A propósito del Nóbel de literatura**

No sé por qué, pero cada que se otorga un Premio Nóbel de Literatura me siento ligeramente abrumada. Bueno, sí sé; ahora habrá que acudir a las librerías a buscar información del susodicho, mirar, estimar, husmear la obra —oler el papel de ser posible—, juzgarla.

En algunos casos quedaremos encantados y nos sentiremos conformes con el jurado de Estocolmo. En otros, escapará a nuestra más elemental comprensión el premio.

Pero no procederé irreductiblemente: existe toda una gama de opciones a considerar, algunas de las cuales son rotundamente inclusivas; mientas otras, no lo son ni de lejos. Listaré algunas:

1) Tomar la concesión del premio pero desde un punto de vista contrario: un criterio para no acceder a él. Si lo dan los suecos, algo debe de andar mal (en este caso se obra así por meras presunciones de marginalidad, aunque una marginalidad amorfa, débil y hasta digna de otro mote).

2) Abrazar con absoluto comedimiento la concesión. Es más, esperarla con impaciencia los días previos a su anuncio; tener los centavos ya ahorrados con el propósito expreso de dirigirse a la más cercana de las librerías con tal que al día siguiente, bien temprano, ir trepado ya en el micro, el metro, el metrobús —el auto— con el ejemplar bajo el brazo (no debe faltar el separador en este caso).

3) Ser absolutamente indolente al suceso. No tener ni la más ínfima idea de qué cosa es el Premio Nóbel de Literatura (ni el de la Paz, ni el de Medicina, ni el de Física, ni el de Economía, por extensión).

4) Hacer la valoración desde la propia ideología. Por ejemplo, si se milita en las filas del antiimperialismo, el anticapitalismo y todos los antis habidos y por haber —cuya expresión afirmativa por lo regular se encuentra en algún ismo (marxismo, anarquismo, maoísmo o meramente izquierdismo, etcétera)—, entonces, sospechar. Es más, sospechar hasta el límite. Y así, hurgar en el pasado del galardonado buscando encontrar el mínimo atisbo de su posible cuanto probable culpa. Ir a los expedientes a fin de averiguar en los siguientes puntos: a) sus relaciones con el burocratismo cultural, b) su militancia política desde luego, c) el tamaño de su complacencia con: c.1) todas las formas de la postmodernidad (literarias, filosóficas, culturales), c.2) el conflicto árabe-israelí c.3) la Venezuela de Chávez, Evo Morales y la UNASUR, c.4) otras, d) su adhesión a alguna vanguardia, e) sus contribuciones a la llamada ruptura, f) si es un disidente de las ideologías hoy denostadas (de trasnoche) o si se adhiere a éstas y por ello ganar las simpatías con los anti g) si asumió alguna posición particular frente la teoría estética (realista) del socialismo soviético h) and so on. (Hago una pausa para decir: no me culpen si pienso en el nombre de Mario Vargas Llosa; más bien excúlpenme).

5) Hacer la valoración desde el grado de sujeción a que las modas literarias dictan y someten. En mi opinión, aquí se encuentran los casos más patéticos; cito un caso: el del eternamente enamorado de la literatura y haberse refinado todas las novelas de Marcela Serrano, Isabel Allende, Laura Esquivel, Mario Benedetti (no sin antes haber soslayado su breve* pero elocuente obra ensayística), algún Márquez, Elena Poniatowska, la infaltable cuanto sobreestimada Rayuela de Cortázar (¿por qué Rayuela pasa por un texto tan transgresor?), etcétera. Desde luego, este espécimen no cejará en fregarnos el TL o el muro del Face con algún fragmento de Los Amorosos (y hasta fregar al mismísimo Sabines huelga decir, que mora ya en alguno de esos centros que tan magníficamente caracterizara Dante). Puede que incluso, en un caso de los muy patológicos y aberrantes, este ser se confiese alegre diletante de un desafortunado cuanto socorrido Paulo Coelho (no lo digiero). Se trata en suma, del lector sentimental —kitsch él—, poseedor de una brújula siempre en búsqueda pero mal calibrada. A este lector, por su inmensurable magnanimidad, por su mirada siempre renovada y/o virginal, no puede más que amársele. Un abrazo y una sonrisa a este lector.

6) Por supuesto, estará también el especialista de las letras, el filólogo, el ungido del lenguaje, capaz del análisis más veraz y riguroso; audaz en las puntualizaciones, agudo en la argumentación, sereno en los encomios pero generoso, quirúrgico en la crítica. Una guía, una luz para el lector amateur.

7) Sopesar en la originalidad de la obra, penetrar en su justo valor, su contribución a las letras y a la cultura; hacer o contrahacer la literatura, posarse amanuense o ser artífice.

8) Tampoco faltarán los houellebecquianos, murakamianos, felices por que hayan quedado incontaminados del premio sus autores —supongo.

9) Pasar el suceso sin pena ni gloria. Ni jota hay qué decir, hay que buscar el bocado, mejor leer en cuánto quedó el huevo o elucidar el misterio de El Lazca (pienso que el misterio de El Lazca se resuelve asumiendo que experimentó un crecimiento corporal postmortem al modo en que a Sierva María de Todos los Santos le creciera el pelo ya difunta) o imaginar el paro nacional patriótico (al que no habremos de atrevernos) en contra de la laboral. En este grupo quedarán los panpolíticos, que allí se les reduce el mundo (ajá).

10) No nos causa tanto emoción el Nóbel de Literatura como el de Física: hacemos ciencia.

11) Valerte un soplete, no el premio, sino su prestigio imponderado.

12) Ser un lector tardío.

13) Lo mismo que eres un trasnochado anti e ista en política, lo eres en las artes: siempre vas a la zaga de los textos pasados y te enseñoreas con pensar que el recorrido andado por el impulso civilizatorio a escalas de tiempo ad hoc, lograrás hacerlo tú mismo pero con longitud tu propia vida; aunque como solamente cuentas con un promedio ponderado para estimar su duración, calculas que te faltan todavía un par de décadas antes de llegar a los nóbeles más recientes.

14) El diletante (y su reacción) de lo que me ha dado por llamar el pensamiento rígido  (lógica, filosofía y lenguaje) y suspirar porque él se sujeta a otras fuentes de la cultura, además de las literarias y sus modas.

15) Otras variedades.

16) Ninguna de estas.

FIN

*Breve en comparación con su obra poética.
**Me acabo de enterar hace unos minutos del Nóbel a la UE; sí me reí bastante.

4 comentarios:

    No te preocupes por ello,para mi los premios nobel no me llaman ya la atención,están muy devaluados,se les da a aquien interesa afin al sistema.Un día le darán el de la Paz a Calderón,al ritmo que van.

     

    Quién quita y se lo dan el próximo año :P.

    Sobre el otro punto

    Yo a diferencia tuya sí he disfrutado de estos escritores, hay unos muy buenos. Creo que me daría pavor caer en el error de perderme de un buen texto, de desacreditar al escritor, así nomás tomando ese criterio (quizá deberías darte un chance). Lamentablemente como el premio está tan devaluado, ocurre que cuando se otorga a los literatos (y especialmente a ellos por la naturaleza de su quehacer que invariablemente incluye alguna concepción sobre la condición humana), entonces ellos se convierten, ex officio, en dueños de ese mismo prestigio.

    Aunque yo digo que hay algo que podría objetarse aquí: no lo permitamos siempre si no debe ser permitido.

    Muchas gracias por ofrecer una apreciación.
    Un saludo.

     

    Bueno no creas no halla leído alguno pero que no m ehabré enterado del nobel,leo mucha cosa variada yo hasta literatura oscura mexicana no se si se llama así,Mario Cruz un escritor indepndiente de México.Y otro como se llamaba no recuerdo un caza fantasmas que tení un show allá aunque me dejo hgorrorizado sobre la historia que se inventa de Vlad Tepes y la condesa Bathory no hacierta ni una ,pero bueno la fantasía es eso, aunque él diga que sea história.
    El proximo de litaratura sera para EPN? :P

     

    Me alegra que ejerzas con autarquía tu derecho a elegir tus propias lecturas.

    No sabía de esos escritores que mencionas, pero ciertamente aquí en México pulula el escritor independiente.

    Yo creo que ya se lo dieron a EPN y ni nos enteramos :P.

     

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