Hoy quiero escribir un post, pero no sé de qué hablar… tal vez porque quiera decirlo todo y -al final- no me atreva más que a proferir la nada (esa que se apoltrona en mi estómago, en las noches, cuando te extraño).
Con el arribo de la postmodernidad y sus criaturas que le son adherentes (la cultura masificada), parece que los ideales hubieran quedado proscritos. Y he allí que tenemos, como ejemplo, a algún Habermas declarando: “la utopía ha muerto”…
La utopía, sí, que no tenga lugar nunca… porque cuando eso ocurra dejaré de soñar con ella y ella es mi sueño y tener sueños me sienta bien porque ello me hace tener mis andanzas (serpenteando entre avances y retrocesos) y de mis andanzas –las nuestras- tomamos la materia prima con la que reconstruimos nuevamente al mundo –como en antaño- pero ahora con la nueva espira en “otro plano”.
Pienso en la utopía ahora que las cosas marchan recondenadamente mal en la nación; la pienso porque estamos vísperas la fiesta bicentenaria y, a pesar de que anhelo la llegada de esa noche –porque sé que me pondré emotivamente melancólica al recordar a mis héroes insurgentes- también sé que algo, esa noche, parecerá como ausente. Y esa ausencia, que pueden ser los ideales proscritos o una falta de vigor en mi sociedad o tantas otras cosas, tal vez un día se convierta en avalancha y haga nacer de dentro de sí un algo sumamente inusual.
Siento que -en relación a lo que ocurre en el país ahora mismo- hemos perdido una pose, una postura, una forma de reaccionar: y yo digo que eso es “AUDACIA”, hemos dejado de ser audaces. Audaces en nuestras respuestas y audaces en nuestras preguntas. Audaces frente a la desvergüenza (¿está bien la palabra?) con la que se conduce el gobierno usurpador, audaces ante su persecución, ante su nueva forma de hacernos mordaza, ante sus malditos métodos alienantes. Lo suficientemente audaces como para estar dispuestos a asumir que, de adentrarnos en la empresa de –con acciones- comenzar a revertir el presente statu quo, lo que venga después puede no tener su happy ending en lo inmediato. No, yo sé que no me explico. Sí creo en el trabajo paulatino de las sociedades, sí creo en el despertar cívico, en el vector suma, etc., pero también creo –lo veo- que nuestras acciones son asaz timoratas, leves, leves en mi opinión. Lo bueno es que mi mente como muchas otras mentes, y -por cierto- años luz superiores a la mía, han comenzado a idear nuevas cositas, pequeñas y sutiles acciones que, de consumarse, podrían tener alguna resonancia. Así es: son muchas las mentes que han comenzado a gestar ideas que, de perpetrarse, redundarían en consecuencias formidables… lo más interesante de ello es cuando dichas mentes se unen para trabajar al unísono.
Ah, a veces pienso que los utopistas somos personas tontérrimas.
No digo que con este aroma a vacuidad quiera concluir este post; digo que estamos a punto de la fecha y que mi plan de conmemoración, de alguna forma, no está del todo extinto y quiero hablar.
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