Una nota sobre Poesía y Psicoanálisis


La poesía es hermosa pero intoxicante. Me gusta dejar pasar varias semanas, o hasta meses, antes de leer poesía. Cuando vuelvo a algún libro de poesía —y casi siempre ocurre como necesidad— es como si me estuviese internando en un bosque mágico, en una terapéutica. Como un acto balsámico.

En eso los lacanianos han tenido razón, solamente que este descubrimiento es anterior a ellos y no pasa necesariamente por adscribirse a sus teorías. Cualquiera humildemente puede llegar al descubrimiento.

Ya los poetas de estas tierras (Nezahualcóyotl pienso) daban esas curaciones a sus pueblos. El icnocuícatl, ¿no es acaso un conjuro metafísico para el mexica afrentado?, ¿no lo fue acaso?

La palabra en general y no nada más la poesía. Las palabras como algo más que una abstracción estéril.

Y me imagino que los mejores psicoanalistas son, fundamentalmente, o filósofos o literatos. Los yerros del psicoanálisis descansan sobre su tradición hermenéutica, aunque sobre eso mismo se cierna también su fuerza como terapia.

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