"La Literatura del Yo", Ernesto Sabato. Segunda Entrega




Con Ernesto Sabato me pasan dos cosas, o subvierte mi pensamiento o coincido con el de él. Cuando leí el siguiente texto, me ocurrió lo segundo.


LA LITERATURA DEL YO


Dada la reivindicación del individuo, de su experiencia concreta e intransferible, es lógico que los representantes de la revuelta contemporánea hayan recurrido a la literatura para expresarse, ya que sólo en la novela y en el drama puede darse esa realidad viviente. Pero no a esa literatura que se solazaba en la descripción del paisaje externo o de las costumbres burguesas, sino a la literatura de lo único, de lo personal.


En su notable Ensayo sobre el destino actual de las letras y las artes, W. Weidlé sostiene que asistimos al ocaso de la novela y del drama porque el artista de hoy "es impotente para entregarse enteramente a la imaginación creadora", obsesionado por su propio yo; frente a los grandes novelistas del siglo XIX, a esos escritores que, como Balzac, creaban un mundo y mostraban criaturas vivientes desde fuera, a esos novelistas que, como Tolstoi, daban la impresión de ser el mismo Dios, los escritores del siglo XX son incapaces de trascender el propio yo, hipnotizados por sus propias desventuras y ansiedades, eternamente monologando en un mundo de fantasmas.



Muchos críticos afirman, de una manera o de otra, que el siglo XIX es el gran siglo de la novela. Por mi parte, estoy dispuesto a aceptar que el siglo XIX es el gran siglo de la novela... novecentista.



La palabra novela representa hoy algo bastante diverso a lo que representaba en la pasada centuria. Y no es tanto que el escritor no pueda trascender su propio yo, para realizar una descripción objetiva de la realidad: es que no le interesa más. O, por lo menos, no le interesaba hasta hace muy poco tiempo, en que ha comenzado a surgir una nueva síntesis de lo subjetivo y de lo objetivo, precursora de la vasta síntesis espiritual a que asistiremos como superación de la crisis contemporánea (si es que las tremendas fuerzas materiales en juego nos lo permiten).


En las Notas desde el subterráneo, el héroe nos dice: "¿De qué puede hablar con máximo placer un hombre honrado? Respuesta: de sí mismo. Voy a hablar, pues, de mí. Y en toda su obra, Dostoievsky hablará de sí mismo, ya se disfrace de Savroguin, de Iván o de Dimitri Karamázov, de Raskólnikov y hasta de generala o gobernadora.



En toda la gran literatura contemporánea se observa este desplazamiento hacia el sujeto: la obra de Marcel Proust es un vasto ejercicio solipsista; Virginia Woolf, Franz Kafka, Joyce con su monólogo interior, William Faulkner, todos ellos tienen la tendencia a mostrar la realidad desde el sujeto. Dice el personaje de Julien Green: "Escribir una novela es en sí mismo una novela, de la que el autor es el héroe. Él cuenta su propia historia y si se representa a sí mismo la farsa de la objetividad es que es bien novicio o bien tonto, puesto que no alcanzamos a salir nunca de nosotros mismos".



Ya en Dostoievsky, que en tantos aspectos es la compuerta de la literatura actual, se observa ese desentendimiento hacia el mundo externo: nunca sabemos del todo si sus personajes, tan absortos en sí mismos, habitan en una hermosa mansión o en un detestable lugar, pocas veces nos dicen si llueve o hay sol, y cuando lo sabemos es apenas por una frase o dos y, además, porque esa lluvia o ese sol forman parte —¡y de qué manera!— de la angustia o de los sentimientos que en ese instante embargan al personaje. El paisaje es un estado del alma.



Siempre ha sido una tarea más bien destinada al fracaso la clasificación de la producción literaria en géneros. En lo que a la novela se refiere, ha sufrido todas las violaciones y, como dijo Valéry con evidente asco, "tous les écarts lui appartiennent" o algo por el estilo. Nuestra época ha sido una nueva exaltación del yo. Una novela de Faulkner se llama Mientras yo agonizo. Otra, El ruido y el furor, pues ya no parecía necesario, ni siquiera conveniente, que el mundo fuese relatado por un novelista omnisciente y omnipotente. La novela podía ser, como dice Shakespeare que es la vida:



...a tale

Told by an idiot, full of sound and fury.


FICHA BIBLIOGRÁFICA:


Sabato Ernesto, Hombres y Engranajes, Seix Barral, México, 2004 (primera reimpresión), Págs. 93-95.

NOTA: Este libro fue editado por primera vez en el año 1951.

2 comentarios:

    El texto me hizo recordar El arte de amar de Erich Fröm, en el que, bajo la hipòtesis de que todos los seres humanos somos en el fondo lo mismo, si conocemos a uno, conocemos a toda la humanidad, y el ser humano que tenemos màs a la mano para conocerlo a fondo somos nosotros mismos; como dirìa el lema de la adademia de Platòn: Conòcete a tì mismo.
    Sucede que nos relacionamos con los demàs de manera superficial, por eso no llegamos a conocer a los demàs, porque ademàs no nos conocemos a nosotros mismos por lo tanto estamos imposibilitados a conocer a los demàs.
    Volviendo a Sàbato, si un escritor escribe sobre sì mismo, tal vez en el fondo estè escribiendo sobre el resto de los humanos, en tanto que todos somos iguales en el fondo.

     

    ¿Sabes algo Ernesto? Estoy de acuerdo contigo

     

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