Nietzsche y el etnocentrismo

18 de mayo de 2013

Casualmente en la tarde, antes de siquiera haber visto el vídeo de Russell del post anterior, y dado que ayer me dio por compartir algunas impresiones sobre la filosofía de Nietzsche sugeridas por un pequeño texto en el que me pareció se asemeja a alguna consideración marxista (en un filósofo que no podría haber sido más adversario del materialismo dialéctico que el propio Nietzsche, etcétera), casualmente —repito— estuve viendo el siguiente vídeo del filósofo argentino José Pablo Feinmann en donde él mismo opina sobre Nietzsche, y que comparto.

Por cierto, si bien coincido plenamente con Feinmann en prácticamente toda su exégesis sobre la filosofía nietzscheana y, particularmente en: A) Que Marx y Nietzsche son antagónicos y B) Que la filosofía de Nietzsche es una reacción (es decir, lo contrario a una revolución), tengo, sin embargo, el siguiente disenso con Feimann:

—Que Nietzsche haya sido el filósofo del nacionalsocialismo y de la unificación tardía de la Gran Alemania.

En todo caso —opino—, sus tesis fueron tomadas y tergiversadas por el nazismo a fin de justificar su barbarie totalitaria. Que era, por lo demás, la barbarie típica de las naciones imperialistas de aquellos tiempos y de la barbarie que habría de dar origen posterior a las dos guerras mundiales. O sea, culpar a Nietzsche de esto es irrisorio, equivaldría a poco más que desrresponsabilizar a los demás de sus acciones. Hay que leer Ecco Homo para entender esto. Ahí es enfático Nietzsche sobre tres aspectos: 1) Su desprecio por el espíritu alemán (que ve encarnar en Wagner), 2) Su admiración por la obra inconclusa de Napoleón, pues veía en ella la unificación de los pueblos de Europa, 3) Que no era un antisemita; por ejemplo, admiraba a la antisemita Cosima Liszt de Wagner, pero un poco por esto (y por el cristianismo y el nacionalismo wagnerianos) rompió con aquél —y eso por no hablar de su relación con Salomé y Klee—, y por tanto vémosle reivindicar en lecturas posteriores algunos rasgos del pueblo judío.

En cambio, Nietzsche sí manifestaba, como la mayoría de los hombres de fines del XIX y principios del XX (hasta Bertrand Russell llegó a suscribir tesis eugenistas), un odioso etnocentrismo, pero no de lo alemán, sino de su sangre pura prusiana. Por supuesto, Feinmann tiene razón cuando asevera que es sobre la caracterización de la voluntad de poder sobre la que se finca el poderío del Tercer Reich; eso es innegable, los nacionalsocialistas vieron en la filosofía de Nietzsche la justificación para sus atrocidades; así como el bando aliado alguna idea encontró que justificara el terror de los bombas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Finalizo.

Aunque hay en Nietzsche importantes digresiones de su primera filosofía, a mí me parece que sus contribuciones al pensamiento de la modernidad son indiscutibles por sencillamente dos de sus tesis:

1. La caracterización de la tragedia griega; la revuelta contra el platonismo y la categorización de lo trágico-vital-voluptuoso en la figura de Dioniso.

2. Su idea de la inversión de todos los valores malsanos del cristianismo. No dudo que haya algunos valores (o varios valores) valiosos en el cristianismo, pero junto a Nietzsche —y por la experiencia que me revela la sociedad—, creo también que hay una serie de valores muy mórbidos del cristianismo que exigen de una inversión. Nietzsche es fundamentalmente el filósofo que osó hacer este señalamiento.

Finalmente, los límites de la filosofía nietzscheana son también notorios: Nietzsche venía huyendo del idealismo-tiranía de la razón (del idealismo del mundo inteligible), para terminar cayendo en el idealismo-tiranía del instinto (del mundo sensible). 


Creo que en esto Russell es clarividente: sobre Nietzsche también pesaba la impronta de algún temor. 

Je Suis Eleutheria, 18 de mayo de 2013.
Publicado en MásDimensiones.


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