Autogobierno: comentarios a ese post


Hace un par de meses publiqué una entrada aquí en el blog a la que intitulé Autogobierno. Es una entrada breve y desde el momento en que la terminé pensé que quizá podría tratarse de un texto no muy claro debido a una cierta dosis de ironía con que estaba escrito (hablo aquí de ironía como figura retórica y no como burla o sarcasmo).

Debido a unos comentarios que me hizo Navegaciones en Twitter sobre dicha entrada, quiero ahora hacer una versión comentada de la misma (yo creo que me va a quedar más larga dicha versión que la entrada en sí).

La entrada puede leerse completa aquí.

Lo que voy hacer a continuación es tomarla en cada uno de sus párrafos, desde el primero al último, e ir comentando lo que pretendo expresar en cada uno de ellos. Usaré el formato Párrafo k, Comentario al párrafo k.

Párrafo 1:

La necesidad de los gobiernos (su existencia) revela que el hombre, incapaz de autogobernarse, cede el control de parte de sí a un órgano coercitivo. Pero aun si el hombre se conquistara a sí mismo, este órgano coercitivo no habría de desaparecer por completo pues existe una región supraindividual (allí donde concurren todas las dinámicas individuales interactuando) en cuyo seno insurge un mecanismo o ente que como suma de partes constituye a uno particular de los diversos sistemas vivientes por largo tiempo caracterizado; hablo del denominado sistema social (recordar que un sistema no existe porque exista su abstracción, su abstracción ha sido necesaria para la descripción de un fenómeno real).

Comentario al Párrafo 1:

Sostengo aquí que es verdad que el hombre, a lo largo de toda su existencia, ha buscado su autogobierno. Con autogobierno quiero decir: moderar sus pasiones, su pathos. Y que como se trata de una empresa en la que, de una u otra forma, se alcanzan solamente logros parciales, entonces el hombre que no cesa en su búsqueda,  desde muy tempranas épocas pudo encontrar una forma de dar salida al asunto instituyendo un catálogo de acciones a que debía someterse el colectivo en aras de, en parte, dar satisfacción a dicha búsqueda. Ese catálogo y sus mutaciones, por la obligatoriedad que prescribe en el grupo, constituye lo que hoy día conocemos como órganos coercitivos (códigos, códices, mandamientos, reglamentaciones, etcétera). Esto me parece que ha ocurrido en la vasta mayoría de las civilizaciones y grupos humanos, desde el neolítico hasta nuestros días.

Justamente hace apenas unos días, publicaba una entrada en donde platicaba cómo me había dado mucha risa leer unos mandamientos taoístas que implícitamente revelan algunas de las tonterías que cometía el hombre de aquellos tiempos (tonterías que en algunos casos se siguen cometiendo). Las religiones y sus estatutos, me parece, surgen también de esa búsqueda humana por la moderación de las pasiones. Cuando el hombre introduce estos códigos por primera vez, el hombre ha introducido también una comprensión ética de la vida y dicha comprensión casi necesariamente implica una asunción dualista sobre la existencia. Incluso en el misticismo monista de ciertas doctrinas de Oriente, al aterrizar los credos al obrar práctico, hay también una conversión hacia algún dualismo.

De la observación anterior, da la impresión de que perviviera en el hombre un interminable jaloneo entre el despliegue de sus pasiones y las consecuencias de dicho despliegue. Es decir, a esa necesidad de ir moderando su pathos, el hombre ha ido oponiendo la comprensión de algún ethos. Por supuesto, hay humanos que han decidido en contrapartida, renunciar a cualquiera de dichas comprensiones éticas (yo digo que eso es sólo parcialmente posible) y, así, deshacerse del agobio que dicha comprensión pudiera producirles, pero ésa es otra historia.

Continúo. Después, comento que aun si el hombre lograra cierta perfección en su autogobierno, tendría necesariamente que existir, por limitado que fuera, un gobierno para todos (común), a instancias de aquella región supraindividual mencionada en el texto en la que confluyen las dinámicas de todos los individuos interactuando, y adonde ya no llega el papel rector del autogobierno. La vida social dicho llanamente.

Bien, antes de ir con el siguiente párrafo, quiero aclarar que lo que he planteado en este primero que acabo de comentar, es una descripción general de la condición del individuo en relación al dominio que tiene de sí y cómo, a razón de un autodominio imperfecto o insatisfactorio (que puede incluir, entre otras cosas, lesiones a terceros), han surgido órganos coercitivos que no han hechos más que normalizar convenciones hechas por el social a fin de introducir (o eso ha creído el hombre) armonía en sus relaciones (el surgimiento de religiones es la primera forma de estos órganos y por eso no es raro que en la antigüedad el gobierno estuviera normalmente amarrado a la religión, los llamados órdenes teocráticos).

Termino con esta puntualización: En este primer párrafo de aquel texto considerado como descripción el párrafo, no hay juicios de valor míos, ni preferencias, ni deseos expresados.

Párrafo 2:

Lo que en cambio sí podría ocurrir es la llamada utopía. Es decir, si nuestra hipótesis se hiciera cierta, entonces contaríamos con todos los elementos para positivamente ver arribar un mundo en donde la capacidad coercitiva de los gobiernos fuese reducida a su máximo posible. El corolario es claro: por utópica que sea dicha posibilidad, es una a la que no deberíamos de renunciar tan fácilmente; simplemente porque, como ya dije, dicha reducción sería un indicador de la buena conducción del individuo, de cierta eficacia en su autogobierno.

Comentario al párrafo 2:

Aquí lo que simplemente estoy diciendo es que pareciera verificarse alguna especie de relación proporcional inversa entre el dominio del individuo o autogobierno y el grado de coerción de los gobiernos: a mayor autodominio en los individuos, menor grado de coerción de los gobiernos y, por ende (pienso) menor riesgo de vivir sojuzgados por tiranías. Desde luego, asumir esto no presupone que las interacciones sociales deban cancelarse; solamente que esta situación idealmente tendría que derivar en mejores relaciones sociales entre las personas. El autogobierno individual (de la parte) vendría a ser una versión a escala del autogobierno social (del todo).

Párrafo 3:

Hay todo un perorar largo que podría derivarse a partir de esta idea. Pero ahora quiero ser sucinta y llegar a la conclusión más útil posible y pronta de extraer de esta consideración: que muy a pesar de todo y muy por encima de esa pequeña legión de orates queriendo someter a poblaciones enteras a su mentecato gobierno, resulta siempre saludable cualquier acción encaminada a hacer reducir el papel coercitivo de un gobierno cualquiera a menos que queramos ver su instauración por medios aún más indeseables: el de la cancelación del mayor número de interacciones sociales entre los individuos; el de un gobierno no coercitivo sólo posible por la vía de hombres eremitas diseminados por el orbe, sabios lo suficiente como para respetar a los demás y, entonces sí, la desaparición del gobierno a instancias del autogobierno (por supuesto, una reducción drástica en la tasa poblacional haría posible la vuelta a pequeñas comunidades en donde la pugna gobierno/autogobierno apenas si subsistiría).

Comentario al párrafo 3:

Aquí termino con un absurdo y es adonde comienzan las inyecciones de ironía. Sugiero que sería ridículo tener que llegar al extremo de cancelar las interacciones entre los individuos —esa región supraindividual— como única forma posible de evitar la existencia de gobiernos coercitivos y lo sugiero con una ironía. Es lo que estoy diciendo. Pero aunque ironizo, y todo, no deja de brillar allí también la idea general que se sostiene en todo el texto: la del autogobierno. O sea, la autoconstrucción del individuo como condición sine qua non a la instauración de un gobierno poco autocrático o poco coercitivo y lograr entonces armonizar mejor entre los societales. Del absurdo allí planteado, se deduce que siempre serán preferibles —y necesarias—  cualesquiera acciones del colectivo encaminadas a hacer reducir las tiranías de los gobiernos que cancelar las interacciones sociales y, con ello, el gobierno de todos. Por lo tanto, todo hay en mi texto, menos la intención de atomizar.

Finalmente, en ese mismo párrafo planteo que ésa no sería, como es obvio, la única forma de obrar en dirección a hacer reducir el papel coercitivo de los gobiernos (quizá debería añadir en este punto que cuando escribí dicho texto lo hice algo divertida a causa del argumento ad reductio —reductio ad absurdum— que, como ocurrencia, estaba utilizando a fin de hacer concluir su contrario).

El último párrafo creo que es manifiesto en su significado y me ahorro la copia y el comentario.

Termino con esta explicación (no me excuso, solo explico):

Pienso que si hay algún pecado* de que se me pudiera acusar en aquel texto, entonces ese pecado sería abstraer en exceso y no, en sí, generalizar**. Generalizo en el primer párrafo y en los subsiguientes me reduzco a desarrollar la idea dejando multitud de casos particulares intocados (no tocarlos no implica su negación).

Ahora bien, si incluso ofreciendo esta explicación, se considerara de todas maneras se trata de un texto demasiado generalizador, entonces yo acepto la crítica porque a lo mejor hay algo que yo ya no estoy alcanzando a ver. Es posible.

*Es una hipérbole.
**Por supuesto, también están el estilo o la escritura pero esto no lo tomo muy a pecho porque nunca he tomado clases de escribir y es normal que lo haga con muchas deficiencias.

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