jueves, 23 de diciembre de 2010

Convergiendo sin límites (de la belleza de una idea)

Una idea deslumbra, no por la idea en sí misma, sino por la belleza con que ha sido expresada. Así que, lo mismo en forma de palabras que como fotografía o en forma de música o en un poema o a través de mutismo, una idea puede albergarse en el corazón o en la mente o en algo de dentro y generar un pequeño éxtasis, amalgama, aluvión, sube-y-baja recorriendo el cuerpo. Y todo esto, por su sola belleza, por su sencillez. Algunas veces me he hecho la pregunta tonta, ¿cuántas ideas distintas podrá ser capaz de generar la mente humana? Cuando pienso en la respuesta pienso, por ejemplo, en el cuentito de Borges de la Biblioteca de Babel y en todos los posibles k-enunciados que se pueden generar con todos los símbolos del alfabeto (el símbolo en blanco también es un símbolo) y, entonces, en la miríada de tomos de los anaqueles de esta biblioteca fantástica. Luego me digo, bueno, si cuando pensamos, hablamos, seguramente entonces, la mente podría generar –en forma de ideas- todos los enunciados –con o sin sentido- contenidos en los tomos de esta biblioteca. Yo cuando  pienso en ideas –ya este pensamiento, en sí, es digno de recelo-, pienso, claro, en ideas con sentido. Bueno, aquí hay un problemita más; ya se ha visto que los humanos somos capaces de articular muchas ideas –sintácticamente correctas- que, sin embargo, carecen de sentido. Entonces, preciso. Las ideas que son de mi interés son aquellas expresadas con corrección sintáctica (pedir sentido, exigir semántica, no, bueno, ya es pensar desproporcionadamente). Entonces, sí, seguramente el número de combinaciones es vasto. Pero ninguna de dichas ideas, por original que sea, por brillante, llegará a mí si no posee, además, la belleza de su comunicación. Hay, por otra parte, ideas que en sí mismas –e iguales a sí mismas cuando son comunicadas- son bellas. Es por eso –quizá- que soporto este mundo de ideas y que soporto que varias de ellas sean una misma en variación eterna por una sencilla cosa: la belleza, la profusión, la intensidad, los pequeños aportes, la forma única que cada quien tiene para expresarla. Al final, no me voy a meter en el vericueto de contar dicho número posible de ideas ¿Por qué? Porque tendría que hacer varias asunciones, simplificar excesivamente el modelo, abstraerlo y, en este caso, no me interesa la abstracción. Es decir, de mi total de ideas sintácticamente correctas (sea que hayan sido expresadas como música, imagen, poema, etc.), ¿cuántas de ellas, además, tendrían sentido? Pocas, poquísimas, ¿por qué? Porque la realidad a nosotros asequible, por nosotros observable, aquella en donde sucede nuestro cotidiano es tan mínima, tan exigua, tan nada –y tan todo- que, con poquitas ideas o refritos de otras nos alcanza bien para pasar la vida. Ahora diré por qué pienso esto y por qué, en todo caso, mi pensamiento lejos está de minimizar todas las -no sólo bellas sino originales- ideas que se han producido a lo largo de la historia humana. Lo que digo es que a pesar de lo curvo de nuestro espacio-tiempo; a pesar de vivir en la superficie de una esfera en donde son las curvas geodésicas las paralelas, ¿no acaso nuestro mundo es, al final, un mundo euclídeo?, ¿no acaso nos ha alcanzado con el Teoremita de Pit para resolver asuntitos tan cotidianos como la construcción de una casa y tener, ergo, a donde tranquilamente vivir? Por eso, la idea de infinito me deslumbra y ha deslumbrado a tantos humanos: los inimaginables, los intangibles, aquello que nuestra cabeza ya no alcanza a atisbar, pero que algo, una intuición, algo, nos hace saber que está allí. Es como mirar al hipercubo, imaginar un mundo de cuatro dimensiones y, de allí, partir e imaginar espacios geométricos propios de mayores dimensiones. Por cierto, yo de niña llegué a tener sueños en cuatro dimensiones que, al despertar, por incomprenderlos, me habían parecido pesadillas. Es ir en ascenso; construir cada peldaño y, así, intentar, arribar al siguiente.

Lo que existe, como existe, lo amo. Pero aquello que existe y no lo conozco y no logro imaginarlo, me arranca pasiones que van minando a mi corazón hasta dejarlo extenuado, pequeño, a pesar de que el bribón crezca y con el flagelo de sus dolores me provoque de absoluto vértigo: presencia de muerte.  

¿Y entonces? Siguen siendo un alimento porque, aunque siguen siendo las mismas, su expresión cambia. Y si bien el conjunto de cosas que, en su generalidad, son de interés a los humanos es reducido, esto no ha sido un impedimento para que los humanos –obstinados- sigamos imaginando aquello que aún no logramos aprehender del todo. Es ello, posiblemente, lo que nos ha llevado a tener nuestros tratados y cartapacios consignados a temas de ciencia, historia, artes, literatura. Esos atisbos de inmensidad, ese mirar al horizonte haciéndonos la pregunta, ¿qué hay más allá?, esa actitud, nos ha llevado al conocimiento de que ahora gozamos de las cosas –y, prácticamente, lo que sabemos es poquísimo- y nos seguirá llevando. Y también detrás, posiblemente, están el tedio y el vacío que nos eyectan incesantemente a la creación y a la duda y todo porque, a fin de cuentas, la vida tiene sentido cuando decidimos otorgárselo y, así, nos hemos inventado teorías, historias, cielos, avernos, fantasías. 


2 comentarios:

  1. Yo a veces me pregunto se un ser no pensante, digamos una persona en estado vegetativo, o una planta que esta viva...piensan o elaboran algo parecido al pensamiento...supongo que no y que únicamente reaccionan a estímulos, supongo que su metabolismo es otro...pero n lo sé. Ves como el japonés que estudió los mensajes en el agua?, que decía que dependiendo de las imágenes o la música la química del agua se transformaba...?
    Cuando estaba en la primaria y el profesor preguntó en qué se diferenciaban las personas de los animales le respondí que en la risa, que los animales no se podían carcajear jejejj...obvio mis compañeros no me bajaron de mensa jejej, bueno...cosa pasada, pero después pensé que lo que nos diferenciaba era la capacidad de abstracción; sin embargo recientes estudios documentados en video han demostrado que varias especies de animales pueden crear herramientas...muy básicas y rudimentarias para un fin muy concreto, por ejemplo, un ave que toma un palito para en el pico para acercarse insectos dentro del orificio de un árbol...si esto no es el resultado de la elaboración del pensamiento por parte del ave o resultado de su imaginación pues entonces qué es?
    Los seres humanos tendemos a agrupar y a organizar como parte de nuestras cognición, tal vez no a todo podamos darle un nombre ni hallarse pies ni cabeza. Y eso me gusta, me gusta que las personas imaginemos nomás por gusto y me encantan los dibujos imposibles, ésos que geométricamente al mirarlos, el cerebro no puede comprender sus dimensiones, es bien chistoso pero cuando yo estudiaba la carrera de diseño pensaba en mi mente imaginativa que tooodo era posible, pero al ver esos dibujos imposibles y querer imaginar un castillo sobre esos cimientos, (no importa que fuera en mi imaginación)...de todos modos se derrumbaba jaajaaajjaaa!!!! A qué cosas!!! Saluditos!!!

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  2. Bueno, yo tengo una teoría: los gatos piensan. Lo digo porque cuando me miran con esos ojos tiernos o cuando se quedan con la mirada fija, perdida -como en el poema de Baudelaire-, pareciera, que están, en efecto, pensando. Y yo digo que sí. Algo en sus mentecillas se genera, algún código, algún lenguaje, serie de símbolos, imágenes que ellos comprenden bien. Los perros, seguro, también piensan (o algo equivalente al pensar humano, pero en perros y gatos).

    ¿Qué nos distingue a los humanos del resto de animales?

    Algunos dicen que el miedo, la conciencia de la muerte. Yo esa pregunta no me la planteo tanto, pero creo que lo que nos distingue es producto del azar, de un accidente -como el que estemos aquí, que también lo es: no somos tan importantes, nuestro lugar en el cosmos no posee preeminencia.

    No sé cómo se representan los animales las cosas; lo que es claro es que nosotros dejamos –a través de símbolos- constancia de nuestras representaciones. También es claro que a través del lenguaje y lo que con él nos es dado, hemos elaborado construcciones en las que nos situamos en el centro; los antropocentrismos medievales, en el fondo, no los hemos erradicados. Mirémonos, aquí estamos, plasmando en blogs “nuestras ideas”, hablando de “nuestras pulsiones”, de “lo que pensamos”, sucumbiendo al placer de ver sobre nosotros apuntar a los reflectores, dejando –siempre- constancia de nuestro hacer, de nuestro yo –ese pronombre. Y me pregunto, ¿tendrán los animales necesidad de ese protagonismo?, ¿poseerán como nosotros esta conciencia tan clara del yo? Es muy posible que no. Sólo nosotros depredamos para poder, después, arrepentirnos. No quiero sonar pesimista, pero hay días que pienso que la peor plaga que le ha tocado recibir a la Tierra, es la especie humana, ¿por qué no nos sacude y se libra de nosotros? y así vagar, cual aerolitos, por el espacio hasta fenecer. Sonrisa. Bueno, no, reculo. La verdad es que, a pesar de todo, vivir tiene su encanto. Pero yo empiezo a sentir –y no tiene poco de esto- la necesidad de prescindir de todo, de vivir al mínimo. Un cuarto y un camastro –como los antiguos anacoretas-, un horno para cocinar, unas plantas qué cuidar, la bóveda celeste para admirar, mis animales, algunos libros y aquella mujer bella llamada música que aparecerá en mi vida a través del recuerdo o de silbidos (a ver si me salen las variaciones Goldberg).

    Y ya te leí en tus últimas entregas, aquel escrito de Paul Claudel que tanto ha significado para ti (qué bello). En realidad, ya desde niño una define quién es, su carácter, sus vértigos. Lo que te arroba de niño, las preguntas, emergen después durante la adultez con mayor solidez –después del reacomodo- y empiezas a confirmarte (desechar cosas es, finalmente, también una confirmación) poco a poco, mucho de lo que ya siendo niño eras. Yo sé qué cosas mías ya, desde niña, se manifestaban en mí. Yo por eso digo, que sigo siendo, esencialmente, el mismo espectrillo escurridizo, curioso, afanado en determinarse la inteligencia de las cosas, timidísimo que fui de niña. Volver a la infancia, retomar el senderito que trazaste para llegar hasta aquí, a lo que eres ahora, intentar aclararte cosas. Deseo pronto no querer saber más, abandonar el pensamiento y sólo sentir. Chale, estoy como en una segunda vuelta, otra vez elaborando preguntas, pergeñando respuestas.

    Un placer que charlemos Jen.
    No se nos acaba el perico.

    Te abrazo.

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