Diatriba No. 1: Del relativismo moral

El relativismo moral no es, en realidad, una forma de apreciar la moral; es una forma de vivirla.

No son nuestras ponderaciones sobre la moral las que exhiben una característica relativista, es nuestra moral misma la que lo hace.

Lo absurdo de decir "fumar es malo" no radica en el hecho “poco comprensible” de que, quien lo diga, absolutiza la moral y es, ergo, incapaz de entender que lo que es malo para mí no lo es, necesariamente, para el otro. Lo absurdo es pensar que sólo existe una forma moral de ser (llámese bueno, llámese malo -llámese como se llame). Lo absurdo es idealizarnos de esta forma tan estúpida. Lo absurdo es hacer una interpretación moral de los fenómenos (y aquí nos damos cuenta de que es evidentemente absurdo admitir que lo que para mí es malo no lo es tal vez para Juan Pérez. Bah, tonterías, formas eufemísticas de referirnos a nuestro proceder ambivalente).

No es que un fenómeno sea bueno o malo dependiendo de su observador (como, con arreglo a la teoría de la relatividad especial de Einstein, sucede con el espacio-tiempo); el fenómeno es en sí o bueno o malo –o una mezcla de ambas; o una mezcla de algo que no tiene que ver con lo bueno o lo malo-. Pero no nos hemos atrevido a asumir una actitud moral.

Parece que hoy día los conflictos para definir una cosa han quedado confinados a la esfera de la Filosofía; ya recuerdo a Aristóteles estableciendo sus categorías para definir a las cosas: por comprensión o por extensión, etc. Hoy día somos más pragmáticos; utilizamos, sin tanta alharaca, las palabras para definir a las cosas. Uso los símbolos de mi alfabeto español g,t,o,a para representar a un gato y no tengo problema con ello; utilizo otros tantos símbolos para otras tantas designaciones. Ah, pero cuando me toca utilizar la palabra “malo” para referirme a un comportamiento moral nocivo para mí o mis semejantes, entonces llegan los problemas. Que ¿cómo sé qué es el mal?, que ¿quién puede saber cuándo algo es malo y cuándo no lo es?, que lo que para mí es malo puede que para ti no lo sea. Y bueno, se subtiende una larga lista de argumentaciones de lo más estrafalarias con tal de evadir el asunto. Que una cosa es la realidad y otra la percepción que yo tengo de ésta (aquí hemos pasado de la esfera de la moral a la esfera de la epistemología) y máxime si somos capaces de aceptar que el lenguaje es, per se, ambiguo: puede que yo entiendo por la palabra “pan” una cosa y puede que mi eterno interlocutor imaginario (nuestro apreciable Juan Pérez) entienda otra cosa. En fin, los argumentos son variados y todos tan válidos y lógicamente articulados que es imposible no concederles la razón.

Yo por mi parte, me permito, cuestionar tal consenso y digo:

Es absurdo que con el arribo del nuevo milenio sigamos creyendo -ególatras como somos- en nuestro ideal de perfección (por supuesto que dicho ideal tiene sus pros; dicho ideal puede ser el subterfugio perfecto sobre el cual catapultemos nuestra potencia creadora; nadie puede negar que somos pequeños demiurgos que eternamente van creando cosas a su paso). Es absurdo que no asumamos una posición moral clara, es absurdo negar nuestra maldad. Es absurdo porque, al hacerlo, suprimimos más de 2000 años de pensamiento. Claro que hay maldad, claro que hay bueno y malo y medio bueno y medio malo y más bueno que malo y más malo que bueno y todas las combinaciones posibles; y también hay impavidez y una anestesia moral que no nos permite situarnos.

Creo que el quid es situarnos, asumir una postura, reconocer nuestra bonhomía y nuestra maldad y, sobre todo, reconocer que si los actos malvados nos propinan dolor –o a aquellos que nos rodean-, entonces haya quizá la manera de evitarlos en la medida de nuestras posibilidades.

Pero lo más importante: cuando nos reconozcamos como seres imperfectos y susceptibles de error, aprenderemos a ser más tolerantes con nuestras pasiones y más exigentes con nuestras acciones.

Extracto de la diatriba anterior:

El relativismo moral recae no en la ponderación de los fenómenos, sino en los fenómenos mismos: una cosa es buena o mala dependiendo no de quien la juzgue, sino de la inherente moral de quien la ejecuta. Y esto es, justamente, relativo al sujeto. Toca ahora averiguar por qué dicho sujeto procede así. Por otro lado, asumir la existencia de lo bueno y lo malo no implica negar otras actuaciones morales, no implica ser, pues, maniqueísta; no sólo hay “bueno, bueno” y “malo, malo”; hay también una infinidad de formas de ser. Un hombre no es completamente bueno o completamente malo; reconocer ese simple aforismo nos ayude, tal vez, a ser más tolerantes con el otro. Asumir una actitud moral, sea quizá, un deber en el entendido de que cada ser humano es libre de asumir la actitud que le plazca. Hay algo, sin embargo, que me parece ineludible: establecer una posición frente al mal.

2 comentarios:

    Me encantó tu escrito, aunque el vocabulario me parece algo rebuscado.

    Aunque no es exactamente de lo que hablas, me viene a la memoria una frase de Ayn Rand que dice:

    "Si quisiera hablar con vuestro vocabulario, diría que el único mandamiento moral que tiene el hombre es: Pensarás. Pero un 'mandamiento moral' es una contradicción en los términos. Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional, y la Razón no acepta mandamientos."

     

    Hola, gracias por tu comentario y, sobre todo, esa cita de Ayn Rand -a quien empezaré a conocer a raíz de este post- de verdad, es hermosa. Dice mucho, expresa exactamente qué es la moral, de qué materia está hecha. Muchas gracias.

    Por otro lado, yo sé que a veces mi léxico suena rebuscado, pero -te juro- no es algo que planee de forma deliberada. Así me sale -sobre todo cuando escribo- y, bueno, aunque es común que me endilguen ese mote -rebuscada-, yo me aguanto, me gusta utilizar las palabras de mi lengua. Son muchos los términos y mucha la pobreza -esa es mi muy particular apreciación y muy subjetivota, lo sé- si no los usamos. Caramba, cojamos los diccionarios, busquemos palabras al azar e incorporémoslas a nuestro vocabulario.

    Un saludo...

     

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