Leer es gratis

Hace poco fui de compras a Gandhi, fue en uno de esos escasos días que suelo pasar con mi familia –a quienes, por cierto, extraño asaz.


Pedí a Paola que antes de que me dejaran en mi casa, me hicieran favor de darme un aventón a la Gandhi que está frente a Bellas Artes, tienda que, para solaz mío, queda bastante cerca de mi casa.


Entré decidida a comprar aquel ensayo de Susan Sontag “La Enfermad y sus Metáforas”. Ya era tarde y la tienda estaba a punto de cerrar. Me dirigí a la caja del fondo y pregunté al chico por el susodicho libro; tardó un poco en responder porque estaba atendiendo a una chica. Al fin, después de unos cinco minutos me dijo que sólo tenía la novela “En América” de la misma autora; le dije que no, que ya tenía esa novela –de hecho, ya la leí- y, entonces, me fui a buscar en los pasillos.


La fortuna me sonrió porque frente a mí, apareció bastante de la obra de Ernesto Sabato; ni tarda ni perezosa tomé dos tomos de “Sobre Héroes y Tumbas” (uno para mí y uno para Paola) editados en Buenos Aires por “La Nación” y cuya compra responde a que recién adquirí, también de Sabato, “Abbadón. El Exterminador” libro que, justo cuando uno empieza a leer, el editor recomienda: procure leer primero “Sobre Héroes y Tumbas” o algo así, que es la novela en donde se nos empieza a contar la historia de Bruno (y yo, que soy más obediente que anarca –por metódica, por esa formación matemática que a veces me estorba- seguí la recomendación y suspendí la lectura de Abbadón [¿qué pasaría si me atreviese a desafiar al editor? Absurdo, sé que no me atreveré]). Por cierto, ya estoy ansiosa de empezar Héroes. La amenaza en la contraportada del libro es más que sugestiva: “Considerada la mejor novela argentina del siglo XX…”, de inmediato pensé en “Rayuela” de Cortázar y me dije ¿será posible?


Bueno, pues eso fue en cuanto a Sabato.


Llevé también dos libros mezcla Harry Potter/Tolkien para mis hermanos –de esos que les gustan a los chavitos transculturizados-. Uno se llamaba “La Historia de Guinivere” y, el otro, tenía un título que hablaba de algo como unos huesos, no sé, algo bien weird. En fin, tapas duras, bonitas carátulas, precio módico, buena compra. Aquí cabe hacer una pequeña aclaración: Tolkien y su saga me gusta –me encanta-, Harry Potter me asfixia, me irrita.


Finalmente, compré para mamá “Paula” de Isabel Allende con la secreta esperanza –debo confesar- de que se le conduela el corazón y pierda esa rigidez que nos profesa a mí y a Paola; en realidad, hubo cierto intención en ese obsequio. Pero no se me puede negar que hubo también una intención bónhoma: mamá derramará tantas lágrimas como yo derramé después de haber leído esa historia y sé que me lo agradecerá (las catarsis lacrimosas son pasatiempos para mi madre).


Me dirigí, entonces, a la caja a pagar; en realidad fue muy poco: trescientos diez pesos (supongo que he dicho esta estupidez porque no tengo un agujero en el estomago, ni vivo en el campo a expensas de recibir el dinero que mi marido me mande desde el otro lado, ni gano el mínimo tras una jornada inhumana; en fin, palabras de clasemediera inconsciente). Me dice entonces la chica: “por diez pesos más puedes llevarte este o este libro”; por supuesto, yo elegí “este”, es decir, la Antología "Caleidoscopio" que aglutina narraciones de Guadalupe Loaeza, David Martín del Campo, Ángeles Martretta, José Agustín, Carlos Fuentes, Paco Ignacio Taibo II y otras figuras contempo; en primer lugar, la portada en blanco con un caleidoscopio –sencillamente- me encantó y, en segundo lugar, no pensaba llevarme la otro opción: uno de esos libros espantosos sobre superación personal con historias de Mariano Osorio –horror-, J. J. Benítez y Fernanda Tapia.


Pues bien, el punto es que este libro que por diez pesos pude comprarme, incluye un relato estupendo, de David Martín del Campo titulado “Buenos Díaz Acapulco”, un texto que bien podría ser el guión de una película de Tarantino o de Jim Jarmusch y que –me imaginaba mientras leía- bien podría pertenecer a un escritor gringo; de hecho, me recordó muchísimo la narrativa de William Burroughs. Ahora bien, sobre esta apreciación no puedo decir mucho; los únicos autores que he hecho de aquel país son Charles Bukowski, William Burroughs, Edgar Allan Poe, Walt Whitman, Emily Dickinson, Susan Sontag, Noam Chosmky, Anne Rice, Carl Sagan y Sylvia Plath; así que no tengo muchos elementos para juzgar. Sin embargo, cuando leía me sentía transitar entre Sylvia Plath, Burroughs y Bukowski; en fin, me sentía en nubes de peróxido. Súper recomendable.


Al acabar de leerlo recordé de inmediato una lectura magnífica que me costó, también, casi nada: el cuento “Y una voz que decía” de la escritora Francesca Gargallo incluido en el número 9 de la colección “Para leer de boleto en el metro”; un cuentito bastante depresivo, narrado desde un aparente fastidio, una oda al olvido que, sin embargo, resulta ser un melancólico y sentido tributo al amigo perdido.


Pues así es, diez y cero pesos, a ese costo pude leer dos textos magníficos y, en realidad, si uno le busca, puede allegarse de muy buenos textos a un costo bastante razonable. Cuando voy al tianguis del viernes, por ejemplo, casi siempre regreso con uno o dos nuevos títulos. En CU también se consigue a buen precio; allí conseguí “Los Relámpagos de Agosto” y otros cuatro títulos muy accesibles.


Leer es gratis para quienes amamos la literatura –ese escape temporal- y es que uno siempre se las arregla –andes corto o bien forrado de varo- para conseguir qué leer. Cómo me gustaría, sin embargo, que el alma errante de José Vasconcelos (¿qué se puede esperar de un hombre cuyo revólver permitió a Antonieta Rivas Mercado, nuestra mecenas posrevolucionaria, dar finiquito a su vida con una bala directa al corazón en Notre Dame?) se adueñara de algún alma viva y lanzara de nuevo a sus hordas de maestros-misioneros a la conquista de los pueblos perdidos de México; de suceder, la consigna ya no sería tanto alfabetizar como hacer llegar colecciones enteras de libros a precios irrisorios o, mejor, a precio nulo.


Una comitiva de maestros-misioneros que llegase a las comunidades más alejadas con un sencillísimo eslogan: “LEER ES GRATIS”.


4 comentarios:

    Entre las miles de obras literarias que vale la pena leer y que desafortunadamente nadie tendríamos la vida completa para hacerlo en todas, me gustaría recomendarte a Mario Puzo.
    Su obra más conocida, "El Padrino", es una Biblia, a mi me encanta. Pero hay una obra menos concida de él, "Los Borgia", que es una novela histórica sobre la familia Borgia encantadora, además de su maravillosa calidad literaria, la investigación histórica en que se sustenta la hace de lo más cercano a leer una biografía como tal, pero con el sabor inigualable de Mario Puzo.

     

    Gracias por la recomendación... la tomaré muy en cuenta, sobre todo, porque aún puedo hacer una lectura "virginal" del libro dado que no he visto la película (sé que es casi un sacrilegio, en fin, no he tenido la oportunidad).

     

    cada vez que leo algun post o entrada me contagias tu sed de leer, de beberme los libros como tú lo haces, mil gracias por ello.

     

    Nena, pero si tú también me has enseñado varios libros. Tú también eres voraz lectora, ¿qué me dices?

     

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