Solicitud

Razonaba el otro día no sentirme lista para la celebración de comicios en 2012 en medio del clima de violencia que se padece. Luego, razonaba en tal modo que extrapolé este sentimiento subjetivo a uno objetivo y ahora creo que este país no está listo para dichas elecciones en el marco de este ambiente siniestro y, entonces, que por ello es bien importante que la sociedad civil que aquí habitamos exijamos el fin de tal circunstancia y aprovechar la coyuntura preelectoral en lo que se podría calificar como de un actitud utilitarista. Como yo quiero que las elecciones no sean motivo para más masacre, entonces, yo quiero que pensemos cómo hacer para que, de hecho, no lo sean. 

Nada más para puntualizar sobre la gravedad de la situación, cito algunos datos.

Primer dato.

En el transcurrir de las dos últimas semanas, se tiene ya registro de los siguientes crímenes cometidos contra activistas:

Julia Marichal, activista y actriz. Distrito Federal (asesinada).
Nepomuceno Moreno, activista social en Hermosillo, Sonora (asesinado).
Norma Esther Andrade, activista social. Cd. Juárez, Chihuahua (baleada).
Trinidad de la Cruz Crisóforo. Ostula, Michoacán (asesinado; su cuerpo hallado hace pocas horas).
Marcial Bautista Valle y Eva Alarcón Ortíz, activistas sociales.  Petatlán Guerrero (secuestrados).

En tiraje reciente, la revista Contralínea dedica un reportaje sobre los más de cien periodistas muertos -o desaparecidos- a lo largo de los últimos once años. Por supuesto, con mucha sensibilidad hacen mención del asesinato de las periodistas Marcela Yarce y Rocío González Trápaga; la primera, reportera y fundadora de dicha revista y, la última, periodista independiente. Se recordará que sus muertes constituyeron un fuerte sacudón para la sociedad, sobre todo cuando se informó que habría sido un ratero de Iztapala quien las habría asesinado tras retirar, ellas, efectivo del cajero.

Nadie supuso que sus muertes podrían estar relacionadas con el hecho manifiesto de ser periodistas contrainformativas. Nadie en el mundo.

Otro dato.

El día miércoles, nada más como ejemplo, se da a conocer en “El Universal” el hallazgo por parte del ejército de siete osamentas en Nuevo León. Dato duro al azar.

Un dato más.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas en México ha conminado al gobierno mexicano a inspeccionar prácticas y procedimientos durante los operativos del ejército mexicano y ha puesto de relieve la falta de transparencia y la mucha obstrucción (impunidad) al momento de los denunciantes buscar protección por parte de la autoridad judicial (aquí, reporte de la comisión). Ni la impartición de la justicia, ni la protección a activistas ocurren en forma expedita. De allí que algunos de ellos –Marisela Escobedo, por citar- hayan sido asesinados a escasos metros de alguno de los centros de distribución de justicia del país.

Un dato final.

El propio Netzaí Sandoval documenta en la denuncia ante la CPI, casos diversos de tortura o muerte a civiles a las que, para mi gusto, no resultaría aventurado catalogar como de vil criminalización de las luchas sociales de varios de los activistas de derechos humanos de este país cuyas luchas parecieran ser contrarias al mantenimiento del llamado statu quo. Por cierto, Javier Sicilia, el rector de la UNAM José Narro Robles y otra persona se han sumado ya a la denuncia ante la CPI (aquí).

Algunos comentarios.

Bajo ningún argumento logro concebir dar prioridad a la jornada electoral que se avecina frente a estos hechos. ¿Por qué enfrentar y confrontar estos dos eventos? Porque ambos suceden en esta misma soberanía y porque esta soberanía está enferma. Parte de sus miembros se encuentran en constante estado de vulnerabilidad (por no decir, cualquiera que se interne al interior del país). Sus activistas de derechos humanos están siendo asesinados; por el modus operandi con que se han venido ejecutando estos sucesos, resulta inevitable hablar de criminalización de luchas sociales o de reprimendas. Han muerto, además, civiles en medio del fragor de la guerra entre ejército y cárteles; los periodistas también son acallados. Esta república y sus miembros se hallan en constante amenaza. Cada mañana los periódicos nos avisarán una y otra vez sobre nuevos crímenes. Esta república, cuya soberanía reside en sus habitantes, no podrá tener razón de ser –no habrá cosa- si los habitantes que la fundan y le dan permanencia son candidato a osamenta cualquier buena mañana o noche de sus vidas. No podemos convocar a elecciones si no hay república qué sostener. Es decir, tenemos que acudir a elecciones –y acudiremos- si se garantiza la seguridad de los habitantes de esta república. No pretendo en mi escrito llamar a sabotear las elecciones; tampoco voy con el anulacionismo porque considero no estar listos para esa práctica a razón de la sociedad polarizada que somos desde 2006 y ya antes. No llamo a abstencionismo. Llamo, en cambio, a hacer uso de nuestros derechos cívicos. En razón de ellos, exigir a aspirantes y partidos la cancelación de la lucha anti drogas; esclarecer los negocios de la CIA, DEA, bancos londinenses manejando activos provenientes de cárteles. Determinar cómo pudo ser posible “Rápido y Furioso”. Descartar –y ojalá nos callaran la boca- lo que con tanto cuidado han venido documentando diversos analistas: que esta guerra, en el marco del Plan Mérida no es sino un émulo de la guerra de cárteles echada a andar como parte del Plan Colombia en aquel país y que ambos hechos se circunscriben en el conjunto de acciones de la nación del Norte para control del hemisferio y aprovisionamiento de recursos (con gobernantes y funcionarios mexicanos -y colombianos- en colaboración, y con sociedad apática o temerosa).

Luego, presionar a los aspirantes a la presidencia a solicitar los siguientes mínimos de seguridad y juicio:

1) El cese o suspensión provisional de los enfrentamientos cártel-ejército.
2) La devolución del ejército a los cuarteles.
3) La inmediata despenalización al consumo de estupefacientes y articulación de una política pública de sanidad para lidiar con dicha despenalización. Si no se hace este punto, el 2) es inviable y sólo el 1) en su primera versión.

(Aunque la lista podría extenderse.)     

Finalmente, temo mucho que este clima de represión impere durante la celebración de los comicios; me mortifica pensar se reprima a personas o se las fustigue a causa de su preferencia electoral.

Esta elección pinta a ser fraudulenta y/o manipulada, servirse la mafia priísta de los servicios oligárquicos –como lo ha hecho- en beneficio de su candidato. No sólo poner a disposición del personaje la barra de programas de opinión y noticieros televisivos; no sólo promocionar y parangonar la vida del sujeto con la de un popstar o cosa similar, sino sofocar cualquier intento de levantamiento ante lo que se avecina como una clara imposición.

Tal vez me equivoque; pero pienso que no es inteligente ir a 2012 en medio de este clima de incertidumbre (ojalá me equivoque). Pienso que ciudadanía debemos exigir se lleve a cabo la vuelta electoral libre de ejércitos y cárteles; sin DEA’s lavándole el dinero al narco.

Por supuesto, ir a votar significa soñar con una elección democrática de nuestros funcionarios de gobierno, y no esta plutocracia en que vivimos; significa otorgarnos un voto de confianza a nosotros mismos.

Por cierto, la otra mañana que leía “Fundamentos para una república amorosa” de Andrés López Obrador, muchas cosas en el escrito me parecieron dignas de relieve y reflexión; cito algunas relacionadas con el tema de esta entrada:

Sostiene él la convicción en el pueblo honesto que somos y en que parte del mal se debe a le existencia de grupos de corrupción que se han enquistado en el gobierno y por los cuales, razonablemente dice, el país se ha dejado mangonear por intereses ajenos o intereses meramente de mercado, por ejemplo. (Importante tomar en cuenta que esta experiencia de la honestidad del pueblo le ha venido, en parte, a través de sus viajes por el país, como la visita a todos los municipios de habla indígena en Oaxaca; esto se entresaca leyendo dicho escrito).

Sostiene que habrá de combatirse al narco en base a la reducción de las disparidades económicas de los miembros de esta sociedad; a la instauración de una justicia social y a la elevación de la honestidad a rango supremo (aunque esto último sí me parece inviable y digno de una retórica por la que –otra vez- le van a despedazar. Noble en su intención, torpe en su forma).

Finalmente, AMLO utiliza en su texto el “debemos” una y otra vez. Él ya debería saber –y sus analistas- que esto molesta mucho a personas que, en mi opinión, lo leen muy literal. Y, en realidad, nosotros ni debemos, ni podemos, hacer muchas cosas o mandatarlas. Lo que sí podemos –y ésta es la parte que me parece atractiva del programa obradorista- es crear las condiciones para reducir la incidencia de la negación de los debemos, de aquello que produce malestar.

Yo le diría a AMLO frente a sus dichos -que ya son pasados- que tiene razón y que voy de acuerdo con estos postulados; pero también le digo a AMLO y a sus simpatizantes -entre quienes me sumo- que es de mucho pragmatismo no hacer un pronunciamiento muy nítido sobre la asunción de dicha espera y de ese pragmatismo. Es decir, debe reconocerse que ésa es la esperanza y él de alguna forma asumir a los muertos caídos mientras ella dura: seguramente AMLO espera que llegando él, pondrá orden, pero 1) Nada garantiza que llegará y 2)Quizá resulte más fácil la espera si, a priori, suponemos que no será a alguno de nosotros a quien toque estar entre balas en los próximos meses (se ha normalizado en tal forma la situación que no solamente nos hemos vuelto insensibles a ella sino que damos por hecho que le tocará a otro (para suicidas, nihilistas o almas emo, léase “otro” como un “no-miembro-de-mi-familia”)).

Por supuesto, los candidatos a la presidencia -algunos de ellos- son ajenos a la debacle que se vive, pues no han sido ellos quienes declararan la guerra al narco; no son culpables de la situación. Teniendo bien claro esto, yo creo que la propuesta es razonable. La propuesta es positiva, no negativa. No es pedir anular las elecciones –a lo más, postergarlas. No es llamar a anular o a abstenerse. Solamente es aprovechar la coyuntura electoral.

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