jueves, 4 de junio de 2020

Descomposición social e individualismo

Tal vez yo siento esta necesidad extraordinaria de ser yo misma estos días y atrincherarme en mí misma porque palpo a través de las redes sociales (no solo por el acoso que he vivido, aunque sí en parte por ello) una descomposición muy importante a nivel social y, muy tristemente –que es tal vez la que más me preocupa por mi inclinación a las cuestiones sociales– una descomposición de las estructuras sociales de izquierda, completamente impregnadas, controladas y manipuladas por la agenda globalista. Empero, de esto trataré de no hablar ya porque tampoco se vale que yo transmita mi desencanto a los demás. Mi experiencia no tiene por qué ser la experiencia de los demás y si hay gente allá fuera que de manera genuina lucha por transformar lo fétido de nuestra sociedad, aun en forma manipulada –por el control externo a la izquierda–, tal vez deba ser esa persona por sí misma la que se dé cuenta de que esto está ocurriendo y no que se entere porque yo lo diga.

Ahora bien, otro hecho a subrayar es que yo creo que la izquierda en sus bases sociales como tal, está destrozada, por la simple y sencilla razón de que observo, en términos históricos, que desde la caída del bloque soviético, la disidencia de cualquier tipo en los países occidentales (y países en las periferias si les molesta la etiqueta occidental para Latinoamérica) está controlada por las élites globales a través de ongs, think tanks y agencias de manera muy sutil, tan sutil que solo unas cuantas personas se dan cuento de ello.

Generalmente, cuando la opresión es muy obvia es fácil combatirla y por eso ahora los regímenes totalitaristas –esa categoría de Occidente– son tan fáciles de desmantelar. Atacar a un Trump o a un Bolsonaro es fácil, solo tienes que aplicar los diez puntos de la metodología de Gene Sharp, tener recursos, financiación y agencias de desestabilización a tu alcance, tal y como ocurrió y ha seguido ocurriendo con las llamadas primaveras árabes, para lograrlo. Nunca debería de ser borrado de nuestras cabezas que las llamadas primaveras árabes que ahora tienen hundidos a países que otrora gozaban del índice de desarrollo humano más alto en la región, como Libia en 2011, fueron impulsadas, creadas y concretadas a través de una red social, Twitter en específico. Luego entonces, lo verdaderamente difícil no es desmantelar a los países totalitarios, lo verdaderamente difícil es identificar a las tiranías transparentes, prácticas e invisibles, cuyos tentáculos se extienden hacia nosotros a través de la cultura y las interacciones sociales. Y es justo allí en donde entra esta idea mía de atrincherarme en mi individualidad y alejarme de la inercia que siguen las masas.

Esto es, veo que la sociedad está completamente agitada, revuelta y empapada por esta contaminación. Pero no hay modo de advertirlo a nadie ni es justo, como ya dije, insistir en el asunto. Es injusto, en realidad. Cada quien debe tener derecho a sus propios descubrimientos. No es justo arrastrar a los demás a nuestro caudal de insatisfacción, pero tampoco es justo que los demás nos atraigan al suyo. Y por eso lo reafirmo, no es una cuestión fascista regodearte en tu individualidad, es una cuestión de supervivencia y de amor a la vida. O al mundo, no como lo conoces, sino como lo concibes, como tú lo imaginas y lo deseas.

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