Serendipia
martes, 31 de agosto de 2010 by Eleutheria Lekona
El semestre pasado –serendipia- me encontré allá en CU un libro intitulado “Serendipia” escrito por Ruy Pérez Tamayo y, cuando lo encontré, no pude más que proferir un ¡serendipia! desde mi fuero interno. Una palabra que una vez que ingresó en mi vocabulario (y sí recuerdo cómo lo hizo) ha sido expulsada –una y otra vez- por mis neuronas –pensemos que ellas lo hacen- hacia mis textos: coloquiales, escritos, monologados.
El libro, más precisamente, se intitula “Serendipia. Ensayos sobre ciencia, medicina y otros sueños” y si bien el mero título reducido a la susodicha palabra habría bastado para adquirir el libro, el subtítulo fue ese plus, ese último empujoncito que me decidió a comprarlo. Habría querido desde entonces dedicar un post a esta minucia mía, pero la avalancha de acontecimientos –esos que se hacen meritorios de un post en “la ciudad”- no me lo habían permitido. Esta tarde, en la que particularmente me hallo repleta de faenas, compromisos y demás, quiero –sin embargo- abrir un corchete temporal y mecanografiar esa parte del libro en la que, con ciencia (so to speak), se nos explica el origen y significado del término. Yo a estas cosas les encuentro gran valor no sólo por mi arrobo ante eso que me ha dado por llamar “multiplicidades”, sino porque el confrontamiento con las palabras, con los términos, con la lengua –creo- nos ofrece de todo un caudal de material para, ¡ah!, montón de cosas…
Aquí voy:
“La palabra serendipia no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española. Esto no es de extrañar en vista de que el término fue acuñado apenas hace 221 años, y ya sabemos que la Real Academia Española se toma su tiempo para aceptar nuevas palabras: las cosas en palacio, van despacio. La palabra serendipia significa: “La capacidad de hacer descubrimientos por accidente y sagacidad, cuando se está buscando otra cosa”. A primera vista, serendipia parece querer decir lo mismo que “chiripa”, pero como este último término sí se encuentra en el Diccionario de la Real Academia Española, ahí vemos su significado: “En el juego de billar, suerte favorable que se gana por casualidad. 2. Fig. y fam. Casualidad favorable”. Serendipia y chiripa comparten el elemento casual, de accidente, pero mientras serendipia requiere además sagacidad, lo que no se menciona en la chiripa, serendipia no se refiere a que la suerte sea favorable, mientras que esa característica forma parte esencial de la chiripa. Los puristas señalarían otra diferencia más entre los dos términos: serendipia es una facultad o capacidad del individuo mientras chiripa es el hecho que acontece.
La palabra serendipia fue inventada por un personaje interesante, de quien conviene decir unas cuantas palabras. Se trata de Horacio Walpole un escritor, crítico de arte y político ocasional inglés, que vivió de 1717 a 1791 en Strawberry Hill, hoy en las afueras de Londres y propiedad del Colegio St. Mary, en Twickenham.”
Hasta aquí la transcripción.
Bueno, en el libro se nos sigue narrando algo de la biografía de Horace Walpole (por cierto, debe ser el Horace Walpole que escribió la que es considerada la primera novela gótica, es decir, “El Castillo de Otranto” libro que, quizá, merecería de mi parte otro post a no ser que –como lo he dicho- ni poseo la autoridad para parlar aquí de literatura pues, aunque leí el libro, no haría sino volcar con mi clásico tono de “sabelotodo” lo que es mi mera y llana opinión; y ni tampoco estos menesteres son el único objeto de mi asombro y hay días que ya me voy diciendo: pero es que, como te llames, ya va siendo momento de saques posts sobre otros asuntos (Filosofía y Matemática, por ejemplo). Aunque cabe decir que sí que he escrito posts sobre Filosofía y Matemática, pero que soy tan poco complaciente con lo que escribo al respecto -¿o cómo desafanarme del rigor en estos lares?- que tengo varios textillos escritos, incompletos, que no abandonan la mera categoría de archivo de texto (para mudar a post de blog) debido a veces a verdaderas nimiedades: como que no me gusta una palabra, o debido, otras veces, a asuntos nada menores como: la estructura lógica de mis aseveraciones) y, más adelante, se menciona con concreción en dónde por primera vez Horace utiliza tal término y dice:
Comienza la transcripción:
“El 18 de enero de 1754 Walpole le escribió a Mann una carta para notificarle de la llegada de un retrato de Bianca Capello, una bella cortesana del siglo XVI que llegó a ser duquesa de la Toscana; Walpole había visto el retrato en el Palacio Vitelli, de Florencia, hacía más de 12 años, y le había gustado muchísimo. Horacio Mann estuvo pacientemente en espera de la primera oportunidad para comprarlo; cuando por fin pudo hacerlo, se lo mandó a su amigo como obsequio. Durante un tiempo el retrato se atribuyó a Bronzino, pero posteriormente los conocedores concluyeron que era de Vasari; sin embargo, hoy están seguros de que lo pintó Bronzino. En esa carta hace su aparición por primera vez la palabra que nos ocupa, serendipia.”
Hasta aquí la transcripción.
Entonces, la parte de la carta que se nos enseña en el libro no es tan breve como en estos momentos a mí convendría, y extraigo, entonces, el pedazo en el que particularmente se habla del asunto y cito nada más esa parte:
“Este descubrimiento es casi del tipo que yo llamo serendipia, una palabra muy expresiva, que como no tengo nada mejor que decirte voy a intentar explicártela; la entenderás mejor por derivación que por definición. Una vez leí un cuento tonto llamado Los Tres Príncipes de Serendipo: mientras sus altezas viajaban iban siempre haciendo descubrimientos, por accidentes y sagacidad, de cosas que no estaban buscando; por ejemplo, uno de ellos descubrió que una mula tuerta del ojo derecho había pasado por el mismo camino recientemente, porque el pasto sólo había sido comido en el lado izquierdo, donde era menos bueno que en el lado opuesto ¿entiendes ahora lo que es serendipia?...”
En fin, que la carta sigue y se entera uno de bastantes anécdotas aledañas al siglo XVIII europeo que, acaso en otra ocasión, referiré. Por lo pronto, de eso siguiente sólo destacaré –en congruencia con mi post- la siguiente información adicional sobre la palabra:
1) * * Serendipo es el nombre antiguo de Sri Lanka (Ceylán).
2) * * El cuento “Los Príncipes de Serendipo” es posiblemente de origen hindú.
3) * * En el texto la palabra viene a colación y se conecta con un hecho común y sutil en las ciencias experimentales: algunos de los descubrimientos que han resultado de mayor beneficio para la humanidad (como tal vez el descubrimiento de la penicilina) han ocurrido por serendipia.
Cierro con una elocuente reflexión que Pérez Tamayo nos obsequia en relación a la serendipia en ciencia:
“Para mí, la serendipia fue como una marca de fábrica, como un grito de batalla, como el pelo largo y los “blue jeans” fueron para la generación de mis hijos. Alcanzar el éxito en el trabajo científico, en la investigación biomédica, a través de años de labor ardua y consciente, dirigida en forma inalterable hacia una meta específica y siempre a la vista, parecía ser una forma satisfactoria de invertir la vida. Pero triunfar por uno o más episodios de serendipia era como haber penetrado en un mundo mágico, como disfrutar de la realidad regida por la razón y, además, de otro universo, localizado en dimensiones indefinidas y gobernado por mecanismos irracionales, ilógicos e imposibles, pero al final, deliciosamente reales. Era como correr detrás del Pájaro Azul ¡y alcanzarlo!; era intentar la imposible conquista del paraíso infinito que se encuentra del otro lado del Arcoiris, ¡y conquistarlo! En pocas palabras, era lograr conferir a esta humana existencia y terrenal, ciega e irrelevante, un sentido no de trascendencia pero sí de dignidad, no de grandeza wagneriana pero sí de ingenua y bondadosa relación con nuestros semejantes. La serendipia era la llave para lograr todo esto y muchas cosas más; para, con Russell, “…eliminar todas las aspiraciones de nuestros deseos temporales, para arder con pasión por las cosas eternas…” y emanciparnos de la dictadura de la denigrante realidad cotidiana, de la esclavitud a la moda y a la escala vigente de valores, de la necesidad falsamente imperiosa de igualar las ambiciones más preciosas de nuestro ser más íntimo con las sancionadas oficialmente por la sociedad, a la que por decreto accidental e incontrolable del Destino, nos ha tocado pertenecer como individuos. Todo esto fue, y sigue siendo, la serendipia para mí.”
Fin de la transcripción y fin del post.
La ficha del librito es:
Pérez T. Ruy; SERENDIPIA. Ensayos sobre ciencia, medicina y otros sueños, Siglo XXI Editores, México, 1987 (3ra. Edición).