El estudio de ciertas mistificaciones

Hay una intención que en este escrito no hay: obviar el dolor de quiénes aún padecen a causa de este recuerdo.

I

El estudio del Holocausto como mistificación –y no nada más de lo que en sus exactas dimensiones es- no sólo ayudará a comprender su uso como justificación de la ocupación israelí en Gaza y de la masacre. El estudio del Holocausto como mistificación importa comprender que muchas de las llamadas naciones democráticas utilizan un esquema similar –cimentado en mistificaciones- en la ejecución de sus gobiernos. Pero ésta no es la conclusión. Si se estudia el caso del Holocausto como mistificación y otros casos semejantes –y más recientes- y la población se entera de esto, entonces la misma población se emancipará de esto. Ya no es posible que los seres humanos se sujeten a los dictados de los gobiernos por esclavitud. Pienso que cuantas más parcelas de la realidad conozcamos o -dicho de otro modo- cuanto más conocimiento atesoremos, entonces, más próximos estaremos de ser individuos libres. Ser libre quizá no es garantía de nada porque lo que cada hombre haga en uso de su libertad, es algo que puede mediarse, pero no imponerse. Pero quizá el ensayo valga la pena. En primer lugar, encaminémonos a la libertad; en segundo, veamos qué podemos hacer con ella.

Y no quiero pensar que venimos –ya- desde la libertad haciendo todo esto.

II

El asunto del Holocausto no nada más afecta a los deudos de quiénes allí murieron o a sus sobrevivientes; afecta a quiénes padecen de ultraje a causa de ser, él, la justificación de ese ultraje (Israel sobre Gaza); el tema del Holocausto parece no perder vigencia con el tiempo, sino cobrarla. La misma moral que usamos para sentirnos naturalmente inclinados a sentir hondamente el dolor de los judíos que sí cuentan con una impronta histórica de dolor al respecto, es la misma con la que tenemos que exigir el cese del genocidio palestino a manos de sionistas. Revisemos la prensa; una y otra vez aparece el tema del Holocausto cada que hay alguna matazón en Gaza. A no ser por este detalle, personalmente no me sentiría tan indignada con el constante manoseo de este tema. Si nada más fuera una cosa de sobreexplotación para beneficio de las arcas hollywoodenses y la industria editorial, podría sobrellevarlo, pero no es así. No soy judía ni palestina, pero puedo igualmente sentir conmoción hacia el sufrimiento de cualquier grupo humano. Las distinciones por raza, nación, religión ni las he hecho yo, ni se las compro.

Materialmente hablando, Israel no requiere del Holocausto para hacer lo que hace en Gaza; lo requirió –eso sí- cuando tuvo que convencer a judíos para que aceptaran meterse allí; lo requiere hoy para azuzar entre la población hebrea el odio requerido para que ésta apruebe el genocidio en Gaza. Me pregunto, ¿qué sentido tiene un Estado sin súbditos, sin gente dispuesta a obedecer, a pagar impuestos, a dar sentido a las instituciones del Estado?

Me veo frente a un dilema, ¿por qué usar el tema del Holocausto y no cualquier otro para mantener a la población israelí simpatizante hacia la ocupación en Gaza? o ¿y si no es un pretexto, sino sólo el odio operando en toda su capacidad, un odio tan intestino que se halle, incluso, enquistado en las estructuras de gobierno israelíes? Preferiría que se tratara de lo último, pero no lo creo. La primera suposición deja no sólo mal parados a los judíos, deja mal parada a la humanidad en su totalidad, ¿es que somos estos esclavos que a pretexto de cualquier fantasía nos puedan convencer de cualquier locura? Y, si no, ¿por qué hay gente dispuesta a enrolarse en los ejércitos para asistir a una guerra? No existe contradicción, y reviro. Quizá son ambas cosas: es el conocimiento de que con ciertos pretextos se solivianta el odio en las masas y, luego, se las dirige a muy determinados cursos de acción. Si esto es conspiranoico, entonces ¿por qué se gastan cerros de dinero del erario no en servicios sociales sino en disuadir a votar a ciudadanos por tal o cuál candidato a través de campañas del odio, por ejemplo? No, no por esto dicho voy a concluir que el Estado israelí usa el tema del Holocausto para mover a sus ciudadanos a aprobar el genocidio en Gaza. Sólo voy a hilvanar algunos hechos que parecerían apoyar tal conjetura.

Por cierto, en esto, Israel no es paradigmático, se trata de un modus operandi generalizado –aquí en México también se usa-, que parece producir respuestas predefinidas.

Contrario a la percepción generalizada, no nada más los revisionistas históricos o ciertos grupos pro nazis que brotan repentinamente mantienen la memoria del asunto –una memoria del odio en muchos casos. Quiénes la mantienen con más ahínco y de un modo absolutamente utilitarista, es el sionismo, ni más ni menos –una memoria del odio masificada.

Decir sionismo no es hablar de fantasmagorías. Su origen se remonta a finales del XIX en los escritos de Theodor Herzl – Der Judenstaat- y en ideologías ayudadas a diseminar por hombres como David Ben Gurion. El programa sionista incluía la instauración del Estado de Israel con la requisición de una tierra para tal, apelaba a una tradición religiosa y a la unción que, de acuerdo a esta religión, Yahveh había hecho del pueblo judío; la preservación de los valores, cultura y lengua judía y, en suma, el derecho del pueblo judío a la autodeterminación.

Han pasado varios años desde esos días y la verdad es que tampoco son privativos del pueblo judío esta clase de delirios de unicidad. El tema religioso no es importante, es sólo subterfugio. Como quiera, el sionismo ha mutado a lo largo del tiempo y sigue allí; tan sigue, que para el estado israelí –un estado sionista- la ocupación que han hecho de Gaza y de Cisjordania más allá de lo establecido durante la fundación de Israel –y contraria dicha ocupación a derecho internacional- es cosa incontrovertible para tal estado (y alguna o mucha de su población) porque forma parte de lo que su tradición –exaltada por el sionismo- les autoriza.

El problema no es ser sionista –uno puede ser lo que sea- el problema es que a causa de esas adhesiones, uno se sienta justificado a matar a animales o a personas o maltratar a las plantas o cosas así. Y ya no sé si sean estas tendencias segregacionistas las que producen ofensas o si, más bien, tengan por finalidad, contrarrestarlas.     

Pero no nada más es sobre el tema religioso sobre el que se edifica dicha ilegalidad –como si no fuera suficiente-, se edifica también sobre el asunto del Holocausto. Si para el sionismo era ya evidente que volverían a Palestina, las laceraciones que sufrieran a instancias del Holocausto constituyó la justificación para ver nacer tal proyecto.

En este documental, uno puede ver cómo el estado israelí implementa un programa para llevar a sus jóvenes a tener la vivencia del Holocausto en tierras polacas, luego, uno también puede ver cómo estos jóvenes se llenan de odio. Uno puede comprender el odio, pero también se deduce la doble moral que hay al adjudicarse la prerrogativa de la memoria de un evento que, además, afectó no sólo a comunidad judía, sino a eslavos, homosexuales y otras poblaciones europeas del período. Una chica adolescente dice durante el documental que los palestinos no tendrían que quejarse por lo que sufren porque lo que ellos sufrieron durante el Holocausto es todavía más fuerte; los jóvenes, además, van acompañados por un agente del servicio secreto israelí que les desaconseja a acercarse a la población local porque podrían ser objeto de agresiones. Yo creo que estos muchachos, de no recibir esta especie de entrenamiento, se mostrarían al menos más sensibles al sufrimiento de los palestinos. El documental, por cierto, es realizado por un judío ortodoxo –el judaísmo ortodoxo, a propósito, tiende a oponerse al sionismo.

Según cuenta Norman Filkenstein en su libro “La industria del Holocausto”, hasta antes de los sesentas era un asunto poco socorrido; poco después inició una sobreabundante cobertura del asunto a manos de Israel y del lobby judío sionista en EUA, con fines políticos, ideológicos e, inclusive, económicos.

Vale la pena mencionar que Filkenstein es hijo de sobrevivientes del Holocausto de los campos de Varsovia, Majdanek y Auschwitz, que el resto de sus parientes murieron todos en el Holocausto y que a raíz de esta severa crítica ha sido objeto de persecución por grupos sionistas llegando, incluso, a ser destituido de alguna de las cátedras que imparte.

Hajo Meyer, un sobreviviente del Holocausto, sostiene que el Estado sionista israelí ha hecho un uso político de este evento. Aquí puede leerse una muy interesante entrevista en que vierte declaraciones sobre esa línea.

En algún post anterior hablé del libro en el Shlomo Sand –del que espero su publicación en el idioma- expone no sólo el pretexto del origen semítico del pueblo judío para usos sionistas, sino el pretexto del Holocausto.

Y ejemplos como estos, hay muchos.

Ahora bien, pienso que la masacre de judíos durante la segunda guerra, antes de servir de pretexto para la masacre palestina, tendría que hacerla de contención.   

La Segunda Guerra Mundial no fue más que una guerra por poderío. Tan un orate era Hitler en la creación de sus guetos, deportaciones, campos de concentración y genocidios, como Harry S. Truman cuando aprobó que desde el Enola Gay se vertiera la nube atómica sobre Hiroshima con la detonación de “little boy”. Sin embargo, el gran error del nacionalsocialismo fue elevar a categoría de política de Estado el del tema racial. No, en realidad, fue el gran error de Adolf Hitler quien, arrobado por la propaganda antisemita de la época (uso el término que él mismo usa en “Mein Kampf”), pretendió que la socialdemocracia que según él- buscaba la destrucción del Estado alemán y la destrucción del pangermanismo y que en su dirección y bases estaba conformada por judíos, era uno de los frentes sionistas para el fortalecimiento de “lo judío” –arguye. Y, el fortalecimiento de “lo judío” -concluyó él que era un colonialista-, implicaba el debilitamiento de lo germano.

Bien, resulta que el estado sionista israelí aduce argumentos similares para perpetrar la masacre en Gaza y, además, se sirve del Holocausto para granjearse las simpatías de la población frente al exterminio del pueblo palestino. Y tampoco vamos a ser ingenuos, es de suponer que a Israel también llegó gente convencida de esto y otra que parece no tener conciencia del asunto. Me atrevería a decir que, o esta gente no alcanzó aprendizaje, o que está gente ha vivido muy engañada o que suceden ambas cosas.

No sé a cuánto ascienda la proporción de engañados ni de fanáticos.

Como quiera, pienso que el tema del Holocausto es un tema discutible y su discusión –en contraposición a su mistifiación- reportaría de gran utilidad: convencer a la población judía de Israel que el sufrimiento que ellos o sus progenitores hayan padecido durante la Segunda Guerra Mundial, no tiene relación alguna con el sufrimiento que padecen los palestinos en Gaza. Yo sé que puedo sonar muy ingenua por esto, pero mi esperanza radica en que varios de los más controvertidos detractores del mito del Holocausto son judíos y no solamente de ese mito, sino de, en general, varias de las insanias de la tripleta anglosajona-israelí, como he mencionado párrafos arriba. Un ejemplo articulado, lo constituye la Red judía antisionista internacional.

Cuando los pueblos de la tierra nos unamos, sin distinción de género, color, religión o nacionalidad contra esta tendencia del hombre a su propia depredación, ésta, simplemente, se verá minada. O es esto o es desaparecer de aquí. Hoy, esa autofagia social, aparece encarnada en las llamadas oligarquías; pero unirse contra dichas oligarquías no equivale a coger azadones para defendernos de sus ejércitos supra pertrechados; ni siquiera, pegarle a sus satélites o a sus sistemas de seguridad por medio de wiquiliques.

Unirse es educarnos, estar informados, resistir con acciones coordinadas a sus órdenes y leyes que, si no están destinadas a socavarnos, tampoco tienen como finalidad última protegernos. Unirse es socializar nuestros conocimientos y nuestras valoraciones. Unirse es asistirnos mutuamente. Unirse es, por ejemplo, desconocer al unísono cualquier ley que se dirija contra nosotros.  

Si no es ésta una alternativa y -en vez de ello- pensamos que lo es reaccionar y nos montamos sobre el “si me pegas, te pego y que gane el más fuerte”, entonces –me temo- estaremos alimentando eso mismo que nos asesina ahora. Porque pienso que, además, no es inteligente que el más débil –suponiendo que haya algo tal y suponiendo el pueblo sea siempre la advocación del más débil- en lugar de oponer estrategias, oponga fuerza bruta, sin brújula, sin targets dirigidos. Habrá quien piense que oponer estrategias no es cosa de débiles o, al menos, no de débiles en masa. Yo pienso que elaborar estrategias es cosa de gente inteligente y creo que, salvo que uno haya nacido con el IQ reducido o una de esas cosas, la inteligencia no es un rasgo del humano-caníbal, es un rasgo del humano que piensa su humanidad en términos de su preservación. No pienso que no debamos defendernos, sólo pienso que debemos hacerlo con mucha inteligencia. 

1 comentarios:

    El uso del Holocausto mucho se ha aprovechado para crearle una "ceguera" humana a las generaciones entrantes, es importante mantener la dinámica del "monkey see, monkey do".

    Así me parece esto del "No olvidar, no perdonar"; mantener el odio, aislarlos del contacto exterior ("no salgas o te haran daño"), aunque para estos jovenes sea ya, un sentimiento anacrónico o fantasmal.

    En México ya es una estrategia probada: fomentaron odio y miedo hacia a un personaje que la misma oligarquía generó con sus porquerías.

     

Blogger Templates by Blog Forum