Cosas que deberían ser consideradas
crímenes de lesa humanidad y no lo son:
*Propagación de
fake news o noticias falsas.
*Inducir en la
opinión pública creencias engañosas a través de mentiras.
*Permitir que
alguien abuse psicológicamente de un tercero en un centro laboral, en un centro
educativo o en cualquier otro centro de cualquier otra índole.
*El bullying,
el acoso escolar, el acoso laboral y el mobbing.
*El acoso
cibernético o ciberbullying.
*El plagio, la
implantación de personalidad, la creación ficticia de perfiles falsos en
Internet para apropiarse de la propiedad intelectual de otras personas y otros
delitos informáticos similares.
*Hackear y
espiar cibernéticamente a alguien.
*El acoso
selectivo en redes sociales volcando sobre un individuo focalizado tandas
industriales de odio sin razón alguna, por el puro afán de fastidiarlo, a lo
cual habría que denominar sin pelos en la lengua, con el mote de “crímenes de
odio”.
*La creación de
posverdades, sin sustento alguno, en donde puede probarse el uso de marketing y
el contrato de empresas informáticas, como en el caso de Cambridge Analytical,
con el propósito de impulsar candidaturas políticas, manchar y lacerar la
imagen de algún político en particular y crear en general un clima de
animadversión política y descalificaciones.
*Los chismes,
las difamaciones, las calumnias con fines políticos, cuyas consecuencias
podrían impactar en forma onerosa en una nación, una economía entera o un grupo
social mayoritario.
*Maltratar a
cualquier animalito o hacer cualquier cosa que ponga en riesgo su integridad
física. Las personas que agreden físicamente a un animal deben ser directamente
entambadas a los entramados de una cárcel. El maltrato animal es un predictor y
un indicador de psicopatía y una persona que ha maltratado a un animalito puede
fácilmente agredir a cualquier persona o cometer cualquier otro delito. Además,
en sí mismo, el maltrato a los animales es una crueldad desmedida que debe
castigarse sin clemencia.
Una sociedad que ama y cuida a sus
animales tiene un buen chance de ser una sociedad más cooperativa, o de
convertirse en una sociedad más empática y compasiva con su entorno, que puede
generar mayor bienestar, en todos aspectos, para sus miembros, de lo que podría
serlo una sociedad que es cruel, indiferente y poco compasiva con los animales.
El que todas estas conductas no estén sancionadas en nuestros códigos legales,
deja un margen para el abuso, la mentira, la manipulación, y en última
instancia la violencia. Los verdaderos actos violentos que nuestra sociedad
comete, no son, como nos imaginamos —aunque sí lo son por supuesto—, los que
nos retrotraen a la imagen de una bomba atómica cernida sobre un campo en algún
desierto, ni son tampoco los atropellos de los abusos policiales que encarcelan
a inocentes y mandan a presos políticos a cámaras de torturas, los verdaderos
actos violentos son los que ocurren antes de que toda esta violencia ocurra y
en realidad son la antesala de esta. Por ejemplo, el cabildear en una cámara
legislativa en donde se permiten y deslizan maledicencias, se ejerce tráfico de
influencias, los poderosos tienen lobbies a su favor que representan sus
intereses de modo que se aprueban leyes que los favorecen y un largo,
larguísimo etcétera, es lo que da pie a toda esta violencia venidera, es decir,
a la violencia posterior a estos actos “civilizatorios” en donde la conducta
humana —la mentira, la envidia, la manipulación y la capacidad de persuadir a
alguien de manera sutil— es lo que verdaderamente desata la otra violencia, la
violencia defensiva que solo se defiende para preservar la vida. Para que haya
un grupo paramilitar reprimiendo y asesinando a luchadores sociales porque se
oponen a la construcción de una represa que les cortará el acceso a ciertos
recursos, tiene que haber antes un marco legislativo que dio pie a la construcción
de dicha presa y asentó sobre su constructor derechos de propiedad. Para que
una bomba se pueda lanzar sobre un cierto poblado para asesinar a miles, tuvo
que haber previamente un grupo cabildero, que consigue patrocinadores en el
congreso, que ayudará a financiar los trabajos de fisión nuclear necesarios
para construir dicha bomba. Los medios de comunicación hegemónicos también
ejercen control supremo sobre las personas, influyen en sus creencias y, en sus
decisiones, a través de su maquinaria propagandística, pueden llevar a alguien
a cambiar de opinión y tomar una resolución que a priori no estaba allí ni se
hallaba en su imaginario. Los medios de comunicación también tienen la
capacidad de manchar la imagen de una persona y perforar en ella, modelar una
idea preconcebida y esculpir una faz de una persona de cara a la opinión
pública, que en realidad poco tiene que ver con su verdadera naturaleza. Los
medios manipulan y editorializan las palabras y las opiniones de las personas y
son capaces de influir en la percepción que tenemos de las cosas, de una figura
pública o de un acontecimiento en general. Los medios también utilizan su
inmenso poder para influir en nuestras opiniones y llevarnos a adoptar
creencias claramente erróneas y nocivas muchas veces. Los medios no tienen
escrúpulos en cuanto a los fines que persiguen y muchas veces usan la mentira,
el odio y las difamaciones como los medios más eficaces con los cuales alcanzar
sus objetivos de manera más inmediata. Los medios mismos, además, legitiman
este sistema mismo de creencias, ejerciendo presión psicológica sobre las
personas para colocar su propaganda y muy pocas veces difunden información
veraz cuando se trata de asuntos políticos. Los medios en general son una
herramienta de nuestros sistemas de dominación.
Hemos hablado sobremanera de la violencia considerada como un acto barbárico y
en nuestra cabeza asociamos tales actos con imágenes en donde prevalece el
abuso físico, pero hemos hablado poco de nuestros vicios y muchas veces,
incluso, nos cansamos en escribir grandes mamotretos para presentarlos como si
fueran virtudes. Pero todas esas virtudes o vicios que constituyen a la especie
humana y que hacen de nosotros seres supuestamente racionales y civilizados con
un grado de refinamiento único, en realidad nos colocan muy por debajo de lo
que nos sitúa nuestra capacidad para idealizarnos, y forman parte de nuestras
mezquindades más arraigadas. Esas mezquindades son también constitutivas de lo
que somos nosotros mismos. No solo somos seres que imaginan y conciben hermosas
teorías, también somos seres que pueden utilizar esa imaginación para crear
mentiras, por ejemplo, que pueden afectar a alguien más. Nos encanta pensar en
nosotros mismos como si fuéramos el non plus ultra de la civilización e
idealizamos nuestros aciertos como si fueran capacidades evolutivas nunca antes
vistas. Y peor aún, nos autoidelizamos al grado de mentirnos y engañarnos de
manera única y la prueba más fehaciente de ello es que nos hemos contado la
historia, con arreglo a la cual, la violencia solo puede ser física, y hemos
restringido así nuestra noción de violencia a algo tan nimio, que resulta
irrisorio. Es decir, reducimos la violencia a un acto físico y nos olvidamos de
todas las expresiones no físicas de la violencia, las cuales son más
mortíferas, aun, que la violencia física. Nos hemos otorgado así enormes grados
de libertad para actuar y esto nos convierte en sujetos autocomplacientes. Es
irrisorio, en serio, que dar una paliza a alguien pueda ser violencia y esté
sancionado en algunos marcos legales, pero que la serie de ofensas, mofas y
difamaciones que ocasionó en el otro la respuesta agresiva, no lo sea. En el
entendido, por supuesto, de que dicha violencia física no fue infligida, o no
haya sido infligida, de manera gratuita. Ambas cosas tendrían que estar
sancionadas de igual forma, aunque, por supuesto, con grados sobre cada
sanción. Es como si nos dijéramos: a ver, no, no puedes reaccionar de manera
agresiva si alguien te insulta, pero sí puedes tener malicia y usar esa malicia
—tu carga de malicia— para agredir a otro. Está bien que tengas capacidades
evolutivas para agredir verbalmente, porque no estás dañando físicamente a
alguien, pero está mal que agredas físicamente a alguien, por la razón que sea,
si te está agrediendo verbalmente. Violencia verbal, sí. Violencia física, no.
Violencia psicológica, sí. Violencia física, no. Dañar, mentir, manipular, sí.
Violentarse por esa razón, no. Ser un hijo de puta calculador y racional, sí.
Clamar justicia ante el agravio, no. Con lo cual omitimos que la violencia
verbal puede desencadenar en violencia física y por dicha razón es más
peligrosa, o puede ser más peligrosa, que la violencia física —¿o bajo qué parámetros medir
sus alcances?—, cuando en realidad, creo yo,
ambas cosas deberían de estar mal, y ambas cosas deberían de estar sancionadas,
y, además, como una de ellas tiene la facultad de ocasionar una agresión física
en el otro o de detonar una agresión física en un tercero, debe también
sancionarse —de otra forma y con penas menos punitivas, tal vez, o menos
largas, pero sancionarse a fin de cuentas para controlar, en verdad, la
agresión y aminorar la violencia—.
En lo personal, siempre he pensado que el límite de todas las personas y el límite de todos nuestros actos deber ser la libertad y la vida de los demás y en esto he sido irreductible, y lo reitero, la violencia física y el daño físico a alguien debe permanecer penado, como lo está de hecho, sobre todo si es un acto gratuito, pero de igual manera debe contemplarse una sanción fuerte contra todas aquellas personas y aquellos actos que mediante otras argucias también causen violencia. En la praxis, la verdadera violencia de los seres humanos no es la que se ejerce en un acto de suma barbarie en la que alguien o un grupo de personas salen con un daño físico, la verdadera violencia está en el conjunto de todos los cálculos racionales anteriores a tal acto ejecutado —los cuales pueden involucrar prácticas manipulativas, calumnias, difamaciones, etcétera— que una persona o un conjunto de personas realiza para imponer su voluntad sobre otro. Hay una violencia previa que ocasionó siempre la violencia física, la violencia que se ejerce en los actos y causa un daño irreversible sobre las personas. Esta violencia previa es una violencia no física y como ya lo expliqué líneas más arriba esta violencia se despliega en formas menos obvias, o menos onerosas, por medio de mentiras, calumnias, indirectas, ejerciendo presión social o presión psicológica sobre los individuos —acoso, bullying, extorsión, soborno, chantaje—, los cuales a su vez pueden darse en medios laborales, en el campo legislativo o en los congresos, a través de lobbies, ongs, los grupos cabilderos, cortes, en colectivos diversos, en la escuela y en general en todo grupo social en miniatura o en grande. Lo más aberrante de esta violencia, además, es que ahora contamos con medios y dispositivos electrónicos a través de los cuales esta violencia se difunde de manera expansiva. Las redes sociales, las fábricas de troles, los centros de bots, los tabloides mediáticos mismos, los perfiles falsos, el lawfare, las fake news, etcétera. Estas expresiones sutiles de la violencia son tan violencia como la violencia misma y pueden desencadenar respuestas físicas sin parangón y un daño irreversible en las personas. De allí que resulte tan desagradable que se clasifique la violencia. Es de hecho violento hablar de tipos de violencia. E injusto. Y es violentador. Si lo pensamos detenidamente, todo acto de violencia es un acto de poder y siempre que hay un acto en el que intervienen individuos nos estamos enfrentando a pasiones humanas. Por eso considero que es un logro el que la violencia y las agresiones físicas estén sancionadas en forma tan contundente en nuestros códigos penales, es un logro y es un paso de grandes magnitudes hacia una sociedad mejor, pero es un retroceso que todos los actos no físicos que desencadenan la violencia y que generalmente son actos verbales no estén penados de igual forma. Muchas veces, incluso, los logros en materia penal para sancionar la violencia física son obstaculizados por la corrupción y la violencia no física. Una persona con dinero puede sobornar a un juez, por ejemplo, para no ir a la cárcel después de haber infligido violencia física sobre alguien, como usualmente sucede, pero una persona pobre que haya cometido violencia física irá igualmente a la cárcel. Además, indudablemente, quien cometa violencia verbal y goce de influencias o de palancas, probablemente no irá a la cárcel.
¿Por qué la urgencia de sancionar la violencia verbal no física? Porque nuestra sociedad se ha transformado en tal forma, depende en tal
modo la verdad de las cosas o la honra de una persona de las manipulaciones que
un psicópata cometa —o de las postverdades—, o de lo que un tabloide de tv
diga, etcétera, que no es posible que dichas calumnias no queden sin sancionar,
dado que esa falta de castigo sería ejemplarizante para los demás. Sería,
literalmente, una invitación a la violencia, un premio a la misma prácticamente,
no contar con esas sanciones, como lo es, de facto.
Finalmente, si no es posible que en nuestras sociedades se instituyan penas
tangibles contra estos crímenes porque quizá la nuestra es una sociedad no
coercitiva, o una sociedad que teme serlo o que teme violar garantías
individuales en el intervalo —por la subjetividad que puede haber algunas
ocasiones en determinar la severidad de tales delitos, etcétera—, entonces, la
sociedad en sí misma debe ser capaz de marginar a quienes actúen de manera tan
dolosa, de imponer de alguna manera alguna veda sobre quienes hayan actuado de
manera tan amoral y abyecta sin lesionar sus derechos; sin embargo, debo
señalarlo, nuestra sociedad está moralmente tan atrasada, es tal el letargo
moral en el que vivimos, que la realidad es que muy pocas sociedades son
capaces de implementar este tipo de penas sin incurrir en abusos igual de
excesivos que los primeros. Por lo cual, mi consejo sería que cuando se
instrumenten este tipo de prácticas, siempre actúen grupos pequeños o personas
que por iniciativa propia manifiesten su inconformidad sin fomentar el odio y
ofreciendo discernimientos éticos y racionales en sus argumentos. Las personas,
cuando actuamos en masa, podemos ser más estúpidas de lo que imaginamos, y por
eso es importante que cualquier consigna, eslogan, o creencia política que
adoptemos, la adoptemos siempre por convencimiento propio y de manera autónoma,
sin que haya alguien persuadiéndonos en Instagram, Facebook, Youtube o por
cualquier otro medio. Es importante inspeccionar una idea antes de adoptarla,
no solo en su contexto y no solo en los datos duros que aporta y en los datos
duros que la sostienen, sino, principalmente, en su génesis histórica.
EPÍLOGO
Las ideas pueden ser adaptables o no, a un contexto económico, político,
antropológico o de cualquier otro tipo y es necesario analizar tales contextos
a la hora de adoptarlas para determinar su factibilidad. Las ideas, aunque
parezcan atractivas o incluso embriagantes, pueden ser completos disparates si
se analizan a cabalidad y pueden traer más mal del que supuestamente están
abocadas a combatir, o a trocar por un denotado bien. El costo moral, económico
y político que muchas veces implica adoptar tales ideas no siempre es fácil de
mensurar y algunas veces pueden pasar incluso años, antes de determinar o poder
cuantificar la magnitud de ese daño, pero sería mucho más fácil y más simple,
estudiar y analizar la viabilidad de tales ideas antes de adoptarlas que pagar
los costos sociales o de cualquier otro tipo por haberlas adoptado
irreflexivamente. En el fondo, cuando se adaptan ideas, estas de alguna u otra
manera se ponen en práctica y éstas, también, pueden incluso cristalizar a
través de algún código legal y dar cauce de manera secundaria a que se creen
las condiciones que van a dar pie a cometer o instaurar violencia, propagarla,
instigar a esta, maquillarla, disimularla o incluso tolerar su ocurrencia. Una
idea contra la violencia puede ser un perfecto subterfugio para aplicarla si no
pensamos analíticamente su utilidad y, sobre todo, si no limitamos los actos y
actitudes en el presente listado que solapan la violencia, la disfrazan y la
instrumentalizan sin que haya posibilidad de sancionar a sus estúpidos
perpetradores. LUdd08'23. LUdd09'23.
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