Ellos encarnan la resistencia (nosotros)

Así es, uno se anima a llegar al dolor del otro, y la vida se convierte en un absoluto. Las más de las veces, los hombres no nos acercamos, siquiera, al umbral de lo que está pasando en el mundo, de lo que nos está pasando a todos, y entonces perdemos la oportunidad de habernos jugado, de llegar a morir en paz, domesticados en la obediencia a una sociedad que no respeta la dignidad del hombre. Muchos afirmarán que lo mejor es no involucrarse, porque los ideales finalmente son envilecidos como esos amores platónicos que parecen ensuciarse con la encarnación. Probablemente algo de eso sea cierto, pero las heridas de los hombres nos reclaman.

Pero esto exige creación, novedad respecto de lo que estamos viviendo y la creación sólo surge en la libertad y está estrechamente ligada al sentido de la responsabilidad, es el poder que vence al miedo. El hombre de la posmodernidad está encadenado a las comodidades que le procura la técnica, y con frecuencia no se atreve a hundirse en experiencias hondas como el amor o la solidaridad. Pero el ser humano, paradójicamente sólo se salvará si pone su vida en riesgo por el otro hombre, por su prójimo, o su vecino, o por los chicos abandonados en el frío de las calles, sin el cuidado que esos años requieren, que viven en esa intemperie que arrastrarán como una herida abierta por el resto de sus días. Son doscientos cincuenta millones de niños los que están tirados por las calles del mundo.
Estos chicos nos pertenecen como hijos y han de ser el primer motivo de nuestras luchas, la más genuina de nuestras vocaciones.
De nuestro compromiso ante la orfandad puede surgir otra manera de vivir, donde el replegarse sobre sí mismo sea escándalo, donde el hombre pueda descubrir y crear una existencia diferente. La historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones, torturas e injusticias, pero, a la vez, o por eso mismo, millones de hombres y mujeres se sacrifican para cuidar a los más desventurados. Ellos encarnan la resistencia.
Se trata ahora de saber, como dijo Camus, si su sacrificio es estéril o fecundo, y éste es un interrogante que debe plantearse en cada corazón, con la gravedad de los momentos decisivos. En esta decisión reconoceremos el lugar donde cada uno de nosotros es llamado a oponer resistencia; se crearán entonces espacios de libertad que pueden abrir horizontes hasta el momento inesperados.
Es un puente el que habremos de atravesar, un pasaje. No podemos quedar fijados en el pasado ni tampoco deleitarnos en la mirada del abismo. En este camino sin salida que enfrentamos hoy, la recreación del hombre y su mundo se nos aparece no como una elección entre otras sino como un gesto tan impostergable como el nacimiento de la criatura cuando es llegada su hora.
Los hombres encuentran en las mismas crisis la fuerza para su superación. Así lo han mostrado tantos hombres y mujeres que, con el único recurso de la tenacidad y el valor, lucharon y vencieron a las sangrientas tiranías de nuestro continente. El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, unas criaturas a las que demos amparo, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo. Un acto de arrojo como saltar de una casa en llamas. Éstos no son hechos racionales, pero no es importante que lo sean, nos salvaremos por los afectos.
El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.

La Resistencia, Ernesto Sabato (1911-2011).


NOTA IMPORTANTE: Me gusta imaginar que a Sabato sus lectores le otorgamos alguna vez el Nóbel en una ceremonia a la que no asistieron medios ni discursos lambiscones –en este juego mental se sigue el canon según el cual el Nóbel es la máxima alegría para un escritor. Y que esto ocurre en una especie de resistencia contra academias que lo declinan sin explicación y lo otorgan –a veces- a gratuidad, por mera privanza.

AQUÍ, todo el libro.

4 comentarios:

    Amiga blogger: me da pena admitir que de los libros de Sabato, solo he leído "El tunel".

    Y este fragmento va de acuerdo a lo comentado en "nueva zona de exclusión".

    Quisiera bajarlo, pero no es lo mismo.
    Hace mucho que no compro un libro recomendado(gracias).

    Saludos.

     

    Pues yo creo que leer "El túnel" es un gran comienzo y también creo que sí vale mucho la pena que te consigas "La Resistencia" en versión impresa. Alguna vez por aquí, en alguna entrada viejita ya había puesto recortes de "La Resistencia" y de algún otro ensayo de él. Entonces, habría querido ahora hacerle mi pequeño tributo con algo distinto, algún pasaje de alguna de sus novelas, pero finalmente -¿qué le hago?- su obra ensayística me subsume y, sobre todo, éste, un libro al que cíclicamente vuelvo.

    Amigo blogger, te saludo.

     

    ¿Separarse y convergir?

    Ayer te iba a comentar pero blogger andaba saturado.

    Te leo al rato.


    Saludos.

     

    Sí querido lector, de nombre fre, usted comente cuando usted quiera y lea igual.

     

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