitaria, se ve que no tiene nada mejor que hacer, ha perdido la perspectiva por completo, conspiracionista, izquierdosa -que miren que abomino de cada uno de los partidos políticos que hay, estoy seriamente pensando en la posibilidad de anular mi voto o de votar por mi mejor amigo-, ni su diario le alcanza para tirar por la boca -la que nos da el papel- toda la bazofia que le cabe, insatisfecha, melancólica (esta sí la acepto), maníaca, mórbida, petrificada, bizarra, caótica, ha perdido por completo su esencia: su capacidad para guardarse en el riñón izquierdo todo aquello que la atribula. Pero estoy tan harta de esa falsa e ilusoria visión "progre" que nos lastra y nos vuelve tan culpables como aquel que lanza la piedra para después esconder la mano. Pero estoy tan triste por vivir lo que no quiero y verlo y ver cómo consume espíritus y los vuelve tarados o indigentes o divos de la ciencia o seres marginales (allí estoy yo) o frívolos de antro o pederastas de iglesia o putas de bazar y porque el arte comienza a consumarse y ya sólo Bach lo logra o alguna canción banal que canta Litzy. Y, entonces -como le dije ayer por correo a Jean Meyer- ya cada vez soy más nube, soy nube: vivo en el cielo, soy blanca, evanescente, prodigo agua sobre la mar, soy fantasmal. El silencio me asiste.
Eleutheria Lekona.
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