Política
y Educación
Paulo
Freire
[Resumen]
La
Educación permanente y las ciudades Educativas
En este
brevísimo ensayo, Paulo Freire establece dos cosas: 1. El porqué de la
permanencia de la educación y 2. La relación entre la educación y la ciudad.
En cuanto al
primer punto, Freire señala que la educación es inseparable de la vida misma
pues da información en relación a los usos de la sociedad en los demás ámbitos
de su existencia: no sólo la posición pedagógica; también la opción política,
la inteligencia de la vida en la ciudad, el sueño en torno a esta vida, etc. El
proceso de enseñar y aprender es de carácter ontológico por ser parte de la
existencia de una sociedad y éste ha sido posible –señala Freire– gracias a la
posibilidad del hombre de decir, de comunicarse, gracias al lenguaje. La
educación es permanente desde el momento en que el hombre se hace consciente de
su finitud y de su necesidad de aprender y extender sus horizontes con la
finalidad de trascender durante su corta estancia en la Tierra. Así, la
educación del hombre se ha construido a lo largo de la Historia y ha
constituido varios afanes: el de aprender, el de enseñar, el de conocer. Mas,
si bien, la necesidad de saber es de carácter universal, la respuesta a esta
necesidad ha sido, en cambio, de orden político. Desde esta perspectiva, Freire
se sitúa en una posición posmodernista progresiva que, a diferencia de las
llamadas corrientes de izquierda y derecha, se trata de una posición
incluyente, por tolerar las diferencias y que no ve en su propia verdad la
única verdad admisible. Es justo en este punto en donde entra la ciudad, como
el lugar que recoge a los habitantes que construyen, entre otras cosas, la
educación de quienes la habitan. He aquí que la ciudad debe ser pensada como un
lugar en donde exista verdaderamente la democracia, en donde las escuelas de
élite desaparezcan y se dé cabida a una escuela universalista que eduque a
ricos y pobres, negros y blancos, judíos y árabes, homosexuales y no. A fin de
lograr esto anterior, es necesario también que el Estado se responsabilice
plenamente del ámbito educativo, no pueden los pobres permitir –arguye Freire–
que el Estado se desentienda de ese gran compromiso que es educar a sus
miembros. Finalmente, una de las más importantes gestiones de la ciudad en
tanto herramienta educadora, es aquella que consiste en educar al habitante
para la vida cívica y política y, esencialmente, con la manera en que los
ciudadanos –en tanto colectividad– ejercemos el poder en la ciudad.
Educación
y Calidad
En este
ensayo, Paulo Freire deja asentado que pensar en educación y calidad, es
también pensar en calidad de la educación y la incidencia de la educación en la
calidad de la vida. Lo primero que debe de aclararse en aras de esclarecer
estos conceptos es que calidad en la educación significa tomar una postura
ética que, como tal no puede negar que el educador asume siempre una postura
política y sueños propios que deben ser compartidos –pero no impuestos– al
educando. La calidad, exige verdad, pero exigen también congruencia. El
educador ha de practicar lo que pregona. Pero ¿qué es la calidad en la educación?
Se trata de las cualidades que nosotros, en tanto sociedad, atribuimos a las
cualidades innatas (no atribuidas por nosotros) a la educación, es decir, de
aquellos objetivos que trazamos para la educación, de lo que soñamos que sea la
educación. Ahora bien, educación para la calidad es, entonces, educar a
nuestras sociedades para aquello que se considera como ideal. Por supuesto que
surge ante esta definición una clara realidad: existe no una, sino diversas
calidades y cada una de dichas calidades va variando de país a país, de
sociedad en sociedad. Pero no sólo eso, sino que dentro de un mismo país o
sociedad existen diversos puntos de vista en torno a la calidad. Es por ello
que la calidad de la educación es también una variante y se perfila a un contexto
muy específico, lo mismo que la educación y calidad de vida. Cada una de estas
concepciones exige, entonces, como se dijo al inicio del ensayo, la toma de una
postura desde donde mirar al mundo y desde donde, también, definir calidades a
los objetos de nuestra aspiración.
La
alfabetización como elemento de formación de la ciudadanía
Con el
propósito de determinar hasta qué punto la alfabetización educa a las personas
para la vida en la ciudad (y el ejercicio de los deberes y obligaciones de
dicha vida), se hace necesario definir los límites de la educación y de la
alfabetización como parte de la primera y ello implica también una toma de
postura política, asumir contra qué y para qué se ejerce la práctica educativa;
tener claro, en tanto educador, qué tipo de sociedad se sueña y en busca de esa
sociedad ejercer la educación. Ello significa también conocer las clases
sociales que existen al interior de la sociedad y, en concreto, conocer a las
clases más bajas –analfabetas, en muchos aspectos; no sólo analfabetas
lingüísticos– con la finalidad de alfabetizarlas e incorporarlas a la sociedad
que las acoge, pero incorporarlas de acuerdo a las demandas de dicha sociedad.
Esta tarea no es fácil pues las clases sociales populares han resistido de
diversas formas al dominio de las clases dominantes y, para lograrlo, han
creado sus propios códigos lingüísticos y culturales; es menester, pues,
conocer “sus mundos” para hacer posible la alfabetización; en concreto, si bien
debe conocerse y saberse hablar el lenguaje popular, es necesario también
educar a las clases populares al uso del lenguaje culto, esto último les dará
una herramienta más para desafanarse de la clase dominante. Es menester saber
que las clases populares han perdido la esperanza del mañana, han sido
destituidas de su identidad, de su yo, de su más esencial dignidad y, al saber
esto, el educador debe comprometerse ¿a qué? a –dice Freire– la conquista de la
identidad de las personas, a restituirles su yo; un educador progresista a eso
debe tender. La escuela debe buscar también despojar a la realidad de la
ideología de los dominantes, no servir únicamente a los intereses de ésta. El
educador progresista tiene que luchar, entonces, incansablemente por la escuela
pública y por lograr que los contenidos educativos desvelen los fines opresores
de las clases que dominan. La lucha del profesor, en consecuencia, ha de ser
radical y valerosa, atreverse –con valor– a aspirar a mejores
condiciones salariales, a una práctica educativa digna.
Educación
y Responsabilidad
Toda
práctica profesional o de algún oficio exige responsabilidad. Responsabilidad
es ejercer nuestra práctica cumpliendo deberes y haciendo operativos nuestros
derechos.
El clima que
permea a nuestras sociedades, en contrapartida, es un clima de
irresponsabilidad e impunidad. Todo ello tiene que ser contrarrestado no con
discursos y propuestas moralistas, sino con rigor ético. Desde esta
perspectiva, a Freire le parece ingenua
la dicotomía que se da entre educación para la responsabilidad y educación para
la liberación como si –sostiene- la segunda fuese irresponsable. El verdadero
antagonismo debe verse entre la educación libertadora y la educación
autoritaria, en donde, esta última, no es que carezca de responsabilidad, sino
que su responsabilidad sirve a intereses de grupo. El educador que sirve a la
educación autoritaria puede que sea o no responsable, sencillamente, no es
libre, y educa para domesticar. El educador progresista educa para emancipar,
pero puede también ser responsable o no serlo. Aunque eso sí, el educador
progresista educa esencialmente para la libertad y ello es, inexorablemente, un
quehacer responsable. Cito, por último,
textualmente lo siguiente porque me parece revelador: “El educador progresista
no puede aceptar ninguna explicación determinista de la historia. Para el
educador progresista el mañana es algo inexorable: es algo que debe ser hecho
por la acción consciente de las mujeres y de los hombres en cuanto individuos y
en cuanto clases sociales. La liberación no vendrá porque la ciencia preestableció que vendrá. La liberación se da
en la historia y se realiza como proceso en que la conciencia de las mujeres y
de los hombres es un sine qua non.”
Escuela
pública y Educación popular
En este
ensayo Freire intenta bocetear el lugar de acción de la educación popular: la
escuela pública o fuera de la escuela. Para ello, explica que no es posible una
visión ingenua de la educación que ve en ésta la solución a todos los
problemas, pero que tampoco es posible una visión pesimista según la cual la
educación sólo es resultado de las transformaciones. La visión que mejor nos
ayudará a discernir sobre el lugar de la educación popular es aquella que ve a
la Historia como posibilidad pues, en oposición a las posturas mecanicistas y
deterministas, considera que el sujeto si bien es condicionado por la educación
no es, en cambio, determinado por ésta porque su subjetividad todo el tiempo
está presente. El educador progresista, incluyente, que pugna por la unidad en
la diversidad, que no se desentiende de la realidad que rodea a los contenidos
educativos, es quien habrá de reconocer en la existencia de las clases
populares una condición necesaria para la educación pública progresista: su
permanencia al interior de la escuela pública. Dicho así, la práctica educativa
neutra preconizada por la derecha es insostenible.
La
Educación Política
Michael
Oakeshott
[Resumen]
Para saber
qué es la educación política es necesario, dice el autor, más que definir la
política, conocer sus actividades y la clase de educación que estas actividades
implican. De acuerdo a esto, la actividad política no puede ser únicamente
entendida como una actividad empírica que busca atender a los arreglos y deseos
de una sociedad y hacer en función de éstos. La política entendida únicamente
como una actividad empírica, despoja a ésta de su sustancia, de sus objetivos,
de sus fines y de su actividad concreta. Luego entonces, un entendimiento más
profundo de la política requiere necesariamente de la sustancia de ésta y ello
en buena medida puede lograrse cuando se hace política teniendo como eje rector
un principio ideológico. Dicho principio ideológico no sólo atenderá a los
deseos de la sociedad, sino a los deberes de la misma. Además, dicho principio
es un enunciado abstracto –como libertad o igualdad- que le imprimirá a la
actividad política una razón de ser. Desde luego que, si bien el principio
ideológico confiere de un sustrato ético (el qué debe hacerse), no
necesariamente indica cómo debe hacer (esto le compete, propiamente dicho, a la
actividad política, a la parte empírica de la política). La ideología entonces
nos da el qué, los objetivos, mas –al hacerlo- nos impele también a acarrearnos
otra clase de conocimientos: conocer la economía, la psicología, la cultura de
la sociedad; conociendo estos elementos podrán trazarse los objetivos. Queda
así clara una cosa: antes de atender al deseo de la sociedad, el quehacer
político tiene que conocer varios elementos de la misma. Aquí es en donde entra
el elemento educación; la educación se implementa con la idea de educar para la
ideología que persigue el fin político y, mejor aún, la educación que se
necesita no es sólo la que permita defender, exponer o pugnar por determinada
ideología, sino también aquella que nos permite inventar una nueva ideología,
una adecuada a fines más elevados (aunque esto es por supuesto parte de la
utopía). Después de esto asentado, el autor revira y decide que no, que la
ideología política no puede ir antes de la actividad política, ya que toda
ideología política nace –si bien con factura abstracta- después de la
observación de las sociedades y nace buscando sentar principios que mejoren o
mejor conduzcan la actuación hasta ese momento de las sociedades. Ocurre
entonces que la política no puede ser sólo entendida como actividad encauzada
al cumplimiento de un deseo, pero tampoco puede ser entendido sólo a través del
principio ideológico que la sustenta; en realidad, ambos elementos son
inseparables y co dependientes. Dicho así, la política es resultado de toda una
tradición que guía a la sociedad y bien ejercida, será capaz de hacer enmiendas
a dicha tradición. Cuando la sociedad integra dichas enmiendas en un cuerpo
teórico abstracto habrá generado un conjunto de principios generales. Sin
embargo, la educación política, el aprendizaje de una tradición de
comportamiento político no se hace a través del conocimiento de estos
principios generales, en realidad, la educación política se va logrando en el
tiempo, cada individuo, cada ciudadano aprende y aprehende la política vigente
viviendo en su polis; este aprendizaje será mejor en la medida en que la
tradición política que nos precede sea una tradición rica y vigorosa, en la
medida en que –quienes nos educan- estén bien educados políticamente. Pero una
buena educación política también debe comprometer el estudio histórico de la
tradición política de que se trate, pero no sólo el estudio de sus ideas, sino
también de los prejuicios que las sociedades pasadas se hacían en torno a la
política que les dirigía; la educación política debe también incorporar el estudio
de los sistemas políticos de las sociedades contemporáneas. Finalmente, la
educación política debe incluir una reflexión del quehacer político, un estudio
filosófico de la política y de los errores y contradicciones que han permeado
al pensamiento político.
Educación,
Instituciones y Mercados
José
Ayala Espino
[Resumen]
Los países
del mundo actual, han caído en la cuenta de que la educación es indispensable
para el desarrollo y el progreso de sus economías. La educación permite a los
miembros de diversas sociedades acceder a mejores oportunidades de empleo y al
ensanchamiento de su productividad, a mejorar sus condiciones de vida y a una
participación ciudadana más activa y que, en consecuencia, robustece a la
democracia; todo esto se traduce en bienestar social, un bienestar que termina
reflejándose en los mercados mundiales.
Así, los diferentes países que conforman al mapa geopolítico actual,
implementan políticas públicas para la mejoría de la educación. Ya que la buena
educación de una sociedad incide positivamente en lo económico, lo político, lo
social y en la vida diaria de las personas.
Las economías
mundiales, por otro lado, se han percatado de que no basta con entrar al libre
mercado y mejorar su macroeconomía para lograr pleno desarrollo; es menester
también mejorar sus condiciones educativas (ojalá nuestros gobiernos de
derecha, refractarios al bienestar social, repararan en ello). Sin embargo,
también es cierto que ninguna política educativa será fructífera si no se prepara
a sus agentes promotores (maestros, alumnos, padres de familia, organismos
sociales, partidos políticos, funcionarios públicos, etc.) para echarla a andar.
Serían las instituciones educativas –sugiere el autor– quienes deberían de
encargarse de garantizar la correcta aplicación de sus políticas educativas (en
mi país –lástima- del interior de las propias instituciones nace la corrupción
y el vicio). Entre los problemas más ostensibles de la actividad educativa se
hallan:
Ø Recursos ineficientes
Ø Estructura educativa centralizada y burocrática
Ø No existen claros indicadores sobre el desempeño escolar
Ø La sociedad poco se involucra con la toma de decisiones en materia
educativa
Ø Los agentes educativos (profesores, secretarios de educación,
directores, etc) son refractarios a cambios educativos profundos.
Ø Etc.
COMENTARIOS
En general,
todos los textos me parecieron útiles. En particular, el pensamiento de Freire
me pareció clarividente y, sobre todo, de un humanismo anonadante. Expone con
rotunda claridad y sin vicios lingüísticos toda la asimetría con la que se vive
en la actualidad y cómo ello incide en el desarrollo cultural de las personas.
Su texto me enriqueció verdaderamente, tiene una posición filosófica profunda,
ve a la educación y sus alcances en sus exactas dimensiones y esboza, sin
reticencias, todo lo que un educador debe comprometer en su labor. El texto
sobre “La educación política” me pareció –en cambio– muy redundante en lo que
quería expresar y escasamente novedoso, lo que allí se dice es, sí, valioso
dada la especificidad con que se dice, pero es algo que más o menos ya se sabe:
la educación política ha de atender a la historia de la política, al estudio
comparado de la política y a la reflexión de la política. Aunque, eso sí, el
texto es novedoso en la forma en la que dice lo que dice; supongo que para mí es
novedoso porque está dicho al estilo inglés, es decir, con un enfoque harto
pragmático. Finalmente, el último texto es muy alineado, contiene verdades
irrenunciables, preconizadas desde los grandes organismos internacionales, el
Banco Mundial por ejemplo. Organismos que, paradójicamente, hacen
recomendaciones cuya aplicación no hacen sino dañar la estructura educativa y
el mejoramiento del nivel de vida de los ciudadanos de los países “menos
desarrollados”. Hacen extensos tratados sobre lo que se debe mejorar en ciertos
países, pero –por otro lado– fuerzan a los mismos a aplicar políticas que
impiden dicho desarrollo. No entiendo esta disociación; sin embargo, no por
ello puedo declarar que la lectura de este texto (“Educación, Instituciones y
Mercados”) no me fue útil.
Hago un análisis del ensayo con mis palabras e invito a mis
lectores a debatirlo. En realidad, mi ensayo es un ensayo sobre el ensayo de
Freire. Más que un resumen, es un ensayo en sí en el que problematizo lo que
Freire plantea.
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