Plagiando a Russell...

Mi hermana acaba de regalarme un libro de Bertrand Russell; se trata de una antología de ensayos, supongo que me lo ha regalado porque sabe que es uno de mis pensadores de cabecera (como filósofo y como matemático) favoritos. Y he encontrado este texto que, si me anunciasen que voy a morir en pocos días, lo plagiaria y lo pediría como epitafio, a pesar de ser inusualmente largo para tal menester. Pareciera que en sus palabras encierra mis mayores anhelos y mis más grandes tristezas. Lo comparto porque –más allá de haber experimentado la agradable sensación de encontrar comunidad con las palabras de este ser y de sentir, entonces, que almas amigas (vivas o ya ausentes) tengo muchas desperdigadas por el mundo- creo que expresa pensamientos para los que, la palabra sublime, queda corta.

 

Para lo que he vivido

 

Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la Humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.

 

He buscado el amor, primero, porque comporta el éxtasis, un éxtasis tan grande que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad, esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura mística, la visión anticipada del cielo que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que –al fin- he hallado.

 

Con igual pasión he buscado el conocimiento. He deseado entender el corazón de los hombres. He deseado saber por qué brillan las estrellas. Y he tratado de aprehender el poder pitagórico en virtud del cual el número domina al flujo. Algo de esto he logrado, aunque no mucho.

 

El amor y el conocimiento, en la medida en que ambos eran posibles, me transportaban hacia el cielo. Pero siempre la piedad me hacía volver a la Tierra. Resuena en mi corazón el eco de gritos de dolor. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos desvalidos, carga odiosa para sus hijos, y todo un mundo de soledad, pobreza y dolor convierten en una burla lo que debería de ser la existencia humana. Deseo ardientemente aliviar el mal, pero no puedo, y yo también sufro.

 

Ésta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivirse, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciese la oportunidad.

Bertrand Russell


Eleutheria Lekona


IMAGEN: "La Escuela de Atenas", Rafael Sanzio

 

Benedetti inmortal...


Tal vez sea de mal gusto hablar de manera persistente de la muerte de alguien. Sin embargo, cuando ese alguien o un gesto o algo de ese alguien ha sido parte de tus más recónditos pensamientos, entonces ese alguien se convierte en una especie de interlocutor mental. Un interlocutor que viene a ratos y que luego se va, pero cuyas ideas han arribado a tu mente como si ésta se tratara de una masa informe de aguas oceánicas -en donde cada gota es una idea propia- y como si las ideas del otro, fueran una especie de asidero. 

Pero, si -además- esas otras ideas te asisten es porque tomas prestadas las palabras que las conforman y, más aún, es porque, de alguna manera, las palabras que las expresan recogen tu más esenciales emociones.

Pero ¿cuáles pueden ser estas emociones esenciales? Sin duda, todos lo sabemos. 

Está esta emoción que en español se representa por el vocablo "amor", está esa otra que se signa con las letras s-o-l-e-d-a-d -en ese orden-; está también la sed de infinito (aquí se necesitó más de una cadena), está el sentido del humor, está la inteligencia (en donde ésta última es más una facultad humana -aunque yo creo que también la tienen otras especies- que una emoción). Está, por supuesto la melancolía e, infaltable, la melancolía al cubo: la saudade. Están: la nostalgia, la añoranza, los olvidos de la memoria. Están también los huecos que nos han dejado todo aquello que aún no terminamos de explicarnos. Está el color blanco: un lugar todo en blanco en donde deambulan personas con sus emociones a cuestas. Está el mar que es como la muerte: inmenso, inexpugnable, inexplorado (además, en las encuestas, el mar ocupa los más altos lugares ante la pregunta ¿cuál es su cosa favorita?).

Pues, bueno, todo esto -así, agolpado- es parte de lo que me viene a la cabeza cuando me veo a mí misma frente a un poema de Mario Benedetti, frente a sus novelas, frente a sus ensayos (su conjunto de  ensayos "Variaciones sobre el olvido" -que leí hace poco- es precioso), frente a sus cuentos, frente a sus críticas que también toman forma de ensayo, frente al hombre con cuerpo de letras.

Hay, sin embargo, una faceta más de Benedetti, la de hombre comprometido con su realidad política que -apelando a nuestro lenguaje y sus limitaciones: el lugar común- hizo de él un hombre de izquierda. Un hombre manifiestamente adverso al régimen que hoy domina nuestras economías, nuestra Historia, nuestro mundo.

Pues bien, de Mario Benedetti hay tanto y tan variado y tan local y universal al mismo tiempo, que no me alcanzaría el blog para recordarle... Sin embargo, quiero postear en esta ocasión un poema que una amiga -que pertenece también a este movimiento de resistencia en México- me ha enviado y que es un texto que yo no conocía y que ha, de nuevo, hecho tambalear mis sensibles membranas.

Sólo le digo a Benedetti una cosa: si puedes seguir leyendo en dónde estás, estás en el paraíso, Benedetti inmortal. Y si sigues escribiendo, lo estás construyendo para nosotros...

¿QUÉ LES QUEDA A LOS JÓVENES?

¿Que les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?
¿Sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros
¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar/ abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar
¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan/ abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines del pasado
y los sabios granujas del presente.


Mario Benedetti.


Influenza, recesión y teoría del shock

Influenza, recesión y teoría del shock

Carlos Fazio

 

Durante el pasado cuarto de siglo, México ha sido considerado un laboratorio de la mundialización neoliberal. País tercermundista, tierra de pobres hambrientos, desde la fraudulenta imposición de Felipe Calderón se sumaron la guerra y las muertes violentas en clave ascendente, y ahora llegó el flu mexicano, rebautizado por razones de imagen política como virus A/H1N1.

Hoy que la crisis sanitaria desapareció de los medios de difusión masiva con la misma celeridad con la que había llegado, algunas cosas van quedando claras. Por ejemplo, que luego de dos semanas de una demagogia oficial atemorizante y de saturación, a ratos triunfalista o chauvinista, que incluyó la manipulación de cifras, el engaño, la distorsión informativa y una campaña de rumores apocalípticos, afloró, bajo la influenza, el miedo. Un miedo pánico paralizador, fragmentador, desmovilizador de toda acción colectiva y de la solidaridad social.


Con el apoyo de las principales cadenas de radio y televisión bajo control monopólico, que en la coyuntura volvieron a actuar como dispositivo de poder de la actual estructura de dominación de clase, el gobierno logró sacar a millones de mexicanos del espacio público y los acuarteló en sus casas, presas pasivas del duopolio televisivo y sus papagayos. En otra clara acción de terrorismo mediático, los forjadores de opinión volvieron a sembrar alarmismo, temor y desolación, y ayudaron a construir en el imaginario colectivo la idea de un nuevo enemigo devastador oculto.


En ese ambiente manufacturado, la dictadura sanitaria de Calderón –como la llamó uno de sus apologistas- logró cuajar de facto, sin aprobación del Congreso (en abierta violación del artículo 29 constitucional), sin toque de queda formal ni tanques en las calles, una extraordinaria experiencia de control de población y disciplinamiento social. Entre otras medidas, el Estado de excepción sin fecha de caducidad decretado por Calderón permite el allanamiento de morada por la policía y el ejército, sin orden de cateo de alguna autoridad judicial, en flagrante violación de las garantías individuales.


Con el paso de los días y nuevas informaciones de especialistas y gobiernos extranjeros queda la sensación de que Calderón y su entorno exageraron la reacción a la influenza, y en un exceso de ortodoxia con la medicina amarga dieron otro golpe brutal al aparato productivo. Y ahora que se vuelve a la normalidad por decreto y reaparece la devastadora crisis económica global que ha sumido en la pobreza y el paro a millones de hombres y mujeres concretos, el saldo, en México, es el reforzamiento, desde arriba, en clave de lenguaje de guerra, de la violencia y el miedo, dos núcleos duros explotados por los medios para generar más inseguridad y fragmentación social.


Superada la crisis epidemiológica y sanitaria, tras el anuncio oficial de que pese a los programas contracíclicos gubernamentales México ya había entrado en recesión luego de dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo –información que se retrasó de manera deliberada–, se consolida el escenario propicio para la “teoría del shock”.

Creada por el monetarista Milton Friedman, padre de los Chicago boys que introdujeron a sangre y fuego el neoliberalismo en el cono sur en los años 70, dicha doctrina es la historia no oficial del libre mercado. Un programa de ingeniería social y económica que Naomi Klein identifica como el capitalismo del desastre. Se basa en la aplicación de eventos violentos o traumáticos para infundir miedo, temor y pánico a los individuos, con el fin de debilitarlos y doblegarlos, y, en el contexto de la crisis, introducir impopulares medidas de choque económico, que pueden llegar acompañadas de represión en un estado de excepción.


El virus A/H1N1 existe. Su epicentro fue Perote, Veracruz, y el gobierno lo ocultó. Pero como dice el epidemiólogo Marc Siegel, el virus más poderoso es el miedo. Por otra parte, más allá de teorías comparativas, todos esos elementos de la doctrina del shock están presentes en México. Incluida la terapia de choque económico, según las palabras utilizadas la semana pasada en Estados Unidos por el titular de Hacienda, Agustín Carstens. Ante el Consejo de las Américas, en presencia de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, el secretario dijo que la terapia de choque funcionó durante la emergencia del flu mexicano, y que el gobierno prepara reformas estructurales adicionales para la segunda parte del año.


A confesión de parte, relevo de pruebas. Después de las elecciones de julio –otros comicios de miedo– vendrá lo peor. Incluido, tal vez, un oportuno rebrote del virus A/H1N1. Nuestro Al Qaeda de ocasión. Habrá que ver cuánto de ese miedo nocivo que ha sido inoculado desde las instancias oficiales a través de los medios, se quedará en el fondo de la sensibilidad social y por cuánto tiempo. Es difícil saberlo ahora.


No obstante, a pesar de la fatalidad inducida en la hora, existen opciones para desplazar la guerra mediática manipuladora reproductora de la ideología dominante y llevarla al terreno de lo público. A los espacios comunes, a la calle, los parques, los foros abiertos y las universidades. Y, como dice Robinson Salazar, dado que el verdadero pavor reside en la subjetividad de los que mandan –en los grandes financistas, banqueros, empresarios y sus administradores de turno–, temerosos de la movilización popular y los sujetos rebeldes y libertarios, la mejor estrategia para romper con las ataduras mediáticas y los espantos engañosos de moda son la contrainformación, la organización y la participación, con un sentido de cambio profundo de las injustas estructuras. Por cierto, ¿qué habrá querido decir Fidel Castro con eso de que Calderón suspendió un viaje que ya había suspendido?


Tomado del diario "La Jornada" en su publicación del 18 de Mayo de 2009.

http://www.jornada.unam.mx/2009/05/18/index.php?section=opinion&article=022a1pol

Recordando a Mario Benedetti


La poesía de Mario Benedetti me ha llevado más de una vez al estremecimiento. Y ¿qué decir de "La Tregua", esa magnífica novela llena de ese amor que a todos nos salva? Ha muerto el poeta, pero su poesía, ese legado de luz y sombra, yacerá a través de los tiempos. Descanse en paz, Mario Benedetti.
CORAZÓN CORAZA

Porque te tengo y no  porque te pienso  
porque la noche está de ojos abiertos  
porque la noche pasa y digo amor  
porque has venido a recoger tu imagen  
y eres mejor que todas tus imágenes  
porque eres linda desde el pie hasta el alma  
porque eres buena desde el alma a mí  
porque te escondes dulce en el orgullo  
pequeña y dulce  corazón coraza  
porque eres mía  
porque no eres mía  
porque te miro y muero y peor que muero  si no te miro amor  
si no te miro  
porque tú siempre existes dondequiera  
pero existes mejor donde te quiero  
porque tu boca es sangre  y tienes frío  
tengo que amarte amor  tengo que amarte  
aunque esta herida duela como dos 
aunque te busque y no te encuentre  
y aunque  la noche pase y yo te tenga  y no.

Mario Benedetti

Agua sobre la mar...





La hipótesis (posible error de laboratorio) es, en sí, revaladora. Pero seguramente, van a salir al final con que no, con que se trata de una mutación -algo muy común en los virus. Y esto me lleva a lo que ahora mismo está en el ojo del huracán: las declaraciones de De la Madrid, quien habló de la corrupción del salinismo (cosa que, por cierto, ya es conocida de todos los que, por la razón que quieran, somos mexicanos) para que, al final, resulte que no, que el señor está enfermo de la mente. Lo curioso de ésto es que hace unos días -un par de días antes de que De la Madrid hiciera las susodichas declaraciones en el programa de radio de Aristegui- escuché en el programa de radio de Jacobo Zabludovsky, que sintonizo cotidianamente, que a éste le llegó un comunicado de parte de Miguel de la Madrid en el que se aseguraba que goza de perfecta salud. Es como cuando se dio el fraude electoral de 2006: conforme iba avanzando el conteo de votos (el tiempo) Calderón iba "ganando" los votos que "perdía" López Obrador; ya se han de acordar, se los he machacado en reiterativos mensajes: el comportamiento espejo de las series de tiempo del conteo de votos. Todavía me acuerdo cuando México se fue a dormir creyendo, inocentemente, que había ganado su presidente.

 

Y si el dopaje del fútbol, la telenovela, la cooltura anglo sajona (y no la cultura, porque sí que la hay) y todo aquello que nos aliena siga perfectamente encaramado en nuestros cerebrillos, el mundo seguirá girando -en espiral, se me antoja- hacia su inevitable destrucción (no, no me refiero a la profecía maya, me refiero al decadentismo que nos afecta cotidianamente: individualismo, egoísmo, yoísmo, supremacismo, orgullo ególatra, "yo hombre: especie superior", "yo hago bien lo mío y con eso basta, lo que ocurre allá afuera no es cosa mía", esquizofrenia, autismo, soledad, desolación, vacuidad, careta, falsedad, podredumbre, abulia, marchas forzadas, seguir siendo co partícipes del actual estado de cosas ¿Por qué no -como ha prefigurado Cioran- dejamos un día cada humano -todos- de hacer nuestras grandiosas cosas? Un buen día despertamos y decimos: no voy a la escuela, no al trabajo, no a la maestría; no -en suma- a seguir que las cosas continúen, haciendo como que nada pasa y todo está muy bien y no importa que cotidianamente mueran personas absurdamente de soledad, de hambre, de enfermedad, de guerra, voluntariamente, por omisión, sin presentirlo ¿Cómo es posible que ahora mismo sepamos de gente que sufre (un amigo, un desconocido, un enemigo) y no hagamos nada? Me da miedo mi humanidad, no me gusta. Supongo que mi cuerpo se ha enfermado hastiado de lo que pasa: está protestando porque yo he tenido menos valor que él. Pero sé que por escribir esto terminaré de ganarme el desprestigio entre ustedes -que por cierto, me comunican, a veces, un silencio indecodificable-: loca, narcisista, descerebrada, irreal, utopista, iconoclasta, heresiarca, moralista, fútil, acomplejada, nimia, mediocre, ufana, desarticulada, inconforme, inferior, atrasada, perimida, neurótica, aburrida, solitaria, se ve que no tiene nada mejor que hacer, ha perdido la perspectiva por completo, conspiracionista, izquierdosa -que miren que abomino de cada uno de los partidos políticos que hay, estoy seriamente pensando en la posibilidad de anular mi voto o de votar por mi mejor amigo-, ni su diario le alcanza para tirar por la boca -la que nos da el papel- toda la bazofia que le cabe, insatisfecha, melancólica (esta sí la acepto), maníaca, mórbida, petrificada, bizarra, caótica, ha perdido por completo su esencia: su capacidad para guardarse en el riñón izquierdo todo aquello que la atribula. Pero estoy tan harta de esa falsa e ilusoria visión "progre" que nos lastra y nos vuelve tan culpables como aquel que lanza la piedra para después esconder la mano. Pero estoy tan triste por vivir lo que no quiero y verlo y ver cómo consume espíritus y los vuelve tarados o indigentes o divos de la ciencia o seres marginales (allí estoy yo) o frívolos de antro o pederastas de iglesia o putas de bazar y porque el arte comienza a consumarse y ya sólo Bach lo logra o alguna canción banal que canta Litzy. Y, entonces -como le dije ayer por correo a Jean Meyer- ya cada vez soy más nube, soy nube: vivo en el cielo, soy blanca, evanescente, prodigo agua sobre la mar, soy fantasmal. El silencio me asiste.

Eleutheria Lekona.

Blogger Templates by Blog Forum