Espero pronto

Espero pronto poder volver a escribir con la antigua frecuencia aquí en el blog. En verdad, no pienso abandonar nunca la escritura mientras se pueda.

Últimamente he tenido diversos problemas para publicar en Blogspot, cuya lista –tan exhaustiva– obsta a ser mencionada con esta entrada (justamente, como parte de los problemas técnicos).

Más o menos mentalmente he dado forma a varias entradas, pero se han quedado allí, fragmentos sueltos, algunos incluso escritos en libretas formando un todo inconexo. Afortunadamente, suelen girar mis apreciaciones alrededor de temas de carácter tan general, que no es difícil luego hacerlas embonar como parte de otras.

Algunas cosas de que he querido comentar:

* El asunto de la gente en la Tarahumara y el incumplimiento de los acuerdos de San Andrés Larráinzar, acuerdos, éstos, que dan auténtica solución al problema, pero que también vulneran el orden capitalista de expolio sobre tierras y recursos, cuya efectividad, por ende, parece más bien ser parte de la nostalgia –o el folclore– en el problema indígena y no una maniobra necesaria en la praxis jurídica en aras del reconocimiento constitucional de la autonomía de estos pueblos sobre sus tierras (de veras es una tontería hacer mención sobre lo obvio). Donar cobijas, medicina, alimentos, etcétera, es sin duda un gesto bienintencionado, pero un gesto paliativo al fin y al cabo. Desde mi punto de vista, debe exigirse se haga efectiva la firma de estos acuerdos; debe estar la discusión de los mismos en la agenda de los precandidatos a la presidencia de la república (me parece que Andrés Manuel se ha comprometido públicamente a hacerlos cumplir; desconozco de los otros).

* Suma perplejidad ante el previo del arranque a las campañas. Perplejidad frente a la estupidez (espero con ansia un lance de interés por parte de la izquierda obradorista: lo mío de interesarme por la política es un asunto de frivolidad, de hobbie para mis horas muertas).

* Molesta por la carta de Obrador a Biden debido a un punto y quizá sólo a ése: la referencia al TLCAN como acuerdo de cooperación entre ambas naciones ––¿qué?––. Incluso la política de buena vecindad de Roosevelt durante la segunda guerra, coincidente con el período cardenista, me parece más bien parte de una estrategia en períodos de guerra –en aras de la victoria– (lo cual no niega que Roosevelt no haya sido la escoria que, por ejemplo, Truman sí fue) y no un momento digno de ser recordado como de buenas relaciones entre ambas naciones. Yo sí pienso que para el gobierno del país yanqui, la política es un juego de estrategia con fines focalizados evidentísimos. Con diplomacias y términos nice no creo se puedan arreglar negociaciones si bien, comprendo, es parte de ese formalismo imposible de pasar por alto en las relaciones de gobierno de índole supranacional. Finalmente, la firma del TLCAN es parte de la política económica aplicada en México desde 1983, mencionada en la carta, cuyo resultado es el empobrecimiento de las mayorías en beneficio de una minoría oligárquica.

* De algunas lecturas que he hecho.

* Mi apoteosis de Lars von Trier’s Melancholia y una chanza –en contraste– sobre La Piel que Habito [cuyo título es lo mejor en la cinta (ah, y un Antonio Banderas ya con el estómago saliente, quiero decir, el estómago saliente de Antonio Banderas como curiosidad)].

* Los clips musicales que, por asunto de los problemas técnicos, me ha sido particularmente difícil subir.

* Ir dando seguimiento al clima preelectoral en la República Bolivariana. Ver si se logra el refrendo de Hugo Chávez para el 7 de octubre próximo frente a las insidias de la ultraderecha (que, por lo regular, incluye a la clase media venezolana).

* Algún comentario en relación al problema* en Oriente Medio, epítome de todos los problemas del orden mundial vigente.

* Subir vídeos.

* Otros temas de mi interés.

Desde que inicié a escribir en este blog, fue más por acicate ideológico que por necesidad de exorcizar demonios y estas cosas. A pesar de todo, si alguna vez he plasmado aquí una metáfora –alguna– de un sentir interno, ha sido, más, un acto literario que una tentativa de espíritu histriónico (eso es lo que me faltó ser a mí). Al paso del tiempo una se va haciendo de un determinado conjunto de certezas necesarias para 1) Vivir fuera de uno, o sea, con los demás y 2) Dentro de uno, es decir, con los propios pensamientos. En ese vaivén, yo he podido –humildemente– detectar, y luego reconocer, una realidad propia: si hay algo transgresor dentro mi orden, eso se llama la cotidianidad, la suma armónica de todos los segundos en que no me ha hecho falta el consumible aire. En todo caso, ¿no se sabe ya cuán inútil es proferir lo inefable? 

En cuanto las dificultades técnicas cesen, espero reanudar a escribir.

*Que, como ya dijeran analistas, es más una construcción propagandística de la tríada imperial para su provecho que otra cosa. 

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